JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ ZAYAZ -CUBA-

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José  Luis Hernández Zayas, de nacionalidad cubana, es Licenciado en Derecho, en la especialidad  de Derecho Penal, en la Universidad de la Habana, Cuba. Ha recibido  cursos de escritura de guión en la Escuela del Instituto de la Radio y la Televisión Cubana. También en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en la especialidad de dramaturgia Teatral. Actualmente pertenece al grupo de escritores ¨Abstractos¨. Escribe regularmente para el espacio  policiaco radial  Casos Cerrados, de Radio Arte y está afiliado a la Casa Productora de Telenovelas. Ha participado en diferentes concursos literarios.
 

 

ESPEJISMOS

 

Alexander se movía inquieto en su asiento, la exposición del orador desde la tribuna le resultaba fastidiosa, el tema oquizás la forma de abordarlo, no lo seducía, y una sensación de acides le aguijoneaba el estómago.Todo ello provocóuna necesidad incontrolable de abandonar el lugar. Para relajar su tensión  dejó vagar la vista por el auditorio, y de pronto: la descubrió, apartada, abstraída en uno de los laterales, y ya para él, todo fue ella.Parecierauna frasetrillada, pero desde ese instante, para él, fueron solo ellos en el mundo. Se volvió  a su colega Rafael a su lado, con la suplica en los labios.
 

  • ¿Quién es?
  • ¿Quién es quién? - respondió Rafael sin mirarle, sin prestarle atención.
  • Aquella-dijo señalándole al lugar donde antes estuvo la mujer.
  • Mi hermano, ahí no hay nadie-dijo Rafael luego darle una rápida ojeada al lugar.
Alexander quedó en silencio y volvió a recorrer el teatro con la mirada, la halló al fondo, como antes, sola. Al parecer ella no había reparado en él, pues no le dirigió  en ningún momento la mirada.
 
  • Mira, es la que está al final.
  • Ale yo no veo ninguna mujer- dijo Rafael al mirar con desgano hacia el lugar que le señalara- eso se llama delirium tremens.
  • ¡Que delirar de que… mi hermano, tremenda hembra!, mire aquello.
  • Toda tuya, déjame concentrarme que esto está interesantísimo-Rafael se volvió a él con la duda en los ojos- mi hermano ¿Te sientes bien?
  • ¿A que viene la pregunta?
  • Oiga señor en veintidós años, primera vez que te veo fijarte en otra mujer que no sea Aurora, es más dudo mucho que sepas entablar una conversación con otra y que decir de enamorarla…
  • ¡Ahh, tú siempre tan gracioso!
  • Gracias por el piropo, pero mi herma’ ponte pa’ esto, que vinimos aquí a instruirnos no en plan de Guillermo el conquistador.
Ante estarazón, Alexander volvió al silencio,  era cierto,  en veinticinco años había sido un hombre fiel,convirtió su  amor por Aurora en un sacerdocio, pero la sola visión de aquella mujer nubló su  razón, él mismo no sabía explicar aquella desazón, aquellos  destellos de adrenalina, que se  exteriorizaronen una rara sensación en la boca  del estomago.Determino seguir  su instinto, sin dudarlo se aprestó a vivir su aventura.Espero  o más bien desespero hasta el final de la conferencia y con desenfado de adolecente, la abordo en el lobby. Ella sentada junto a un ventanal por el que el viento penetraba a  juguetear con su cabello, mientras  con estudiado descuido desliza sus largos dedos  por  el lomo de su agenda negra. Él llegó a su lado y carraspeo su garganta para clarificar su voz y  de paso hacerse notar.
 
  • Buenas-dijo casi en un susurro
Ella se volteó con lentitud, fijo en él sus ojos color del tiempo dedicándole una sonrisa, Alexander sintió un estremecimiento  y quedo petrificado.
 
  • ¿Tú?
  • Yo- afirmóella, extendió la mano que el hombre demoro en estrechar - siempre me ha gustado la gente inteligente, perspicaz, pero te confieso, pocas veces he sido descubierta tan pronto.
 
El hombre hizo una mueca que pretendió ser una sonrisa, se sintió desfallecer y se llevo las manos al pecho.
 
  • ¿Será hoy?
  • Ujum- asintió la mujer –pero no hay prisa, tomate tú tiempo.
  • ¿Y mi familia?
  • Jum… ¿Aurora?, no me decepciones-dijo ella ayudándolo a sentar- ellos seguirán adelante, eso siempre sucede.
  • ¿Qué pasará conmigo?
  • Lo sabrás a su tiempo, pero te aseguro, nada que ver con esas ideas preconcebidas, por ahora no puedo decir más.
  • A veces me preguntaba, ¿por qué no se resistían a seguirte?
  • Siempre has sido curioso, y no creas, aveces haysu obstinado, pero para eso existe el arte de la seducción, todos tiene un ideal, un sueño, este- al decir esto se señaló– este es el tuyo, aunque encontraste una buena mujer, creaste una familia, engavetaste tus fantasías, tus ilusiones, hoy al verme algo despertó en ti y corriste a mi sin dudar.Eso pasa con todos, hasta los más exitosos tienensueños sin cumplir.
  • Yo todavía tengo cosas por alcanzar.
  • ¿Y quien no?
  • Si tuviera un poco más de tiempo…
  • Este es el que te han dado, en tu defensa digo, que lo has sabido aprovechar.
  • ¿Puedo pedirte algo?
  • Veamos.
  • No me dejes tendido en la callerodeado de curiosos, o en el salón de reuniones.
  • Lo que sucederá contigo esta todo escrito aquí-dijoal señalar la agenda negra- no soy yo quien traza el destino.
  • ¿Y quien?
  • Unos le llaman Dios, otros, naturaleza…
  • ¿Puedes no hacérmelodifícil? -suplico él
  • Tú dolor empeora, ahora te llevaran al hospital-observo ella poniéndose de pie.
  • ¡¡Ayy!!-se quejo Alexander, que sufrió un desvanecimiento y la sensación de caer al vacio.
 
Entreabrió los ojos y vio pasar veloces sobre su cabeza las luces de las lámparas del techo, se dio cuenta  que iba sobre una camilla en el hospital, al sentir el inconfundible olor del cloroformo, sobre su cara una mascarilla que le suministraba el oxigeno,  a su lado un enfermero sujetaba  la botella del suero que  tenia en el antebrazo. Al llegar a la sala de terapia, lo trasladaron a la cama y comenzaron a aplicarle el protocolomedico, al mirar a la pielera de su cama, descubrió enfundada en un traje verde, la figura de Aurora, quien le sonrió  y guiño un ojo, infundiéndole esperanza, él le devolvió  la sonrisa y empezó a sentir su cuerpo flotar. De pronto una mano fuerte  lo atrajo hacia si,   y ya en el pasillo de la sala, miró a la cama y vio su cuerpo, su cara  con esa sonrisa de esperanza y los clínicosque insistían en reanimarlo. La de los ojos color del tiempo tiro una vez más de su mano obligándole a seguirla, al tomar por el pasillo en dirección a la salida, la fuerte luz del exterior,  le anuncio una tarde radiante, hermosa, a lo lejos diviso a su mujer y sus hijos que junto a Rafael llegaban a toda prisa al Hospital, con ojos llorosos.
 
  • ¿Entonces allá…?-intentó preguntar a la de los ojos color del tiempo.
  • Era yo, me pediste que te lo hiciera fácil,  ¿recuerdas…? No, no me agradezcas, y vamos ya, hay otros que me esperan.

 

 

*     *      *

 

 

RULETA RUSA

 
 
El hombre cierra el abultado maletín que descansa sobre la cama. Con premura cuelga la mochila al hombro, toma el maletín y al volverse, repara en la mujer recostada al marco de la puerta del cuarto, quien, con sus brazos cruzados sobre el pecho, denota que llevar tiempo en el lugar.
 

  • ¿Ya te vas? - pregunta ella impasible, sin dejar la postura.
  • Olga, por favor déjame explicarte…
  • Tranquilo…- dice ella con una cándida sonrisa- hace rato esperaba esto y lo menos que quiero es un espectáculo.
  • ¡¡¡Shhh!!!- suspira el hombre, al tiempo que relaja su cuerpo- te juro que lo más que temía, es a tu reacción.
  • De seguro esperabas una escena desgarradora. Yo prendida de tus pantalones, dando la nota: ¡no me dejes Fernando!... ¡chuit!,¡ ná mijo no!, nada de teatro,  no soy actriz, yo no soy Verónica Lynn, ni Gina Cabrera, ¿te quieres ir?…adiós.
  • Te prometo que, dentro de unos días, paso por aquí y conversamos. De más decirte, para lo que sea, cuenta conmigo. Me timbras y ya estoy aquí…
  • ¡Fernando!... no te desgastes, de sobra sabes que cuando salgas por esa puerta, si te he visto… ni me acuerdo, son 35 años aguantándote para que te me quieras vender de buen samaritano.
  • ¡Oye… error!, de verdad, voy a pasar por aquí.
  • ¿Tengo que hacerte la historia, de todo lo que me has dicho que vas a hacer y no has hecho? ¡Ay deja eso, Fernando!
  • ¡Tú sí me llevas recio!, bueno me voy que esperan por mí.
Toma nuevamente el maletín y la mochila.
 
  •  Dentro de una semana es mi cumpleaños –dice ella como sin querer
  • ¡Verdad que sí!, pero nada sin falta yo paso por aquí, además…
  • ¡Hey!, no hace falta el teque, no estás en tu oficina ni en una reunión. Iba a decirte que de estúpida que soy, no sé…me dio por recordar cuando fui feliz y compré dos maltas y una lata de leche ¿Eso te recuerda algo?
  • Bueno todavía, no tengo demencia senil, claro que me acuerdo, al principio de nuestra relación cada noche nos tomábamos una malta con leche…
  • ¡Uhh… qué bien!, también te acuerdas que me hice adicta a eso y al infantilismo tuyo ese de echar a suerte cual sería nuestro vaso, ¿pero éramos felices verdad?
  • Olga, si seguimos por ahí, esto se hace más difícil. -refunfuña el tratando de salir
  • Lo único que pido, es que me acompañes a tomar un vaso de malta con leche ¿qué puede tener eso de malo?, tú que te la das de civilizado, mi amigo…
  •  Es que hoy no creo que sea buena idea.
  • Cogiste por donde no es. Mira yo no tengo alma de tarrúa. Si no es hoy será mañana, pero ya decidiste que te vas ¿a qué viene eso de reconquistarte? La malta y la leche la compre para celebrar mi cumpleaños, y no quisiera hacerlo sola, ¿Entiendes ahora?
  • Está bien, está bien-acepta él luego de unos instantes de duda.
  • Bueno vamos –dice ella con una sonrisa camino a la cocina, seguida por él a corta distancia, cargando la mochila y el maletín.
Ya en el lugar sobre la mesa están dos jarras de barro, junto al resto de los ingredientes, ella saca una lata de biscochos.
 
  • ¡Hasta biscochos! -exclama él asombrado
  • No soy inglesa…, pero tengo mis gustos, y quiero que esto sea con categoría…y como yo hice el aporte tú lo preparas.
El coloca la mochila y el maletín en el suelo, sentándose a la mesa.
 
  • No digo yo- acepta él de buena gana.
  • Bueno sigamos el ritual, así que pitea –dice ella siempre sonriente.
  • Está bien, pito, pito colorito…-dice él para tomar la jarra de la derecha-si me hubieran dicho que en este momento íbamos a quedar como amigos, no lo hubiera creído.
Por toda respuesta, ella le mira tomar de un tirón el contenido de la jarra y lo imita, luego sonríe con ironía
 
  • ¿Cómo buenos amigos?, ¿Quién te dijo que quedaremos como amigos?
Por primera vez, él percibe algo raro en la actitud de ella y se pone en guardia.
 
  • Detrás de un hombre grande, hay una gran mujer, - comienza ella a decir- ahora no recuerdo quien dijo eso, pero te aseguro que se equivocó. Detrás de cada hombre, mediocre, insignificante o grande siempre hay una gran mujer.
  • Olga yo no…
  • Me subestimaste Fernando, ¿te olvidaste quien enviaba en tu nombre las postales de felicitación, los regalos? ¿la que te recordaba tus compromisos, tus reuniones ?Di, ¿Quién te ayudo a llegar donde estás con sus consejos y advertencias? ¿Quién te alertaba de tus rivales y enemigos? Fui yo. Siempre desde las sombras, desde esta casa, sin ser oficialmente tu secretaria. Claro, tu ego te impide reconocer que fui yo, quien te ha hecho lo que eres. Yo, la que renunció a su carrera para ser tu soporte.
  • Olga, ¿a qué viene eso ahora?
  •  A que sacrifique mi vida por ti, Fernando, lo deje todo ¿y que tengo ahora?
  • Pero tú no puedes quejarte, mira… te dejo esta casa con todo o casi todo que veo que no estás conforme.
  • Ahí está… tú lo has dicho, casi todo. Yo no tengo una familia y a esta edad, ni soñar puedo con eso.
  • ¡Ya sabía yo! Toda la conformidad y aceptación de horita eran pura farsa, mejor me voy, otro día paso por aquí.
  • Te dije…que cuando salgas de aquí, no vas a regresar.
  • Si tú lo quieres así, así será. Pero un día me vasa entender y hasta me lo agradecerás, nunca es tarde para volver a empezar.
  • Palabras, palabrería barata, todo tiene su tiempo, en buen cubano, ya mi carnaval paso. Tú y tu demagogia me jodieron la vida. Siempre una excusa para posponer los hijos, y ya ves… con ella…
  • Eso fue un accidente.
  • ¿Accidente?, tú relación de diez meses con ella, un accidente. Su embarazo…
  • Ese embarazo fue un accidente, no creí que a mi edad yo…
  • ¡Ay chico no seas cínico! Busca otro pretexto. Eres siempre tan predecible, que desde hace siete meses trame esta venganza.
  • ¿Qué?
  • ¡Ah, porque creíste que esto se iba a quedar así!, pues te quedo grande papá ¿Qué te parece? A mí el que me la hace, me la paga.
  • Mira a ver lo que tú vas a hacer-dice Fernando a la defensiva.
  • Tranquilo-dice ella con una ademán- Hice. Una de estas jarras, no sé cuál, como ves son idénticas, está impregnada de veneno para ratas. Como sabes demora un poco en surtir efecto. No hay peligro de entrecruzamiento, pues cada una tiene su propia cucharilla. Así que… solo uno de nosotros va a morir. Si muero yo, te liberas de la promesa de: juntos hasta que la muerte nos separe. ¡Chuit, Bahh! Y como tú preparaste todo esto, eso te convierte en mi asesino. Las cucharillas tienen tus huellas, irás a la cárcel, y vamos a ver, si esa… te espera. ¡Ah! ¿El móvil? Evidente, tienes que darle un techo a tu amante embarazada, varias amigas comunes que conocen tu infidelidad lo confirmarán. Por otro lado. Si mueres tú, me la habrás pagado, aquí… frente a mí… así que…
Fernando la mira perpleja, un sudor pegajoso cubre su rostro, que refleja el terror que le domina. Olga con exasperante sangre fría toma un cigarro, lo enciende, y ofrece uno al hombre que permanece en shock. La mujer recrea su vista en las volutas de humo que ascienden al techo.
 
  • Tú debes estar loca-dice él al pasar sus manos por el rostro.
  • Es posible. Pero corre, quizá llegues al Policlínico… ¡ay que olvido!… si el agraciado eres tú y corres, el veneno circulará más rápido por tu cuerpo.
  • No, tú estás muy loca -balbucea el hombre.
  • Es posible. Pero en este juego… solo uno, será el ganador.