NÚMERO 13

MAYO DE 2017

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AÑO III - NÚMERO 13 - MAYO DE 2017 - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITOR MÉXICO: CARLOS AYALA

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La irresistible magia de las letras

PÁGINA 16

NASHELI RIVERA DURÁN  -MÉXICO-

 

PANAS

 

 

No éramos centroamericanos, pero él era mi pana. Hace mucho tiempo conocí a un boliviano y cuando me veía su cara se iluminaba con tal sinceridad que me hacía sentir como un ser humano especial. A unos metros de encontrarnos aquel boliviano gritaba -¡Ese mi panita!- ese boliviano era lo que yo nunca fui; un coleccionista de panas, tan sincero con el primero como con el ultimo. Es por eso que yo decía que él era mi pana, porque cuando lo veía, mi alegría era tan sincera como la de aquel boliviano al verme. Luis y yo éramos panas, Luis era un hombre que pronto entraría a la mediana edad, de cabeza nada tímida, pues la calvicie lo encontró antes de los 18 años, pero a Luis su reluciente cráneo no le molestaba, varias veces al día pasaba su regordeta mano por la superficie lisa, esta acción se repetía más cuando Luis cocinaba o se sentía conquistador. Ambos compartíamos profesión, pero no trabajo. Hace algunos años nos encontramos en la escuela de gastronomía y aunque al principio nuestras impresiones fueron poco confusas, no tardamos mucho en ser buenos panas. Luis tenía una mano firme para el cuchillo y una lengua muy ágil para la  conquista, o él así lo creía y presumía.

El trabajo en la cocina es muy posesivo, a Luis gustaba decirles a las chicas que quería conquistar, que el Chef era como un alquimista; siempre absorbido por la pasión y la curiosidad, siempre imaginando algo nuevo que inventar, palabrería barata, pero Luis creía en su discurso. El que yo fuera mujer nunca le importó a Luis al contarme sus aventuras amorosas, no omitía ni un detalle, posición, sonido, juegos, hasta el más molesto y minucioso dato lo contaba de forma vulgar, pero siempre divertida. Algunas veces me asaltaba con preguntas que a cualquier otra mujer ofendería, lo justificaba con la duda, al decir que quería saber el punto de vista femenino, no hay que aclarar que la mayoría de esas preguntas trataban sobre mi intimidad, pero éramos panas, no hombre y mujer, entre nosotros lo único sexual que había eran nuestras charlas, anécdotas de nuestras fugases parejas.

Debido al trabajo hacía meses que no veía a Luis, pero ambos, junto con otros amigos, hicimos tiempo para vernos un viernes por la tarde, el punto de reunión; un bar pequeño, incómodamente rectangular, estrecho, profundo, con mesas de cuatro sillitas de madera, era bastante insulso, pero viernes en la tarde era el único lugar que no estaba lleno. Con nosotros estaba Jorge, de aspecto un poco brusco, robusto, moreno de mandíbula salida y dientes poco fotogénicos; grandes, espaciados y chuecos, era malo para la cocina, aunque a él le gustaba fingir no saberlo. Sentado enfrente el único trajeado, Alejandro, hace mucho tiempo que trabaja en la cocina, mucho antes de haber estudiado. A los dieciséis, Alejandro comenzó la búsqueda de empleo y había rendido frutos, era el más joven de los cuatro presentes y el de mejor empleo, era talentoso, creativo y yo le traía muchas ganas. Al lado de mi estaba sentado mi pana el del cráneo nada tímido, y esperando a que la mesera nos acercará una silla, el sin talento de la mandíbula salida y los dientes chuecos.

La borrachera que recién nacía comenzó con bromas pesadas, reír era algo que los cuatro disfrutábamos, y más si la risa la provocaban burlas y sarcasmos. Unos minutos después por fin el sin talento de la mandíbula salida y los dientes chuecos, después varios empujones, pudo por fin sentarse. El primero en presumir dinero fue el talentoso al que yo le traía ganas e invito la primera cubeta de la noche, cubeta que no llegó a la mesa gracias a la mesera olvidadiza,  sino a otra; una alta, de pechos grande, falda coquetona y  celulitis en las piernas, fue ella la que nos dio con que brindar, y brindamos por los amigos no frecuentados, por los trabajos y asensos conseguidos, por los sin talento de la escuela, por los futuros proyectos e inevitablemente, tema que ansiábamos escuchar salir de la boca de mi pana  el del cráneo nada tímido: por las conquistas. Y no fuimos decepcionados, un abanico de aventurillas se abrió a nuestro morbo y sirvió como madera seca para encender nuestras burlas, burlas hacia ellos y ellas, los malos en la cama, los chistosos, los pura lengua y nada de acción, los épicos, los inolvidables y los impredecibles.

Pegándole a la una de mañana la rocola nos cobró por tres piezas de barrio, y el sin talento de la mandíbula salida y los dientes chuecos y yo disfrutamos esa sabrosona guaracha, con nuestros mejores pasos bailamos sobre la letra de tres canciones cumbiancheras.  Fue justo a esa hora, cuando la rocola cantaba la última canción y en la cubeta número cuatro, cuando mi pana el del cráneo nada tímido, embriagado más por su pedantería que por el alcohol, se acercó a la que treinta minutos después se sumaría a nuestro cuarteto, formando un peligroso quinteto en donde uno tendría que regresar a su cama vacía, pues aún era larga la noche y más larga había sido mi espera,  y esa noche tanto mi pana como yo, sabíamos que ese talentoso al que le traía ganas, ni llegaría a su casa, ni mucho menos dormiría… solo. Así que a las dos de la mañana mi buen amigo de la mandíbula salida y los dientes chuecos, después de cooperar con la cuenta, tomó un coche que responsablemente, pues él ya estaba muy tomado, lo llevaría a su casa sano y salvo.

Los cuatro que sobrábamos fuimos en busca de un techo y camas dobles donde podríamos esperar el día siguiente. La recién integrada al grupo, era una mujer de mediana estatura, mediana complexión, de pies medianos, de manos medianas y de ojos redondos y saltones, muy parecida a una sapa guapa, pues no era fea, solo peculiar. Antes de emprender nuestra búsqueda por aquellas camas dobles, mi pana y el talentoso al que le traía ganas, fueron por más alcohol, cigarros y frituras para llenar la pansa. Compradas las provisiones,  caminamos hacia el carro de mi pana, una chatarra enorme azul, con las venas de fuera, cables verdes, rojos y amarillos salían por el lugar del extraviado tablero. El ambiente dentro de esa lancha azul no era de los más románticos, y no tardamos mucho en huir de ese sucio interior, y nos refugiamos en un hotel a una cuadra del metro Revolución, habitación de cuatrocientos pesos, doble, ambas camas matrimoniales, en el laberinto del tercer piso estaba escondida nuestra habitación, a lado de nosotros una pareja ruidosa.

Cerramos la puerta y seguimos la reunión, tratando de ocultar lo que vendría al apagar las luces. Tomamos durante una hora y media, la sapa guapa, se acopló muy bien a nosotros, parecía disfrutar de la reunión de los viejos amigos, realmente no era molesta su presencia, y el hecho de que no participara mucho en la plática ayudó a que nosotros no la detestáramos. 

A las tres de la mañana se apagaron las luces. La cama de lado de la ventana, ósea la que ocupábamos el talentoso al que le tenía ganas y yo, fue la primera en estar activa, sin embargo el erótico quehacer  fue interrumpido por dos emergencias urinales de aquel talentoso, ambas interrupciones, obviamente, tuvieron estragos en mi humor y consecuencias sarcásticas que tuvo que aguantar Alejandro.

En la cama contigua tampoco les iba muy bien, había más problemas que en la cama de al lado de la ventana, aunque ninguno ocasionado por urgencias urinarias. Obviamente no soy capaz de contar lo que ocurrió en la cama donde estaba mi pana, no por moralidad o discreción, sino porque después de esas molestas interrupciones mis aposentos pudieron cumplir su objetivo, valiendo por completo los cuatrocientos pesos pagados en la recepción. Sin embargo sí puedo decir  que para mí pana esa noche la había pagado en vano, pues escuche un no muy femenino y minutos después un silencio molesto y lleno de tención. Para las seis de la mañana la habitación era una mezcla de dinero bien gastado, de frustración y vergüenza, dos de esta las aporto la cama de mi pana, nosotros los de la cama de al lado de la ventana sólo aportamos lo del dinero bien gastado.

A las seis y media el sonido de la puerta abriéndose me despertó.  Levante la cabeza, vi a la sapa guapa saliendo del baño, estaba vestida, su ropa estaba mal acomodada, exponiendo el poco cuidado que había puesto en la tarea y la prisa con la que quería salir de la habitación. La vi tomar silenciosamente sus cosas, evitó ponerse los zapatos, supongo que para no despertar a nadie y evitarse así la vergüenza de ver a Luis, abrió la puerta con cuidado, pero a pesar de lo delicado de su movimiento la puerta rechino y antes de que la puerta se cerrara mi pana dijo

-Mariana, tú si sabes cómo motivar a un hombre

-gracias- Conteste y la puerta se cerró, expulsando para siempre a la sapa guapa de nuestro cuarteto. Dormimos una hora más, a las siete y media de la mañana yo me levante, me vestí, tome mi celular y le marque a Julio, mi novio, cruce información básica, tres sí y un, a las nueve, fue toda la conversación.

-¿Te vas?

-Claro. ¿Me visto y nos vamos?

-Te espero.

-¿Desayunamos?

-No.

-Desayunamos rápido.

-Voy a desayunar a las nueve con Julio.

-Listo. Vámonos.

-¿Te vas Luis?

-No.

-Te veo luego.

-Ok.

-Nos vemos Luis.

-Adiós Alejandro.

Alejandro y yo salimos de esa habitación doble, sobre la cama que compartimos dejamos una aventura que para nada pondría en riesgo mi relación con Julio, y Alejandro lo sabía. Dejamos a Luis desnudo en la cama, no dormía, su cuerpo descansaba con los ojos cerrados, pero no dormía, no había podido conciliar el sueño, yo lo sabía, él era mi pana, él  tenía una mano firme para el cuchillo y una lengua muy ágil para la  conquista, o él así lo creía y presumía. Alejandro y yo subimos al elevador, salimos del hotel, caminamos dos cuadras hasta el metro Revolución, antes de entrar nos despedimos, baje las escaleras, compre mi boleto, pase los torniquetes, tome el metro dirección Taxqueña y a las nueve vi a Julio para desayunar.

 

Actriz, escritora y directora, como actriz he participado en más de veinte puestas en escena, ingresé a la Escuela de Iniciación Artística N° 2, Héctor Correa Zapata, escuela dependiente del INBA, en donde presenté algunas obras como: Las Flores del Maligno, Agnes de Dios, entre otras. A un año de haber ingresado a la EIA, incursioné en la dirección, llevando al escenario uno de mis textos, titulado ¿Y si tú estuvieras muerto?, con este proyecto creé la Compañía Teatral Los KNCLA2 (Cancelados), que con el paso del tiempo ha evolucionado y ha tenido diferentes elencos, con dicho proyecto se han dado más de cincuenta funciones tanto en espacios alternativos, como en teatros, en la historia de esta puesta en escena ha habido funciones importantes; en el Foro Shakespeare, en el Segundo Festival Internacional Contra la Violencia, en Engativá, Bogotá, Colombia, en el Festival Internacional Contra la Violencia, Si a la Paz, en Culiacán, Sinaloa, el pasado noviembre del 2016. En la actualidad este proyecto se presenta bajo la producción de la compañía Pilla2Teatro.

Al salir de EIA, ingresé a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, donde actualmente estudio el último semestre de la carrera de Creación Literaria. En el 2013 trabaje como Asistente Editorial e Investigadora, para el Sr. Jaime Bali Wuest, editor, escritor, guionista, creativo quien fuera hace algunos años el Director de Publicaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Siendo su asistente, participe en cinco publicaciones como investigadora y asistente editorial, uno de ellos; Dulces de Puebla, delicia barroca.

Como escritora he sido publicada en algunas revistas virtuales, algunas por mencionar: La Revista virtual LETRINA, la Revista virtual EL MONO, la publicación impresa en la Revista ÁGORA, del El Colegio de México, en su número 17, entre otras.

 

 

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