GONZALO ALVA ALVA -PERÚ-

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PÁGINA 23

 

Desde niño he escrito poemas que mostraba a mis padres y algunas tías. A medida que iba creciendo las cosas se complicaron y comenzaron los destrozos a mi personalidad. Por todas partes donde iba no podía leer.
Nací en la provincia de Contumazá, el 12 de julio de 1956, tal vez para los depredadores esta fecha les indicaba algo y comenzaron a temblar. Ingresé a estudios de Derecho, sin terminar, y concluí Lengua y Literatura en una universidad de pacotilla e inexistente. Con mi propio esfuerzo y ayuda de mi padre publiqué mi primer libro, un poemario Árbol de amor, cuando cursaba Derecho, editado por la imprenta de la universidad. Luego una novela: Cenizas en Condala, un relato: Los últimos días de un joven desesperado, una novela: Las razones de un hombre solo (título sugerido por Marito, que podría quedar así). Libros pagados con mi trabajo y algún dinero regalado por mi padre. Trabajé desde antes de ingresar a la universidad en academias pre-universitarias. No he vuelto a publicar nada desde el último libro. Ninguna editorial peruana o española afirmó que lo harían, mediante sus cartas.
Al ser de Cajamarca soy peruano.
CONTACTO: gonzaloalvaalva@gmail.com
 

 

 

EN EL MUNDO DE LOS REYES LOCOS EL LOCO ES REY SIN CORONA


Yo no hubiera tenido la suficiente capacidad para anular todas y cada una de sus arremetidas segundo a segundo, hubiera llegado arrastrado a toda su maledicencia y estuviera tan desvariado y perdido peor que un loco. El ánimo que tengo es lo que, en su máxima expresión o menor, es lo que me mantiene vivo. El perro sarnoso por lo general contagia su sarna. Ante los inminentes peligros la fortaleza es lo que cuenta, por lo que la vida no vale por los años sino por los momentos que nos quitan el aliento, no se mide por los años, sino por lo vivido. Su mal aliento en mi existencia, a pesar de mil adversidades y por lo contrario gracias a los favores de mi padre, en los años que tengo, tengo vida, no salud, ni bienestar, ni riquezas, ni gozos, un pan con pollo, a veces; pero sus babas han permitido que sea vital, fuerte, vigoroso para evitar todo lo que se propusieron, derrumbaron. Me río a carcajadas de estas maniobras.
Todavía sueño como si, es una realidad, mañana, más tarde, iría a morir. Sólo la muerte arrancaría para siempre mis ilusiones.
Cada minuto tienden sus redes los bacos y las parcas.
Me crujen los huesos, las piernas ni los pies me ayudan, mi corazón se acelera, los ruidos perversos no dejan de estallar, veo cada día menos, estoy demasiado delgado, el vecino coloca veneno en mi dormitorio, no sólo él, tan valiente no es, pero las ratas a veces andan solas, casi carezco de dinero, vivo desesperado, no tengo a nadie para ayuda, me han dado la espalda, cada día estoy más enfermo, solo, y no sé cómo serán mis días posteriores. Dicen que el que busca encuentra: ojalá se produzca algo tan maravilloso como el devolverme la vida. Mis brazos no los puedo manejar, pero si tuviera carro tal vez sí, siento un dolor que parece se puede empeorar. Esto no es hipocondría. Si me duelen las rodillas para caminar, al levantarme, con la medicina de los médicos, la crema del doctor Borda, un gasto inútil. Yo no invento ninguna enfermedad, menos el dolor de rodilla izquierda, cuando se acentuó cuando fui al centro médico de La Noria, al lado de una comisaría, un cachivache de instalación, con citas que nunca se dieron, salvo, porque son salvadores casi providenciales, la del reumatólogo, por algo era, que movió a su antojo mi rodilla, y desde el segundo día posterior apareció el dolor con intensidad. No lo tenía antes. Igual proceder el médico de rehabilitación. En verdad, desde el portero hasta los de alto nivel, lo son, una porquería de gente, que ahora la llaman gentuza, por lo menos yo. No volví a ir a esos centros, ni a ningún hospital ni clínica ni médicos de acá ni de más allá. Trujillo-Lima, por la incompetencia profesional y su inmoralidad. Son gente que vive al por menor, pero con ínfulas de locos grandes. Qué calificativo no puede darse a una gente insensible al dolor o a la salud de los otros. Viven rodeados de su riqueza, algunos ladrones de mil suelas.
Anoche desperté con una rata mordiendo mi ojo. Nunca hubo rata, me refiero al animal, ni siquiera imaginando acá donde vivo. Pero logré que saliera y no sé dónde está. Así son las ratas, hacen sus perjuicios y se esconden y miran como si nada. Al abrir el refrigerador un sobre de queso estaba por la mitad, creí que lo había consumido, pero de repente encuentro el faltante escondido debajo de otros productos. Detrás de la refrigeradora, caca de rata. Días anteriores olía a carne podrida. Revisé y no encontré nada. Después me despertó esa rata intentando comerse un ojo, o qué otra enfermedad se propusieron los que siempre ingresan al pequeño y miserable departamento donde trato de vivir. Todavía no me han matado, pero los disturbios mentales que padezco son obra de ellos, algún día llegará lo peor.
Mi cuerpo con mala salud, mi cerebro con mala salud.
Siempre he pensado en dejar estas ciudades, nunca lo pude. Tal vez para bien. En España, en Europa, en Cuba, la situación hubiera finalizado de una manera aciaga. Aun los españoles me persiguen, son tan buenitos que después de 100 años anhelan ser mis amigos y amigas para encaminarme. Hace dos días tramaron atacarme a silletazos en un pequeño restaurante. Oviedo. Siempre están en la luna para atacarme. Ese poder o entusiasmo que tengo dentro de mí me permitió voltear cuando un español, uno de sus tantos hermosos, iba a descargar el silletazo a mis espaldas, sobre mi cabeza, ante el silencio de la gente que tragaba y seguro con el conocimiento de los de afuera. Alguien me dijo hace unos meses: la vida no vale nada. Yo creí por advertirme del peligro de la simpática dueña, que podría sacar el arma y ponerme fuera de fuego. Cicatera, pero vamos, cualquiera lo es, pero ésta con chisguete de riesgo. No sólo era para referirse ante tan incauta pisada que podría dar y caerme de costado. No es mi amigo, nunca lo fue, pero esas palabras provienen no de un vivazo. Ante el percance, un rollo más mojado, nadie dijo nada, ni una letra salió de su cerebro. El mozo y la cajera (que la citan de preferencia turistas extranjeros) estaban con la boca callada, pero la radio sonaba como suenan las radios. El mozo, un pellejo movible, hacía sus payasadas para desvirtuarme o atolondrarme, para los demás era como bañase en el río cristalino. Antes salió un japonés, el mozo vio un celular en su mesa y voló a entregarle al japonés y su familia, hasta ahí le dieron plata porque entró con la cara de gracias señor le he servido por su olvido (se había olvidado el pobre), pero no imaginé que esos españoles turistas que se pasean por la ciudad y comían tan rico y en silencio y caro, eran criminales, sinvergüenzas y vividores, que desde España quieren engañarme, y desde cualquier lugar, porque ya están mejor y me van a dar un viaje con reconocimiento, vía muerte o desgracia, que jamás publicaron ni media letra y desde niño me amenazaron e hicieron todo lo que pudieron como este contubernio que les narro, o narro porque nadie se va a interesar publicar. ¿A estas alturas de mi vida van a publicarme? Su abuelita debe de ser más tonta o igual que ellos para creer sus creencias, con silletazo en restaurante del bulevar de Trujillo llamado Pasaje Peatonal con una pompa de Pompeya; el cual mi padre construyó desde la calle que empieza hasta la plazuela el recreo, que de recreo no tiene nada: bancas con caca, delincuentes al paso, mandados, y otras gentes bastante sospechosa, y el pasaje lo destruyó el genio de Acuña, lo hicieron peor porque no se puede caminar, y el Elidio para pasar de alcalde constructor y al servicio de la cuidad, lo volvió a sacar, pegó ladrillos acá ladrillos allá, y volvió Acuña a destruirlo, colocó su ingeniería pozos cada cierta distancia, con caídas de agua como biberones de maricón que a veces tienen agua, otras no, y dentro se cagan y orinan, y ese pasaje apesta por todos lados.
Además, la mafia ha llenado de tiendas, restaurantes, hoteles, y las mujeres entran, se pasean con alegría, se alquilan, gozan, son felices, no todas, claro. Jovencitas y hasta viejas. El ritmo de vivir cómo puede desaparecer, imposible.
El internet, digo de paso, es un medio casi terrorista, a veces resulta totalmente terrorista, con su Facebook y todo. Terroristas de la información. Terroristas porque cunde el miedo, el terror, sacan lo que se les da la gana y las empresas estimulan, o me abusan, a su manera, como cantaba Sinatra. Se creen con la potestad de hacer cosas de tan mala índole, y son tan absurdos y manipuladores, testaferros del gran poder, sicarios de malas artes, capaces de llegar a consecuencias tan peligrosas que se creen todopoderosos, intocables y la ley no les llega, como dicen por allí, se cagan en todo. Y la gente hace cola en las empresas. Y si alguien cae en sus manos como si fuera cabeza de turco, lo demuelen como demoler pan para las comidas. Es tiempo perdido, en el mayor de los casos inútil, aunque para alguito sirva.
Que los dichos digan que nadie puede obligar ni pedir secretos a nadie, es otra cosa, pero si callarse es letal y hablar también, el oro que podría brillar se convirtió o convirtieron en chatarra. Todo está encadenado, como un rosario en manos malditas o insanas o pornográficas, semejante a las que las mujeres fungen agachadas con sus bolas supuestamente encomendándose a Dios, o al dios padres.
Los españoles, de la madre patria, ese día del otro silletazo que no alcanzaron a depositarme en mi cabeza, me esperaron en el microbús, yo entré por la puerta delantera, el chofer me dice: adelante para que suba por atrás. Siempre o casi me dicen que suba por la puerta de atrás. Puede tener dos significados, que me vaya acostumbrando por atrás, o: estando allí el español y su pequeña banda, unos dos o tres, no es la primera vez que me esperan así, una serie de veces los atracadores o cuchilleros me esperaban por los asientos del fondo. Una o dos veces subí y le dije horita me siento y avancé hacia adelante o los primeros asientos, si los había. Siempre se sabe las intenciones de los psicópatas. Antes, a través de la televisión, como una broma, para creer hacerme un chiste, gritaban: señor, al fondo hay sitio, acomódese… Y como buen mando que soy, nunca me quedé en su fondo, sabiendo cómo son los choferes de esta ciudad, a quiénes sirven y por qué lo hacen.
Algo parecido en la vía expresa de Lima: me cerraban una puerta o la atracaban y subía por la otra y tenía que avanzar por los primeros asientos, en esos trenes que fundó, celebró y otras desgracias, el alcalde muerto Castañeda Lossio, el jorobado y cojo de fuerza popular, enfermo sólo físico, claro, que se llevó millones a su familia y su mujer feliz del jorobado inútil. Casi siempre apagaban la voz y las luces que señalaba el paradero de desembarque y tenía que mirar con cautela sino me llevaban al fin del mundo, o cambiaban los lugares, y yo medio zonzo en esa ciudad espectacular y que, como Trujillo, se descascara cada día. Afortunadamente me bajaba donde debía. Perderme. Si esa murga o mugre es un espanto, lo es. Para llegar a la puerta, por entre el pasadizo cargado de SS, cruzaban a toda velocidad 2, 3 vagones o trenes que yo me iba de un lado a otro, casi me derrumbo no sólo una vez. Ahora en Trujillo la pinta de la SS ha comenzado. Me voy a caer o venir abajo. Peor cuando regresaba del psiquiatra de la clínica u hospital El Sol-Solidaridad, gastando en un día 150 soles, incluida la atención de la dermatóloga, gorda risueña, un cuerpo para soñarla, Rosa Romero, que no creo sea su nombre, pero tiene alguna coincidencia con una terrorista de sendero y entonces yo estaba frente a mi amiga ahora curativa, buena y sanadora, o por algo que ver con los ricotes de los Romero del Banco, para enamorarla, salir, ser atrapado o tal vez extorsionarla si no cumplía con su trabajo de terrorista médico dermatóloga, y: ah señor, yo también soy de Trujillo. Me quedé perplejo y un poco con el pene levantado, pues cuando descubrí su apellido me lo bajé. Cuando le vi su cara abotagada ni me saludó y se metió a su espacio vital. Subía las gradas como si no estuviera enterada, yo, pensaron, la esperaba para matarla o algo así. Son los idiotas enfermos que pululan por todos lados.
Escuché este insulto de modo permanente, hasta desde la televisión: nada lo baja a ese imbécil. ¿Yo imbécil? ¿un imbécil? ¿quizá esos?
En ese pasaje peatonal donde los ladrillos desnivelados, se encuentra de todo como en casa de chino en quiebra o de mercado recién inaugurado y con futuro. Hasta guaridas sexuales de paso, como quien no ve, desde las oficinas hasta los restaurantes, hoteles, casas de juego, barberías un poco camufladas, bares, baños, servicios de internet ya sea al fondo, cubiertos por unos plásticos, en un primer piso o en un segundo, o donde se pierde la documentación por las operadoras dueñas esposas de policías, pero no, su cara es de leonas mansas y trabajadoras, para los otros. He visto a jovencitas a jovencitas ajustándose la liga del pantalón, amarillas del sufrimiento, u otras subiendo canastas de cerveza, y como soy curioso y nada más, iría a escondidas y no sé qué pasaría entre medias luces y luces negras o de colores, o a lo mejor lo sé más que los ridículos tramposos. Lugares como La Caleta, donde suben y bajan, comentan para orinar, sólo para orinarse.
Al entrar por algunas calles del florido Miraflores la SS en letras enormes, el gigante dormido, pero mirando con los ojos abiertos más de la cuenta, amarillas: van Gogh, el militarismo alemán, la locura transeúnte, su nostalgia. Igual que en Trujillo.
En otro centro médico de salud mental, con enfermos tirados por las bancas, su sala que no es una sala sino un ambiente con sillas descoloridas, rajadas, sucias, sin tornillos, los dos médicos psiquiatras, uno va unos días, el otro cuando tiene turno, egresados de la UPAO o la UCV, uno de ellos o los dos ya phdi en esas universidades, atiende , al frente, en otro pabellón, es decir, en una construcción de barro, en su oficina enorme como para él mismo, muebles sucios para el uso, oliendo a charcot, a desinfectante, con cuadros que nadie entiende, sólo él, claro, pedazos de cartón con una pintura pegada, pero a lo mejor el médico más que doctor honoris causa ni sabe qué hay en esos cuadros, y en los pampones, carros desmantelados, piezas, fierros arrumados en las esquinas, un gallinazo sentado en el sillón botado de un auto, pensando como ellos y ellas, tierra desde que uno ingresa, camina 200 metros, no hay letreros de nada, ni siquiera de farmacia, ni psiquiatría, ni psicología, pizarra con papeles amontonados uno al lado del otro, encima, abajo, que nadie se interesa por leerlos, reflejo tal vez de la mente de los súper especialistas para sus enfermos, las secretarias son doctoras, están en su lugar de trabajo para que las vean si no desaparecen y los que van por el servicio esperan, o llega a las 11 y se vuelve a ir con papeles, ya vengo; dan las 12, y 5 minutos antes, a ver, qué quiere usted, uno más porque son las 12 y termina el turno, pueden regresar, no hay  ningún problema, allí el aviso y los turnos. Los pacientes miraban tablas que cubren esa o esas oficinas, la doctora se ha ido, y ahora qué hacemos, se vuelve mañana, mañana volvemos, pero a veces es viernes y los sábados no atienden. Yo tenía que volver porque la psicóloga estaba enamorada de mí y yo sería su amor, si después no me agarra la policía y todo termina entre garrote y patadas, o la embarazo y para mí llegaría una vez más el suplicio y la cárcel por manutención incumplida o violación o sexo a la fuerza y violencia. Todo cabe en la mente simplona de los bárbaros que me detestan. El jardincito improvisado con claveles y geranios secos, arbolitos resecos, una manguera que parece una lengua muerta, césped, por un lado, cerca de las piedras y el aviso, todo lo avisan: No Tocar, las plantas se cuidan y se cultivan”, medio esquinado, con un clavo oxidado. Jardincito recién instalado para los ojos blancos de quienes no se dan cuenta que han hecho un supremo esfuerzo económico por poner esas plantas que se caen como dedos de muerto. Y jóvenes excelentes que son entrevistados para su certificado médico porque España o una universidad del otro mundo los esperan para que sean los mejores, tal vez científicos sin certificado. Un gato ser escurre por la pared despintada rascándose o se echa en la tierra un poco caliente, pero como sabe que no está caliente ni lo abriga, luego se levanta, y lo veo debajo de las sillas y después dobla por una puerta sin maderas ni nada y se pierde con la cola levantada. Al pasar por el consultorio del psiquiatra dice miau, y me voy con las pastillas pensando que me voy a alocar. Y así fue. Al frente un mercado y bajo las paredes llantas usadas, gente bebiendo y comiendo bizcochos y uno grita con el altoparlante: venga, venga, rico ceviche, aguadito, cuyes, patita, sanduches, jugos, limones baratos, venga, pase. Y yo voy sobre todo por los limones, tal vez encuentre una con buenos limones, o me escurren hasta desangrar, o la llevaría a la psicóloga o al médico de admisión, y después lápida concluida. En verdad, quién va a estar o meterse con ese idiota demente, pronuncian los capos y capas de esta ciudad que no me interesa. Llega el ómnibus y acelerando levanta el polvo y subo apresurado para evitar el sucio que se llevaba el aire, pasa otro y detrás el micro. Había un camión que sólo él sabe, nadie más, por qué estuvo parado como una mascota al lado del hospital de barro con una inscripción: Mi único amor, te amo, mientras el policía que resguardaba la puerta miraba sonriéndose, se reía de la famosa declaración de amor de los maricones de su cuerpo ordenaron que ese camión estuviera a la hora de mi salida, porque a un loco como yo fácil es conquistarlo y meterle su pinga y tenerlo a su grado y desgaste. De esa calaña son los imbéciles que andan estropeando mi vida todos los días. Es así la mente de quien no pueden pensar de otra manera. Cuando los veo sólo veo babas que le caen de la boca. Ese guardián de la puerta tenía su moto entre otras motos inservibles y arrumadas a unos pasos de la suya. Al caminar hacia otro lugar uno de un carro me dice: Florcita, eres mi cariño, amorcito. Se oyen disparos, pero nadie reconoce si persiguen a alguien o disparan por disparar los policías o del cuartel militar cerca a ese oxidado hospital, una chingana de mala muerte, atemorizando o pretendiendo atemorizarme para hacer pusilánime o mostrar su poderío de hombres fuertes, capaces de una fuerza descomunal que yo estoy ansioso de aguantarla. Se creen dueños de mi vida, que tienen el poder suficiente para hacerla y deshacerla, los enfermos mentales que tienen a esta ciudad en el asco más vomitivo y como si fuera una barriada invadida y que la lluvia ha destrozado. Me  dirijo a pedir una constancia de una vacuna y pasan 7 motos con policías impidiendo llegue a la oficina de salud haciendo una bulla de perros rabiosos en medio de gente dedicada a vender periódicos, huevos de codorniz, maní, ofreciendo papeles para análisis u ópticas, enfermos y madres con sus hijas o padres que apenas se mueven para ingresar al hospital Belén con tanto esfuerzo que casi no lo logran, pero esas motos pasaron para impedir que llegue a obtener el certificado porque suponían que podía salir de esta mierda de ciudad. Los cobardes vestidos de uniforme interponiéndose en las decisiones y cualquier actividad que va contra sus deseos de casi homosexuales, como asustarme en el micro para no ir a conversar con una amiga, sube como un personaje lleno de caca y cree que le voy a tener miedo o voy a desistir. Metidos con la delincuencia y los narcotraficantes, pero a algunos les tiemblan. Y la enfermera o la técnica se enfadaron conmigo diciéndome que regrese porque la atención ha terminado. Mucha de esa gente trabaja en conexión con la policía y hace lo que esa institución de matones y aberrantes les dicta. Muchas son egresadas de la UCV o la UPAO, tal vez de la nacional de esta ciudad. Al día siguiente me atiende una, me grita y me dice que salga, que me retire, no hay la licenciada; pasa una empleada, me empuja con el brazo y me pisa la zapatilla.
Están ante un demente, al demente que han fabricado, su abuso no tiene límites, y no tiene fin, porque al ser demente pueden hacer conmigo lo que desean. Si pueden.
He crecido entre tiranos.
A un cura, esos curas con la guadaña siempre en la boca y en las acciones, me acerqué a preguntarle algo que me preocupaba. Leí un libro y entregaría el artículo pronto a un periódico local, y me contestó sentado en su banca, siempre creen poseer una banca, fingiendo lustrarse los zapatos, porque ni para eso sirven ni la caridad les alcanza, o si se les ocurre a duras penas les pagan con el dinero de la iglesia, donde dicen que trabajan, la Iglesia y el Estado.
-Sal de acá zonzo.- No lo pongo entre admiración porque ese insulto fue para mí como agarrar una servilleta o papel higiénico, y seguí caminando dejando al cura sentado en su wáter. Este hecho pertenece a un eslabón de una cadena que se ha ido sucediendo, procreando y reproduciéndose día a día, las 24 horas. Tendría unos l9 ó 20 años. Nunca nadie me ha estimulado el cerebro en nada. Trabajaba cuando quería desde los 11 ó 12 años, por iniciativa propia, de ambulante infantil, vendiendo figuritas para los álbumes de estrellas o equipos de fútbol, pero de repente encuentro uno en mi casa que no sé hasta ahora quién lo llenó o completó, sobre la historia del Perú. Quizá para remecer mis nervios, pero como siempre no le doy importancia a las despreciables circunstancias enfermizas. Lo que sí llevo dentro de mi alma un odio contra las ciudades y las personas que han herido en lo más profundo de mi ser. Sé quiénes son, de dónde, y por qué lo han hecho.
Compraba libros para venderlos y me quedaba con los que deseaba leer, compré o me construí varios estantes. Los libros desaparecían, unos los encontraba en la casa de un primo, un negro que les zurraba a sus hermanas y llegaron a rechazarlo tanto que lo botaron para siempre de su casa. Postuló 3 veces o 4 a la universidad y al fin terminó abogacía, pero nunca la ejerció en un despacho, porque tenía el cerebro más empachado que borracho en crecimiento. Se buscaba colocaciones de importancia y quedó de juez, pero cuenta que padeció por un periodo breve de complicaciones cardiacas y no avisó de su enfermedad y lo sacaron de juez. Se casó con la hija de un adinerado magistrado del poder judicial de Cajamarca y lo nombró juez, con un poco de compasión por su carencia de luces y tenga una remuneración aceptable. La esposa se fue a EEUU, y se quedó millonario con las herencias, dice, para ejemplo y educación de sus hijos e hijas, pues soy bastante  hombre para dejar a mi mujer en ascuas, y que no hay mejor destino para ellos que dejarles una educación como la que yo les di, ahora nadan en plata (lo que yo no sé en qué piscina), tienen un cojonón de dinero (¿en cajones?), son dos, uno ingeniero, como mi padre, el otro administrador de empresas, los dos premios de excelencia (quizá, no me he puesto a averiguar, tal vez invenciones, de su lengua más larga que los puentes que se caen construidos por sus hijos, y que no confunda, pues, primo, a los de Odebrecht donde trabajan mis hijos, pueden ser ellos, pero mis hijos no, cómo se te ocurre tamaña estupidez; sólo son ricos por sus méritos probados -¿y tú?-. Bueno, he perdido mi trabajo por enfermedad, con un juicio arbitrario y pienso que seguro lo dirigió un árbitro de futbol para que haga eso tan malvado, la enfermedad la estoy recuperando, con un juicio arbitrario al Estado, y voy a volver. Volver dentro de poco, te acuerdas del poema del famosísimo poeta. Ellos, por lo pronto para eso los he educado, además de la universidad y sus maestrías porque ahora no se pueden quedar atrás, son tan buenos, tan agradecidos, que me dan de comer, me envían mensualidades y me han comprado un departamento en San Isidro, Lima, y otro cerca de la UPAO, fíjate primo, no puede ser para menos, y está cerca donde me han dado trabajo para dictar cursos en la maestría de los alumnos de Derecho, como ves, sigo luchando, tú me conoces, dime cuándo he sido un mantenido y un haragán, nunca, tú lo dices, y es verdad, he salido a punta de esfuerzo, sacrificio, y he llegado alto porque no puedo de otra manera, aunque ahora no puedo subir bien las escalaras de mi depa.
Muchas de esas callejeras, de mala ley, que son mandadas se han cruzado infinidad de veces. Caminaba tambaleándome casi al llegar a un hotel, por lo general para alquiler multiusos, uno con una mujer cruzan los huecos de la pista, me ven, y marcan el mensaje, puedes salir. La de cuerpo que ya se sabe cómo es, pantalón jeen apretado, culo redondo y grande, todo grande, lista para que yo la aborde, borracho para esas mentalidades o mareado psíquico, y entre al hotel, me pepee y la hazaña se corona de éxito, como coronar a una cabeza de rey. Mi tarjeta del banco, mi documento de identidad, mi clave guardada, mi nombre, mi celular de alta gama,  todo lo necesario que nunca dejan de olvidarse que todo, hasta mi cuerpo debe ser suyo o desaparecer. Trabajo no sólo de dementes normales, además con pronunciado retardo mental. Del Banco me han sacado más de mil soles los empleados que parecen paramilitares, se lo han repartido, y como no fui a reclamar para que me digan haga su denuncia, vaya a indecopi, o a donde quiera o llene el documento y se le dará una respuesta de su pérdida en un mes más o menos. Esperaría y nunca me devolverían porque he sacado mal mis números que faltan en el estado de cuentas que me entregaron, demás padezco de trastornos mentales ya que lo tenemos chequeado y estudiado, y por favor retírese que voy a atender. Por el segundo piso cruza un monumento, una, dos veces, escultura en honor al día del erotismo, o del año de los inocentes. Para qué tanto movimiento por los segundos pisos de esos establecimientos de mercaderes para mostrar a mis ojos que los ve sin mirar, qué les vuela por su cabecita de chorlitos, de choritas, acaso me quieren cabecear con sus contornos por donde resbalo. Qué no se les ocurrirá a tanto anormal y anormala que ha llegado a colmar a esta ciudad y sus alrededores.
Estos mismos que tienen la seguridad que ando con la lengua fuera de la boca, como ellos, además de demente ya soy maricón y violador, llevaría a la que vende caramelos o gaseosas y chocolates, su amiga, a comer pollo a la brasa en el Rokys, a 20 metros y me echaría en la gorda, llamada los 7 culos, ya una vez con su mano me hizo el ademán que tenía un marciano chupando en la boca y entre muelas y doblando su cabeza dijo como para que sólo la oiga: te lo chupo. Pero sé de qué se trata, se queda chupando su dedo y algo más. Como dijo Napoleón, y todos son parientes del invasor, perseverar conduce al triunfo, continúan insistiendo porque algún día, hasta en la noche, donde ella deja su trabajo, iría a deambular, buscarla y ya se sabe que ladrón que mira las nubes es porque algo está tramando. Y los verdaderos delincuentes están al acecho en sus respectivas esquinas. O como ya soy maricón declarado y solapa, llevaría a la pollería a los chibolos y me atraganto con su polla y a la salida de mañana: se arrestó a quien se seguía los pasos hace buen tiempo, gracias a un minucioso trabajo de los sapos de inteligencia nacional. Es decir, de los tarados.
La dueña de una chifa, chiflada debe de ser, una vez que me sirvieron arroz chaufa, o sea, arroz con más arroz, y llamado especial, le dije al pagar 14 soles por su bazofia, que no era arroz chaufa, y que va a del señor… Al siguiente día 5 uniformados la protegían, unos 15 días porque para la china o incendio su chifa o la golpeo con un cuchillo o la hago que se mee estrangulándola, qué diablos se le habrá ocurrido a esa verdulera de una esquina. Esos policías con su uniforme de calidad que las junturas se le meten por el puente del poto, estacionados en la puerta principal y en la otra, esperándome, y como iba a cometer el delito que tanto anhelan que cometa, siguen haciendo volar su cometa de colores abriendo la boca para verla si llega tan alto por el cielo plomo del arco del triunfo de la plazuela de la chifa. Y como siempre triunfan, la cometa es tan perfecta que ya no es cometa sino avión.
En el Mall: ése es el ingeniero, que hace bombas, vuela iglesias, mata guardias, y cae los postes de alta tensión… Y camina orondo como florero de cinco estrellas hablando de mi persona. Mi sobrino hace ya varios años me dijo: saqué de mi carro a un chileno al llevarlo a que se vaya a su país y lo dejé en medio de la avenida, gritándole, el hombre me pedía disculpas, yo no he dicho nada de los peruanos que son una triste mierda y cagada; bájate o te bajo cojudo; ya espera, no te pongas así, no me vas a dejar acá, ¿no?, no creo que hagas eso, te he pagado además y si quieres quédate con la plata pero llévame, no me interesa; le tiro la plata por su cara y le vuelvo a repetir que se baje y se vaya a la mierda. Se quedó con el equipaje en la pista, acaso no sabe que acá no se habla así de los peruanos, estúpido…
Jaimito no hace ni papas en el restaurante de mi sobrina, su esposa, en Miami. Violento ex de la armada norteamericana, que se comporta muy bien, cuida a la vez los pañales, los vestidos, los baña a sus niños queridos, les da la teta. Cuando le da el biberón su cara expresa que quiere que se caiga el niño de sus faldas, apenas lo sostiene con 3 dedos. Imagínate si Jaimito no ayudara en la casa, el costo que costaría, educar y cuidar a los hijos, es un alivio, un aporte que da y ahorran. A tu respuesta te respondo: en una de nuestras camionetas ha intentado llevar las cosas de un restaurante, pero le duele la rodilla y la cadera y una vez casi se cae, por eso ya no trabaja, ayuda nada más, su ayuda para nosotros es muy valiosa, cómo no lo vamos a querer a un tipo que colabora para que todo salga bien, aunque ni sumar sabe, es un amor de padre y marido, allí vemos los resultados. Bueno, si me preguntas de su hija se está recuperando de la esquizofrenia, se va a sanar, él hace todo lo posible para que sea sana, le compra sus pastillas, vigila que se las tome, le compra juguetes, máscaras, armas de fuego peo de fogueo, no creas tanto también, uñas, dientes, brazaletes con clavos… Y en Lima Jaimito va por la calle donde vivió y compra junto a sus familiares papas, cebollas, en este mercado de cholas ja ja j aja… Mejor me regreso, porque tengo un viaje de turismo a Cancún, a Madrid, a Hollywood y otros más, con familia o sin ella, con mi plata y sudor. Claro está, ya vamos, vieja, apúrate que tenemos que ir a almorzar, a dónde queda, ya ni me acuerdo…