MAGALI JANET GARCÍA -ARGENTINA-

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PÁGINA 13

Autora: García Janet Magali
22 años
Estudiante de profesorado en nivel secundario de psicología
Argentina
garciajanet847 @gmail.com
Instagram: garciajanet847- Garciajanet07
 

Tema: Duelos
Ángel


Me quiero curar, intento curarme. Pero es como si una parte de mi estuviera en una descomunal rebeldía, inhábil a eso. Quiero que deje de doler, pero es como si de eso se tratará, todo me manifiesta que tiene que doler, que el dolor es imprescindible.
Grito, hablo, lloro, me enojó, rompo, corro, golpeó, no es suficiente. Sigue doliendo.
A veces siento que soy algo parecido a un robot, viviendo por inercia.
Me pregunto por qué te fuiste y me quiebro completamente, no es un simple dolor de corazón, me duele todo, el cuerpo entero, me duele vivir.
Momentos a solas para sanarme que concluyen en pensamientos tristes sin sentido ni lógica.
Momentos acompañada para distraerme, que expiran en un simple suspiro infinito con el cual detecto que el dolor sigue ahí, dentro de mí.
No es vacío, es algo indescifrable que llegó cuando te fuiste y desde entonces se hace notar cada vez con más fuerza.
Momentos, tiempo, dolor. Respiro y duele, pongo mi mano en mi pecho intentando acariciar dónde duele, no puedo, ¿cómo hago para que ya no duela más? O al menos ¿para qué duela menos?
Entonces me acuesto, miro fijamente el techo y me entrego. Dejo que duela, que duela lo que sea preciso, tanto, hasta que deje de dolerme o en otro caso hasta que me acostumbre a vivir con él.

 

 

*       *        *

 
No te fuiste


Siento tanto todo, me duele el corazón y a la vez no logro asimilar todo esto, de a ratos creo estar en una pesadilla que no se acaba más y me fatiga.
El mundo está tan colmado de ausencia, injusticia, tristeza, soledad.
En la calle intercambio miradas con la gente que está casi tan herida como yo, y llego a reconocerla.
Me desespera tener que aceptar que de esto se trata la vida y que estoy obligada a vivirla.
Se me derrumba el mundo y de repente parece que estoy dentro de un reloj de arena, la arena se desvanece en mis manos, entre los dedos, el tiempo pasa y nada mejora, lo peor es que no puedo hacer nada, aunque lo intente.
Me voy a ahogar, me estoy ahogando.
Tengo un nudo en el pecho, la garganta y el estómago.
Me siento sola, muy sola, asustada.
Justo como cuando una nena se pierde en el supermercado y busca desesperadamente a su mamá, en todas las caras.
Su voz entre tanto ruido.
Así, como una nena que te busca en toda cara, en todo ruido, en todo olor.
Quiero que me hagas upa, mientras te abrazo, y lloro.
Que me digas "va a estar todo bien mi pichona" y creerte, una vez más.
Porque me lo merezco, porque lo necesito y porque me amaste, vos me amaste.
No te fuiste todavía yo te extraño, no te fuiste todavía, me duele.
No te fuiste todavía y tampoco te podés ir, no lo tenés permitido, no te dejo.
No me dejes.

 

*    *    *

 
Para mamá


Puedo, a pesar de cualquier circunstancia, desarrollar el poder de exhibir lo más bello de mi ser, usando como medio el escribir(te), y lo expreso así porque todo lo que escribo es por y para vos.
Guiada por mi convicción y autenticidad, escribo los versos que brotan en mí y que, de alguna manera u otra, tengo la inevitable sensación de redactar(te).
Llevo la perspicacia de que así el dolor deja de ser tan intenso y puedo detectar una especie de crecimiento interno en mí.
Me curo, me sano, me reconstruyo y puedo seguir.
Puedo, yo puedo.
Siempre y cuando verbalice todo lo que siento, con la intención de localizar el modo de continuar hablando con vos, aunque ya no estés acá.
Bah, no estés acá es un decir, porque hablo físicamente, puesto que yo te siento todo el tiempo, en todo momento, en todo lugar y en todo el cuerpo.
Vos estás, y yo puedo por esa misma razón.
Me dejaste
Me dejaste en un perfecto jardín de rosas negras y marchitas, con ese sentimiento inexplicable de cuando se te enfría un té y ni ganas de prepararte otro te queda.
Aún con tu perfume impregnado en mi cuerpo, en el aire, en mí.
Ese perfume que creaba una lluvia de magia en mi estómago y me transmitía a lugares que ni sabía que existían, ese perfume que cada vez que te abrazaba me obligaba a respirar profundamente aún sin querer hacerlo.
Me dejaste en una estación sentada, esperando algo que no va a llegar, a un tren que quizás ni exista ya.
Con el sabor amargo de una ilusión que se transformó en decepción, con tu risa resonando en mi cabeza.
Y la imagen de esa sonrisa que tanto amaba (que tanto amo).
Así me dejaste, con un nudo en la garganta que ni llorando mil años se va, con el corazón en la mano y ni un poco de ganas de seguir.
Con miles de palabras acumuladas por decir, con miles de sentimientos que no valieron nada sentir.
Me dejaste y ni siquiera te llevaste todo el amor que tenía para darte, para brindarte.
Así me dejaste, me dejaste con ganas de no volver a querer a alguien más.
El amor nunca deja de ser
De pequeña leí y me contaron millones de historias, de las cuáles siempre dije que la mejor parte era el "y vivieron felices para siempre"
Alguna vez después de sucesos que me cambiaron, me pregunté qué pasaba con ese amor y esa felicidad después de la que la vida terminara.
Descubrí la respuesta a mi pregunta, viviendo.
Me convencí que esa felicidad se transforma en tristeza pero ese amor, perdura hasta después de la vida (o la muerte).
A él le tocó conocerla.
Enamorarse.
Enamorarla.
Vivir junto a ella momentos inigualables.
Hacerla y ser feliz.
Pedirle que eso pasará a ser para siempre.
Ser su esposo y mejor amigo.
Ser el papá de sus hijos.
Soportarla y ser privilegiado por el hecho de que ella le entregará tanto amor.
A él le tocó perderla.
A él le tocó el alma, el corazón y la vida su ausencia.
Y sí, ellos vivieron felices y se amaron por siempre.
Pero cuando ella dejó de vivir, a él le tocó seguirla amando.