EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

DISEÑO, HOSTING Y ADMINISTRACIÓN OFIMÁTICA PC-BERMAR MÓVIL 312 5809363 BOGOTÁ -COLOMBIA-

TRINANDO

TRINANDO

DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. (COLOMBIA)  - CARLOS AYALA (MÉXICO)

JUNIO DE 2015

NÚMERO

3

PUBLICACIONES DE ESTE NÚMERO

CONTÁCTENOS

ENSAYO: Nora Lizet Castillo Aguirre  

               Elfriede Jelinek: La trasgresión al compás del piano

 

 

 

                                                                                                       Nora Lizet Castillo Aguirre

 

     Para poder ubicar a Elfriede Jelinek en la posmodernidad nos remitimos a las  consideraciones de Walter Benjamín  con respecto a la dicotomía información vs. experiencia y su contraposición cuando se comparte en forma histérica dentro de una sociedad. ¿Qué tan importante resulta el discurso feminista en la modernidad? ¿Cómo se transforma en posmoderno? ¿Por qué una autora de origen austriaco (Elfriede Jelinek) nos comparte un personaje tan controvertido como Erika Kohut? ¿Cómo se pueden interpretar estos cambios de conducta como representativos de la ideología? ¿Cuál es la diferencia-dentro[1] y la diferencia-entre en un feminismo postmoderno de la resistencia?

     Identidad y diferencia surgen como conceptos claves ligados a la epistemología modernista siempre y cuando se entienda la diferencia-entre  como el sujeto particular individualizado y la categoría particular y única. Nuestra preocupación fundamental es abordar las formas principales del feminismo y hacer la distinción entre el feminismo modernista y postmodernista y plantear la reteorización materialista e histórica de la diferencia. La noción de la diferencia en el postmodernismo lúdico como la diferencia-dentro introduce la cuestión de la identidad basada en la noción de la diferencia-entre y que ha sido la base filosófica para la mayoría de las formas modernistas del feminismo, desde el feminismo liberal hasta el feminismo radical y el feminismo cultural. La diferencia-dentro desplaza y reescribe lo que había considerado como la cuestión predominante en la teoría feminista –el conflicto entre la igualdad y la diferencia- como algo entre una identidad esencialista y las diferencias anti-esencialistas. 

     Diferencia-entre es la lucha contra la certidumbre. Una lucha contra bases y cimientos inamovibles que proporciona la base de la epistemología  modernista tradicional para reconocer lo real de una forma determinante. La discusión postmoderna lúdica plantea una discusión con la condición de tomar decisiones. Los argumentos del feminismo liberal e ilustrado para una igualdad natural entre el hombre y la mujer dependen de la creencia en una naturaleza humana inherente basada en una conciencia racional inmanente tanto en el hombre como en la mujer.

     Elfriede Jelinek es una escritora que se ha caracterizado por tratar temas polémicos para la sociedad entre los que enfatiza sus puntos de vista feministas y las relaciones humanas. Sus obras tienen gran influencia internacional debido a la exploración literaria de los temas de género, sexualidad y violencia. Entre sus preocupaciones figuran la crítica social, el análisis de la condición de la mujer y el desarrollo de un lenguaje propio, muchas veces devenidos en verdaderos protagonistas de sus obras.

     Los argumentos del feminismo liberal e ilustrado para una igualdad natural entre el hombre y la mujer dependen de la creencia en una naturaleza humana inherente basada en una conciencia racional inseparable igual en el hombre que en la mujer. Sin embargo para otras feministas que suscriben los discursos modernistas y la teoría social, la demanda del feminismo liberal e ilustrado de una igualdad y afinidad o identidad entre hombres y mujeres borra, o al menos disminuye las diferencias construidas social e históricamente.

     La crítica cultural del feminismo con grandes afinidades con el proyecto deconstructivista  del postestructuralismo, impulsa un cambio de paradigmas cognitivos racionalistas y objetivistas y propone una comprensión de la determinación situacional y relacional. Para entender cómo los sujetos aprehenden como subjetivas las relacionas que, de hecho son sociales e históricas, hace falta un abordaje más matizado. Si hasta la fecha, las consideraciones sobre la moralidad del abstracto sujeto universal han sido planteadas desde parámetros culturalmente masculinos, ¿Cómo incorporar las ideas de Gilligan (1982)[2] en la perspectiva universalista? Esto nos lleva a la necesidad –que señalaron las feministas italianas hace mucho tiempo- de sexuar el discurso supuestamente neutral, pero literalmente masculino que se refiere a los seres humanos. Rebasar la pretensión racionalista sobre la objetividad y neutralidad del conocimiento y la razón supone desarrollar una crítica implacable de los procesos y productos del conocimiento y la representación. Con este aliento no es revelador constatar, desde una perspectiva no anglosajona, la confusión que produce el malentendido del término gender, en su doble acepción de sexo y construcción cultural. Las feministas italianas han argumentado la necesidad de reconstruir el mundo y las relaciones de poder entre los sexos introduciendo la diferencia sexual en el discurso y en la ley. Esto no significa entender la diferencia como afirmación ontológica, como si existiera una verdad absoluta de la mujer, opuesta a la del hombre, sino que sólo aceptar lo que Chiara Sarraceno (1984) se cuestiona en el momento que las vidas de hombres y mujeres se están igualando en otros terrenos, la postura que reivindica la igualdad encuentra más resistencia que la que defiende la diferencia. La desigualdad social de las mujeres  persiste sin congruencia con el desarrollo político y científico,  y los problemas derivados de la diferencia sexual y reproductiva cobran importancia. Al toparse con este conflicto, el feminismo ha tenido que reconocer la importancia de la sexuación, pero para no fortalecer las tesis biologistas, ha brindado relevancia como factor determinante al género.

     El desarrollo del postestructuralismo y el auge de la deconstrucción han tenido gran impacto en el pensamiento feminista. Al aceptar la existencia de un yo relacional que produce un pensamiento filtrado por la operación simbólica que otorga significados diferentes al hecho de tener cuerpo de hombre o de mujer, se reconoce en las prácticas de las mujeres y de los hombres no se derivan de esencias, sino que son construcciones culturales pertenecientes al orden del lenguaje y las representaciones. Es obvio que las mujeres y los hombres “no son un reflejo de una realidad natural” (Lamas, 2002), sino que son el resultado de una producción histórica y cultural basada en el proceso de simbolización. Pero la diferencia sexual es un hecho imprescindible que no suele ser analizado en toda su dimensión. Las escasas referencias a la diferencia sexual en la mayoría de las reflexiones feministas aluden solamente a la sexuación, ignoran el inconsciente y no registran que la diferencia sexual produce, como significante un universo de prácticas y representaciones simbólicas e imaginarias. El miedo a aceptar la existencia de una diferencia fundante y estructurante, que se utiliza como “fundamento cósmico” (Godelier, 1986) se debe al supuesto que lo biológico es inmutable. Considerar la naturaleza, o la biología como el origen y la razón de la situación de subordinación de las mujeres parece enfrentarnos con algo inmodificable. Por eso se llegó al término género.

     Para las feministas postestructuralistas y las postmodernas lúdicas, cualquier forma de diferencia-entre es un modo de identidad y las oposiciones binarias entre las feministas que abogan por la igualdad –identidad o igualdad entre hombres y mujeres- y aquellas feministas que reclaman una diferencia entre hombres y mujeres es una falsa oposición.

     Para el feminismo materialista y socialista el problema de la mayor parte de las luchas feministas sobre la diferencia y la igualdad no es tanto su esencialismo como el énfasis excesivo en la superestructura y el grave descuido de las relaciones de producción del capitalismo como forma de vida. La crítica feminista se ha servido del psicoanálisis para elaborar teorías sobre la formación de la subjetividad y de la identidad sexual, para intentar esclarecer la posición de la mujer, ya no en la cultura, sino en el orden simbólico y para debatir la relación de la mujer con otras mujeres, especialmente con la madre. Sin embargo no toda la crítica feminista se apoya en Freud, algunos preceptos derivan de los estudios de Lacan o en ocasiones contra Lacan donde se persiguen los textos examinando el significado de la diferencia sexual y su implicación en los discursos culturales y literarios. En otras ocasiones nos guiamos por los arquetipos junguianos. Lo que sí podemos considerar es que     por debajo de los entramados teóricos que se han escrito sobre el tema, hay una gran dificultad para comprender la índole irreductible de la diferencia sexual, que remite a la discusión sobre el cuerpo como carne, mente e inconsciente. El paradigma de que el sujeto no está dado, sino que es construido en sistemas de significados y representaciones culturales, requiere ver también que, a su vez, el sujeto está encarnado en un cuerpo sexuado. De ahí la importancia de comprender el habitus (Bourdieu referido por  Lamas). Para Marta Lamas (2002) “El sujeto no existe antes de las operaciones de la estructura social, sino que es producido por las prácticas y representaciones simbólicas dentro de un contexto socio-histórico dado, pero a partir de un dato fundante: su sexuación. O sea, el cuerpo es el lugar donde la cultura aterriza los significados que le da a la diferencia sexual” p. 176.

     La interpretación de Bourdieu resulta satisfactoria comparada con las definiciones que lo reducen a fetiche dentro del campo feminista. Recordemos que el término fetiche adquiere relevancia en la antropología del siglo XIX en relación con el estudio de religiones llamadas “primitivas”: el fetiche denominaba un objeto de culto. Por ende, la fetichización es el culto de los fetiches y también el acto de tratar algo como si fuera fetiche. Este es el proceso por el que una cultura o un grupo social reconoce en algo un poder sobrenatural. Marx hace famoso el término en el célebre capítulo I de El Capital para ilustrar la manera en que a las mercancías  se le atribuyen poderes y capacidad de decisión propios de las personas. Es imposible no establecer un paralelismo entre la función de sustituto del fetiche que plantea Freud y la manera en que, dentro del feminismo, el concepto también actúa como sustitución. Como ilusión fabricada socialmente, la sustitución suele petrificar lo que está vivo y en transformación. Con el término género, el discurso oficial sobre las relaciones entre mujeres y hombres interpreta ese complejo proceso como algo inamovible: las mujeres son víctimas; los hombres son verdugos. La única explicación repetitiva y reiterativa es que las relaciones que se dan entre hombres y mujeres son producto del género.

     Toda sustitución es un olvido, dijeron hace tiempo Adorno y Horkheimer (1978). Lo que se ignora a menudo en las explicaciones de la idea de sustitución es la dimensión subjetiva que implica un olvido. ¿Qué se olvida con la sustitución del género? La diferencia sexual que es algo al mismo tiempo sexo/sustancia y sexo/significación. Dicho olvido recorre el pensamiento feminista y conduce a  errores reduccionistas como el de sostener que todo es construcción cultural.

     Judith Butler (1999) afirma que el movimiento a favor de la sexualidad dentro de la teoría y la práctica feministas ha razonado efectivamente que la sexualidad siempre se construye dentro de los términos del discurso y el poder, donde este último se entiende parcialmente en términos de convenciones culturales heterosexuales y fálicas. De alguna manera coincide con Michel Foucault en el punto de vista de los discursos del poder, puede hablar quien ejerce el poder.

     Para la realización de este trabajo partimos de la diferencia conceptual entre modernidad y posmodernidad en donde se reconoce un proceso de racionalización que engendra un nuevo tipo de ser humano que no solo está en el mundo, sino que lo quiere dominar. Se parte del pensamiento formal en donde se reconoce un comportamiento austero y disciplinado.

     Las estructuras sociales del nuevo sistema en donde se crea el estado moderno y el carácter tecno-científico, reconoce en la modernidad el estado más grande, condensan los cambios radicales y profundos enmarcados para que surja un nuevo tipo. Hablamos de la mentalidad desde la moral y la autonomía del estado, la autonomía y la iglesia. Reconocemos la forma del ver el mundo del pluralismo dentro de la moral, el derecho, la filosofía la ciencia y el arte.

      Elfriede Jelinek también es conocida en su natal Austria por expresarse libremente en panfletos, discursos y cartas al editor acerca de sus visiones sobre asuntos políticos contemporáneos y la posición de la mujer. Su obra abarca prosa y poesía, novelas - entre ellas destacan satíricas y radiofónicas - guiones e himnos, combinando escenas teatrales y filmes secuenciales. Además redacta artículos para revistas literarias y periódicos y realiza traducciones. Desde su debut en 1974, ha escrito una numerosa cantidad de obras de radio y teatro, en las cuales abandona diálogos tradicionales por monólogos polémicos que no sirven para delimitar roles, pero permiten a las voces de diferentes niveles de la psíquica e historia ser oídas simultáneamente.

     Luego de estar a favor del movimiento estudiantil, sus obras tomaron un giro social, destacándose por sus duros ataques contra el establishment local y al status quo social, en especial, al papel de las mujeres. No es sorprendente que, al concederle el Nóbel, la Academia Sueca destacara “el ritmo musical de las voces y contra voces en sus novelas y obras de teatro que con un fervor lingüístico extraordinario ponen al descubierto lo absurdo de los clichés de la sociedad y su subyugante poder”. De esta manera, La pianista (1983), es una variación de uno de sus temas básicos, la impotencia de la mujer por salir completamente a la vida en un mundo pintado con imágenes estereotipadas. Jelinek (2004) expresa que “Eso es cierto […] soy feminista, por que el sistema de valores fálicos y falocráticos, al que está subordinada la mujer, está muy extendido, la sumisión al juicio masculino es para mí una eterna humillación narcisista.[…] siempre es el hombre el que define lo estético”.        

Sus obras más recientes son variaciones de uno de los temas básicos de esta autora: la falta de habilidad de las mujeres para ganar visibilidad en un mundo en el que están delineadas como estereotipos.  Entre sus obras más destacadas se encuentra la novela La Pianista escrita en 1983 y llevada a la pantalla en 2001 y dirigida por Michael Haneke y protagonizado por la actriz francesa Isabelle Huppert. Esta novela narra la historia de una veterana profesora de piano que disfruta de sus gustos sexuales extremos a través del voyeurismo y la pornografía más dura. Convencida, entre otras cosas de la inferioridad de las mujeres en cuanto a su lucha por la igualdad y niega su propia sexualidad y es incapaz de formarse una identidad sexual.

     No es fácil la lectura de La Pianista, así como tampoco es fácil la recepción de la película del mismo nombre galardonada en muchos países y en muchos festivales de cine.

     Desde el punto de vista tradicional constituye una serie de aberraciones en todos los sentidos. Podemos dar un recorrido desde el enfoque literario, la crítica narrativa y la semiótica de la cultura. En todos los aspectos La pianista viene a ser una obra que se analiza y se interpreta muy distinto a otras, y sobre todo causa mucha conmoción al ser recibida por diferentes medios y desde diferentes ángulos.

     Desde la estética de la recepción para el espectador es terrible la imagen de una mujer que no es capaz de mostrar ningún tipo de la sentimiento, sino la frustración: le desgarra la mano a su alumna más talentosa, le gusta la pornografía a través de la cabina de un sex-shop, el vouyerismo queda explícito cuando espía a los jóvenes que hacen el amor en sus automóviles en un auto cinema y su orgasmo lo manifiesta por medio de la micción. Aunque, sin duda lo más sorprendente es la forma en que se presenta su relación amoroso-sexual con el alumno joven, guapo y talentoso de quien ella trata de tomar ventaja y se constituye en el medio para saciar todos sus deseos reprimidos. Sin embargo, y a pesar del hecho que la novela está escrita por una mujer y el guión cinematográfico está adaptado desde la escritura de una mujer, no se puede pasar por alto un momento dentro de la novela, en donde se manifiesta no a favor de la protagonista, sino del joven, tal parece que toda la ventaja la va a tener el joven:

     “El estudiante Klemmer tiene segundas intenciones, más allá de la música, y en esta ocasión acaba de formularlas intelectualmente. Él es un apasionado de la música. Siente una secreta pasión por su profesora de música. En lo personal opina que la señorita Kohut es precisamente la mujer que un hombre joven desearía poseer para hacer sus primeros pininos en la vida. Un hombre joven comienza con lo pequeño y se va superando con rapidez. Todos tienen que empezar en algún momento. Muy pronto dejará el nivel de principiante, del mismo modo que un novato en la conducción se compra primero un pequeño coche usado, y después, cuando ya lo domina, pasa a un modelo más grande y nuevo. La señorita Erika es toda música y, la verdad, no es nada vieja, a juicio del estudiante sobre su modelo para los ejercicios. [...] Él hará lo que ella diga y desee, así sacará provecho para amores futuros. Quiere aprender en el trato con una mujer mucho mayor que él, una con la cual no sea necesario proceder con cuidado, como ocurre en el jugueteo con las chicas jóvenes que no lo permiten todo. ¿Tendrá eso que ver con la civilización? Un muchacho primero ha de marcar sus límites para en seguida poder sobrepasarlos a su gusto. Espera poder besar pronto a su maestra, hasta ahogarla. La lamerá por donde ella se lo permita. La morderá donde ella se los permita. Pero después llegará concientemente hasta las últimas intimidades. Comenzará por su mano y seguirá adelante, la enseñará a amar su cuerpo, o al menos a aceptarlo, ya que hasta ahora lo ha negado. La instruirá cuidadosamente en todo lo que es necesario para el amor, pero después se dirigirá a objetivos más gratificantes y a tareas más difíciles, en lo que se refiere al misterio de la mujer. El eterno misterio. Por una vez él será su maestro. [...] El pájaro Erika llegará a sentir como le crecen las alas, de eso se ocupará el hombre” (67-69)

 

     Siguiendo la historia del feminismo, así como la historia de la relación hombre- mujer en Europa, básicamente en Austria, en donde la tradición judeo-cristiana y las costumbres pequeño-burguesas hacen de la vida algo irrespirable, no es de extrañar que Jelinek busque nuevas formas de romper este esquema. La violencia familiar es un tema recurrente en la novela, la relación madre castrante –hija abnegada irrumpe una vez más para desatar un sinnúmero de desconciertos en el espectador. Asimismo la pareja formada por una maestra mayor y un alumno joven, en donde ella debería toma la ventaja y no lo hace, en donde ella debería ser la experimentada y no lo es, en donde ella podría, al menos, dejarse llevar por el deseo y no lo hace.

     El periódico L’Osservatore Romano del Vaticano (2004) comenta que Jelinek “Describe un mundo para la mujer con escenas brutales de sexualidad, las cuales no señalan la emancipación de la mujer del erotismo, sino que conecta tanto el sexo y la patología como el poder y la violencia. La unión de los cuerpos, marcada por el frío, el sombrío, la carencia de comunicación y el abuso, nunca llevará a ternura y dignidad del alma, o a intenciones dignas. Sus trabajos presentan una obscenidad desbordante, que desemboca en un nihilismo absoluto.”

     La primera vez que vi la película me inquietaba esa frialdad con que no muestra culpa, no muestra afecto y sí demuestra la muerte en el espíritu. En la carta que le escribe al joven en donde detalladamente explica cómo debe ser humillada, vejada, maltratada y desea penetrar su ano con la lengua, se muestra el desconcierto tanto para el joven como para el espectador occidental acostumbrado al cine hollywoodense, de tal suerte, que el espectador llega a dudar de la imagen, llega a dudar de las convicciones acerca del amor. Ella quiere ser golpeada y lo consigue, aunque al mismo tiempo se piensa que el joven en su afán de mostrar el amor, simplemente sucumbe a sus peticiones en un acto amoroso, con todo y que con ello deba romper con sus propias convicciones.

     Un joven de veinte años, educado por unos padres exigentes y diligentes que le han brindado al joven toda suerte de artes, el joven es deportista, atlético, bien desarrollado, vacaciona con facilidad y no hay algo que desee que no tenga, incluso llega al conservatorio para que Erika sea su maestra, hace una audición estupenda y los maestros que fungen como jueces opinan que su interpretación es magistral, Erika, en cambio, demuestra que en el joven no hay más que el deseo de llamar la atención y lo consigue, ella muestra molestia, pero al fin acepta que el joven esté en su clase, él en su deseo de estar al lado de su objeto de afecto llega temprano, comienza su lección y le dice a Erika que está allí por ella, en cambio Erika, al no saber la manera de interactuar con hombres lo maltrata, él puede pensar que se está haciendo la difícil y como el Wherter de Goethe  lo intentará mejor. Ella lo trata de humillar por todos los medios, incluso al hacerle una felación vomita, le vomita encima, él no sabe que hacer, pero se da cuenta que hay un grado de sadomasoquismo del que ya no podrá librarse tan fácilmente.

     Llega a media noche a casa de Erika, decidido a cumplir con las peticiones que ella le ha hecho, la toma y la arrastra, le amarra las manos y golpea a su madre en su presencia, tal como ella se lo había pedido en la carta.

     Contrariamente a que el joven pretende en un principio mostrarse como el dominador de la circunstancia, llega a ser víctima de Erika, como también llega a invertir los papeles de ser el de la voluntad, Erika realmente no se esconde para mostrar sus fallas, pero el joven tampoco se esconde para mostrarse como aprendiz en todos los sentidos.

     Algo que no resulta fácil de comprender para un receptor femenino, es el hecho que sea una mujer la que escribe y una mujer la protagonista, y que la historia esté ubicada en una ciudad europea, tal vez podrían permitírsele más libertades a la protagonista, pero no, parece más acartonada que ninguna y más atormentada que ninguna. Erika Kohut vive en la ausencia de sentimientos, en un mundo de sombras donde nada tiene sentido, vive como si estuviera dormida, como si nada tuviera valor sentimental, además de su madre que la castra y la hace sufrir y la obliga a ir del conservatorio a su casa, ella no refleja libertad bajo ninguna circunstancia, por el contrario suele estar atrapada constantemente en su entramado psicológico y en su frustración tanto como hija, como maestra y como mujer.

     En ninguna de las tres facetas disfruta, primero por que siempre está tratando de obedecer, pero no ciegamente, obedecer sistemáticamente sin mostrar alegría al hacerlo, sabe que la van a regañar y toma la acción que no debe, como el hecho de comprar un vestido con todo y que su madre la recriminará por gastar el dinero, se lo romperá y no la dejará usarlo.

     Como maestra hace daño a sus discípulos y hace que sus alumnos sufran la música, no la gocen, en una ocasión le pone una botella rota a su mejor alumna para que no pueda participar en el concierto. Atormenta e insulta a todos sus alumnos, con las madres de los alumnos es displicente y no les muestra ningún empeño para enseñar a sus hijos.

     Como mujer tampoco disfruta, Walter Klemmer le demuestra interés, y ella en lugar de corresponderle, simplemente por satisfacción, le complica el camino al chico, se complica el camino ella, no disfruta los encuentros amorosos, hace sufrir al joven, hace sufrir a la madre con su relación con el joven. Pareciera que Jelinek denuncia la manera en que su personaje arquetípicamente sufre en todos los terrenos posibles para una mujer. Además de limitarla en todos los posibles caminos, le proporciona una psique completamente distorsionada, donde el disfrute es la vejación, lo sucio, lo prohibido, lo grotesco, como puede ser el vouyerismo y la pornografía dura, el hecho de mostrar placer orinando y no besando o acariciando “tiernamente”. Ella se flagela a manera de masturbación, ella se corta el clítoris en lugar de mostrarse cálida y tierna con el muchacho, ella come mal y poco, ella no puede disfrutar de la compra de un vestido por que su madre se lo criticará más adelante y llegará a romperlo frente a ella, claro que como respuesta ella le arrancará los cabellos a su madre y sostendrá una lucha con ella. Es terrible la manera en que esta mujer es retratada, pareciera que en ella se juntan todas la aberraciones posibles. Como si Erika Kohut fuera la suma de todos los sufrimientos, de todas las aberraciones y de todos los caminos torcidos de un personaje que debería de ser feliz, sano y alegre.

     En la posmodernidad en la que el filme está inmerso, podemos darnos cuenta que las situaciones humanas reflejadas en el relato no es tan distinta a la realidad cotidiana, sin embargo, duele verla, duele saber que aquellos grupos de valores y de saberes cotidianos no se pueden reflejar tan claramente cuando se trata de un mundo tan complicado y tan posmoderno.

     De esta manera, la crítica feminista se ha servido del psicoanálisis para elaborar teorías sobre la formación de la subjetividad y de la identidad sexual, para intentar esclarecer la posición de la mujer, ya no en la cultura sino en el orden simbólico y para debatir la relación de la mujer con otras mujeres, especialmente la madre. Sin embargo, no toda la crítica feminista que se ha apoyado en el psicoanálisis es del mismo signo, como lo mencionamos anteriormente, ni toda la crítica puede aplicarse a todos los casos. Es dentro de la posmodernidad que un personaje como Erika  Kohut tiene cabida, es dentro de la posmodernidad donde una escritora como Elfriede Jelinek puede crear este personaje y puede a través de él, denunciar y hacer públicas sus protestas contra la irracionalidad y contra las formas culturizadas de un modo de vida donde lo último que se puede rescatar es una mujer liberada. La trasgresión de géneros literarios y de la representación de los personajes es muy obvia, aunque no podemos justificarla tan fácilmente, considero que una buena opción para poder equiparar los puntos de vista de esta autora sean captar la ironía y el sarcasmo con el que ella refleja una ciudad ahorcada por el deber ser, al mismo tiempo que muerta en su espiritualidad, muerta en cuanto a sus sentimientos y muerta en cuanto a las relaciones con sus semejantes.

     Tal parece que la autora de La pianista disfruta denunciando, criticando y develando la muerte anímica después de tantos siglos de lucha por la igualdad de géneros o la igualdad generacional.

 

Referencias bibliográficas:

 

Butler, J. (1999) “Sujetos de sexo/género/deseo”. N. Carbonell y M. Torres. Feminismos

     literarios. 25-76. España. Arco/libros, S.L.

 

Dio Bleichmar, E. (1991) El feminismo espontáneo de la histeria. Estudios de los     

     trastornos narcisistas de la feminidad. España. Siglo XXI.

 

Ebert, T. “Feminismo y postmodernismo de la resistencia”. (1999) N. Carbonell y

     M. Torres. Feminismos literarios. 199-232. España. Arco/libros, S.L.

 

García Cossio, M.I. (2005) “Las mujeres, la democracia y la modernidad”. D.

     Mihailovic, Pulsos de la modernidad. 259- 275. México. Plaza y Valdés.

Gilligan, C. (1982) In a Different Voice: Psychological Theory and Women's Development.                                                                               Cambridge. Harvard University Press.

Godelier, M. (1986) La producción de grandes hombres. Madrid. Akal.

 

Jagoe, C., Blanco, A..& Enríquez, C. (1998) La mujer en los discursos de género.

     España. Icaria.

 

Jelinek, E. (2005). La pianista. Barcelona: Mondadori.

 

Lamas, M. (2002) Cuerpo: diferencia sexual y género. México. Taurus.

 

Mihailovic, D. & González, M. (2005). Pulsos de la modernidad. México. Plaza y

     Valdés.

 

Referencias no bibliográficas:

 

Haneke, M. Dir. La pianiste. (2001) Protg. Isabelle Huppert, Benoit Magimel y

     Annie Girardot. DVD.  Quality films.

 

Jelinek, E. (2004) entrevista revista Profil, André Müller.

 



[1] Teresa Ebert (1999) menciona esta diferencia entre y dentro para poder hacer una distinción entre los elementos que conforman los puntos de vista del feminismo modernista y posmodernista. Diferencia-dentro se refiere a la base de la diferencia y la cuestión de la identidad, mientras que la diferencia-entre es lo posmoderno, lo trasformado.

[2] “Women were taught to care for other people and expect others to care for them. She helped to form a new psychology for women by listening to them and rethinking the meaning of self and selfishness. She asked four questions about women's voices: who is speaking, in what body, telling what story, and in what cultural framework is the story presented?” (p. 76) Ella es reconocida como la fundadora del “feminismo de la diferencia”. Muchas feministas insisten en la no-diferencia entre hombres y mujeres. Gilligan afirma que las mujeres manejan las ideas y concepciones morales y psicológicas- De acuerdo con ella, los hombres piensan en términos de reglas y justicia y las mujeres están inclinadas a pensar en términos de cuidado y relaciones personales. Ella le pide a la sociedad occidental que aprecien la igualdad en ambos casos.

 

 

 

 

12


 SIGUIENTE PÁGINA

Visite este enlace para conocer sobre Elfriede Jelinek:

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2674

Monterrey, N. L., 1970. Licenciada en Lingüística Aplicada con énfasis en didáctica del idioma (UANL, 1992). Máster en Letras Españolas con la tesis Aproximaciones a la novelística de Sara Sefchovich desde la perspectiva del discurso femenino (UANL, 2002). Actualmente es doctorante del Programa de Doctorado en Filosofía con acentuación en Estudios de la Cultura de la UANL y prepara una tesis sobre el discurso femenino en la narrativa de Nuevo León. Ha sido maestra de inglés y de materias relacionadas con la enseñanza de literatura y de aspectos del lenguaje a nivel profesional desde 1989. Ha participado en diversos coloquios y congresos nacionales e internacionales relacionados con la literatura y la lengua, entre los que destacan El Congreso Internacional de Hispanistas y El Congreso Internacional  sobre Literatura Chicana de la Universidad de Alcalá de Henares. Desde 2002 participa con ponencias y presentaciones de autores en la Feria Internacional del Libro de Monterrey. Ha sido colaboradora en diversas revistas literarias. En septiembre 2014 se publicó su libro titulado Precursoras de la literatura nuevoleonesa: crítica y recepción en el siglo XX. Volumen 1. El segundo volumen de esta colección está programado para mediados de este año. Próximamente Poetazos publicará sus poemas.

La autora nos comparte una reseña personal que ella misma hizo:

Aprendí a leer a los 4 años y medio y desde entonces, la literatura ha sido parte integral de mi formación como persona y de mi vida como docente y como estudiosa. No hay una fecha exacta en la que yo comencé a escribir, sin embargo desde pequeña tuve la inquietud de transmitir mi manera de ver el mundo. Escribir poemas, narrativa o cualquier género literario obedece a la necesidad de expresara algo y sobre todo, de compartir los puntos de vista sobre un tema. El proceso de escritura es algo difícil de explicar. Casi siempre hay algo que quisiera compartir y así mis ideas van  tomando forma. Procuro traer una libreta conmigo para esbozar aquello que quiero decir. Escribo para mí, para darme cuenta de mis sentimientos por medio de las palabras. Es increíble cuando me topo con textos escritos hace años y descubrir lo que sentía entonces, y ver cómo mis sentimientos se transforman

 

Mis temas favoritos son sobre diferentes aspectos de la vida: el amor, la soledad, la tristeza y sobre todo los sentimientos que producen cada uno de esas experiencias. Podría decir que escribo sobre las experiencias de la vida y lo mucho que repercuten en el bienestar o el malestar. La literatura para mí es, definitivamente, un modo de vida.