KATTIA MARÍA KIEWIT -COSTA RICA-

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PÁGINA 27

 

 

Kattia María Soto Kiewit, artista plástica y escritora que nació en San José, Costa Rica en 1975, y desde el año 2002 hasta el 2018 residió en la Ciudad de México. Actualmente se encuentra en Costa Rica realizando estudios en Bellas Artes.
Algunos de sus cuentos como: La princesa de hielo, El rescate y Taly necesita su caparazón, han formado parte del proyecto solidario de La Catedra de Lenguaje visual en Ciudad de la Plata, Argentina, durante 4 años. Otros de sus escritos que han llegado a ser libro son: Noviembre un cielo inventado (poemario juvenil), Unas alas para Emma (cuento infantil), ambos ilustrados y editados por ella. Algunos otros de sus escritos han formado parte de revistas literarias, en diferentes países como, Costa Rica, México, Colombia.
También se ha desempeñado como ilustradora de sus propios cuentos, y pintora de su propio mundo, exhibiendo algunos de sus cuadros en galerías de México.
 

Nomi, girasol del aire
 
Al llegar la primavera, la pradera se llena de hermosas flores de muchos colores, y un paisaje de acuarelas se ve entre el azul y el verde amarillo que viste una gran parte del valle, en donde grandes girasoles de un color amarillo radiante, buscan los rayos del sol. 
 
En una fría mañana, cuando caía una torrencial lluvia acompañada de fuertes vientos, una pequeña semilla de girasol, llamada Nomi, se calló de la planta de su madre… El aire levantó a Nomi del suelo, y Nomi voló en el aire por mucho rato sin despertar, cruzó valles y pasó por la ciudad, volando lejos de su pradera. Nadie sabía hasta dónde Nomi llegaría o cuál sería su destino, sólo seguía volando.
 
Al llegar la noche y arrullada por el silbido de la brisa, Nomi dormía, sin saber siquiera que despertaría en medio de otra gran tempestad; y, en medio de un pozo de agua y tierra árida sin cuidar, Nomi cayó. Despertó y miró a su alrededor, se encontraba sola, pero… ¡había despertado! Las gotas de lluvia sonaban por todos lados. Nomi se sentía viva; después de todo, no parecía tan malo haber caído en aquel lugar que se sentía frio y solitario.
 
Los días pasaban y la pasajera lluvia se iba a mojar otros valles y luego regresaba. Nomi esperaba pacientemente por el día en que pudiera salir totalmente de su acogedor cascaroncito. El sol ayudaba enviando sus tibios rayos a la pequeña semilla para que creciera, y Nomi empezó a crecer rápidamente. De su centro, empezó a brotar un tallo verde con un par de pequeñas hojas, y una hermosa flor empezaba a ver la luz del sol. Con gran alegría Nomi recibía el calor del sol y las gotas de lluvia que las nubes al pasar le dejaban. Nomi sonreía a los viajeros del aire, a las aves que volaban cerca de donde ella estaba. Era maravilloso verlos volar. “¿Cómo lo lograban?”, pensaba Nomi.
 
Pero ningún ave se detenía. Aquel lugar era tierra árida, sin vegetación, que nadie veía como un lugar para sobrevivir. Pero Nomi ya empezaba a crecer allí.
Un día, un ave, durante su vuelo matutino, al ver a Nomi sola se detuvo y le dijo: “¿quién te trajo hasta acá, pequeña flor? No es buen lugar para vivir, si quieres crecer tan grande que puedas llegar al sol, tendrás que irte de aquí.” Y el ave siguió su vuelo… Nomi, se quedó pensando… ¿Cómo podría irse ella de ahí?, pues sus raíces eran muy débiles y pequeñas, apenas la sostenían. ¿Sería posible que la pudieran llevar a otro lugar? Y en la brisa se fueron sus pensamientos…
 
Por la noche, en aquel árido lugar, se escuchaba un ventoso y desgarrador aire. ¡Sí!, desgarrador, pues las pequeñas raíces de Nomi se empezaron a soltar de la tierra y Nomi salió volando. Aterrorizada y sin saber a dónde llegaría, Nomi observaba el paisaje con gran asombro y nostalgia, como si fuese la última vez que lo vería, pero realmente era la primera vez que lo veía. Abajo entre las verdes praderas, dormían árboles y muchas flores de colores que esperaban la mañana.
Nomi estaba impresionada. Era maravilloso viajar en el aire, sin alas, con sólo el aire… Sin alas de ave ella volaba. ¡Cuántas cosas nuevas podía ver! “Qué lugar más hermoso y grande”, pensaba Nomi.
 
Entre las ramas de un enorme árbol de Jacaranda, Nomi quedó atrapada
 –aunque en ocasiones pienso que el aire de aquella noche, la dejó ahí con    alguna buena intención–.
 
Nomi pasó la noche observando las estrellas, las veía muy cerca, demasiado cerca; casi las podía tocar; y la luna… “¡qué grande es la luna!”, dijo Nomi. Ésta sería para ella quizás su mejor noche, aunque empezaba a sentirse débil, le hacía falta estar en la tierra…
 
Poco a poco Nomi se fue quedando dormida, entre las hojas del árbol, arrullada por el aire nocturno.
 
Al llegar la mañana, cuando el sol apenas salía en el horizonte, Nomi empezó a despertar… De las hojas del enorme árbol, frescas gotas de agua caían sobre ella –¡y no había nubes cerca! –. El agua la hidrató y Nomi empezó a sentirse mejor. Sus pequeños pétalos empezaban a extenderse, a buscar los rayos del sol; y aunque la vista era maravillosa, ella necesitaba bajar de ahí, necesitaba que sus raíces encontraran tierra, un lugar para seguir creciendo y no marchitarse.
 
La brisa de la mañana sopló muy fuerte, más fuerte de lo normal y las ramas de aquel enorme árbol empezaron a agitarse. De entre ellas Nomi empezaba a caer suavemente… Parecía que, una a una, las ramas del árbol la iban tomando para que no se fuera a lastimar y pudiera llegar a tierra… a seguir creciendo.
 
Después de pasar las ramas, como suaves manos extendidas, el aire bajaba con delicadeza a Nomi, poniéndola cerca de las raíces de la Jacaranda. Nomi estaba feliz, ¡tenía tierra! Y sus raíces empezaban a moverse rápidamente, buscando de donde sujetarse… Nuevamente Nomi se sentía viva.
 
Después de un rato empezó a notar que el árbol era enorme, de grandes ramas extendidas y ella no podía ver el sol… ¡Necesitaba de aquellos tibios rayos, y necesita agua!… Buscaba a sus lados, queriendo moverse, sin tener resultado: ¡no podía!, necesitaba ayuda… El aire nuevamente sopló muy fuerte y Nomi voló lejos del árbol, cerca del valle, donde crecían hermosas flores de todos colores. El aire la dejó junto a una hermosa rosa, quien, recibiéndola amistosamente, le hizo espacio para que sus raíces se aferraran a aquella fértil tierra. Nomi estaba feliz, pues al fin empezaba a crecer fuerte. Cada día veía a aquella rosa tan hermosa y algo vanidosa que no dejaba de presumir su hermoso color rojo carmín y su exquisito aroma; pero Nomi no quería ser como ella: ella quería volar, quería ver mucho más allá…
Nomi empezó a crecer rápidamente y la rosa tenía que estar apartándola hacia los lados, pues sentía que le robaba la atención de las mariposas, quienes pasaban a admirarla durante el día…
 
—Muy hermosa –dijo una enorme mariposa azul.
—Mmm delicioso aroma –dijo un acelerado colibrí.
 
La rosa vanidosa le pidió al aire que se llevara a Nomi, pues tenía que estar advirtiéndole de que no se acercara mucho o le lastimaría sus pétalos y, además, era demasiado llamativa y grande.
 
El viento pensó que pronto Nomi sería una enorme y bella girasol y ya no sería tan fácil hacer que su raíz se soltara de la tierra, por lo que en un último intento empezó nuevamente a soplar muy fuerte… Nomi se movía con la fuerte ventolera, bailando en su suave silbar, hasta que por fin se pudo soltar y en el aire nuevamente se fue a volar.
 
—Ya no quiero regresar a la tierra, quiero volar –dijo Nomi al viento, quién sopló con más fuerza y por el espacio abierto la hizo volar…
Los pétalos de Nomi disfrutaban de la brisa fresca. Ella disfrutaba volar por todos lados, sin alas –no como las aves– Sin alas: sólo ella y el viento.
 
Tenía raíces que la sostenían en el aire o en la tierra, le daban estabilidad…
Sentía el sol en la raíz y en cada uno de sus pétalos que volaban por todos lados –Nomi, voló–.
 
Desde aquel accidentado día, Nomi amó volar, cruzar el valle, pasar por las ciudades, ver la luna de cerca y a las estrellas saludar.
 
Ahora vive en el paisaje, volando con la brisa entre los árboles, estará por siempre en los colores del amanecer; y por las tardes pintará las nubes, será parte de los aromas del aire… Siendo ahora, Nomi, el girasol del aire.