MALCOM PEÑARANDA -COLOMBIA-

<     >

PÁGINA 9

<                    >

Mi nombre es Malcolm, pero mis amigos me llaman Malky. En cuanto a mí, soy licenciado en lenguas modernas, con maestría en lingüística aplicada y especialización en enseñanza del inglés. Soy muy abierto, franco, sincero y exigente, de mente progresista y vanguardista. Me gusta la música vanguardista, la literatura americana y europea, la gente abierta y confiable, la historia, las postales, la nueva era y la neo-conciencia. Soy escritor, lingüista, intérprete, traductor y profesor universitario. He sido escritor desde los 14 años y empecé a escribir para escapar de una crisis profunda en la que estaba. He escrito novelas, relatos, crónicas, ensayos, cuentos, novelettes y artículos. Soy de Medellín, Colombia.

 

LA NIÑA PIJA

 
Serie:                               ESCENAS DE CIUDAD
Ciudad Escenario:              Madrid, España
 
Por aquellos días, Madrid vivía los rezagos de la Movida Madrileña y vivir allí era como inyectarte litros de adrenalina a diario. No había términos medios. Solamente había dos maneras de vivir siendo estudiante extranjero: o en el carril rápido o en el anonimato lento y chungo. Yo escogí el carril rápido. El YOLO (You Only Live Once) se convertía en la eterna pregunta en búsqueda de aprobación: ¿Molo?
Al salir de la universidad, la calle te llamaba y la ciudad te devoraba, literalmente. Ya no sabías si volvías y ni siquiera si querías volver. Pero volvías. Sobrio, ebrio, medio entonado o entonado y medio. La foto de polaroid en un callejón cutre o las huellas del vómito en el baño compartido, te recordaban que la juerga había sido real. La resaca te daba unas cuantas cachetadas de recordatorio. Despertabas, o por lo menos simulabas. Había que rendir en las clases y evaluaciones. El café muy cargado y los calditos de pollo se convertían en tus mejores amigos. Tardabas en hidratarte, pero tardabas más en rearmarte.
En uno de esos intentos, los extraños que sobrevivían los excesos de la noche se convertían en superamigos con poderes variopintos que molaban más que volar o ser invisible. Intercambiábamos recetas caseras para revivir, que iban desde el caldo levantamuertos hasta la mezcla de gaseosa con cerveza. Revivíamos por un par de días hasta la siguiente muerte, que era más dolorosa o más olorosa. Éramos zombies que leíamos libros interesantes y hablábamos de chorradas. La anécdota más vergonzosa terminaba con un brindis que casi la volvía honrosa.
Todos girábamos en una lavadora de varios ciclos que rara vez paraba para enjuagar. Hasta que llegó Ximena y nos centrifugó a todos. Era la típica niña pija, caprichosa y voluntariosa. Hija única y cargada de pasta. Tenía tanta que podría haberse dado el lujo de invitar a toda la facultad de rumba. Su belleza era exquisita. Facciones muy finas, casi perfectas. Piel fresca y acariciable. Pelo castaño claro ondulado, que los fines de semana teñía de rubio o cubría con una peluca de colores llamativos. Siempre vestía ropa de marca y accesorios que nadie más tenía. Su perfume era su marca personal. Siempre olía bien y estaba muy bien puesta, aunque para ello hubiera tenido que pasar toda la mañana poniéndose bolsitas de té para cubrir las ojeras y echándose cremas caras para recuperar su piel. De personalidad fuerte y gustos caros, o te caía bien o te caía mal, pero nunca pasaba desapercibida. A mí me caía bien y desde el primer día, siempre me resultó muy maja. Nos hicimos amigos y nos devorábamos la noche madrileña con el desenfado típico de los 90. Nos unía la noche y el gusto por la rumba, así como el disgusto por las drogas, pues éramos quizás los únicos que no las consumíamos en aquellos tiempos de pasión y locura.
Bailábamos cualquier ritmo que pusieran en los sitios nocturnos y si no nos sabíamos los pasos, improvisábamos y acertábamos. En aquel entonces, MTV todavía ponía videos musicales y uno aprendía con ellos a bailar la avalancha de ritmos que llegaban de Latinoamérica y África, principalmente. Nunca antes había conocido una española a la que le salieran tan bien los ritmos nuestros. Ella bailaba y encantaba. El sitio entero la imitaba y así cazaba a sus amantes efímeros, a los despachaba por no saber bailar, besar o amar su vida rápida, sin semáforos ni retenes. A veces la sorprendía en sus morreos a la entrada de los baños o en los callejones semioscuros en los que nunca nos robaron ni abusaron. Los amigos cercanos nos decían que todo borracho tiene su ángel guardián alcahueta. Yo les respondía que no éramos borrachos sino simples amantes de la noche.
Hoy todavía no alcanzo a explicarme de dónde sacábamos tanta resistencia para estudiar y ser buenos estudiantes. Quizás por nuestra juventud o por no romper nunca nuestra regla de oro: beber solo un par de copas si al día siguiente teníamos clase. Y no todo era rumba. Hacíamos todo tipo de planes, desde cenas con comida sana hasta asistir a museos y galerías donde exponían sus obras sus amigos pijos. Nunca se nos agotaban los temas de conversación. Pasábamos de resolver los problemas del mundo a sorprendernos con el éxito del cantante chungo. Compartíamos alegrías y tristezas, nostalgias y subidones.  Fue un semestre inolvidable. Las semanas pasaban sin darnos cuenta. A veces salíamos ilesos, a veces nos dejábamos la piel en los vórtices de la noche, en esos lugares donde todos se tropiezan y pocos se enderezan.
Cuando volví de España, el contacto con Ximena duró varios años y nos visitamos en diferentes países. Conectábamos tanto que parecía que nos hubiésemos dejado de ver el día anterior y no uno o dos años atrás. Creíamos que nuestra rumba sería eterna. Todo cambió cuando ella se casó y sus prioridades cambiaron. Ella que juraba que ningún hombre la encerraría, terminó en una jaula de oro, rodeada de lujos y una rutina a la que quizás finalmente se adaptó. Hoy me pregunto si quedará algo de esa niña pija que a todos nos deslumbró. Y casi que pagaría por haber visto las caras de mis amigos y colegas argentinos cuando leyeron el título de esta historia.
 
Glosario de españolismos:
 
Pijo (a): persona que, en su vestuario, modales, lenguaje manifiesta afectadamente gustos propios de una clase social adinerada.
Molar:   gustar, encantar, enganchar.
Chungo:  poco atractivo.
Cutre:      de mal gusto o de mala apariencia, barato, ordinario.
Movida Madrileña: movimiento contracultural surgido en Madrid.
   
 
 
© 2021, Malcolm Peñaranda.