RINGO CRUZ GAMBA -COLOMBIA-

                   >

PÁGINA 22

 

CORAZÓN ESFÉRICO
 
"Las victorias son de todos y las derrotas solo de uno: yo"
(Mourinho)
 
Solo dos veces he ido a la iglesia y he encontrado paz y muerte. La primera vez fue cuando me casé y la otra para despedirme de un ser querido. Cargaban en hombros el cajón por el barrio, cabinas estéreo retumbaban cánticos y lamentos familiares. Otro guerrero ha caído. El templo vestido con los colores del equipo como señales respeto. Fingí no entender por qué se estaba derramando sangre, si se había parado la guerra. Parecen que nos quieren barrer del territorio, comentaba entre dientes. Dejaban la caja atrás de la línea de bomba. Entre ellos se hacen pases con el balón y golpean una de las esquinas para hacer el gol. Luego todos se echaban encima, lo abrazaban, y el más parcero del difunto abría la tapa para darle aguardiente. Mi mujer estaba inconsolable, intentaba no perder el control, veo el dolor en sus ojos. Lloraba como amante, pero todos saben que sufre porque era un familiar cercano.
A la edad del difunto yo prestaba servicio militar, en el entrenamiento de polígono me dispararon. Dejándome solo un testículo, haciéndome un inútil para usar mi herramienta y sin la posibilidad de multiplicarme.  Me quedaba el fútbol que nunca falla. Por esa época trasmitían los juegos por televisión, la rivalidad a muerte era con Las Gallinas. En cada partido siempre había morraco, yo disfrutaba del juego a mi manera, hacia el banderín y mi gorro con retazos de tela. Me apodaron Duende Verde porque detrás de cada gol o derrota encontraba mi goce, respetaba al rival, disfrutaba el juego sin meterme con nadie, pero eso sí, si tocaba defender la camiseta no había nadie que cruzara mi raya. Los pelados se acercaban y me pedían que les dijera dónde compraba esos accesorios, demostraban respeto.
Hice un plante de sombreros al estilo bufón con el dinero del accidente, mi afición nunca se puso en duda, de noche remendaba capuchas en la máquina de coser de la vieja y luego las vendía a la entrada del estadio para reunir dinero para la boleta de entrada, los pelados me llevaban en la buena, un día decidieron hacerme su jefe.
 
Recuerdo el incidente de unos fanáticos que, al extremo del trapo, entre los nudos escondieron gasolina y fósforos; las tribunas no tenían rejas para separar a los aficionados. Mojaron la bandera en gasolina, la izaron a mitad del partido, le metieron candela y envolvieron a cuatro gallinas, los muchachos no alcanzaron a llegar al hospital. Hay mucho pelado que venía acompañar al difunto, grababan en sus teléfonos el recorrido hasta al cementerio. Las hembritas no vestían de luto usaban leggins tres tallas menores a su peso, lloraban y puteaban al cielo.
También recordamos en un clásico la muerte de uno de los árbitros: lanzaron desde la tribuna sur baterías de radio envueltas como bollo en una pañoleta, lo dejaron en coma.
Una estrategia de mi propia invención para extender el territorio era marcar con colores del equipo las canchas de los barrios, hacer fiestas donde se echaba pólvora e invitar a los vecinos para que no se ranciaran con los aficionados, así extendí la gallada para el equipo de "los Duendes Verdes", hacíamos campañas por los barrios, aficionando a los peladitos por el arte futbolístico de nuestro club. Luego los demás equipos copiaron este modus operandi. La ciudad se dividió por zonas: Las Gallinas, Los Rojos, Cardenales y nosotros Los Verdes. Los verdaderos rivales y cochinos eran Las Gallinas que hacían negocios en las tribunas, y hasta amenazaban a los árbitros para arreglar juegos.
Es bonito ver a los amigos del muertito que lo vienen a ver de otros lados, algunos están en sus motos echando pito, otros hacen "caballito" levantando la llanta de adelante, otros se paran en la silla y gritan: arriba los Duendes Verdes Zona 5.
Amé a mi hermano Abel, como solo se quiere lo querido, no puedo creerlo que lo despidiera de esa forma. Se aficionó rápido al vicio, después de que a mi madre se la llevará el cáncer. Siempre lo cuidé, hasta que lo cogieron preso. Le dieron dos años en la correccional para menores por apuñalar a un fanático de otro equipo, se salvó de milagro después de varios puntazos.  Allí se volvió maloso. Lo mantenía bajo mi ala como perro rabioso y solo lo soltaba para resolver problemas que no tienen solución, apretar a un mal elemento o escarmentar a los visajosos que marcaban nuestro territorio con colores de su equipo.
 
El fútbol es una guerra, que no te engañen, jugadores y fanáticos son soldados de esta maldita pasión. Los directivos de los equipos se aprovechan y ponen y quitan a su antojo a los gladiadores que dejan su pellejo en la cancha.
Fui llamado por los dirigentes para ayudar a parar la violencia, tenían información que había creado mi propia tropa brava desde el barrio y era una de las más grandes en la ciudad, sabía quién entraba o salía del estadio, controlaba lo bueno y lo malo que rodeaba a la nueva hinchada. En un partido clásico conocí a mi reina que era la hermana de otro jefe de territorio, era perfecta excepto que tenía un tatuaje del equipo de Las Gallinas en el pecho, luego encima del matacho se hizo el escudo del mío, como regalo de bodas.
Al casorio asistieron los jefes de territorio. Allí en la iglesia sentí paz. El curita era aficionado al equipo, aceptó casarnos con la camisa. La barra era un coro eclesial. La fiesta fue en una cancha con pintas y escudos de todos los equipos como señal de tolerancia. Los aficionados y los vecinos por primera vez se celebraron sin temor. Un lugar neutro entre los territorios. Y la segunda vez que entré fue a la misa de difunto, para decirle adiós a mi hermanito menor.
 
En los acuerdos de la mesa de negociaciones se repartieron los territorios según la zona de influencia de cada barra, se dispuso que los cuatro jefes debían verificar en la entrada del estadio que no se metieran armas de fuego, hierba ni objetos corto ni largo contundentes para mantener la tranquilidad en el juego. Cada uno tenía una zona en la ciudad, donde era libre de hacer lo mejor que dispusiera para su parche. A cambio de estos servicios nos daban entradas y voz en la mesa de negociaciones.
Pactamos con Las Gallinas y por un tiempo hubo paz, hasta que mi hermano, se convirtió en el dealer del estadio y hacia sus mierdas en los otros territorios, los vecinos venían a mí a exigirme que impusiera el orden, usaba a los peladitos para sus negocios.
Tengo que volver a ganarme la confianza de los vecinos, mientras pasa la caravana con el difunto, ellos nos miran detrás de las cortinas. Mi hermano estuvo robando las tiendas, usaba las camisetas de los equipos para camuflarse y grafitiaba los muros con marcas Cardenales, de Los Rojos... mientras yo buscaba los responsables en otros territorios creyendo que los asaltos eran señales de guerra y justiciaba a los sospechosos.
 
Los otros jefes me llamaron a una reunión y presentaron pruebas, mi sangre le causaba daño al pacto, la manzana podrida, se gusaneaba a mi mujer, usaba la tregua de paz para robar y vender vicio.  Si deseaba parar las muertes, debía sacrificarlo. Al otro día amanecería muerto con cinco puñaladas. Ahora los vecinos estarán contentos porque se podrá celebrar un partido en la cancha del barrio con barras rivales.
 
Ya hemos llegado al cementerio, los muchachos están melancólicos han dejado tras de sí una huella de cartones de aguardiente y colillas de cigarrillos. El cura en su sermón hablaba que la vida es como un juego de fútbol, mi reina estaba destrozada, llena de dolor, se arrojó al cajón y se subió y le bailó la música que a él le gustaba, sin camisa.  Hasta que las mujeres la bajaron, la vistieron y la calmaron. Miraba. Todo lo perdonaré. Está embarazada, es lo único que nos dejó mi hermanito para que lo recordáramos siempre.
 

 

 

Ringo Cruz Gamba
 


 

Es profesional del área de las ciencias humanas con amplia experiencia en el campo de laboratorios artísticos, promoción de culturas escritas, investigación, gestión social y creación artística. Posee importantes habilidades lúdico creativas, actividades que desempeña en espacios institucionales y alternativos-independientes con sentido social y comunitario. Además, es músico y escritor experimental desde lo interdisciplinar como los performances y productos sonoros con interacción con otros lenguajes artísticos.