NÚMERO 12

ABRIL DE 2017

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AÑO III - NÚMERO 11 - ABRIL DE 2017 - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA COLOMBIA: PATRICIA LARA - EDITOR MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ - REDACTOR: CARLOS AYALA

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LA IRRESISTIBLE MAGIA DE LAS LETRAS

La irresistible magia de las letras

PÁGINA 15

JAVO MONZÓN  -MÉXICO-

Javo Monzón es un terrible megalómano nacido en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, en el año de 1979. Su vida es una maratónica sesión de películas de clase B y una sorprendente tolerancia a las repeticiones de Twilight Zone y Outer Limits.

 

En el año 2011, se autoproclamó Conde de Apodaca, y cimentó las bases de la religión conocida como Javismo (con fuertes tendecias Carnico-Asadélicas y Pistólicas). Estudió la carrera de Licenciatura en Ciencias Políticas, pero al decepcionarse severamente de la democracia, la cambio por Relaciones Internacionales, para facilitar su conquista del mundo.

 

Estudioso de su majestad, el Rey de Maine, ávido lector de comics en cualquier formato, “tower junkie”, fan boy de Star Wars, ferviente creyente en la teoría de que J.K. Rowling es en realidad Rita Skeeter y secretamente, fan de Mecano; actualmente se dedica a escribir cosas que probablemente nunca saldrán de su virulento ordenador y a cantar en la banda de groove metal Caelaluz.

  

Poco a poco

 

Mi amiga Alex me llamó un día para ver si podía ayudarle a limpiar la casa de su difunta abuela. No era una tarea que me emocionara realizar, pero siendo dueño de una tienda de antigüedades, sabía que no podría negarme a recibir a cambio la pequeña estatua del dragón de jade, que se alzaba como vigilante encima del televisor en la sala de esa vieja casa.

 

No pasaron veinte minutos y ya me encontraba ahí. El trabajo era más sencillo de lo que esperaba. La gran mayoría de las cosas de valor ya se las habían llevado las tías de Alex y sólo había que subir unos cuatro muebles a la camioneta que había rentado para el propósito de la mudanza. La televisión seguía en ese lugar y el dragón de jade también.

 

Mientras maniobrábamos perdimos el equilibrio, y un baúl que pensaba donar a una de esas fundaciones, cayó al suelo rompiéndose en trozos de madera y tela. Alex sólo rodó sus ojos hacia arriba y exhaló profundamente mientras salía al porche para tranquilizarse. Yo me acerqué a ver si el baúl podía repararse (muy a sabiendas de que no tenía arreglo) y me percaté que la parte superior tenía un doble fondo. Justo de ahí saqué un legajo con una serie de documentos y fotos. Inmediatamente se los entregué a Alex, lo cual mejoró bastante su humor. El legajo contenía un pequeño sobre con las siglas НИИ, y ella me aclaró que los documentos estaban en ruso. Su familia provenía de Rusia (específicamente, de la Unión Soviética), sin embargo, ella no hablaba bien el idioma.

 

Los guardó y dijo que se los mostraría a su madre para que le ayudara a traducirlos. Terminamos nuestro trabajo y bebimos unas cervezas mientras hablamos sobre nuestras vidas, hasta entonces inconsecuentes.  Me dio el dragón de jade y me fui a mi casa.

 

El día siguiente transcurrió sin más, pero el domingo fuimos a tomar un café. Cuando llegó, me habló de los documentos. Al parecer, su tío abuelo trabajaba para el gobierno soviético en un proyecto que involucraba viajar en el tiempo. Esa fue la razón por la que su abuelo dejó la Unión Soviética.  Alex pensaba que su tío hermano escondió los documentos en el baúl para asegurarse de que estarían a salvo. Ella pensaba que en realidad podría utilizarlos para viajar en el tiempo.

 

Al terminar la conversación, teníamos una teoría muy extraña de como los Soviéticos querían usar ese proyecto para alterar el flujo continuo del tiempo, al parecer no sucedía nada después de terminado el proceso. El documento indicaba que la parte del viaje en el tiempo no sólo era posible, sino que se había llevado a cabo con éxito, pero que los resultados de alterar el pasado no se traducían en un cambio en el presente. El documento indicaba que las pruebas sólo se llevaron a cabo con situaciones simples. El viaje de prueba consistía en regresar cinco minutos en el tiempo, y destruir artículos de una oficina. Pero cuando se contaban al terminar el proceso, no había ningún cambio.

 

El “viajero” que probó el proceso, indicó el éxito obtenido, e incluso se registró en una ocasión la destrucción de una oficina completa, pero eso no bastó para reflejar el cambio en el presente y mostrar el éxito del experimento.

 

Era divertido hablar sobre qué haríamos si pudiéramos volver al pasado y lograr que los cambios fueran reflejados en nuestro presente. Sería interesante saber qué pasaría si pudiéramos cambiar la realidad de nuestro entorno. Fantaseamos con muchos escenarios que nos beneficiarían personalmente, como obtener los números de la lotería, pero supongo que todos hacen eso cuando se toca el tema. Es común preguntarse: “¿qué cambiarías de tu vida?”.

 

Pero no, lo interesante era ver qué cambio podría tener un impacto global.

 

Cuando me fui a casa no dejaba de pensar en eso, y aunque sabía lo muy probable que todos esos documentos fueran falsos, o que Alex sólo estuviera inventando, porque, después de todo, yo no hablo ruso. Aún así, esa idea se apoderó de mis pensamientos y me fui a la cama, pensando que quizá debería tener un diario de los números de lotería ganadores para beneficiarme con ese conocimiento.

 

Tuvieron que pasar unos días para que Alex se comunicara conmigo. En esta ocasión, fui a visitarla a su departamento, y bebiendo un poco de whiskey, platicamos un poco. El tema principal de la conversación eran los documentos y me confesó, que había conseguido viajar al pasado. Inmediatamente le dije que eso no era posible, pero me contestó que viajó al 9 de octubre de 1981, para ver el concierto de Queen en el estadio universitario, como un viaje de prueba.

 

Después de mirarla escéptico por un buen rato, sólo sonrió y me dijo que los procesos del documento funcionaban y que el viaje en el tiempo era posible. Sin embargo, añadió que era probable que el hombre descrito en los documentos como “el viajero”, o sea, la persona que seguía el proceso, se haya dado cuenta que en realidad se podían efectuar cambios, y decidió reportar lo contrario, para evitar que se le hicieran alteraciones negativas a la línea de tiempo.

 

Le dije que esas eran puras suposiciones, pero llamó mi atención que me pidió que lo hablara con ella para abrir más posibilidades.

 

Hablamos sobre que, quizá, “el viajero” logró efectuar un cambio en la línea de tiempo, para beneficiarse a sí mismo o a la comunidad. Es lógico pensar que no habría un testigo siquiera, pues la línea de tiempo se alteraría. Pero de cualquier manera estuvimos de acuerdo que el proyecto tuvo que ser cerrado, por qué los documentos seguían existiendo.

 

Las suposiciones de ese tipo nunca fueron lo mío. Soy malísimo auditando y soy peor siguiendo los pasos de un evento del cual no formé parte, y obviamente, menos sí el evento fue borrado de la existencia. Pero mi interés estaba en otro lado. Mi interés estaba en cómo era el proceso. Le pedí que me explicara a detalle cómo es que uno viaja en el tiempo, y sólo me dijo que “nunca se le hubiera ocurrido, pero que era más sencillo de lo que hubiera pensado”.

 

Me habló sobre cómo es que los soviéticos encontraron una fórmula en base a la posición de las estrellas que indica a qué hora debe uno dormir, en determinado momento del día, y que la experiencia era más como una especie de proyección astral de este lado, pero una vez que se completaba, uno “se sale” de la línea de tiempo y viaja a donde calculó previamente.

 

Seguimos dándole vueltas al tema, pero lo único conciso es que ella repetía mucho, en muy buena parte, quizá, debido a la cantidad de whiskey que había bebido, que necesitaba realizar más pruebas, por qué aun no tenía idea de cómo funcionaban muchas cosas, particularmente, lo referente a su integridad física. Dos botellas después, pedí un Uber y me fui a mi casa, pensando que quizá mi amiga estaba perdiendo la razón. Me tranquilicé pensando que nunca fue muy cuerda para empezar.

 

En realidad, esa fue la última vez que la vi. Ignoro si decidió seguir viajando en el tiempo, y ya nunca regresar, o si decidió efectuar algún cambio sumamente significativo y poco a poco los cambios se van presentando. Por ejemplo, juraría que mi vecina sabía mi nombre y que Alex me dio ese dragón de jade como pago para ayudarle a sacar las cosas de la casa de su abuela.

 

Juraría que la Unión Soviética se disolvió en 1991.