FRAN NORE -COLOMBIA-

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PÁGINA 30

FRANCISCO JAVIER ANGEL NOREÑA-FRAN NORE Caldas – Antioquia. COLOMBIA 29 de diciembre de 1969. Escritor, poeta, actor y diseñador gráfico, escenógrafo y director artístico, cantante y pintor.
En 1989 Finalista Concurso de poesía ASDOAS Bogotá, Colombia.
En 1991 publicó “Génesis en los Montes” (1989) y “Memorial del Sur” (1991).
En 1994 Premio en el II Concurso Departamental de Cuento Caldas.
En 2003 Premio en el Concurso Nacional de Poesía Ciro Mendía con su obra “Memorial del Norte, Memorial del Sur”.
El 19 de noviembre de 2009 El Ministerio de Educación Nacional le expidió la tarjeta profesional de artista en el área de Artes Plásticas y Visuales.
El 4 de agosto de 2010 El CIPA, Circulo de Periodistas de Antioquia, en la entrega de los XX premios CIPA, A La Excelencia Periodística, le concedió mención de honor en la categoría “periodista-escritor”, por sus aportes al arte, a la literatura y a la cultura.
Mención de honor en la categoría crónica en el I Concurso Nacional de Literatura Fahrenheit 451. 2012. Finalista en el concurso de relatos La Cesta de las Palabras y en el I Concurso de Microrrelatos “Pluma, Tinta y Papel”. 2012.
Finalista en el I concurso Internacional de cuento breve “Cada Loco Con Su Tema”, grupo editorial Benma, México, D.F. 2013.
Finalista en el I concurso de poesía Equinoxio y Premio internacional Ana María Agüero Melnyczuk A La Investigación Periodística en 2013. Ese mismo año, Jurado del XVII Premio nacional de Poesía por concurso “Ciro Mendía”.
Segundo puesto en el certamen anual de literatura internacional L.A.I.A El Molino 2014.
 
 
Libros Publicados:
Poesía:
Poemas Mediterráneos (1989)
Génesis en los Montes (1989-1991) Editorial Lealon
Memorial del Sur (1991) Editorial Lealon
Memorial del Norte, Memorial del Sur (1999-2005) Editorial Metrópoli
Amapolas Acústicas (1985-2005) Editorial Metrópoli
Telarañas de Ciudad Errante (2005) Editorial Metrópoli
Fran Nore de selección (2005) Editorial As de Bastos
Los Espejismos Míticos (Ensayos - 2005) Editorial As de Bastos
Fuga Frontal (2007) Editorial As de Bastos
Regresiones A Bordo (2007) Editorial As de Bastos
Profanaciones (2007) Editorial As de Bastos
Obertura insistente (2010) Editorial As de Bastos
Periferias (Dibujos y poesía - 2011) Editorial As de Bastos
Camino al éxito (2011) Editorial As de Bastos
 
Novelas:
El Camino de las Dos Cruces (2009) Editorial As de Bastos
América en ruinas –entrega por folletos- (2010) Editorial As de Bastos
La Guerra Nacional (2010) Editorial As de Bastos
 
Teatro:
Teatro de cámara para piezas dramáticas inconclusas (2010) Editorial As de Bastos
  Entre otros poemarios, cancioneros, novelas cortas y obras de teatro.
  Como cantante, arreglista y compositor, participó en los grupos de rock: “Complot”, “Órbita”, “Klítoris”, “Vitalmanía”, y “Los Hongos”, con éste último grupo grabó los trabajos discográficos: “Sintonía Muscaria Rock” (2005), la película musical  “Ebullición Elemental” (2005), “Recuerdo Alterado” (2006), “Marchando a la guerra” (2007), en 2009 prensó una  antología de éxitos denominada “Antropofagia hits”, en 2012-2013 el trabajo discográfico: “Sustancias Raras”. En 2012 difundió su trabajo como solista: “Mi Historia es tu Vida”; Siguieron en 2013 “Plegarias Muertas” e “Instinto Animal” Perteneció a los grupos de rock “LA CIA” Y “Bitácora”. Actuó en los documentales de Oscar Mario Estrada: “La Familia Vieco”, “El Cruce”, “Antioquia para verte mejor”, “El ingenio de don Efe”; entre otras incursiones al teatro: (El Desalojo, La Difunta Boda, Nacimiento y Extinción, etc.), al performance: (“Réquiem por una Mariposa Desencadenada”, “Fantasmales”, “La Muñeca de Tania”, etc.), la plástica, la televisión (Nada es Mucho) y el video.  2015 su cuarto trabajo discográfico c: “Desintegrador de ojos”. 5 puesto de fotografía en el concurso Fotopoetry en http://blipoint.es/blog/ 2015. En 2016 el trabajo musical “Símbolos”, y publica gran parte de su obra literaria, fotográfica y visual. Y ese mismo año Mención de honor en el I Concurso “Historias del Trabajo” de Fuentetaja, Finalista en el concurso Internacional de Microrrelatos de viaje Moleskin 2016.
Premio Internacional XI Certamen autobiográfico “Un Fragmento de mi vida” Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía A.C. 2016. México.
Premio de novela Freeditorial. 2017.
Finalista II Concurso Internacional de Cuento Breve TODOS SOMOS INMIGRANTES Benma editores, 2018.
Links relacionados:
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A CRIATURA DEL SILENCIO
 
 Sumergirme era tan alocado como permanecer en tierra, pero sumirme en ese mundo profundo del océano había sido uno de mis mayores anhelos de juventud. Había soñado tantas veces con ese momento audaz, la mayor parte de las veces sintiéndome protagonista de sueños hipnóticos y acuosos.   
  De pronto me vi inmerso en un estanque azul e infinito, el líquido silencio lo inundaba todo, la redondez de la humanidad, las ideas, los posibles recuerdos, mis huesos a punto de quebrarse los sentía ligeros, sin peso.
  En unos instantes ya estaba dentro de mi propio naufragio, suspendido entre las aguas esmeralda de un mar proteico.
  Estaba asustado, pero poco a poco recuperé la calma, el oxígeno entraba a mi cuerpo con lentitud, pero mis pulmones no los sentía congestionarse.
  No daba crédito que estuviera en medio de la nada, el vacío en medio de mareas interiores,  palpable en el deslizamiento de mi existencia.
  De súbito, pasó una extraña e indescriptible criatura viscosa por mi flanco, intuí que sería peligrosa. Pero permanecí inmóvil por algunos minutos comprendiendo que así podría ahuyentarla. No veía a la criatura, parecía invisible, aunque la sentía recorriendo mi piel. Después descubrí sorprendido que esa descomunal e inmensa criatura era más peligrosa que mis miedos, el inmarcesible silencio profundo en el abismo.
  Respiré con dificultad, a veces creía que se acababa el aire en mi organismo, estaba tensionado.
  Pero nada de eso sucedería si lograba concentrarme, ningún incidente desastroso acontecería -me repetía a mí mismo una y otra vez en mi cabeza-, siendo mi primera vez de excursión abismática.
  La criatura silenciosa volvía sigilosamente rozando mi traje acuático.
  Me asustaba y me hacía estremecer.
  Seguí suspendido en lo profundo.
  Ignoraba cuánto tiempo había pasado en esa inmersión desestabilizadora.
  El silencio invadió mi respiración acelerada.
  Recurrí a la calma, dejarme llevar por la parsimonia  aunque mis sentidos estaban al borde del colapso.
  Si no lo lograba concentrarme echaría todo a perder en un santiamén.
  Temía por mi vida.
  Con un suave contoneo volvía a recuperar la tranquilidad.
  Pero la criatura seguía ahí, latente.
  Mis temores de hundirme mucho más y mi ansiedad eran más fuertes que mi control sobre mi cuerpo.
  A la vista la profundidad era de una belleza extraordinaria, creía habitar otro planeta, solitario y silencioso.
  Imaginé en mi cerebro una canción marítima  con la intención de reconfortarme:
 
 
“Si en la mar te encuentras
Una ilusión alimenta
Llegarás a las islas griegas
Donde brillan más las estrellas
 
Si en la mar te anegas
De historias bellas
Volverás a navegar
Tu barcarola hechicera
 
Si en la mar habitas
Te precipitas con firmeza
Serás náufrago en las eras
Del tiempo con sus estelas…”
 
 
  Y así inventándola en mi mente, sin tararear para no acabar el aire y disfrutar más con tenacidad la absorta sensación de prolongada suspensión.  
  Pasaron los segundos, transcurría el espacio y sus relojes de arena frente a mí, con una imparcialidad monstruosa.
  Afloraron en mi interior los rostros de mis seres queridos, atemorizado de no volverlos a ver, y quedar detenido en medio de una eternidad oceánica.
  Rostros de seres entrañables que tanto amaba, personas con las que había compartido encuentros y sentimientos gloriosos, instantáneas familiares que guardaba en mi interior con un estimado aprecio.
  Pero ahora, en este estado catártico, ya nada era glorioso.
  Resumía que mi honor y gloria era sobrevivir, despertar abruptamente, asfixiado.
  Proseguí con la cancioncilla:
 
 
  “Si la mar y La Parca se encuentran
Nadaré a sus orillas… reconfortado…
Si la mar y La Parca son la misma cosa
Nadaré a las entrañas de mi propia historia…
 
Sólo la mar me llena de dicha
Pero también de zozobra
Cala en mis huesos
Tan profundo es su desvelo
 
La mar y La Parca nunca duermen
Delirantes van por las sendas
Amigas de un territorio que gobiernan
Insondables braman al día y a la noche…”
 
 
  No parecía encontrar un rumbo a la canción.
  Dejé de improvisar y me impulse en la densidad, parecía expelido a las fauces del monstruo del silencio en forma de agua.
  Nadaba como un pez equivocado de rumbo.
  A la brevedad sentí entumecidas mis manos.
  Aleteaba mis pies tratando de recobrar la velocidad inicial, no podía permitir que los calambres se adueñaron de mi pies.
  De pronto escuché una voz dentro de mí, una voz que me suplicaba salvarme. Hice caso de esa voz lánguida  inquietante, casi exangüe.
  Y me propulsé hacia arriba, hacia los lados, pero, ¿dónde quedaba arriba, dónde quedaban los lados?
  Todas las direcciones parecían perdidas.
  Supuse que estaba extraviado y me congestioné aún más.
  Luego vi una luz clara y nítida externa que avisaba la superficie.
  Me esperancé y nadé con más fuerza, pero entre más nadaba, la superficie parecía estar más lejana.
  Finalmente perdí las fuerzas.
  Me a abandoné a mi suerte.
  Mi voz interior de salvación ya no hablaba, no emitía señales.
  Después se perdió también la luz que me señalaba la superficie que era un inalcanzable espejismo.
  Se difuminó la luz y se convirtió de igual manera en agua traslúcida.
  Quedé de nuevo a merced de la extraña criatura del silencio marino.
  Carecía de fuerzas y ánimos para resistirme.
  Empecé a hundirme precipitadamente, sentía estar introduciéndome en un viscoso agujero de algas y moluscos.
  A mí alrededor pasaron veloces peces de colores diversos, unos cefalópodos entre chillidos hirientes, algo gigantesco pareció moverse entre unas cuevas submarinas, molesto por mi presencia invasora.
  No me dejé amilanar, seguí mi acelerado curso hacia abajo, tal vez a lo más bajo que había llegado en toda mi vida.
  Abajo era hacia la oquedad, el socavón  de la nada, hacia una ruta desconocida.
  Descubrí un destartalado galeón antañaso sumergido, deteriorado por las sales y las fuertes mareas submarinas. Era el hogar de colonias de peces gigantescos.
  Quería ser gigante como los animales invertebrados. Así no me asustarían con sus presencias devoradoras.
  Sentí un pinchazo en mi brazo. Algo me había pinchado y me provocó dolor. Era un animalito con tenazas que salió disparado rasgando la forma del agua después de provocarme el piquetón.
  Me asusté sobre manera, ignoraba si era venenoso o no.
  Pronto empecé a sentir mareos.
  Me asustaba la idea de morir envenenado por un bicho desconocido.
  Traté de recobrar nuevamente la calma y permanecí paralizado.
  Unos hermosos delfines pasaron observándome, bailando.
  Al rato llegaron unos tiburones y parecían sorprendidos de verme tan quieto.
  A mí mente regresó la balada de la mar y me tranquilicé.
  Al instante volvió la extraña criatura del silencio y me envolvió cálidamente.