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AMOR EN FORMOL
La noche es larga y truculenta
empapadas de frío sudor
tus pupilas se dilatan
luchan por apagarse.
Frente al espejo que cuelga del techo
paralizado, narcotizado, horrorizado
sabes que es el principio del fin
eviscerarte es mi más ferviente deseo
que mi dulce pasión la sientas
lenta y estremecedora.
De dolor morirás, no podrás gritar
cruel reflejo en el escalpelo
melodía sinfónica y brutal la de mi sierra oscilante
de abajo hacia arriba, dicen que es más erótico
todo apesta, las moscas vuelan.
En un frasco de formol preservaré nuestro afecto perverso
brutalidad, horror, disipa tu culpa
la conciencia no tiene voz ni voto
cuando el olor a sangre me inunda
la bestia corre libremente.
El demonio tiene nombre desconocido
las fauces abiertas, la muerte golpea
la tierra húmeda clama por ti
los cuervos reclaman tus ojos
la oscuridad quiere consumir tu fe
ya es hora de llevarme tu sucio corazón.
* * *
SANTIFICADO SEA TU SEXO
De rodillas frente a tu altar
como lamentos, mis plegarias escuchas
mientras en dolorosa posición
espero que hagas brutal sacrificio
ante el impulso me dejo sucumbir.
¿Qué sería de mi humanidad sin tu tentación?
esconde el crucifijo, escóndelo bajo la cama
nuestro infierno no necesita de juez y verdugo
conságrame al placer, castígame tú
deprava mi alma a la fragilidad del sexo
tómame y crucifícame, resucitaré al tercer día
aprópiate de mi templo, ruego por inmortalidad.
* * *
DESESPERADAMENTE ENFERMIZO
En constante pesadilla
cuestiono mi existencia
busco tu imagen y no está.
Una y otra vez vuelvo a lo mismo
me rasgo las viejas heridas
sólo para verme sangrar.
Siempre que necesito de tu abrazo
desesperadamente... no estás...
Esto de 'para siempre'
es la mentira más vieja y vulgar
que me gusta tragarme con una copa de vino.
Todo se vuelve compulsivo, obsesivo y enfermizo
el dolor es permanente, tu indiferencia duele
amarte hasta la muerte es mi castigo
hasta que decida cuando deba ocurrir el final.
* * *
LA HIJA DEL HOMBRE
Soy la hija del hombre que decidió mirar el lado oscuro de la humanidad, que decidió dejar de negar el instinto por la sangre y firmemente probar cada bocado de carne viva como si fuera la comunión; cada grito de auxilio como dulce letanía, como excelsa alabanza a mi maldad desatada, como un rosario que se reza a gritos...
Dejarle mi libre albedrío al demonio, a la oscuridad, a mi bestia... dejar que se apagara mi fe, mi esperanza que nunca sirvieron de nada.
Dejar que mi destreza para destazar cuerpos, mi destreza para comerme la vida, de hacer pedazos la existencia de muchos, de esas almas buenas rezan por la salvación, se hiciera presente cada vez que respiro... mientras aguardo tras de la puerta para hacerles sentir la ira de mi dios propio, hacerles sentir que el dolor no tiene límites, que el miedo es mi aliado... que no tengo nada, absolutamente nada que perder.
Querer ver como poco a poco por sus pupilas se dibuja el vacío absoluto, sentir ese último suspiro cerca de mi oído, como un orgasmo que se exhala lentamente... absorber tu luz y dominarte mientras mueres.
¡Ven, muerte! ¡Ven!, recibe mi regalo, recibe este humilde sacrificio de la inocencia que todo lo puede, que causa mi repulsión y envidia... ¡Ven! Hazte presente para que hagas lo tuyo y acompañes a la eternidad lo que ya dejó de ser, mientras en mi habitación me deleito una vez más con la corrupción de la belleza humana.
ANGELIQUE REID -COLOMBIA-