NÚMERO 14

JULIO DE 2017

EN ESTE NÚMERO:

AÑO III - NÚMERO 14 - JULIO DE 2017 - DIRECTOR FUNDADOR COLOMBIA: MARIO BERMÚDEZ -  EDITORES MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ-  CARLOS AYALA

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ABRAHAM EDUARDO MÉNDEZ YÁÑEZ  -MÉXICO-

PÁGINA 12

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Abraham Eduardo Méndez Yáñez nació en Ciudad Mante Tamaulipas México

En el año del 68 algunos meses antes de que aconteciera el trágico suceso en la plaza de las tres culturas

Lleva como parte de sus recuerdos la historia que no se pudo contar, la que se guardó y se sigue ocultando, al fin nadie sabe que paso ni quienes fueron los verdaderos culpables o quizá la sociedad se niega a aceptar su verdad, LA INDIFERENCIA

Escribe desde la adolescencia buscando encontrar la razón de sus textos, las crisis lo invaden y hacen presa de su mente para que la pluma fluya sin límite ni conciencia, su ideal es arrancarle las palabras al innombrable y hacerlas eternas

Su estilo es obscuro y muchas veces dramático se traslada de la poesía al relato y al cuento corto, su discernimiento lo ubica en el desamor, su personaje principal es un ser con más defectos que virtudes se autonombra “HUMANO” siempre culpándose de lo que pudo ser y no será, igual lanza gritos de consciencia que hace protestas en silencio por la injusticia, camina entre laberintos y precipicios sin vacío y en la obscuridad.

“SUS ESCRITOS SON UNA CONSTANTE LUCHA CONSIGO MISMO

 

ROSAS PARA MI MADRE

 

ROSAS…

Recuerdo cuando mi papá llegaba con ese enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto), juguetes y golosinas para todos, mientras mi madre lo recibía sin comentario o reproche alguno y como habría de hacerlo, pues se encontraba inerte, postrada en esa fría cama de hospital, inconsciente.

Eso pasaba cada que mi padre llegaba con ese aroma característico que transpira todo ebrio consuetudinario, casi siempre con ganas de discutir por trivialidades, empezaba gritando, ya después de un rato mi madre contenía y controlaba en su rostro y cuerpo todos aquellos golpes que serían para nosotros

En los pocos momentos en que me era posible pensar, me preguntaba si él sabía todo el daño que causaba, no solo físico, cada puñetazo y patada propinada a mi madre era como si lo recibiéramos todos y nadie podía hacer nada, solo quedarnos mudos e inmóviles y hay de aquel que emitiera un ruido, volteaba inmediatamente y con unos ojos que destellaban odio se abalanzaba sobre quien fuera para recibir su merecido, mi mamá con las pocas fuerzas que le quedaban una vez más intervenía para que volviera a arremeter contra ella, sin compasión, sin remordimiento, que no se le saliera un quejido o llorara mi mamá porque se enfurecía más y no dejaba de demostrar su poder, su fuerza, hasta que terminaba de saciar toda esa ira contenida la cual me daba la impresión que disfrutaba

Después se quedaba dormido en el sillón reclinable sin que nada ni nadie perturbara su sueño, transcurría la noche para él como si no hubiera pasado nada y mi madre, tirada en el suelo como aquel muñeco de trapo; que mi hermana aprisionaba contra su pecho para sentirse protegida, que al lanzarlo se descompone y se queda en mil formas inimaginables, el rostro desfigurado y su ropa destrozada en medio de un charco de sangre y sin movimiento

Parecía aquel enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto) que veía en las manos de mi papa cuando llegaba al hospital a verla

Ya ahí y después de tres días de convalecencia aparecía, hombre alto y delgado de fina estampa, siempre vestido de traje, denotando pulcritud y respeto, era imponente su presencia, cualquier persona que no lo conociera diría que era un hombre intachable y recto, en una palabra, integro

Se acercaba a mi madre le acariciaba el cabello y le daba un beso en la frente, después de un buen rato y cuando el hospital ya se encontraba solo con las enfermeras y los pacientes, pues las visitas ya se habían ido, empezaba el ritual; acercaba una silla a la orilla de la cama, se quitaba el saco, se soltaba la corbata y desabotonaba la pechera, el sombrero en el taburete, la cajetilla de cigarro Benson a un lado y se sentaba; tomaba la mano de mi madre, empezaba a acariciarla, a besarle el dorso y comenzaba a platicar como si ella lo escuchara y atenta lo comprendiera todo, eran 2 horas que parecían interminables, en las que él se desahogaba, siempre la misma historia, siempre las mismas justificantes , disculpas y perdones; siempre las mismas mentiras; primero enérgico.- si te golpee fue porque tú lo provocaste siempre estás de altanera, después condescendiente,- ya vas a ir sanando y yo te cuidare no ha pasado nada, y por ultimo tímido y sumiso como si él fuera la victima.- perdóname no volverá a suceder he sido un animal, la culpa es de este vicio maldito

La abrazaba y le lloraba por un larguísimo tiempo pidiéndole perdón hasta el cansancio, su llanto incontrolable e inconsolable, parecía un niño después de haber perdido algo muy valioso

Después de un buen rato se quedaba dormido en el regazo de mamá, hasta en la mañana y se retiraba de ahí cuando sentía la mano de mi madre acariciar su cabello, para él eso significaba perdón e indulto, lo hacía sentirse reivindicado y bendecido

Circulo vicioso que acabo cuando mi madre una mañana de tantas ya no despertó, quedo tendida, inerte y fría en esa cama de hospital que tantas veces la recibió y que ya la conocía, se fue, sin poder disfrutar su enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto)

 

…ROJAS…

 

Hoy ya soy un adulto y hago exactamente lo mismo que mi padre

Y aunque me preguntan y psicoanalizan los loqueros en el Cereso siempre les doy la misma respuesta. – ¡No sé porque lo hago!

Estoy consciente que esto no es algo de lo que me deba sentir orgulloso, pero debo de exteriorizarlo para buscar que no vuelva a suceder, no quiero seguir desgraciando más vidas, ni destruir más sueños y anhelos

Que impotente me sentía y aun de adulto me sigo sintiendo igual, se me agolpaban las palabras en la garganta por el nudo que no permitía saliera quejido alguno, mucho menos un reclamo hacia mi padre

Apenas mi madre se daba cuenta de la acción que quería emprender, con su mirada, aquella que sin palabras me conmovía y me decía cuanto sufría, desistía de mi osadía, de ante mano, sabía que la que recibiría el castigo de mi falta seria ella, como tantas noches sucedió en nuestra infancia

Cuanto maldije a mi padre en aquellos tiempos de mi niñez y aun lo sigo haciendo

Y ahora yo hago lo mismo

De las golpizas que he propinado ya ni la cuenta llevo y de las mujeres que han transitado por mi vida no recuerdo cuantas hayan sido

Siempre aparecía en el camino aquella que quería cambiar mi mundo, sintiéndose comprometida a hacer una buena acción con la bestia que vive dentro de mí, que me hacía perder el control y desataba la ira en la fragilidad de su existencia, ahí ya estaba hecho el daño y ni como remediar o restaurar lo destruido

Otras buscaban confrontar la violencia con su carácter y salían perdiendo aún más, ya que su enojo y el deseo absurdo de retarme detonaba al animal encrespado y embravecido que no se sabía controlar, arremetiendo con toda su fuerza, ira y rabia contenidas

Lo único que me detenía era ese enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto) que iba apareciendo con cada puñetazo y cada patada que dejaba caer en la humanidad de la mujer en turno, después de un rato reaccionaba y la levantaba del suelo para postrarla en el reclinable que mi padre usaba para dormir, ya ahí enjuagaba sus heridas, lavaba su cara y secaba sus lágrimas, para junto con ellas ponerme a llorar

Me quedaba largas horas esperando que me dijera algo, que reprochara mi conducta, que me reprendiera como un niño que había hecho una travesura y merece un castigo, pero eso no sucedía, se quedaba dormida, cansada de tanto maltrato recibido, y a mí solo me restaba el cuidarla hasta que se restablecía

Agradezco a Dios por no soltarme de su mano y bendecirme al no permitirme tener hijos con ninguna de esas mujeres que conocieron al animal en quien me convertí

Por momentos me esfuerzo por contener estos impulsos que a todas luces se observan intencionales y lascivos, pero no, son completamente irracionales y salvajes, sin control, sin mesura, sin una pisca de misericordia, ya después de hecho el mal me quiero sentir arrepentido, pero no puedo, demasiado tarde para hacerlo

Lo importante de todo esto es: que nunca olvido enviarles ese enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto) que me recuerdan la sangre que emanaba del rostro de mi madre y que yo con mis manitas nunca pude contener

¡Maldita vida!, ¡mi madre murió entre mis pequeños brazos y nunca tuve el valor para poderla defender!

 

…CARMESÍ

 

Aquí en el penal donde me encuentro, quien no sabe de mi vida, pregunta siempre sobre mi historia, se quedan intrigados cuando la empiezan a escuchar y regresan más interesados cada siguiente día

Al principio se imaginan lo peor de mí, ha de ser por mi apodo “El Perro” y como empiezo a contarles mi infancia evocando apasionada y dramáticamente cada momento y cada instante vivido de lo que, hacia mi padre a mi madre, se le vienen a la cabeza un sinnúmero de conjeturas y de conclusiones, jajajajajajaj me causan risa, ya que ninguna encaja en mi vida

 Todos en algún momento de la amena charla que tenemos dejan aflorar sus sentimientos, se sienten identificados, se vuelven empáticos, aunque por momentos no entienden mi lenguaje, aun así, demuestran enojo, rabia, llanto, impotencia, hasta el más desalmado y cruel de los reclusos deja escapar una lagrima y se justifica diciendo. – ¡chin me cayó una basura en el ojo y por eso estoy llorando! –

Incluso en algunos veo la mirada de mi padre cuando empezaba a golpear a mi madre y la dejaba tirada, así de intensa y despiadada, incontrolable

Cuando llegue aquí nadie se me acercaba, me veían como si estuviera loco, me rehuían, evadían mis cercanías, pues no entendían mi léxico selecto y refinado, no sé qué tenía de malo mi soliloquio, a nadie molestaba

No quiero pensar que fuera por esta maldita ansiedad de estar caminando en círculo, abanicando mis manos algunas veces o solo frotándolas como si tuviera frio, repitiendo en voz alta y muchas veces a gritos - ¿porque no la pude salvar? ¿porque no la pude salvar? ¿porque no la pude salvar? - jalándome el cabello y golpeando la pared con mi frente, después de todo, nada de lo que hago me parece fuera de lo normal

Ya son 20 años recluido aquí, tal parece que soy un bien inmueble inventariado, mis hermanos se cansaron de venir a verme y me he quedado solo, la vida ha cobrado con creces todas mis faltas, casi todos los compañeros que se han ido, salieron por la puerta de atrás y con los pies por delante, para nunca regresar

De lo que fui o pude haber sido ya nada queda, la ironía de la vida es que siempre me jure que nunca sería como mi padre y al final me convertí completamente en él

Nunca consumiría alcohol y lo hice a muy temprana edad, nunca golpearía a la mujer que me amara y fue lo primero que sucedió

En todas las etapas de mi vida siempre apareció una mujer que me quiso, que busco dar consuelo y paz a mi mente ofuscada y confusa, en ellas siempre descargue mis frustraciones, quería encontrar a mi madre, pero ninguna se parecía a ella

Abnegada y sumisa, fuerte e inquebrantable, callada y estoica ante el embate desmesurado y sádico que mi padre arremetía contra ella, todas al primer grito demostraban debilidad, sometimiento o confrontación, ninguna llego a ser como mi madre, tarde me di cuenta de mi error

Las marcas que dejan los golpes siempre serán evidentes y se podrán tocar, se curaran, se les dará alivio, pero aquellas heridas que quedan incrustadas en la mente y que se vuelven un recuerdo recurrente en los pensamientos, esas ¿quién podrá darles consuelo?

Las dos marcas se vuelven una, indeleble y precisa para llevarse inscrita, esculpida, mejor dicho, tatuada en cuerpo y mente por el resto de la vida, no he conocido humano que no sufra, todos desde sus debilidades, sus miedos más profundos, sus abismos, sus demonios pierden la cordura y se vuelven animales; salvajes e irracionales y al final sienten culpa mas no arrepentimiento

Otra ironía de mi vida es la razón por la que me encuentro recluido en este lugar, ahora ya como mi casa; solo fue por matar a Bobby el perro que me acompañaba todas las noches a dormir frente del Hospital Civil; una noche después de tres días de no haber comido encontramos en el basurero unos sobrantes de tortas y era tal el hambre de los dos que tuvimos que pelear a muerte por tan suculento manjar y mi perro perdió la batalla; no sin antes dejarme de recuerdo una cicatriz en la mejilla derecha, casi me arranca un ojo, después de engullir mi opíparo alimento, dormí con él toda la noche acurrucado en mis brazos para que no tuviera frio y se sintiera protegido

Es de no creerse, pero mi pensamiento cambio después de esa experiencia, pues en mis brazos se extinguió del ser la vida que yo le había quitado

Fue como cerrar un circulo que se resistía a sucumbir, pero al fin empecé a sentir la calma, mi vida paso en un instante por la mente, mientras sentía como ese cuerpo inerte se iba enfriando; ese fue mi mal y a la vez mi cura, pues hasta ahora no he recibido sentencia alguna, ni sé a ciencia cierta porque aún sigo y seguiré aquí recluido hasta mi bien o mal morir

Hasta ahora entiendo después de este soliloquio porque me apodaron cuando llegue a este lugar “El Perro” jajajaja que tonto he sido, la vida me está cobrando lo que en vida debo pagar

¡NO! Yo no mate a mi padre; la vida y el destino se encargó de consumirlo y cobrarle muy caro la factura… Mi padre siguió ahí en esa casa vieja y derruida que ya nadie visito, solo lo hacía yo cuando llegaba a mi mente la lucidez y la cordura, pues quería ver a mi madre, lo malo es que nunca la encontraba en casa, solo estaba el viejo recluido en su sillón sin poder moverse, hecho un despojo humano, sucio y desaliñado pues nadie lo quería atender, al fin murió en la soledad y sin perdón, quien lo pudo hacer ya hacía muchos años había muerto

Eso sí, nunca dejaron de llegar a la casa ese enorme ramo de flores (rosas rojas carmesí, por cierto) se me olvidaba mencionar algo muy importante, siempre fue un bouquet de 13 rosas que mi padre le regalaba a mi madre después de cada golpiza, solo para pedirle Perdón

Me hubiera gustado que el número de rosas solo fuera una superstición, pero no, para mi madre fue una triste, cruda y cruel realidad; papá la robo a los trece, tuvo trece hijos, su matrimonio duro 13 años y no, yo no fui su hijo número 13, ese ángel se fue con ella pues nació y a las pocas horas dejo de vivir; fui el primero, el que vivió su destino en carne propia y no me arrepiento de haberlo hecho, aquel que después empezó a recibir los golpes que ya no podía recibir mi madre y que los aguantaba con tal de no ver sufrir a mis demás hermanos

Estoy orgulloso de la madre que tuve y que nunca pude defender, sé que algún día moriré y lo hare sintiéndome culpable, no necesito el perdón de nadie, mi madre me espera para arroparme en sus brazos y al fin dormir placida y tranquilamente por toda una eternidad

Por ahora, de algo si estoy seguro

Nunca olvidaré cuando en las madrugadas veía en el resquicio de la puerta a aquel hombre alto y delgado con la botella de alcohol en una mano y el cinturón enredado en la otra, al acecho y listo para destrozar a sus presas

 De antemano les pido una disculpa por no haberme presentado: soy Abraham Méndez y estoy en el Pabellón Psiquiátrico del penal del Topo Chico

ABRAHAM EDUARDO MÉNDEZ YÁÑEZ

MÉXICO