NÚMERO 15 SEPTIEMBRE 2017
EN ESTE NÚMERO:
OBSEQUIO ESPECIAL:
Literatura.... pura.....
AÑO III - NÚMERO 15 - SEPTIEMBRE DE 2017 - DIRECTOR FUNDADOR: MARIO BERMÚDEZ (COLOMBIA) - EDITORES MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ - CARLOS AYALA
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La irresistible magia de las letras
OBSEQUIO ESPECIAL: LA SEPARATA DE TRINANDO>> Literatura pura
PÁGINA 17
LAURA CAVAZOS TRUJILLO -MÉXICO-
Laura Cavazos Trujillo (la gitana de las letras) es Lic. en Pedagogía, ha incursionado en el teatro y la danza, se considera dinámica y alegre.
Descubre la literatura con Laura Esquivel e Isabel Allende. Gusta de las frases motivacionales, que varias veces la han rescatado de ser presa de sus emociones. Aficionada al baile, box y cine. Siente una tremenda atracción por el significado de los sueños y la espiritualidad.
Poeta del alma en desahogo, terapeuta del corazón, el sentimiento y los dolores. Le escribe a las circunstancias, los sucesos y el tiempo, lo que ve y sueña; todo esto marca sus fijaciones por las sonrisas, la mirada, la piel, los labios, y sus sensaciones.
Actualmente dedicada a las terapias alternativas para mejorar la salud y el bienestar en sus pacientes, además de ser mujer emprendedora.
Ladrón de mis horas
Ladrón de mis horas
oscuro pensamiento
ahora te escucho
y todo es incierto
procura el momento
que deje en tu beso
con manos atadas
y un poco perverso
derrama el alba
se lleva mi aliento
maldita la noche
dejas tu silencio
escapo a momentos
luego te encuentro
tus dedos ya saben
sudor y locura
descansa la espalda
mi tierno dragón
y quema la tierra
donde me poso yo
renazco en la lluvia
crezco al sol
espera el fruto
que de amor doy
descansa la espalda
mi tierno dragón
ladrón de mis horas
un día o dos…
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Pedacitos
El amor más infinito
lo tenía aquí para ti
y poco a poco
se desprendió de mí
Con mi silencio y amargura
Con enojo y palidez
Ni una flor recuerdo
O si acaso alguna vez
No digamos de lágrimas porque
fueron más y muchas
a la vez
Un triste y roto corazón
me hicieron casi perecer
una vez o dos
perdí la cuenta
ya no sé.
Pedacitos pedacitos
vi siempre caer
Pedacitos pedacitos
tuve siempre que juntar
volaban por doquier
y los tuve que atrapar
los imagine en mariposas
fueron bellos otra vez
el dolor ya reposa
no lo quiero volver a ver.
Pedacitos pedacitos
de mi amor ahora doy
Pedacitos pedacitos
de este necio corazón.
Se ahogó mi amargura
Y surgió mi pasión
Pedacitos pedacitos
que se me multipliquen más
Pedacitos pedacitos
todos los que
yo pueda dar
Pedacitos pedacitos
y volver a soñar.
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El comienzo
Un día conocí a un chico, él estaba interesado en mí. Yo al principio no tanto, pero luego empecé a ver cosas buenas en él, cosas que yo nunca había tenido, obviamente yo quería eso, y antes de estar dispuesta a dar de mí todo, le dije claramente lo que yo era en ese momento. Él me acepto, ahí fue el comienzo…
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Ellos
Una noche
se comieron
a besos
sus despojos
quedaron
ahí varados,
en una esquina,
tirados
en la cama,
escondidos
en el coche,
bailando
en un bar,
a veces
todavía
se les puede recordar
y ver deambular…
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Granitos de Arena
¡Arena! ¡Arena! La insaciable arena.
¿Cómo cuántos granitos de arena juntos pueden hacer feliz a una niña?
No bastaba más que ver tu carita iluminada y sonriente, aunque tu mirada este un poco perdida. Un poco asustada de encontrarte atrapada.
Y yo más que nadie lo sabía…
Pero fue mucha tu voluntad, tú, tan pequeña y decidida. Sólo era cuestión de tiempo para dejar todo atrás, sin secuelas ni errores, porque todo en ti fue tan perfecto.
¡Cuán feliz estabas metiendo la arena entre los dedos de tus pies, una y otra vez!
¿En cuántas piezas se puede partir el alma? No importa, ahora eso ya no importa, porque al ver tu sonrisa, todo se calma.
Al oír que me llamas o dices “naanja”, todo cobra sentido y lo que era antes, lo olvido.
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La perversa y estúpida idea de seguir teniéndote en mi mente
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Diálogo pendejo 1
Leí una de tus cartas, llenas de promesas infinitas e ilusiones tan bonitas.
Al final, citaste una frase de Marilyn Monroe “si no puedes estar conmigo en mis peores momentos, definitivamente no mereces estar en los mejores.”
Pero… ¡no mames, cabrón! ya fueron muchos pinches años de ver muchos de tus peores momentos, llevándome a mí de encuentro, así que… ¿a qué hora vienen los mejores? ¡¡¡Daaa!!! ¡Qué hueva estar aquí perdiendo el tiempo! Esto es muy mala inversión… pero bueno, ¡a la chingada!, mejor nos decimos adiós.
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Conocí tu piel en una salsa
Elevo los brazos, mi blusa gris descubre mi cintura, me tomas de ella para darme un giro en cross, el tiempo se posa lento, se va deteniendo, mi cuerpo va haciendo el giro y mi cabello vuela, intento no perder la secuencia que mi maestro de salsa me enseñó y resuena a lo lejos en mi cabeza un dos tres, cinco seis siete, me desplazo en línea, en ese instante antes de alejarme para el próximo cross inverso y en lo que mis cabellos vuelan, el sudor fluye y Willie Colón suena. Encuentro un espacio entre la piel de tus manos y la piel de mi cintura donde las moléculas de la piel de tus manos se despegan, se desprenden, se despiden de las moléculas de la piel de mi cintura y las mías oponiendo resistencia, no sin antes mandar una preciosa señal sensorial a mi cerebro, ahí es donde te tengo, en la fabulosa memoria de mi piel, el instante en el que me prendo de ti, el instante más rico de mi memoria… cuando conocí tu piel en la mía, esa primera vez, un espacio breve pero inmerso de endorfina, inmerso de paz. Mío solo mío y cuando leas esto entenderás porque quiero bailar contigo una salsa más. Me pondré la blusa gris que descubre mi cintura al elevar los brazos para que me gires de ella y tendré otra vez ese dulce contacto, me encanta girar entre tus manos, ven, bailemos, giremos, vibremos, déjame tener un recuerdo más en mi piel de la tuya.
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Sueño trunco
Lleva tu capítulo favorito… quiero esa impresión real en mi piel. Mi piel, ¿cuánto guarda mi piel?, fue un sueño, ahora hazlo real para mí.
Te voy a leer y leer, mientras tu cabeza reposa en mi pecho. Mi brazo extendido sostiene el texto y mis cortas piernas envuelven a medias tu cuerpo, así, los dos tirados en la cama, haré con mi voz tu audiolibro, sí… el libro, tú y yo. Y ya más noche que nos venga el sueño a los dos.
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Tu fantasma
mo-huelittaloni
Bésame la espalda
con un beso enamorado
Cuéntame la historia
que sólo a mí me has contado
Piénsame tan fuerte
para que yo vuelva a ti
fantasma de tu vida
siempre, siempre cuidándote así,
ya no temas más mi vida… ya estoy aquí.
Arrullaré tus labios
para que descansen en mí
Te abrazaré tan fuerte
para que vuelvas a dormir.
Cochtequiliztli mo-tentli pampa ma cehuia in neh
Mitz-nahuatequi zan chicahuac pampa ma ayancuipan a cochi
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El caldazo
Se me deshizo la papa,
en el caldo se me perdió,
todo por pensar que tus manos
me tocaban un poco más.
Ya no quedó bueno el caldo,
mi abuelita se enojó,
quiere agarrarme y darme de palos
dice: ¿¡en qué demonios pienso yo!?
Se me deshizo la papa,
en el caldo se me perdió,
contando las horas que pasan
las mismas que no te he visto yo
Se deshizo la papa,
pobrecito el caldo quedó,
ya todos me echan la culpa,
pero es culpa del amor.
¡Tráguense el caldo cabrones!
A la otra,
¡no lo preparo yo!
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De mí
Siempre me enamoro,
luego me pierdo
Siempre soy un drama,
luego me arrepiento
Bailo con el alma
dejo que me lleve el viento
Siempre tengo miedo
pero doy dos pasos al centro
Cierro los ojos
Cuento mis sueños
Hablo sola
miro el silencio
Espero una risa loca
que sola me invento
Descanso en el piso
me gusta el sol
Añoro la playa
y la luna sobre el mar
Mi pelo es un desastre
no lo quiero peinar
Odio mis ojeras
y que tú no estas
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“Amá tengo hambre”
Hambre de abrazos
dime una vez más
Lánzate a mis brazos
y oblígame a estar
Me enfadas
me haces reír
Hambre de abrazos
dime una vez más
Que nunca se acaben
y que existan más
Mi niño valiente
sé que ahí estás
Envuélveme en tus brazos
no me dejes ir
Hambre de abrazos
dime una vez más
Ven y toma estos
que te van alimentar
Hambre de abrazos
dime una vez más
Siempre abiertos
para ti están
Hambre de abrazos
dime una vez más
Aunque pase el tiempo
quiero muchos más
Hambre de abrazos
dime una vez más
Y si mucho creces
no los dejes de dar.
Hambre de abrazos
dime una vez más
Ya me los diste
y siempre espero más
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Epignite en lluvia
Millones de millones de años atrás, cuando la tierra era árida entre vestigios de vida y algunas flores, Epignite diosa de la noche, crepúsculo de más de un hombre, tuvo a su único hijo con vida indultada más no inmortal, por ser hijo de diosa y hombre de tierra. Enfadada por la pérdida de éste, quién había decidido irse de su lado para conocer el amor con una linda niña de cabellos dorados y gran compasión. No entendía como ese hijo quería conocer el amor, si el amor más profundo y grande era el de su madre y todo se lo entregaba sólo a él. Sin respuesta alguna emprendió su búsqueda, e imponiendo todo su poder para encontrarlo, en una noche de eclipse robó el sueño, el poder de Neptuno y su tridente que reposaban en lo más profundo del mar. Su plan era hacer subir la marea tan alto, tan alto para poder alcanzar aquella tierra, haciendo que no quedara nadie vivo en aquella región, excepto su hijo. Fue así que al volver a bajar la marea, la tierra se iba desvistiendo y los cuerpos apareciendo por doquier, su hazaña había logrado con placer pero los ojos de Epignite se inundaban en llanto e incertidumbre. Buscaba y buscaba en cada cuerpo lánguido y empapado el de su amado hijo, hijo que procreo con el amor más puro y entregado, con el hombre que dio todo por ella y que ya no estaba a su lado.
Pasaron tres días y no podía encontrarlo, en su forma de mujer desfloró sus pies caminando descalza tanto y tanto por esa tierra, creyó que aquella marea lo traería a ella, no midió las consecuencias del gran poder que tenía en sus manos y que había robado, un poder carente de control, plagado en desesperación, pasaron otros tres días y la tierra casi árida volvía a quedar, sus pies ya agrietados dolían pero no perdía la esperanza de volverlo a encontrar. Buscaba bajo y sobre cada centímetro de tierra, sus ojos ya no podían más, entonces, en el séptimo día, entre unas rocas hallóse el cuerpo de su hijo boca abajo, colgaban sus piernas y uno de sus brazos, el otro brazo estaba atorado entre las rocas, ella con sumo cuidado y aplicando toda su fuerza movió las rocas, encontró abajo a la chica de cabellos dorados los dos se tomaban de las manos, fue el último intento de él por salvar a su niña amada. Entonces la culpa la enloqueció, cargo en brazos a su hijo con mucha ternura y lo posó sobre la tierra, mirando frente a frente su rostro maltratado y sus labios amoratados, paso la mano lentamente por su frente y luego por sus cabellos negros, negros como la noche, reflejo de sí misma pero crespo y sin luz. Epignite perdía su corazón por demás atormentado, en ese momento ya estaba lacerado, no había ya consuelo para su delirio interno, hubiese querido morir pero una inmortal ¿de qué forma lo haría? Era presa de sí misma, condenada a ese suplicio, todo el amor que ella había dado y tenía, explotó como un volcán, todo lo destrozó, desde entonces Epignite ahogada en una tremenda tristeza y amargura, lloraba por su error cada tarde antes de ser epicentro de la noche entera. Ese llanto atormentaba el cielo y apelmazaba las nubes que no podían contener la lluvia ácida que dejaban caer, lluvia que no dejaba nada florecer.
Aquella tierra y Epignite más que árida quedaron sufriendo en pena.
Nadie pasa por esa tierra, sin primero ver la lluvia caer, porque es un gran peligro y ahí está la noche más oscura eterna e inimaginable del universo, de sonido seco y sin estrella alguna.
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La Scarlett
Odio a la Scarlett porque te tiene las noches enteras y yo, algunas horas a duras penas.
Envidio que la tienes entre piernas y sin reproches, conozco bien ese trato
Quisiera azotarla y que la dejes ir, pero sé que no podrás dormir.
Me siento estúpida en decirle este nombre pero sé que a ti y a mí nos gusta, la fantasía ya no asusta: estamos implicados.
Escápate con ella y tráela si es necesario junto a mí, la acepto como quiera para tenerte aquí.
Préstamela un momento sé que en ella se oculta tu esencia, déjame suspirarla mientras remonto tu presencia.
Scarlett, veo su color en un vino rojo oscuro o tal vez un verde azulado, quisiera saber cómo la tienes ahora a tu lado.
Piénsame como loca pero de celos me estoy matando.
Odio a la Scarlett porque tiene más cerca que yo tu boca.
Yo sólo espero el día que me hagas compañía, atrévete un poco más, sé que ella no dirá nada, incluso de ella podemos platicar.
Imagino de plumas su relleno cuando la parto por en medio con la katana que yo llevo.
Hazme compañía en una noche, desnuda y descalza quédate a mi lado y yo te abrazo como si fuéramos las dos.
Escápate conmigo, olvidémonos de ella por un rato y deja te digo al oído lo que haremos mientras tanto.
Imagino tu pelvis rozando en ella y más se me prenden las ganas de destrozarla.
Guarda en secreto a la Scarlett, que nadie más lo sepa, sólo tú y yo en esta aventura traviesa.
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Cuadro en el parque
Escuche el motor de tu carro llegar pasaban de las tres de la mañana, como tardabas en entrar, corrí a la ventana de la cocina, me asomé y te miré tanto y tanto por el vidrio, con tristeza, angustia desesperación y preocupación, ¿qué estaba sucediendo ahí, qué estaba sucediendo en ti? Maldita la hora en que decidí averiguarlo…
Ahí estabas sentado en la banca del parque frente a la casa, te parabas, sentabas, acostabas, volvías a acomodarte, al norte y al poniente, pasabas las manos por tu rostro, luego por la orilla de tus ojos limpiando lo que creí era una lágrima, me preguntaba ¿qué te hacia sufrir? Te levantaste y pude ver tus pasos torpes como si te llevara el viento de un lado a otro en cortos movimientos, te sentaste otra vez pude ver la magnífica atención que prestabas al celular y tus dedos no dejaban de teclear, respiré hondo y dentro de mí algo me empezó a quemar, era ya un calor intenso. No sé cuánto tiempo pasó, te disponías a entrar a la casa y corrí a la cama como niña temerosa de ser descubierta, me envolví en la sábana y cerré los ojos. Escuché tus pisadas al entrar: no tenían ritmo y arrastrabas también un poco las botas, te sentaste en la orilla de la cama, te quitaste las botas y también tu ropa, siempre te ha estorbado todo para dormir y te dispusiste a eso… a dormir, tu olor tan evidente a alcohol y cigarro perfumaban el ambiente. Para entonces ya estabas roncando, voltee hacia ti sólo para observarte, la oscuridad apenas me dejaba ver tu silueta, o más bien sólo un bulto en la cama.
El calor seguía invadiéndome, entonces no pude más y me levanté, fui al buró que estaba de tu lado de la cama, tomé el celular tan rápidamente como pude cual ladrona de mercado, corrí con mis pies descalzos hasta la cocina procurando no hacer ruido alguno, y leí en él lo que habías escrito, lo que habías tecleado, incluso lo que te habían contestado, no sólo de aquellos minutos en el parque sino de varios momentos antes, en uno le decías lo que habías comido y de más… exactamente lo que yo te había preparado para cuando fueras a trabajar, leí otras tantas cosas más, unas palabras tan dulces que a mí ya no me decías, obviamente no era a mí, ¿a quién te dirigías?
Ese calor por dentro me quemaba más y más, mi cuerpo empezó a temblar, no paraba de temblar, casi caigo al piso, mis manos estallaron en párkinson de lo peor e incontrolable, no podía sostener nada, no podía sostenerme, el dolor en mi pecho fue tan intenso que pensé realmente que quedaría ahí, yacería ahí, y me preocupaba que me pudieras descubrir con el aparato en mano. Como pude caminé al cuarto, dejé el celular en el buró tal y como estaba, salí de ahí con el pecho y mi corazón hecho pedazos. De todas formas ya estaba estrellado, pero ahora sí pude sentir esos pedazos caer.
¿Cómo demonios detengo este temblor? ¿Tendré que hablar a una ambulancia? O no, tal vez si pueda manejar hasta urgencias, me senté en las escaleras de la casa queriendo morirme, no podía respirar, mi corazón latía tan rápido y fuerte, se me cortaba la respiración una y otra vez, por más que trataba de dar grandes bocanadas de aire, no sentía que entraba algo a mis pulmones. Jalaba y jalaba más, y nada, ya nada era suficiente, ya nada servía, mi corazón era imparable, creí que saldría disparado a través de mi blusa más fuerte y rápido cada vez.
Podía sentir como las capas de mi piel crujían desgarrándose a través de mi pecho y me asustaba.
Me quedé mirando hacia la nada, la noche más triste y callada, sintiendo mi cuerpo en profundo temblor, lloré y lloré, hasta que mis ojos se secaron. Toda yo y mi corazón en añicos. Toda yo y mi corazón, peor que con una daga ardiente clavada, toda yo y mi corazón quedaron ahí… en la escalera, mutilados, derritiéndose lento.
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Tu sabor
Estaba tan acostumbrada a un sabor salado y amargo; creí que así sería todo, en verdad me daba miedo, supongo que tal vez pude dejar escapar algo por mi mirada, pero trataba de disimular. Es increíble a lo que uno puede llegar a acostumbrarse sin darse cuenta como si no hubiera nada más. Cuando te tuve esperaba que así fueras: salado y amargo; esperaba un sabor un poco desagradable, como los dulces de broma con los que juegan los niños en la escuela, pero la sorpresa me atrapó. Puse mi boca cerca de ti exactamente media cuarta debajo del ombligo en el cuadrante izquierdo. Respiré profundo tu calor, ansiaba probarte. Salivé lo más que pude para resbalar mi lengua sobre tu piel, lamí todo tu cuerpo predispuesta a ese sabor y… no, no lo encontré… no sé qué pasaba. En ti no existía, era algo raro y nuevo. Olías a tierno niño sudado del cuello. Tu sabor ni siquiera lo puedo describir; aún lo proceso. Sutil combinación entre sexo, media gota de vainilla, ropa de algodón, agua embotellada, alfombra de oficina, hojuelas de avena y un toque de uva pasa al final. Sigue impregnado en mi boca: era inesperado, desconocido, fue lo más delicioso y agradable a mis papilas gustativas, -ellas gozaban el exacerbado sabor- me estaba embriagando en ti. Casi se acaba mi saliva y explotó en mí unas ganas de morderte… quería probar más, tenerte más, explorarte más. Mojé todo el hélix de tu oreja… otra vez use mi lengua y baje hasta el lóbulo diciéndote secretamente que me encantas. No lo pude resistir. Esperaba una reacción un tanto loca y pasional, pero contuviste un poco tus ganas o tal vez un mucho. La luz a medias siempre ayuda. Había en ti un aire de desconfianza: vi que no era la única con temor en esa habitación. No era la única aprendiendo o descubriendo algo de alguien. Encontré algunas de tus manías u obsesiones. No sé, no importa, eso lo callaré. Supongo que dejarse llevar nunca ha sido muy bueno para ti, para mí tampoco. Pero nada sabe mejor que arriesgarse. Eso ya lo había comprobado en tu boca.