EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA DE LOS ESCRITORES Y POETAS INDEPENDIENTES

¡RETORNANDO!

PÁGINA 30

TANIA ZÚÑIGA -COSTA RICA-
 

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LA AGONIA DE UNA MORIBUNDA 

Perdió la cuenta de cuántas veces rezó a Dios…
 
Cuantas veces le imploró…
Cantes veces reprendió su existencia…
Tirada en un callejón cualquiera esperaba la llegada de la muerte…
Su cuerpo cubierto de moratones no era algo nuevo, toda la vida sobrevivió a ellos, vivió con ellos, al tiempo que uno de sus hematomas desaparecía, otros dos lo reemplazaban.
Un cuerpo mancillado ya no valía la pena, toda mi vida era como una burla incesante.
Las lágrimas salían sin pedir permiso bajo unos ojos opacos y sin vida.
¿Eso era todo?
Esperaba la muerte, pero no el cielo, no lo quería lo repudiaba.
Mi alma no quería a ese lugar.
El Dios que más de una vez se negó a escucharme y negar mi existencia, solo lograba hacerme arder de rabia y dolor ¿Para qué quería un Dios? Si ni una vez me escucho, en mis cortos años, solo podía blasfemar su nombre.
Mi cuerpo expiraba diferentes emociones.
Ira
Dolor
Venganza ¡Y más venganza!
Todas esas emociones negativas era lo único que habitaba en mí.
Maldad reprimida ¿había algo más? No, estaba vacía.
Pronto me terminaría de desangrar, las gotas de lluvia cubrían mi cuerpo mutilado y mancillado.
Una mujer que no tenía valía, sus cortos años no valieron y solo sirvió como resultado para una conclusión inevitable. Realidades que son verdaderas y pesarosas. Una vida que ellas sintió como el mismo infierno, donde no vio la alegría de los cielos ni la buena voluntad. Sus ropajes donde resaltaban las begonias negras estaban rasgadas, cubierto de sangre y sustancias sucias. El olor a licor, sangre y vomito que detestaba se le había impregnado por todo su cuerpo.
Una rata se acercó a su cuerpo moribundo persiguiendo la sangre que salía de ella, entre mordiscos se alimentaba la alimaña al tiempo que se acercaban más de sus amigas roedoras en busca de carne fresca. La luna esa noche estaba clara y hermosa un dulce, hermosa y humillante claridad.
De pronto un frío mortecino y perturbador, rondaba entre los callejones oscuros, en busca de un alma perdida.
El frío tétrico se sintió acercar, en busca del olor putrefacto de su ser. Era tan evidente, la muerte estaba en su búsqueda.
Algo oscuro y helado se acercó al cuerpo, la mujer en espera de la sanación de su dolor no sintió miedo, solo una extraña sensación de vacío y expectación por que acabara con su agonía.
¿Quién lo diría? Que algo tan terrorífico como el mismo demonio iría a por ella, ¿Sería lo último que vería? ¿Sería ese misterioso ser, capaz que sacarla de su miseria?
Era irónico, después de todas sus imploraciones solo esa criatura extraña corrió a ella.
O eso pensaba.
Un dios benévolo nunca existió, solo dioses engañosos, caprichosos, que ni una vez le mostraron un solo segundo de paz y esperanza, y aun así, pedían por su adoración y rezo.
—Una vida dura —pudo escuchar del ser que se mostró frente a ella. Su debilidad no le permitió mostrar su asombro. Solo el suficiente silencio para darse cuenta de que lo que escuchaba era real—, desde los ocho años una joven vendida por sus padres, como pago de una deuda, trabajo como acompañante. Luego a los diecisiete años te enamoraste de uno de tus benefactores, pero te rompió el corazón, luego te intentaste quitar la vida, lo que no salió bien, para finalizar, una de las esposas de los hombres que pedían por tu compañía mando a varios hombres a tu encuentro – relató la sombra frente a ella.
La criatura alta y de vos grave se acuclillo, su sombrero negro tapaba su rostro, pero aun sin él de igual manera seria imposible.
La criatura le miraba, asiéndole sentir un vacío existencial, estar cerca de él era como sentir las penas del mundo.
—Tu —habló— ¿No me tienes miedo? —dijo.
Solo había un deseo y era acabará con esta agonía.
—¿Por qué? —preguntó.
Se quedo esperando la respuesta de la muchacha que sabía que no vendría, se quedó ahí frente a su persona, como una estatua, viéndola agonizar y en espera de su voluntad.
La respuesta de la joven fue silenciosa, una mirada apática, llena carencia y deseo por vivir. La chica tocio débilmente al momento que soltaba una bocanada de sangre para soltar débilmente una sonrisa siniestra por sus labios.
—Interesante —murmuró la muerte—, deseas venganza, tu alma esta corrompida, llena de odio y dolor.
Una sonrisa mortecina se formo en los labios de la pobre mujer.
—Te puedo ayudar —dijo el ser—, te puedo conceder tus más profundos deseos, te puedo dar todo lo que nunca tuviste —siguió diciendo—. A cambio de tu más importante posesión, te concederé poder para cumplir tus más siniestros y oscuros deseos, ¿Aceptas?
La sombra se pensó estar sonriendo.
No llamé a Dios para que me llevara, no creía en su absurda fe, no creía tampoco en los Dioses, ni en el buda mismo… ninguno de ellos cumpliría su más profundo deseo.
Más de una vez de niña le lloró, pero nada se le concedió, ni el milagro más absurdo se le cumplió. 
Entonces en los últimos segundos llego el ser más frío y siniestro sin necesidad de implorar por su presencia, no lo llamó y aun así solo bastaron unas cuantas injurias y pensamientos llenos de un fuerte y ferviente deseo.
¿Qué más podía pasar? Mi alma estaba negra, llego un punto donde no había retorno, y ni el más oscuro de los pantanos infernales podía hacer que su alma se arrepintiese de lo que se había convertido, de lo que la sociedad la convirtió.
Una decisión que no tenía vuelta atrás…