NÚMERO 12
ABRIL DE 2017
EN ESTE NÚMERO:
AÑO III - NÚMERO 11 - ABRIL DE 2017 - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA COLOMBIA: PATRICIA LARA - EDITOR MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ - REDACTOR: CARLOS AYALA
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La irresistible magia de las letras
PÁGINA 6
PATRICIA LARA PACHÓN -COLOMBIA-
La otra piel
Todos lloraban frente al cadáver de Juan, había permanecido en el agua por tres días. Su piel, colgaba macilenta y la expresión de su cara era terrorífica. Se notaba que morir le había causado gran dolor. Yo, a su lado y aún vivo; respirando con dificultad pero vivo. Apenas si era notado. Nadie se acercaba a ayudarme, a auxiliarme. A darme un sorbo de agua aun cuando también como Juan, había permanecido tres días entre el río. Flotando a ratos, sumergido otros, golpeado contra las rocas unos más.
Asombrado miraba cómo todos se condolían por el muerto, mientras yo que aun respiraba; lento y muy mal, yacía ahí solo, abandonado de Dios y del mundo.
De pronto, y como en un arranque, saqué fuerzas de donde no las tenía y me puse de pie y aun sintiendo millones de agujetas y dolores terribles en las piernas logré también caminar.
Aproximarme a Juan, a su cadáver hinchado y corrompido. Yo pude ante la mirada horrorizada de la gente. Quitarle la piel integra y vestirme con ella.
¿Sería que ahora sí me prestarían atención?
Llueve
El alma a veces llueve.
Llueve implacablemente,
Irreparablemente.
Causando inundaciones
Que se van desbordando;
por los ojos,
las palabras;
la vida.
Llueve
Y el alma se va limpiando
Y el corazón golpeado, maltratado antes,
cobra vida de nuevo.
Es para renacer;
que adentro llueve.
(I) Cartas a Nadie
Hola
Te escribo para contarte lo que en mi cabeza se sucede. Innumerables pensamientos danzan, se acumulan. Pelean entre sí. Y hasta se matonean.
Te escribo como se le escribiría al viento, a una nube que cruza el infinito, a un rayo de sol que muere ante la tarde noche que avanza inclemente.
Lo hago porque lo necesito y porque, tú lo mereces. ¿Me mereces?
Oculta en un jarrón está la vida que quise, la que soñé una noche, cobijada en mi cama, una cama muy dura, una cobija fría, una tristeza perenne.
Ahí amarilla, ajada y lánguida. Mancillada por las lágrimas que derramé algún dia; envejece a la par que yo lo hago. Viviendo otro momento, otros sueños.
Te escribo como si mi vida dependiera de ello. Como si mi sonrisa perenne se convirtiera en cuadro. En el retrato aquel, que es el que está destinado a envejecer día a día.
Espero me perdones y logres entenderme. Yo misma no lo hago. Las palabras por hoy se acaban, los sueños siguen, los pensamientos continúan.
Prometo escribir pronto.
Cariños.
Patricia Lara P
Pdta; aún me amo.
Cartas a Nadie
Hola, te escribo para contarte que fui al jardín Botánico. Mucho árbol, mucha planta, mucho sol y aire tibio. El calor está insoportable. En realidad no debería quejarme pues siempre digo que lo prefiero. Es más; hoy recibí castigo y debí bañarme con agua fría. Igual lo agradecí pues en serio hace mucho, muchísimo calor.
Habían innumerable cantidad de turistas en el jardín (divago como siempre) y se veían sonrientes y felices y pensé... Debería ser más agradecida. Yo puedo ver esto cuando quiera y aun así no lo disfruto tanto. ¿O será por eso?
Compré un pequeño bonsái, un obsequio para alguien que amo.
Caminé mirando al suelo y al cielo. Observé algunas aves y pensé en su vuelo. En la posibilidad de ir a donde sea y a pesar de eso a permanecer ancladas a un mismo árbol. Me encantaron los patos y un ave que no fue conocida para mí. Cuerpo de búho y pico largo… hermosa.
Te seguiré escribiendo cada tanto. A veces seré yo, quien lo haga, otras veces alguna persona más que tomará mi lugar o que caminará a mi lado. Observaré con mis ojos o con los suyos. Y así, tendré siempre cosas para contarte.
Te extraño tanto.
Atentamente
Yo
Patricia Lara P
Posdata
Aún me amo.
(III) Cartas a Nadie
Hola a veces sencillamente no tengo nada que contar. A lo mejor sí, pero la vida transcurre tan lentamente a prisa que me voy quedando sin aliento. A veces, lo único que quiero es flotar como una nube o una de esas semillas que buscan un hogar... ¿Buscan? No, ellas flotan y caen y se arraigan o no. Algunas de ellas se convierten en árboles enormes y otras cuando son apenas un retoño, un brote; son arrancadas de los brazos de la madre tierra. Ella, la planta muere sin saber si vivió y Ella la madre, suspira y retorna a la tarea de arrojar semillas para reverdecer este mundo que se vuelve cada vez más triste y más gris. Ella; la madre no cesa en su empeño de que todo sea hermoso, brillante, lleno de vida.
A veces quisiera ser un sorbo de agua que aplaque la sed de un sediento, la gota que rebosa el vaso o la que ayuda a exhalar un último suspiro y así retornar al principio y al fin.
A veces sólo quiero, ser una chispa ardiente que inicia un gran fuego, que enciende una pasión, que destruye y construye.
A veces pretendería ser ese brillo en los ojos, ese punto en la comisura de los labios que define una mueca o una sonrisa. Algo transitorio y quizá para algunos es menospreciable, pero significante al fin pues determina la vida, la alegría, las ganas de vivir o una tristeza infinita.
También quisiera ser un rayo de sol. El primero del día, el último en la noche. Una noche cerrada, con un firmamento lleno de estrellas, que traigan esperanzas, que despierten placeres, que estén llenas de promesas por ser cumplidas.
Como bien dije; a veces no tengo muchas cosas para contar y entonces me voy por los linderos de la mente y divago.
Espero que algún día... Me cuentes algo.
Llueve
El alma a veces llueve.
Llueve implacablemente,
Irreparablemente.
Causando inundaciones
Que se van desbordando;
por los ojos,
las palabras;
la vida.
Llueve
Y el alma se va limpiando
Y el corazón golpeado, maltratado antes,
cobra vida de nuevo.
Es para renacer;
que adentro llueve.
Hace poco me di cuenta ya que no estaba. He estado tan embebida en mis cosas y mis pensamientos, que no había notado que no vino con nosotros en esta oportunidad. La conocimos en nuestra primera estadía en Bogotá. Ella habitaba aquella casa que en realidad era la de sus pesadillas. Pobrecilla... Había perdido su pequeño tesoro y no pudiendo soportar tanto dolor se había rendido a la vida, meciéndose en las ramas del sauce llorón.
Se había acostumbrado tanto a nosotros que decidió seguirnos cuando regresamos a Envigado. Al parecer se adaptó bien pues muy pocas veces la percibía pasar a mi lado. Una nueva mudanza la llenó de desasosiego y creo que incluso mal humor. Lo expresaba caminando más cerca, ocultando las cosas. Y de nuevo otro viaje, este de regreso a Bogotá. Al parecer pasaba horas y horas en el taller del patio. Alguna vez sentí al entrar unos ojos que me observaron fijamente. Estos no los de ella, calmados. Estos si, con un brillo que algo de desasosiego me dejó.
Y de nuevo el regreso y la molestia de ella. Así que como me habían dicho que no debía dirigirme directamente a un espíritu, hable en voz alta.
"No tiene que mudarse, no es necesario" y continúe, "si no quiere ir hacia la luz, pero es feliz aquí se puede, se debe quedar".
Sentí que se calmaba, que empezaba a pensarlo.
Y si, hoy me doy cuenta que en realidad lo hizo. Se quedó en aquel cuarto. Ojalá sea feliz y si no puede serlo; ojalá tenga calma y el dolor por su hijo amaine y pueda sonreír.
¿Extrañarla? No creo. Pero hizo parte presencial de la familia y por eso la recuerdo hoy.
Yo.