ALICIA GALLEGOS MORALES -MÉXICO-

Soy originaria de la Ciudad de México, específicamente de la Alcaldía Tláhuac. Actualmente resido en Nezahualcóyotl, Estado de México.
 
Soy mamá de dos jóvenes.
 
Estudié la carrera de Secretaria Ejecutiva Bilingüe y Auxiliar de Contador, posteriormente ingresé a estudiar la Preparatoria para continuar mis estudios como Licenciada en Psicología.
 
Soy emprendedora d proyectos entre los que puedo destacar:
 
  • Venta de productos para equipo de cómputo
  • Orientadora vocacional, proyecto que inicié hace más de 20 años, al cual le hice modificaciones al darme cuenta que para poder ayudar a las personas a encontrar su vocación en la vida, debemos conocernos más internamente; conocer y reconocer nuestras habilidades, fortalezas, capacidades, oportunidades, etc., posteriormente nos es más fácil encontrar nuestra vocación.

Al día de hoy, soy Instructora en Desarrollo Humano, he trabajado en este rubro en las Escuelas Secundarias Técnicas de la Ciudad de México con padres, madres, tutores y estudiantes, así como en grupos multinivel, equipos de venta, etc.
 
A lo largo de éstos años, he tenido la satisfacción de cambiar la perspectiva de vida de varias personas, trabajar con los adolescentes ha sido también un reto porque tocar las fibras de la forma más sutil y apoyarlos a elegir su futuro personal y profesional he aprendido más yo de ellos y eliminar la idea de que es complicado lidiar con las personas durante ésta etapa.
 
La comunicación es la base fundamental en todos los aspectos y rubros de nuestra vida.
 
La pasión por mi vocación me lleva a ponerlo al alcance de toda persona que me permite mi opinión en Su vida, que me pide consejo ante ciertas dificultades de su vida.
 
A partir de la pandemia, he tenido las oportunidades de trabajar mucho en mi persona, como fortalecer aspectos como mi carácter, mi toma de decisiones y muchos aspectos en mi vida que necesitaba modificar.
 
Las actividades que también me apasionan son la lectura, las manualidades, capacitarme en temas que tienen que ver con mi profesión.

 

Correo electrónico: alicia_gallegos69@yahoo.com.mx

 

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LAS MANOS
 
Se encontraba una vez una mano muy triste: 
―¿Qué te pasa amiga? Pregunto la mano derecha a la mano izquierda
―Nada. Contestó la mano izquierda
―Cómo que nada!!??Te ves triste, desmotivada ¿qué pasa? ¿te puedo ayudar en algo?
―Si te digo lo que me pasa te puedes molestar conmigo
―Me preocupas… ¿tan malo es lo que sucede?!!!
La mano izquierda no supo que decir
―Por favor platícame y si te puedo ayudar, con gusto lo haré. No juzgues ni te predispongas
―Bueno, es que siento que no soy tan útil como tú. Creo que a ti te ocupan más que a mí
―Pero… ¿cómo puedes decir eso?!! ¡¡Claro que eres útil!!
―No, eso no es cierto. A ver dime, en qué soy útil tan sólo dame un ejemplo
―No sólo un ejemplo, te daré varios ejemplos: verás, si la persona a la que pertenecemos quisiera barrer ¿crees que yo sola podría hacerlo?, si quisiera tejer, si quisiera arreglar su casa… todas aquellas actividades que hace a lo largo del día, para todo necesitamos trabajar en equipo. Probablemente, algunas las puedo hacer, pero no sería tan rápido como cuando lo hacemos juntas, no lo crees?
La mano izquierda se quedó pensativa por un rato y regresó la mirada hacia la mano derecha diciéndole:
―Creo que tienes razón, me he dejado llevar por mi tristeza y mis malos pensamientos
―Todas las partes de que constan los cuerpos de las personas son importantes, todas tienen una función que cumplir, por eso es importante que cuide todas y cada una de ellas
―Sí, tienes razón. Me ha servido mucho decírtelo, ya me siento mucho mejor y más porque no te enojaste… Gracias por escucharme.
―Somos un gran equipo y sobre todo muy buenas amigas… ¿o no?
Ambas unieron cruzando sus dedos con mucho afecto
 
 
 
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LA ISLA
 
Se encontraba un día un trozo de tierra inquieta por saber hasta dónde terminaba el mar, todos los días miraba hacia el horizonte y sólo podía ver la unión del cielo y el agua; eso le llamaba mucho la atención y en ocasiones le parecía tan hermoso, algo que no podía platicar, sólo sentir.
Hasta que un día, decidida a encontrar el fin del mar, empezó a separarse, poco a poco todos los días para que nadie lo notara, cuando por fin lo logró y a punto de zarpar, otro trozo de tierra le preguntó preocupada:
―¿A dónde vas?
―A descubrir hasta dónde termina el mar
―¡¡¡No lo hagas, por favor… te puedes perder!!!  El mar es mucho más grande de lo que se ve
Trató de convencer a su amiga pero no tuvo éxito
―No te preocupes no perderé de vista esta isla.
Avanzó un poco, se detuvo y volvió a ver a su amiga, para tratar de tranquilizarla, le dijo:
―Vamos, no pensarás que no puedo hacerlo, soy muy inteligente y lo lograré, cuando menos lo esperes estaré de regreso. Confía en mí.
―Eso espero… de verdad, eso espero. Me dolerá ver tu espacio vacío. Dijo con mucha tristeza su amiga
―Agradezco tu cariño y preocupación, pero no puedo con esta curiosidad; cada día que pasa me inquieta y siento que el mar me jala, me invita a conocerlo.
Diciendo esto, partió y sin mirar más hacia atrás, emprendió su camino, de los ojos de su amiga empezaron a rodar lágrimas.
Pasaron los días, las semanas, los meses… no se veía seña alguna de aquél trozo de tierra inquieta que por su parte no había dormido para no perder de vista la isla y de tanto avanzar, sin darse cuenta, se quedó dormida; cuando despertó no supo dónde estaba, no supo hacia dónde debía ir ni dónde estaba la isla. No supo para dónde seguir, ni por dónde regresar. Se angustió y rompió en llanto desesperada, perdió la noción del tiempo. La tristeza, la angustia, el encerrarse en sus sentimientos encontrados hicieron que pasara más tiempo en ese mismo lugar que cuando quiso moverse ya no pudo, algo debajo del agua le impedía moverse, sentía que algo la agarraba con fuerza… se jalaba, se movía con fuerza, hizo hasta lo imposible y no pudo zafarse.
Cerca de ella pasó una ballena y se detuvo con curiosidad al ver que ese pequeño trozo de tierra se peleaba con el agua. Le preguntó:
―¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
―Soy un trozo de tierra, pertenezco a una isla, me desprendí para saber hasta dónde llega el mar.
La ballena al escuchar esto, no pudo evitar soltar una fuerte carcajada, lo que le molestó al trozo de tierra y le reclamó:
―¿De qué te ríes? No veo dónde está la gracia ni el chiste
― ¡¡¡Perdón, es que nunca había escuchado tremenda cosa!!!
― En lugar de reírte, ayúdame
― ¿A qué quieres que te ayude?
― A salir de aquí!!!!
―Pero ¿cómo quieres que te ayude?
―No me puedo mover, me atoré o algo debajo del agua me está agarrando muy fuerte, no me puedo zafar
―Está bien, iré a ver qué tienes. Veré si te puedo ayudar a zafarte.
―Apúrate por favor que ya me quiero ir, tengo que regresar a la isla
La ballena se sumergió en el agua y tardó un rato bastante largo para el trozo de tierra, quien pensó que se había ido y se había burlado de ella todo el tiempo, había perdido las esperanzas… de repente, aparece la ballena, se le quedó viendo sin saber cómo decirle lo que había visto
―¿Qué pasa? No te quedes ahí viéndome ¿qué me está agarrando? ¿por qué no me puedo mover?
La ballena muy intrigada le preguntó:
―¿Desde cuándo estás aquí?
―No sé, viajé muchos días, me quedé dormida, he perdido la noción del tiempo ¿por qué me preguntas eso? ¿qué hay abajo?
―Bueno, es que…
―¿Qué pasa? Ya dímelo por favor, me estás preocupando
―No creo que haya sido poco tiempo el que tienes aquí. No sé qué eres ni a qué has venido. Es difícil de creer
―Dime por favor qué pasa, me estoy poniendo demasiado nerviosa
―Es que tu tierra llega muy abajo del mar, tienes muchas hierbas.
El trozo de tierra no supo qué decir ante tal noticia. Pensó que la ballena se seguía burlando de ella y le dijo
―Ya estuvo bien de bromas, no tiene ninguna gracia.
―Es que no me estoy burlando, créeme, es verdad!!! Por eso no te puedes mover. Platícame cómo es que se te ocurrió hacer esto, cómo es que llegaste hasta aquí
El trozo de tierra le contó su historia y al terminar, la ballena se quedó sorprendida y dijo:
―Creo que fueron varios días los que viajaste y otros muchos los que te quedaste dormida para que pasara esto. Temo amiga mía que de aquí no te vas a poder ir nunca
El trozo de tierra empezó a llorar con verdadera angustia y conmovió a la ballena, quien le dijo:
―Por favor, no llores así que también voy a terminar llorando yo
―No puede ser que esto me esté pasando. No puedo quedarme aquí, prometí que regresaría. Tengo que regresar. Me siento fracasada, derrotada. Me defraudado a mí misma y a la isla de la cual salí
―Mira, mejor piensa en cosas positivas y aunque se escuche feo, hazte a la idea de tu nuevo hogar. Ve lo bueno de las cosas
La ballena trató de alentarla.
La tierra le respondió con mucho sarcasmo:
―Ah!!! Claro!!! Cómo no se me ocurrió!!!  ¡¡Si es un lugar muy agradable!! No hay nadie, voy a estar sola.
―Mira, creo que no debes ponerte así. De nada te vale ponerte así, no hay nada que puedas hacer. Creo que aunque ahorita no lo veas así, hay una lección que debiste aprender. No estarás sola, si de algo te sirve y lo aceptas, te puedo venir a visitar lo más seguido que pueda. Y aunque no lo creas, dentro de muy poco tiempo, tendrás muchas visitas, vas a crecer y tendrás plantas y éstas atraerán a los pájaros y también a mucha de mi familia, ya lo verás.
―Va!!! Qué puedo hacer ya!! No me queda otra. Sólo te pido que cuando vengas a verme no te burles de mí… Sobre todo no divulgues mi historia, no provoques que se vengan a burlar de mí
―Claro que no!!!  De verdad, quiero que seamos amigas.
La ballena se acercó al trozo de tierra y le hizo cariños con su trompa.
Pasó el tiempo, el trozo de tierra creció, cuando la ballena la visitó le dio mucho gusto ver cómo había cambiado todo, sobre todo que ese pequeño trozo de tierra se había convertido en toda una isla, llena de palmeras, pájaros, animalitos... a la isla también le dio mucho gusto volver a ver a la ballena.
 
 
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Cierta ocasión que se encontraba Teresita cenando con sus papás, miró a la ventana y vio a una niña que la observaba; Teresita se levantó rápidamente de su lugar con el plato aún con alimentos y se acercó a la puerta, sus papas al verla le preguntaron:
― Teresita ¿qué pasa? ¿a dónde vas?
Teresita sin voltear contestó:
―  Ahorita vengo.
Y abrió la puerta rápidamente. Sus papas preocupados por la actitud de su hija, se levantaron de la mesa y la siguieron; al ver que se le acercó a la niña y le ofreció el plato sus papas se miraron uno al otro sin comprender lo que pasaba. La niña que observaba por la ventana miró a Teresita y a sus papas y dijo que no con la cabeza a lo que teresita le dijo:
― Tómalo, sé que tienes hambre se veía en tu cara cuando me observabas por la ventana, te lo doy de corazón.
Al escuchar esto, los papas de Teresita no supieron qué hacer de momento, pero pasado un momento la mamá le dijo al papá:
― ¿Pudiéramos invitar a la niña a que nos acompañe a cenar?
― No la conocemos, no sabemos de dónde es. Respondió el papá
― ¿No has aprendido la lección que nos dio Teresita? Ella no la conoce y sin embargo ve su actitud...Agregó la mamá
― Está bien. Aceptó el papá. Pero de todos modos hay que tener cuidado con la gente que entra a casa o se encuentra cerca de la niña.
La mamá le dijo a su hija:
― Teresita ¿por qué no entran a la casa? Creo que no debería comer en la calle.
― Tienes razón mamá. Contestó Teresita. Vamos, mamá te invita a pasar. Dijo Teresita a la niña.
Todos entraron a la casa y la niña comió todo demasiado rápido y Teresita le preguntó:
― ¿Quieres más?
― No, gracias. Respondió la niña.
― ¿Dónde vives? Preguntó la mamá de Teresita.
― No tengo casa. Respondió la niña.
― ¿Cómo que no tienes casa? Preguntó papá intrigado. Todos los niños deberían tener un hogar.
― Sí, así debería de ser. Dijo triste la niña. Pero no todos tenemos un hogar, ni una familia.
― Entonces ¿en dónde vives? Preguntó Teresita.
― En la calle. Contestó la niña. En donde pueda pasar la noche y no me regañen los policías o la gente.
―Pero es que no comprendo... Comentó el papá preocupado. No es posible que... Sin terminar de hablar miró a Teresita y bajó la mirada.
― Bueno. Interrumpió mamá. Creo que ya es hora de dormir.
― Sí mamá. Dijo Teresita. ¿Te quieres quedar aquí a dormir? Preguntó Teresita a la niña.
―No quiero causar más molestias. Les pido disculpas por haber interrumpido su cena, no fue mi intención. Comentó apenada la niña.
―No te preocupes, dijo Teresita. Mira tenemos un lugar muy cómodo en casa, por si te quieres quedar y sentirte tranquila. Mamá, por qué no acomodamos en el cobertizo la paja y yo le presto unas cobijas para que no pase frío.
― Me parece buena idea. Aceptó la mamá.
―Bueno pues adelante porque ya es tarde y yo tengo que ir a trabajar mañana, no quiero que se me haga tarde. Dijo papá, levantándose de la mesa.
Todos se pusieron en pie incluyendo a la niña y Teresita fue corriendo a su cuarto por las cobijas; mientras papá, mamá y la niña se dirigían al cobertizo a acomodar la paja. Al terminar de arreglar los cuatro la cama para la niña, Teresita y sus papás le desearon bonitos sueños  a la niña y salieron del cobertizo.
―Mamá, papá. Dijo Teresita. ¿Podrían permitir que la niña se quede con nosotros en la casa? Pobrecita no tiene familia ni un hogar dónde vivir.
― Mira Teresita. Respondió papá. Es un gesto muy noble de tu parte, pero es una niña a la que no conocemos, no sabemos si realmente no tiene familia ni hogar. ¿Qué te parece si esperamos a mañana? Si cuando nos levantemos todavía se encuentra aquí vamos a ver qué pasa.
― ¿Qué opinas tú mamá? Dijo Teresita.
― Estoy de acuerdo con papá, creo que es muy pronto para tomar esa decisión; no es algo que se pueda decidir así nada más y tan rápido, tenemos que ver muchas cosas y como dice papá esperemos a mañana.
― Está bien, como ustedes digan.
Contestó triste Teresita.
Al día siguiente, Teresita se levantó muy temprano y le dijo a sus papás que si podía ir a ver si se encontraba la niña en el cobertizo, sus papás le dijeron que esperara un momento, ellos la acompañarían. Al acercarse al cobertizo, abrieron la puerta muy despacio para que en caso de que se encontrara no la despertaran o se asustara, cuál fue su sorpresa que al abrir la puerta, la niña aún se encontraba durmiendo plácidamente; se retiraron sin hacer el menor ruido para no despertarla y se dirigieron a su casa sin decir una sola palabra ninguno de los tres; aunque papá y mamá se encontraban preocupados ante esta situación.
― A ver. Dijo su papá en tono serio. Quiero que hablemos los tres de esta situación. No sé sinceramente qué pensar acerca de esto, no sé porqué está pasando, pero sea como sea y lo que sea, quiero que seamos muy cuidadosos, realmente no sabemos lo que va a pasar. En caso de que la niña se quede hoy aquí, mamá va a vigilarla. Teresita no puedo adelantarme a aceptar o negar que se quede, vamos a ver qué sucede hoy y después mamá y yo tomaremos una decisión y fuere cual fuere nuestra decisión quiero que la aceptes sin problema ¿estás de acuerdo? Esto es muy delicado y muy serio.
― Sí papá, de acuerdo. Contestó Teresita triste pensando que la respuesta sería no; pues nunca nadie había llegado así a casa.
Papá se despidió y les dijo que cualquier cosa le llamaran. Ambas despidieron a papá con tristeza. Mientras la niña se despertaba Teresita fue a su cuarto para sacar el vestido más bonito que tenía, unas calcetas, unos zapatos y un moño que combinara con el vestido, bajó corriendo a buscar a su mamá a preguntarle si podía darle eso a la niña; la mamá dijo que si no se iba a arrepentir porque ese vestido le gustaba mucho, Teresita le dijo que no, que se lo regalaría a la niña porque el vestido que llevaba estaba muy roto a lo que su mamá le recordó:
― Teresita, recuerda lo que dijo tu papá, no hay que apresurarnos... No terminó de decir cuando Teresita le dijo:
― No mamá, no me estoy apresurando sólo se lo voy a dar aunque no se quede con nosotros.
― Está bien como quieras. Dijo su mamá haciendo una caricia sobre la mejilla de Teresita.
Teresita se pasó el rato viendo por la ventana para ver a la niña cuando saliera del cobertizo, su mamá la había llamado para desayunar pero Teresita  esperando que la niña se quedara, desayunaría con ellas; cuando por fin se abrió la puerta del cobertizo, la niña salió con pasos desconfiados y mirando para todos lados; cerró la puerta con mucho cuidado. Teresita avisó a su mamá y ambas salieron a ver a la niña, ella las miró sin moverse de donde se encontraba; Teresita se acercó a ella, la tomó de la mano y la guio a su casa nuevamente y le dijo muy contenta:
― Estaba esperando que despertaras para desayunar juntas ¿quieres acompañarnos?
La niña miró a la mamá de Teresita esperando aceptación o negación, quien le dijo si quería un poco de leche calientita, la niña aceptó moviendo la cabeza y las tres se dirigieron a la casa. Teresita hizo que la niña se sentara junto a ella y la mamá se sentó enfrente de las dos. La mamá les dijo que no podían desayunar con las manos sucias y Teresita tomó nuevamente de la mano a la niña y ambas se lavaron las manos; desayunaron sin decir palabra pero a Teresita se le notaba bastante contenta, la niña un poco apenada y la mamá las observaba sin que se dieran cuenta ni inquietar a la niña. Al terminar el desayuno, la niña levantó los trastes de la mesa los lavó y limpió la mesa, Teresita le ayudó y la mamá acomodó el resto de la cocina. Teresita se acercó a su mamá y le preguntó si podía llevar a la niña a su cuarto para darle el vestido su mamá le dijo que sí pero que no tardaran. Ambas niñas fueron al cuarto de Teresita y al abrir la puerta, la niña vio el vestido sobre la cama, le asombró y sin dudar preguntó:
― ¿De quién es ese vestido tan bonito?
― ¿Te gusta? Dijo Teresita.
― Es muy bonito. Respondió la niña admirando el vestido, los zapatos y el adorno para el cabello.
― Bueno, pues si te gusta te lo regalo.
Dijo Teresita.
― No, no es cierto. Contestó la niña cubriéndose la cara.
― ¿Qué te pasa? Preguntó Teresita preocupada.
― Es que no puedo creer lo que me está pasando, porqué haces todo esto. No me conoces y me tratas como si fuera tu amiga o alguien conocido. Dijo la niña.
― Sólo quiero regalártelo, no quiero hacerte llorar. Mira qué te parece si te lo mides para ver si te queda, yo creo que sí somos del mismo tamaño. Dijo Teresita tratando de que la niña deje de llorar.
― Es que estoy muy sucia y tu vestido está limpio, lo voy a ensuciar.
― No, recuerda que no es mío, es tuyo te lo estoy regalando o acaso no lo quieres. Dijo Teresita.
― Claro que lo quiero es hermoso, pero no lo quiero ensuciar. Dijo la niña muy contenta.
― Bueno si ese es el problema, te puedes bañar. ¿Quieres que mi mamá te ayude?
― Me da pena. Dijo la niña sonrojándose.
― No te preocupes mi mamá lo haría y si quieres también que te peine te vas a ver muy bonita.
― Bueno, si crees que tu mamá no se moleste está bien. Dijo la niña.
Al terminar de arreglarla, la niña se miró al espejo y por un momento pensó que estaba soñando. La mamá de Teresita le dijo que se veía muy bonita. Cuando llegó el papá y vio a la niña, se quedó sorprendido; por un momento no la reconoció. Se sentaron a comer y al terminar volvieron a hacer cada una las actividades de la mañana: levantar la cocina, pero esta vez papá observó a la niña y se volvió a quedar en el cobertizo para lo que Teresita le regaló una pijama; así pasaron varios días y la niña siempre se portó bien a lo que los papás tomaron en cuenta la posibilidad de que la niña se quedara con ellos, pero le dijeron a Teresita que tenían que hacerlo legalmente y al día siguiente fueron a la delegación a que les asesoraran al respecto y les dijeron que mientras se llevaban a cabo los trámites de la adopción de la niña ésta se quedaría en un albergue, pero los papás de Teresita no lo aceptaron y convencieron a la persona que los atendió de que la niña se quedara con ellos en su casa. Pasaron algunas semanas y por fin les dijeron que la niña se podía quedar con ellos en calidad de hija, todos se pusieron muy contentos. Teresita y la niña a la que a partir de ese momento llamarían Lucerito, irían juntas a la escuela y compartirían muchas cosas, hasta papas.

 

Alicia Gallegos Morales

México.