YESSIKA MARÍA RENGIFO CASTILLO -COLOMBIA-

PÁGINA 16

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Yessika María Rengifo Castillo. Poeta, narradora, articulista, e investigadora. Docente, colombiana. Licenciada en Humanidades y Lengua Castellana, especialista en Infancia, Cultura y Desarrollo, y Magister en Infancia y Cultura de la Universidad Distrital Francisco José De Caldas, Bogotá, Colombia. Desde niña ha sido una apasionada por los procesos de lecto-escritura, ha publicado para las revistas Infancias Imágenes, Plumilla Educativa, Interamericana De Investigación, Educación, Pedagogía, Escribanía, Proyecto Sherezade, Monolito, Perígrafo, Sueños de Papel, Sombra del Aire, Plumilla y Tintero, Chubasco en Primavera, Íkaro, Grifo, La Poesía Alcanza Para Todos, Ibídem, Narratorio, Piedra Papel & Tijeras, Extrañas Noches, Cadejo, Microscopías, Psicoactiva, Ágora, Con voz  Propia, Un Mar de Letras, Cheshire, Luke, Revolución. Net, entre otros. Autora del poemario: Palabras en la distancia (2015), y los libros El silencio y otras historias, y Luciana y algo más que contar, en el librototal.com. Recientemente ha publicado su tercer y cuarto libro: La espera bajo el sello editorial Historias Pulp, y Entre Causas y Otras Causas en la casa editorial Letroides. Además, recientemente publicó bajo el sello Gazeta el libro: A los niños les cuentan.  Ganadora del I Concurso Internacional Literario de Minipoemas Recuerda, 2017 con la obra: No te recuerdo, Amanda.
 
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Silencios
 
Estoy lleno de silencios recordándote,
nuestras sabanas son un tempano
de hielo sin ti.
No puedo llegar a tu corazón,
lo cerraste para mí con reproches.
Silencios esconden tus sentimientos
y yo sufro al ver tu indiferencia;
silencios que roban fragmentos de mi vida
recordando las primaveras
de nuestro ayer;
amor mío.
Silencios que se han llevado
las estrellas del alma que
iluminaron nuestros ojos.
 
 

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 Incertidumbre
 
Hojas secas presagiaron el final,
y el laberinto que era nuestro amor,
de camelias que agonizaban
borrando el canto del ruiseñor
que alegró nuestro corazón.
Incertidumbre, himno de nuestras estrellas fallidas.
Perdidas en el desamor
detrás de lo cotidiano,
de ropa y cuentas bancarias
más fuertes que nuestro amor.
 
 

 
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Viéndote dormir


Tan serena, tan tierna…
amorosa como las primaveras
melancólica como las nubes de agosto
eres frágil, soñadora, calma,
ni los rayos de la luna se resisten a tus labios rosa;
eres la biblioteca que inicias mis días,
la primera mariposa que alumbra mi ventana,
viéndote dormir
florecen las estaciones
de nuestro amor…
 
 
 

 *       *        *

 
 
 
La mujer del espejo
 
Los días de ese abril frío recorrí los barrios de la ciudad con la ilusión de volver a ver su triste rostro en mi jardín. Mi búsqueda fue en vano, el humo de los carros, el grito de los vendedores y los claveles, borraron todos sus pasos. Ese silencio no era como los de meses atrás. Era más cruel, aniquilador. Nadie la conocía y aunque sus fotografías hubiesen pasado por aquí, su pálido rostro y tristes ojos pasarían desapercibidos. 
Nunca se escuchó nada sobre ella. ¿Dónde estará? ¿Por qué me abandono? Siempre estuve buscándola. Las pocas ganas que me quedaron las use para encontrarla. Los únicos pasos que se oían en ese hallazgo fueron los de mi perro Orión y los míos, que ese octubre no salí a buscarla. Últimamente me desesperaba. Y trate de dormir con los tranquilizantes de mi amada y fue posible; el sueño cerro mis ojos. En mi sueño caminamos por nuestra embrujadora casa. Las verdes mariposas se contaban con las sirenas la felicidad que había entre mi sol y yo, que jugamos con el dulce de las abejas que visitaban nuestro balcón de amor. Los labios de mi mujer eran las fresas que Cupido se había robado de Venus y Marte en días de primavera. Sus cabellos negros, ojos celestes y dulce voz, encendieron mi corazón. Mi corazón que estaba muerto en vida, que latía por las instrucciones de mi cuerpo.
Los duendes arrullaban nuestro encuentro entre canarios y margaritas, enamorados de nuestro amor. Amor que llenaba de estrellas, luceros y lunas rojas, nuestros besos insaciables.  Las lunas le contaron a Saturno que las doce musas de Júpiter sabían que nunca podría amar a una doncella que no fuera mi esposa. Le suplique Atena que mi mujer se quedara para siempre conmigo, y los anillos de la fantasía hicieron que las caricias de mi doncella volvieran a hacer que todo tuviera sentido, que las violetas florecieran y Orión sonriera, nuestra vida regreso. Además, vi que los príncipes seleccionan los corazones enamorados como los nuestros en noches de luceros que se roban rayos de sol. Esos rayos que encendieron nuestra cama con orquídeas celestiales que danzaban al compás de los pegasos que contarían al mundo nuestro amor.  Me confirmo lo visto con su desmedido amor. Afirmo que todo sería mejor que antes su afirmación me causo felicidad; pero después una tristeza desmedida. Hice muchas preguntas, pero luego lo olvidé para estar en los brazos de mi señora que me enterneció como nunca.  Me partió el alma verla llorar. Era como una niña perdida, que sólo se le ocurre llorar cuando a perdido su juguete más preciado. ¿Tendría qué irse?  Orión y yo, solos otra vez. Al principio no quería decirme que tendría que partir de nuevo, que mi vida continuaría sin ella.
Pero lo intuí por sus lágrimas y sus palabras de adiós. El mundo del hielo era su camino. Según ella, no sólo habíamos perdido a nuestra bebé sino su vida también. Recordarlo derrumbo mi corazón.
-Tienes que seguir - me dijo – pues en tus pasos siempre estaré. No quería hacerlo. Le recordé lo mucho que la amaba, y el desastre que era mi vida sin ella.
Me abrazo tan fuerte como las rocas y me dijo; - también te amo y mi vida es un tempano de hielo sin ti. Prometo hablarte siempre en tus sueños. Soy la mujer de tu espejo, que se refleja en tus recuerdos. – Beso mis labios y desperté.
Desperté. No sé cuánto tiempo dormí, ni cuando se fue mi mujer.  El espejo de nuestra habitación, reflejo que la mujer del espejo fue y sería el sol de mi triste vida, que florece en noches de cantos de ninfas que se escapan del arcoíris de Morfeo.
 
 

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Amor de mi vida


Eres la luna, radiante e infinita
que ilumina mi cielo en las madrugadas,
donde, como las estrellas, irradias mi alma,
rosa mía.
No hay nada más hermoso que la alegría
de tus manos; en noches de inviernos
acariciando mi triste piel que se niega
a vivir sin ti.
¡Miro las mariposas! Es el color de tus mejillas
radiando mis tardes frías,
con las camelias que adornan
nuestras pálidas ventanas.
Esas canciones… ¡ay, tan dulces!
recuerdan que sigues y serás,
el amor de mi vida
lirio mío.