CLARA SOLOHAGA -ARGENTINA-

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Desde pequeña soy una aficionada a la lectura, me gusta escribir, lo hago desde el corazón y no desde la razón, mi imaginación no tiene límites y eso es lo que me lleva a crear ese mundo de fantasía o realidad.
 
 
Mi nombre es Clara Solohaga (Clarisa Mcgregor) y resido en Argentina.
Contacto por e-mail: clarisol66@hotmail.com

 

CANCIÓN DE DESPEDIDA
 
Cantar era lo que a ella le gustaba, cuando lo hacía dejaba su corazón al descubierto, sobre todo porque ella misma escribía sus canciones. Esa tarde fue caminado hacia el estudio, era la primera vez que asistía a uno, los nervios la traicionaban.
Mientras caminaba con su guitarra colgada en el hombro, y sus pasos se acercaban al estudio se preguntaba qué había pasado para que todo ocurriera así de rápido. Solamente había cantado en la parada del micro como una experiencia más se dijo. Pero su sorpresa fue total cuando al terminar de cantar se le acercó un señor con traje y le dijo:
-Hola mi nombre es Sergio Carreras, la verdad que me sorprendió tu voz y la letra de la canción. No es conocida, pero te deja pensando. ¿Cómo te llamas? – le preguntó casi sin aliento y continuó. Mira no tengo mucho tiempo, te dejo mi tarjeta y te comunicas conmigo así combinamos para charlar sobre el tema. Casi me olvido de decirte que soy productor musical, llámame.
Martina todavía sorprendida tomo la tarjeta en sus manos y no dejaba de mirarla azorada.
Ese mismo día llamo a Sergio Carreras y combinaron que se verían en el estudio a las 17 horas. No podía ser tanta coincidencia la fecha 17 de noviembre a las 17 horas…
Este mismo día hacia 5 años atrás se había despedido de su amiga en el lecho de su muerte. Así que esa fecha y esa hora le estaba marcando algo. Ella no era de creer en cábalas, pero daba que pensar esa coincidencia.
Llegó al estudio y se presentó a la secretaria- Buenas tardes, mi nombre es Martina y tengo una cita con el señor Sergio Carreras.
La secretaria la observó y dijo sonriente –A si, buenas tardes el señor Carreras la está esperando. La acompañó hasta la oficina donde se encontraba el productor sentado detrás de su escritorio. Éste se levantó en cuanto la vio y le dio la mano.
-Hola Martina ¿cómo estás? Me gustaría escucharte nuevamente con más tiempo. Tienes una voz espectacular. ¿Te importaría acompañarme al estudio?
Martina no podía creer que le estuviera sucediendo esto. Cerró los ojos un momento y al abrirlos Sergio la miraba confuso. ¿Qué te ocurre? -Le preguntó- ¿te sientes bien?
-Si- le respondió Martina- lo que ocurre es que estoy emocionada y me resulta difícil todavía creer que estoy aquí con usted y a punto de entrar a un estudio.
Bueno- le contesto Sergio- tranquila Martina. Vamos a realizar una prueba nada más. Haz de cuenta que estas en la parada del micro cantando como lo hiciste hoy cuando te vi.
Mientras caminaban hacia el estudio Martina temblaba. La dejaron entrar. Había aparatos, consolas y una cabina donde solo ella y su guitarra podían entrar, por supuesto estaba el micrófono.
-Toma asiento Martina y relájate -le dijo Sergio.
Martina espero hasta que Sergio y el ayudante se sentaron frente a las consolas y le dieran la orden para que comenzara a cantar.
Hizo unas respiraciones, Sergio le dio la señal y tocando la melodía comenzó a cantar, era letra y música compuesta por ella. La había escrito hacia 5 años atrás cuando su amiga se despidió aquella tarde de noviembre y decía así:
“Hay personas que se cruzan en nuestras vidas
Y dejan un destello de amor y alegría.
Por distintas circunstancias
Se despiden de esta vida…
Dejando en nuestros corazones
Un vacío sin medida.
Crecerán sus alas en estos días…
Dónde desde allí nos protegerán
Con amor e hidalguía.
Hay personas que se cruzan en nuestras vidas…
Y no hay distancia o muerte
Que nos pueda separar en este día.
Hay personas que se cruzan en nuestras vidas….
Donde hoy y siempre serán nuestra guía.
Abrazos entre alas para ellos que desde
El cielo nos miran”
El sonido de la guitarra y su voz parecían angelicales tanta ternura y tantos sentimientos guardados desde ese día en que la vio partir con melancolía. Como olvidarla si fue como su hermana más que una amiga. Pero recién hoy podía llorar y transmitir su sentir.
Sergio y el ayudante mientras la escuchaban ponían otros sonidos a la balada que Martina cantaba. Se miraban y asentían. Sí, había encontrado un talento en la calle sin siquiera pensar que lo haría.
Cuando terminó de cantar con lágrimas en los ojos, miró atreves del cristal a Sergio. Este sonriente levantó el pulgar y le hizo seña para que se acercara a ellos. Martina se acercó y el productor puso el tema por ella cantado con los arreglos musicales. No podía ser que este fuera su tema, que su guitarra sonara así, que los otros instrumentos formaran el conjunto perfecto de una canción llena de amor. Sergio le dio la mano y le dijo:
-Bueno Martina, me encantó tu canción y como sonó. Esto será un éxito. Si estás de acuerdo podríamos firmar un contrato, por supuesto tendrías que consultar con un abogado así te quedarías más tranquila. Si tienes otras canciones podremos grabar. Lo que te propongo es que seas una cantante profesional. Y que trabajes con nosotros.
Martina no daba crédito a lo que oía. Dios -se dijo- este es mi sueño hecho realidad, cerró los ojos, fue una imagen tan real ver a Celia su amiga sonriendo, sí lo había logrado el mismo día y a la misma hora de la despedida de Celia. No pudo retener la lagrima que se deslizó por su mejilla, así que le narró la historia a Sergio de ella y su amiga.
Martina –le dijo Sergio- hoy Celia tiene su canción de despedida así que continua con tu vida. El amor y el cariño que compartieron seguirá intacto y tu futuro será brillante como las dos lo habían soñado. Martina agradeció esas palabras a Sergio y se despidió diciéndole que prepara los documentos que tendrían que firmar al día siguiente. Porque desde ahora en más los sucesos de su vida serían así, a una gran velocidad.
 
 
 
TODOS LOS CAMBIOS SON BUENOS
 
Ella corrió hacia la estación de tren sabiendo que ese día sería el último en su trabajo. Cansada estaba de hacer siempre el mismo recorrido. Sin embargo, no supo por qué tenía tanto miedo, había esperado este día con mucha ansiedad. Verse así, nerviosa, no le gustó nada de nada. Subió al tren, tomo asiento junto a la ventanilla y mientras observaba los edificios que se alejaban comenzó a recordar su vida, era extraño porque nunca tenía tiempo de replantearse nada. Vivía corriendo como se decía habitualmente. Quizás sea por la edad – se dijo- mientras miraba la ciudad Ester veía como los edificios se transformaban en casas ya estaban en los suburbios y el panorama era distinto. Trabajar en la fábrica de jabón no fue fácil. Había entrado a trabajar allí con apenas 16 años. Como toda joven tenía sus proyectos, pero provenía de una familia humilde, con cuatro hermanos pequeños y unos padres que hacían lo que podían por mantenerlos, cada año trabajado allí había dejado un poco de sí misma.
Trabajar tantas horas, era un sacrificio, pero valió la pena, pues mientras trabajaba en la fábrica pudo ayudar a sus padres con los gastos de la casa y la educación de sus hermanos menores. Además de que por las noches asistía a diversos cursos. Hasta que un día se planteó ¿Por qué no estudiar en la universidad? Se armó de valor y, una mañana bien temprano, antes de partir hacia el trabajo se presentó en la universidad. Todo era nuevo para ella, era otro mundo. Ver tantos jóvenes que caminaban seguros de sí mismos le daba un poquito de miedo. Pero se dijo – he pasado por tantas cosas, ¿cómo me puede asustar este paso que voy a dar? Si cuando miro hacia atrás me doy cuenta de todos los obstáculos que pude superar. Así que se encamino hacia la secretaria y se apuntó para estudiar enfermería. Siempre le había gustado ayudar a los demás, cuando alguien en el trabajo se accidentaba la llamaban a ella para que se encargara de asistirlos y proporcionarles los primeros auxilios. Así que no fue difícil para ella decidirse por esa profesión. Y sí, allí comenzó su vida, su nueva vida.
Fueron tres años intensos, estudiaba en el tren cuando regresaba de trabajar y desde allí iba a la universidad. No paraba un segundo. Cada materia aprobada era un gran triunfo para ella. Cuando comenzaron las prácticas y tuvo que acudir a los hospitales y asistir a los enfermos no lo podía creer. Para ella era muy importante poder transmitir tranquilidad y seguridad a los pacientes. Lo hizo lo mejor que pudo y obtuvo las mejores calificaciones. Sin embargo, en la fábrica cada día se le hacía más difícil poder resistir las burlas y los maltratos de su jefe.  Hasta el día anterior, cuando asistió a las prácticas en el hospital, se le acercó el Doctor Ramírez, médico clínico y le dijo:
-Buenas tardes Ester- la he estado observando y la verdad que su manera tratar a los pacientes me agrada y además usted es muy eficiente. Me gustaría charlar y proponerle un puesto de trabajo en mi clínica particular. Necesito una buena enfermera.
Si le interesa el puesto me avisa, el sueldo es muy bueno.
Ester no daba crédito a lo que oía. No podía creer su suerte. Tantos años trabajando en la fábrica y soportándolo todo, el ofrecimiento del Doctor Ramírez no podía llegar en mejor momento. Se acordó del dicho de su abuela Juana “Dios aprieta mija pero no ahorca”.
Y muy ansiosa respondió –Claro Doctor Ramírez que me interesa el puesto. –Usted solamente dígame cuando precisa que comience a trabajar y lo haré.
El Doctor Ramírez le dijo, -mañana mismo puede comenzar si usted puede por supuesto-.
Ester le sonrió y con los ojos abnegados de lágrimas le dijo- si mañana estaré en su consultorio, pero antes de llegar tengo que hacer un trámite.
Y así fue como se encontraba en el tren lista ya para bajar en la fábrica que la vio crecer, llorar y avanzar.
Ya no tendría que sufrir las insinuaciones de sus compañeros ni de su jefe, los maltratos y malos entendidos se terminarían, muchas lágrimas derramadas, pero hoy llegaba la recompensa tan esperada.
Acercarse a su jefe con su mejor sonrisa y decirle que renunciaba en ese instante, que ya nada le importaba, que esperaba que cambiara, que tratara mejor a su personal y que le deseaba pese a toda una buena vida.
Su jefe la miraba con atención y le dijo -aquí no esperes nada, no te pagaré ni un centavo. Nadie renuncia aquí, así como tú sin preaviso. ¿Qué te has creído?, ¿ahora que estudias, te crees superior a los demás? Despidiendo así todo el veneno guardado que tenía.
Ester lo miraba y pensó – pobre hombre – toda la vida humillando a los demás y hoy solamente porque le digo que no trabajare aquí se pone así. ¿Por qué me ha tratado tan mal durante tantos años? No tenía respuesta a esa pregunta. Así que le contestó
-Mire no sé cuál es su problema, pero yo no me siento superior a nadie, al contrario, mantengo los valores que mis padres me han enseñado, a ser agradecida por los años que se me ha permitido trabajar aquí. Solamente se me ha presentado la oportunidad de trabajar en lo que he estudiado y a usted le consta el sacrificio que he hecho para lograrlo. Así que señor me despido de usted agradecida por todo, hasta de los maltratos que fui sometida por usted y mis compañeros, ya que gracias a ello me he hecho más fuerte de carácter.
Su jefe la miraba ya no con amargura sino con respeto…y le dijo – Ester debes perdonarme, me he portado como un imbécil todos estos años. Siempre fuiste diferente a las demás, tan segura de ti, tan firme en tus convicciones, nada de lo que dijéramos te sacaba de tus cabales. Aguantaste todo, y mira al final vas salir de aquí por la puerta grande. Con la frente alta y el orgullo de que dentro de poco tendrás el título de enfermera. Por favor perdona mi actitud.
Ester le respondió que todo estaba bien. Seguía agradeciendo los años que le permitieron ayudar a su familia y a ella misma.
Cuando salió de la fábrica se sintió libre, libre porque ya no trabajaría por necesidad, sino que de ahora en más trabajaría en algo que le gustaría. Le faltaba una materia para recibirse, pero tenía grandes planes para su vida. Trabajaría en el consultorio del Doctor Ramírez, pero también lo haría en el hospital. Sí, los cambios llegaron a su vida y todos los cambios son buenos, por lo menos así lo sentía ella.
Una nueva vida comenzaba, el consultorio del Doctor Ramírez y sus pacientes la esperaban y en su casa sus padres y sus hermanos orgullosos de ella estaban.