NÚMERO 13

MAYO DE 2017

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AÑO III - NÚMERO 13 - MAYO DE 2017 - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITOR MÉXICO: CARLOS AYALA

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LA IRRESISTIBLE MAGIA DE LAS LETRAS

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La irresistible magia de las letras

PÁGINA 8

JAVO MONZÓN -MÉXICO-

 

LOS GRITOS DE LOS NIÑOS

 

Hay pocas cosas tan horrendas como perder la libertad. Supongo que la única es entregarla. Y lo que puede superar eso es ignorarla.  La soledad hace olvidar que eres libre. Si entiendes este concepto, y lo multiplicas por treinta años, quizá logres imaginarte lo que es una condena en prisión.

Pero “El Ojos” no tenía que imaginarlo. Él estaba condenado a un par de cadenas perpetuas por los delitos de secuestro, asesinato, posesión ilegal de un jaguar, y sabrá Dios como llame la ley mexicana al acto de torturar a alguien hasta hacerlo reír.

Mi socio, José Luis Mora, se interesó en el caso de este pintoresco recluso (parece ser, era culpable de asesinar a la hija de uno de nuestros clientes) y decidió visitarlo. Las averiguaciones que tuvo que llevar a cabo fueron de mero trámite, pero al localizar la prisión donde tenían encerrado a “El Ojos”, se encontró con que no podía visitarlo.

Al parecer este recluso, se veía involucrado constantemente en situaciones de violencia. Los guardias no podían dar una explicación concreta de acuerdo a los papeles de mi socio, pero recuerdo me dijo que como una medida de seguridad había que tenerlo en aislamiento.

No es precisamente legal mantener a un recluso en solitario todo el tiempo, así que se decidió encerrarlo, por lo menos, sin compañero de celda y en un bloque con otros reclusos al azar. Al menos la parte de ponerlo solo parecía una buena idea, pues todos sus ex compañeros habían muerto bajo circunstancias sospechosas. Mi socio me delegó el trabajo de averiguar en qué consistían estas muertes, al menos hasta donde los guardias podían decir, “El Ojos” no había tomado parte activa ni física en esas muertes.

Después de muchos sobornos e intercambio de favores, mi socio logró concretar una entrevista con el recluso en cuestión, pero sólo si antes accedía a hablar con uno de los guardias, el oficial Reyes.

El video de la entrevista con Reyes es muy claro y breve. El oficial sólo indica que no tiene interés en el caso, ni en la situación actual del recluso. Sólo señala que, por el bien de toda la población, el prisionero debía mantenerse aislado. Al parecer la presencia del reo en cuestión incita a la gente a actuar de manera violenta, ya sea contra otros o ellos mismos, pero nunca contra “El Ojos”.

Mi socio tomó notas de las anécdotas en las cuales este peculiar recluso había estado presente y se sorprendió de que, en una ocasión, si no es por la oportuna intervención del equipo del Oficial Reyes, pudo haber estallado un motín en al menos toda el ala donde se tenía prisionero a “El Ojos”.

Un par de días después, mi socio se entrevistó con este elusivo reo.

Su nombre real, era Eugenio Juárez Verón. Pero por alguna razón prefería que le llamaran “El Ojos”, porque todo lo ve. También indicó que tenía otro nombre, pero que no le diera importancia.

Los detalles de la entrevista se perdieron por completo, la grabación muestra mucha estática y ruidos que impiden sirva como documentación, pero mi socio me contó que “El Ojos” predijo acertadamente el suicidio del Oficial Reyes, quien intentó arrojarse en repetidas ocasiones a través de una ventana con barrotes del ala oeste de la prisión (con una precisión, donde todo indicaba que él mismo lo hubiera llevado a cabo desde la seguridad de su celda). Predijo también la última palabra del oficial, la cual pronunció antes de mutilar su lengua con sus dientes: Tezcatlipoca.

Durante la entrevista, Eugenio Juárez mostró que, en realidad, él nunca había cometido un crimen, sólo se encargaba de que sucedieran. Se llamó a sí mismo un “ejecutivo del odio” y que nada más se encargaba de repartir y sacar a relucir lo que la gente ya tenía en su interior. Cuando mi socio le preguntó por la hija de nuestro cliente, aceptó haber sido responsable de la muerte de la niña, pero negó haber actuado en ningún momento.

Mi asociado se alejó del tema al salir de la entrevista. No quería tener nada más que ver con este caso o con este reo, me pidió por favor que lo dejara descansar un tiempo. Yo continué con la investigación, pero al tener una confesión, el proceso fue mucho más sencillo. O al menos lo hubiera sido si el reo hubiera permanecido en la prisión.

Recibí una llamada donde me informaban de esto, y me solicitaban comunicara cualquier información que pudiera darles para dar con el ahora fugitivo. 

No atiné más que a revisar el caso, pero no encontré nada que pudiera darme una idea de su paradero. Y no hacía mucha falta…

Por televisión, informaban que un hombre paseaba por el centro de la ciudad, acompañado de un jaguar.

Irrelevante

 

-El llanto de las niñas- dijo el hombrecillo, con la voz quebrada y algunos sollozos asomándose por sus palabras entrecortadas.

-Los guardaba en una celda, y admito que los visitaba de vez en cuando para tratar de darles paz. Pero es difícil encontrarla ahí- añadió el diminuto hombre que estaba atado a una silla en mi sótano.

Lo golpeé de nuevo, con más coraje que antes y esta vez por poco se desmaya. Le dí unos pequeños golpes en las mejillas y me miró fijamente. El dolor de incontables muertes se postraba en sus ojos. Este hombrecillo jamás descansaría en paz.

Tampoco mostraba arrepentimiento. Su mirada reflejaba tristeza, pero también la arrogancia de un magnate que compra una empresa y la desintegra para sacar provecho económico. 

-Háblame de Davor Malakovitch - le ordené con firmeza.

-Ni aunque me arrancaras el pito- contestó desafiante.

En este momento, detecté un poco de flaqueza en su voz. Habían pasado dos días desde que se sentaba en esa silla, rodeado de sus propios fluidos corporales, y con el temor constante de poder terminar con la vida que su amo tan generosamente le había extendido, a través de su sangre maldita.

-Davor Malakovitch no vendrá por tí - le indiqué con cordialidad. -De hecho, si viniera, dudo que estuviera complacido con tu torpeza, la cual llevó a tu captura- finalicé.

Me miró con ojos tristes por unos momentos, su voluntad ya bastante dañada por los golpes, la sangre y el olor de su propia mierda.

-Si me hablas sobre él, quizá pueda detenerlo. Antes de que dañe a más gente y nos mate a los dos - le dije, con un ligero tono suplicante.

Cerró los ojos y su cara era la viva imagen de la frase “dame tu mejor golpe”. Me sorprendí un poco con su fortaleza. Un hombrecillo tan insignificante e irrelevante, podía soportar un castigo tan grande y aún mantener los secretos que casi un siglo de esclavitud le habían conferido. Si no lo odiara tanto, lo admiraría.

-Como gustes- comenté dándome la media vuelta.

Mientras me volteaba para dejarlo descansar entre su inmundicia, el hombrecillo habló. Su voz era un poco diferente, pero indudablemente la suya. Estaba ya tatuada en mi mente después de estos dos días, y sabía que algo había cambiado, sólo que no podría señalarlo, aunque me lo mostraran en el mapa de mi vecindario.

-No nada más ofrece dinero y vida eterna, sabes… También me da control- dijo el hombrecillo, con tono desafiante.

Lo volteé a ver sobre mi hombro y añadió -el Amo Malakovitch también puede controlar la mente de sus víctimas, y a veces, me deja jugar con ellas. Especialmente las jovencitas, ya que él no tiene interés particular en ellas. Pero yo sí. La mujer por la cual guardas luto, por la que iniciaste esta campaña condenada a la perdición, probablemente fue mi puta obediente un par de noches-.

Mi razón y el deseo de venganza se fundieron con el odio, y juntos movieron mis brazos y piernas como los de una marioneta, para alcanzar la palanqueta de acero a un lado de las escaleras. La tomé con fuerzas, odio y hasta con mis ganas de vivir, lo golpeé tal piñata de carne.

Como si la furia descargada sobre su cuerpo fuera a exterminar el hambre en África.

Como si eso fuera a regresarme a mi Karen.

Al quinto golpe todo se nubló, la ira se encargó de completar el trabajo y todo se puso en pausa.  Así como en el club, cuando el DJ falla en poner una canción inmediatamente después de la que acaba de terminar, y nadie sabe que es lo que está pasando, hasta que la siguiente melodía empieza a sonar.

Y cuando esta siguió, estaba hincado frente al cuerpo mallugado del hombrecillo, con un dolor insoportable en mis músculos, que prometía intensificarse por la mañana. Mi cabeza se sentía como si hubiera bebido una botella de Jack Daniels y fumado dos cajetillas de Camel amarillos.

Mi mente dio vueltas hasta que cayó en el recuerdo de Karen. Quien había sido víctima del amo de este hombrecillo. Ella que había tenido la desgracia de toparse con un vampiro camino a casa, aprendió que ellos no nada más beben sangre. Karen fue devorada por un estúpido imitador de Bela Lugosi hasta que sólo quedó su esqueleto.

-Ella pasó sus últimas horas conmigo- sonó una voz en mi mente, no la interior. Pero sí la que usó el hombrecillo para dirigirse a mí antes de que lo masacrara por nombrar a Karen.

Traté de voltear hacia la puerta, pero sólo conseguí caer al suelo. Después del seco golpe que causó mi cara contra el piso, otros más sonaron en el sótano, aunque controlados y con algo de ritmo.  A éstos, se sumaron los pasos de lo que claramente eran unos finos zapatos.

Davor Malakovitch avanzaba hacia nosotros, mientras aplaudía lentamente.

-No pensé que llegaras tan lejos- atacó verbalmente el vampiro mi mente ya cansada.

-No imaginé fueras tan chaparro-le contesté, valiente, pero cagado de miedo.

El vampiro dejó de aplaudir y se desplazó hacia mi campo de visión. Extendió su brazo, enfundado en la manga de un traje el cuál seguramente costaba más que mi auto, tocó el resto de la mejilla del diminuto hombre quien hasta hace unos segundos era su fiel sirviente.

- ¿Sabes?, el lacayo tenía genuina compasión por mi alimento. Yo lo desalentaba, pero en realidad no me importaba. Aún recuerdo lo que es ser un hombre, el honor y la humanidad, aunque sea como una película que vi hace décadas, pero permanece en mí como un tatuaje mal hecho. Y éste era un buen hombre-. Declaró Davor.

-Y tú lo mataste- Sentenció el ser sobrenatural.

Abrí la boca para declarar a ambos unos asesinos. Al menos para maldecirlo, así como a todo lo que representa, pero el vampiro me miró con ojos como dagas, mi garganta se cerró al instante.

-No he terminado- dijo el no-muerto, anunciando un monólogo.

-Era un buen hombre, pero eso en realidad no tiene importancia. Así como la descripción de sus funciones. Éste era irrelevante. Imposible de rastrear.  Común y corriente, que podría tirar huesos en bolsas de basura en cualquier lugar y nadie le haría preguntas. Un hombre sin nombre, aunque a veces me gustaría recordar cómo se llamaba-. Anunció el vampiro al aire, y poco a poco, fijando su mirada en mí.

-Un hombre como tú-. Sentenció el vampiro.

Movió ligeramente su mano y desafiando el dolor de los músculos, me puse de pie al instante.

-Vámonos- ordenó el no-muerto, mientras yo avanzaba, deseando la muerte con cada paso y preguntándome por qué no podía recordar mi propio nombre.

 

Javo Monzón es un terrible megalómano nacido en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, en el año de 1979. Su vida es una maratónica sesión de películas de clase B y una sorprendente tolerancia a las repeticiones de Twilight Zone y Outer Limits.

 

En el año 2011, se autoproclamó Conde de Apodaca, y cimentó las bases de la religión conocida como Javismo (con fuertes tendecias Carnico-Asadélicas y Pistólicas). Estudió la carrera de Licenciatura en Ciencias Políticas, pero al decepcionarse severamente de la democracia, la cambio por Relaciones Internacionales, para facilitar su conquista del mundo.

 

Estudioso de su majestad, el Rey de Maine, ávido lector de comics en cualquier formato, “tower junkie”, fan boy de Star Wars, ferviente creyente en la teoría de que J.K. Rowling es en realidad Rita Skeeter y secretamente, fan de Mecano; actualmente se dedica a escribir cosas que probablemente nunca saldrán de su virulento ordenador y a cantar en la banda de groove metal Caelaluz.