JORGE IGNACIO MILLÁN NIETO -MÉXICO-

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PÁGINA 40

 

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Jorge Millán Nieto es egresado de la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Veracruzana. Ha publicado los textos Fantasma sin límites, Desdoblamiento onírico (cuento), El habla mítica psicodélica en The Doors, El minimalismo como arte narrativo… y Los pueblos indígenas como modelo de identidad cultural (ensayo) en las revistas Nudo Gordiano, Monociclo, Cinética, Espora y Funk, respectivamente. También ha colaborado con el podcast virtual El Buen Cruel, proyecto de audioliteratura disponible de manera libre en la plataforma Spotify. Asimismo, es uno de los autores participantes en la antología literaria “Mar de Tinta”, próxima a ser publicada por la editorial homónima independiente junto con otros escritores de México y Latinoamérica.

 

Pseudónimo: Sidereus Padua
Lugar de nacimiento: Coatzacoalcos, Veracruz, México
E-mail: millanletras@gmail.com
FB: Jorge Sidereus
IG: rey_lagarto127    
Contacto: 2281519710

 

 

EL ASTRONAUTA Y LA ESTRELLA
 

Por Sidereus Padua

 

Somos polvo de estrellas. Por naturaleza, los seres humanos estamos conectados a ellas. Al mirar el firmamento, los mortales nos conectamos con nuestra matriz: el universo. Sin embargo, con el paso del tiempo desde nuestro surgimiento como especie, esa conexión orgánica con el cosmos se ha deteriorado, a tal grado de desconocernos y desconocer el mundo en el que habitamos. A lo largo de nuestra historia, ese desconocimiento ha sido nuestro peor enemigo; hemos olvidado como existir armónicamente con nuestro entorno. Como colectividad, nos hemos degradado a través de un rol dominante predominantemente nocivo, que adoptamos a nivel individual de manera inconsciente, lo cual nos ha vuelto propensos a la autodestrucción. Dejamos de sentirnos parte del todo, y con ello dejamos de sentirnos a nosotros mismos.
En un lugar alejado de la Tierra, en un escenario en que la humanidad está aún más próxima a su extinción que en el tiempo presente de quien lee estas líneas, a bordo de una nave espacial, un par de astronautas tienen la misión de encontrar planetas con características óptimas para albergar vida humana, por lo que surcan los rumbos jamás explorados del universo con el objetivo de hallar mundos similares al tercer planeta del sistema solar. El año transcurrido es 2060. La esfera terrestre está por colapsar y ha dejado atrás por no pocos años su punto de ‘no retorno’. Todo intento por parte de las personas y los grupos de poder por salvarse de la extinción parecen ser en vano, lo que ha llevado a la gente a un estado de resignación sobre su fatal destino. Los esfuerzos de los sobrevivientes se han enfocado en buscar la preservación de la especie a través de tripulaciones de astronautas de avanzada. En concreto, hombres que representan la última oportunidad de supervivencia de los seres humanos.
La historia de este relato se centra en los tripulantes de la nave Etiopía, conformada por los cosmonautas Ric y Set, quienes tienen personalidades afines entre sí, aunque a veces chocan en situaciones determinantes sobre el rumbo de la misión. A pesar de tales puntos de contraste, sus visiones se complementan con el enfoque adecuado, específicamente cuando contemplan un espectro amplio de posibilidades en la búsqueda de éxito científico. Por un lado, Ric es un científico muy conectado con su lado sensible, un sujeto que no duda expresar sus sentimientos de manera natural y espontánea, sin dejar de lado su visión metódica; por otro lado, se encuentra Set, un hombre de ciencia más racional, que actúa y se rige a través de una perspectiva enteramente analítica para entender la realidad. En pocas palabras, son individuos contrastantes que el destino ha reunido como protagonistas de este viaje sideral, y el amor por la ciencia y la inmensidad del cosmos es su punto de convergencia.
            En este punto de la misión, la astronave a bordo de la cual van estos hombres de ciencia recibe el informe de una nave amiga sobre la existencia de un exoplaneta en un sistema estelar con una enana roja como estrella madre. El reporte enviado informa que las condiciones atmosféricas del lugar son idóneas para la vida terrícola. A pesar de no abundar en cantidad, existe agua en un porcentaje considerable, pues conforma al menos la mitad de la composición del cuerpo celeste. Lo que es aún más sorprendente es que el elemento vital en este mundo es predominantemente agua dulce, por lo que su estado es ideal para el consumo humano. Con el hallazgo de esta exotierra, el universo presenta al homo sapiens un halo de esperanza para la supervivencia: una segunda oportunidad para recomponer el camino como civilización en otro paraje del cosmos.
            Debido a las condiciones tan favorables, el astro ha sido nombrado Edén por sus descubridores, y han reportado su existencia con la finalidad de que quien reciba la misiva emprenda su arribo al orbe paradisiaco. En el informe se especifican las coordenadas exactas de su localización; los astronautas no dudan en atender el llamado y programan el curso del armatoste espacial hacia la ubicación señalada. La decisión es unánime. Los sujetos coinciden en que su compromiso es investigar cualquier exoplaneta con potencial afable para la vida de las personas. En el caso de este nuevo mundo, al ser descrito como un edén terrestre, así esté localizado en el lugar más inóspito del espacio sideral, la fe cifrada en ellos y su responsabilidad como hombres espaciales de élite, les dicta embarcarse sin vacilar hacia su exploración. Después de un viaje de tiempo y distancia prolongados, por fin llegan al sistema donde se encuentra el planeta reportado.
            Se trata de un esquema estelar con dimensiones inferiores a las del sistema solar, con la enana roja mencionada por sus descubridores como centro de éste, lo que confirma la información del reporte intergaláctico. Alrededor de la enana roja orbitan tres planetas, y sólo el segundo de ellos, Edén, se encuentra en la zona habitable alrededor de dicho astro. El primero posee una órbita muy cercana a la estrella madre, por lo que sus condiciones ambientales son ardientemente abrumadoras; mientras que el tercero tiene una órbita demasiado alejada de la zona mencionada, lo que provoca que reciba muy poca luminosidad y su atmosfera exceda las temperaturas bajo cero.  En concreto, ambos lugares resultan precarios para la vida humana.
Tal escenario convierte a Edén en el único cuerpo celeste del sistema (aún sin nombre) que manifiesta las características de una exotierra, algo alentador para Ric y Set, así como para toda la especie. Una vez realizado el protocolo de reconocimiento del barrio galáctico, el radar de Etiopía reporta un inesperado dato adicional, ya que detecta la presencia de un cuarto cuerpo masivo dentro de las coordenadas que abarca el esquema planetario. Aunque menor, este cuerpo también posee potencial porque se encuentra en la zona marcada como habitable, situación que ha generado extrañamiento en ambos astronautas.
 
―Oye Set, mira lo que ha detectado el radar –dice Ric al percatarse sorprendido–, identificó un cuarto cuerpo celeste dentro de la zona habitable del sistema.
―Es lo que veo. Qué raro que no lo incluyeran en el informe de apoyo para la labor de reconocimiento.
―Efectivamente, es bastante extraño. Valdría la pena investigar de qué se trata.
―No lo sé Ric, quizá no sea una buena idea.
―¿De qué hablas? Como hombres espaciales, tenemos la responsabilidad de investigar sobre cualquier sitio que represente un nuevo hogar para la humanidad.
―En eso estoy de acuerdo, pero en este caso especial –responde Set a la defensiva–, no tenemos pruebas fehacientes de que así sea, por lo que considero que lo mejor es ignorar su existencia, al menos hasta que hayamos ido a explorar Edén.
―Eso se puede resolver, ya que el radar señala que su ubicación nos queda prácticamente de paso; no perdemos nada con ir a investigar un poco.
―Hablo en serio Ric, en verdad presiento que no es una buena idea.
―Piénsalo bien Set, si tenemos éxito en nuestro cometido, encontraremos un segundo mundo habitable en un mismo sistema planetario, y nuestras probabilidades de éxito son altas, pues el planeta se encuentra en la zona marcada como habitable.
 
De esta manera, después de una persuasiva insistencia, Set termina por acceder a investigar el misterioso astro detectado por el radar, pero con la condición de que únicamente harán la labor de reconocimiento desde adentro de la nave, sin descender a la superficie, para después continuar su trayecto hacia Edén. Ric acepta tal condición sin excusas; así que, sin mayor contratiempo, programan el curso en dirección a la ubicación señalada. Una vez iniciado el rumbo no hay marcha atrás; de hecho, al hacerlo, emprenden un viaje que marcará su destino para siempre.
Con un ambiente enrarecido al interior de la nave, llegan a las inmediaciones de la estrella. Sin saberlo ellos aún, la exploración de la exotierra se halla en el mayor de los peligros, y con ello la esperanza del hallazgo de un nuevo hogar para la raza humana. Desde la lejanía, en el horizonte cósmico que visualizan, Ric y Set contemplan extrañados lo que parece un cuerpo esférico apenas visible en la penumbra espacial; se trata de un círculo magentoso levemente perceptible, con una apariencia muy similar a la de los planetas gaseosos, pero de tamaño superior, que no alcanza el volumen ni luminosidad de las estrellas incandescentes existentes en el cosmos. Los sujetos han quedado perplejos ante la contemplación de un lucero de tales características.
Después de un pausado análisis, llegan a la conclusión de que se trata de una enana marrón, imperceptible por su naturaleza a través de telescopios y aparatos tecnológicos convencionales. Como parte del breve examen realizado, ambos científicos recuerdan que estas entidades cósmicas son conocidas como estrellas fallidas por su incapacidad para mantener el proceso de fusión del hidrógeno propio de los cuerpos brillantes del firmamento, lo cual, deducen, es el motivo de que se desconozca su existencia.
Al determinar la clase de astro que han descubierto, el dictamen conjunto es que las condiciones atmosféricas del lugar imposibilitan la supervivencia de personas en su vasta superficie. Por ello, tras una labor de persuasión por parte de Set y una atípica conducta dócil por parte de Ric, deciden que no vale la pena adentrarse en la densa atmósfera que yace frente a ellos. En palabras del propio Set, de hacerlo, sólo corroborarían las condiciones hostiles e inhóspitas del cuerpo marrón gigante. Ric accede a tal determinación haciéndole a Set una particular petición para retomar el rumbo original de su trayecto espacial: le propone bautizar a la enana marrón tras su descubrimiento.
 
―¿Hablas de ponerle nombre propio a la estrella?
―¿Por qué no? Después de todo, nosotros la descubrimos.
―Mmm claro, no veo por qué no podamos hacerlo. Además, si con eso te sientes satisfecho de haber venido hasta este lugar, aunque no hayamos tenido éxito, por mí está bien –responde Set condescendiente.
―La verdad no pienso obsesionarme con el fracaso de este viaje; prefiero enfocarme en el mérito que conlleva descubrir una enana marrón desconocida hasta ahora y en lo hermosa que es.
―Oh claro, nuestro hallazgo sí que tiene bastante mérito; pero dime, ¿tienes algún nombre en mente?
―¿Qué te parece Lilith? Como la mujer rebelde que, de acuerdo con la mitología hebrea, abandonó el paraíso; el máximo símbolo de erotismo femenino para ésta y otras civilizaciones antiguas –dice Ric embelesado con la imagen de la estrella–.
―Sin duda te ha asombrado su descubrimiento; es un nombre imponente. Lo que no entiendo es el motivo de bautizarla de esa manera.
―¿No lo notas? Está más que claro. La enana marrón es considerada un astro fallido, al que no se le da el título de estrella porque no logra brillar como nuestro sol o cuerpos masivos similares. El caso de Lilith es semejante. Verás, según los hebreos, fue la primera mujer que creó Dios, anterior a Eva, incluso. Ella decidió alejarse del Edén porque sintió injusto su rol inferior en el binomio de la creación divida. Es decir, ambas son bellezas incomprendidas por el hombre.
―Mmm es una argumentación que resulta interesante, sólo quizá un poco rebuscada. Aunque debo reconocer que la expresas con mucha vehemencia. Por eso, y porque no quiero que sientas que nuestro trayecto hasta acá ha sido en vano, la enana marrón será Lilith.
―Gracias Set, aunque no lo creas, recibir tu apoyo en esto en verdad significa mucho para mí. Sólo, antes de partir, te quiero hacer una última petición.
―Claro, mientras no sea algo que ponga en riesgo nuestra misión hacia Edén, cuenta con mi apoyo.
―Quiero salir de la nave para ver a Lilith lo más cerca posible, así que quiero que me apoyes monitoreando mi salida. Saldré con el traje conectado a la nave, y sólo será durante unos minutos a unos metros de distancia. ¿Cuento contigo?
―Están bien Ric –contestó Set dubitativo después de una breve pausa a causa de su reacción de extrañamiento–, pero sólo por unos instantes y después de eso trazaré el vuelo de Etiopía rumbo a Edén.
―Por supuesto, cuenta con ello.
 
Dicho lo anterior, entre ambos astronautas hacen los preparativos necesarios para la salida de Ric. Set programa todo en los controles para equipar el traje con lo necesario y su amigo pueda mantenerse afuera de Etiopía sin problemas; mientras, éste procede a ponerse la indumentaria espacial en el cuarto de la escotilla. Tal actividad la realiza con la mayor calma posible, con la paciencia imperturbable de quien pareciera el tiempo le resulta infinito, como si se sintiera en otro plano y estuviera listo para dar el salto cuántico hacia otra dimensión. Después de unos minutos de sosegada preparación, Ric se encuentra listo para su salida a la atmósfera sideral, y le indica a Set que abra la puerta para salir y visualizar a Lilith en todo su esplendor.
Una vez afuera, Set monitorea el traje de su amigo de manera que no le falte oxígeno ni calidez en aquel entorno frío e inhóspito a sólo unos metros de distancia; sin embargo, hay algo extraño en la situación que le transmite una sensación de incertidumbre. Por su parte, Ric se halla cumpliendo su anhelo de percibir sin filtros la majestuosidad de la estrella que yace frente a él, que lo seduce con su maravillosa estampa. Mientras la contempla, está seguro de sentir en su interior el llamado de Lilith; y es precisamente esta epifanía lo que lo define todo. Convencido de su conexión mística con la estrella, Ric desconecta la manguera que une su traje con la nave, para después quedar suspendido en el siderespacio frente a la hermosa Lilith. Desde la cabina, Set yace incrédulo observando alejarse a su amigo como siendo jalado por la enana marrón.