JOSÉ ÁNGEL ESPINOZA CHAGOLLA -MÉXICO-

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Mi nombre es José Ángel Espinoza Chagolla, nací el 6 de agosto del 2005 en Cotija de La Paz, Michoacán; México. Mi familia está conformada por mi padre, José Luis Espinoza Calderón, mi madre Esther Adela Chagolla Patiño y mi hermano André Espinoza Chagolla. Actualmente curso el segundo año de preparatoria en el Colegio La Paz donde he ido estudiando desde el kínder. Mis pasatiempos son leer, jugar fútbol y escribir, éste último lo he ido practicando en este último año y he realizado varios escritos como cuentos, ensayos, guiones cinematográficos y una novela, en la cual estoy trabajando todavía. El escribir me ha hecho conocer varias personas de todas partes y parte de eso me ayudo a crear un estudio de gente latina, donde hacemos realidad las letras y las convertimos a ilustraciones y radionovelas que publicamos en nuestra canal de YouTube, llamado Phoenix Studios. Mi meta a futuro es poder publicar mi novela junto con sus secuelas y seguir escribiendo muchas cosas en el futuro, sin embargo, mi mayor anhelo es estudiar medicina y llegar a ser neurocirujano. Este 2021 me ha traído demasiadas sorpresas en mi vida tanto buenas como malas, sin embargo, no me arrepiento de ninguna de ellas, pues gracias a eso pude convertirme en lo que soy ahora y la pandemia abrió un pasatiempo donde jamás pensé, que yo practicaría con mucha felicidad y orgullo, como lo es la escritura.
 
espinoza.angelclp@gmail.com
Perfil de Facebook: Ángel Chagolla
 

                 
“Tsïtsïki y Pachitel”

 


Tsïtsïki es una niña tarasca que vive con su familia en Pátzcuaro, Michoacán; México. Cada primero y segundo de noviembre, viajaban en teparis hasta la Isla de Janitzio a visitar a su abuela y ayudarla hacer un altar de muertos que pudiera honrar a sus antepasados, con este ritual indígena adoraban a los muertos en forma de fiesta. Al pasar de los años éste se fue fusionando con la religión católica hasta llegar al día de muertos que conocemos en la actualidad.
Este año no fue la excepción, todos los miembros de la familia abordaron una tepari. Tsïtsïki subió a su perro Pachitel junto con su madre, cuya cara deprimida y llena de dolor, no pasó desapercibida para ella, quien en un intento de animarla la abrazó y besó en su mejilla.
—¿Qué le sucede mamita? —preguntó Tsïtsïki
La madre guardó por unos cuantos segundos silencio y le respondió —No es nada hijita, solamente pensaba que tu abuelita no estará presente este año—. Tsïtsïki demostró duda, pero calló, mejor se puso a jugar con Pachitel, un cachorro de Xoloitzcuintle de un año.
Después de 20 minutos de viaje llegaron a la isla cubierta de cempasúchil, símbolo de la vida y muerte en la cultura Phuré. Estaban a punto de desembarcar cuando Pachitel salió corriendo del terapi y se perdió entre la multitud de personas provenientes de todo el mundo, Tsïtsïki intentó alcanzarlo, pero su madre la sostuvo del brazo y evitó que también se perdiera al igual que él.
—¿Por qué no me dejó ir por Pachitel? —preguntó entre llantos Tsïtsïki.
—Recuerda, es día de muertos y te puedes perder entre el gentío —respondió su madre abrazándola—. Además, él va a regresar, te lo prometo.
Tsïtsïki se limpió las lágrimas con su reboso del traje típico de la zona lacustre de Michoacán,  con un pequeño suspiro y sollozo, tomó sumisamente la mano de su madre. La familia caminó por el sendero de altares de muertos decorados con velas, papel picado, cempasúchil, fotos de los amigos y familiares difuntos, comidas típicas de México y tapetes de aserrín.
—¡Escuincles tenemos mucho trabajo que hacer! —gritó Atari, el padre de Tsïtsïki—. Es medio día, debemos tener todo arreglado para las 7:30 p.m.
—¡Eh!… pero ¿dónde se encuentra nuestra Yeya? —preguntó Atzimba.
—Nuestra Yeya tuvo que irse a otro lugar —respondió Tsïtsïki con una sonrisa—. La veremos después ¿verdad mamá?
 La madre con ojos llorosos asintió. Atzimba y Tsïtsïki entraron animadas a la casa con sus cuatro primos y dejaron solos a los adultos, que guardaban un silencio incómodo.
—¿Cómo les explicaremos que su abuela murió? —preguntó Tsanda.
—Lo haremos cuando terminemos de decorar el altar, es lo que mi madre querría —contestó Atari.
Después de varias horas de trabajo lograron preparar todo para el altar familiar, solamente faltaba que los primos lo conectaran al camino principal de cempasúchil, el cual desprendía un aroma fuerte y cálido a la vez, haciéndote sentir bienvenido a casa. El lugar comenzaba a oscurecer, las veladoras de cada hogar y del lago, hacían relucir toda la decoración de una forma increíble y nostálgica, impulsando a los niños a subir el camino hasta llegar a la estatua de Morelos a jugar en la explanada. Tsïtsïki se quedó inmóvil sentada en una silla mirando al lago. Atari cuando vio a su hija decidió sacar un plato con corundas para que comiera algo.
—Gracias papá —agradeció la niña tomando el platillo—. ¿Tú sabes por qué se fue en el mismo día la abuela y Pachitel?
Su padre simplemente guardó silencio por unos segundos y tomó a su hija de la silla para subirla a sus hombros. —A veces, suceden cosas que simplemente no podemos explicar, es parte de la vida, pero confió que antes de que nos vayamos de la isla, encontraremos a Pachitel.          Desde el balcón, en el que estaban, se podían apreciar varios fuegos artificiales que fueron lanzados al cielo nocturno iluminándolo con diferentes colores. Tsïtsïki sonrió de la emoción, mientras su padre lloraba en silencio. Atari la bajó de sus hombros y la mandó por sus primos.
La niña acató la orden y empezó a subir el inmenso camino, pasaba entre toda la multitud como un rayo, pero cuando estaba por llegar reconoció a lo lejos a su perrito y cambió la dirección hacia él. Cada vez se alejaba más del camino por alcanzar a Pachitel, de repente, dejó de correr y llegó a una área verde llena de cempasúchil, que dejaba ver una increíble vista del lago donde se reflejaba la belleza de la luna llena. Pachitel se volteó, dio un ladrido con el cual provocó una enorme ráfaga de viento e hizo que los pétalos de las flores volaran como remolino.
Tsïtsïki se cubrió los ojos con sus pequeñas manos, tenía miedo y a la vez curiosidad por lo que sucedía, en eso comenzó a brillar una luz color naranja encandilándola por unos momentos, de pronto, apareció frente a ella su querida abuela.
—¿Cómo has estado Tsïtsïki?
—Yeya Martha… ¡estoy muy bien! —caminando hacia ella para abrazarla.
Pachitel volvió con la niña y le empezó a lamer la mano mientras movía la cola. Martha se agachó y empezó acariciar el lomo del cachorro —La razón de que Pachitel haya desaparecido, fue para buscarme en la tierra de los muertos y poder guiarme para poder despedirme de ti—.
—¿Eso significa que es el adiós? —preguntó confusa Tsïtsïki.
—No mi sapichu, solo es un hasta luego, sin embargo, siempre estaré contigo, aunque solo me veas en sueños, mientras esté en tu corazón —le dijo mientras le daba el último abrazo.
La niña sin dudar se abalanzó sobre su amada abuela, la abrazó fuertemente mientras lloraba, el viento poco a poco desaparecía y los pétalos caían al suelo como si fuera una cascada naranja, mientras el cuerpo de Martha se fusionaba entre ellos sin dejar rastro alguno, excepto su olor. Tsïtsïki se quedó parada por unos minutos y las lagrimas cesaron, miró hacia la luna soltando un pequeño suspiro, desvió su mirada hacia Pachitel y regresaron juntos a casa.