MARTHA GANTIER BALDERRAMA -BOLIVIA-

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Nació en la zona  aurífera de Tipuani, al norte del departamento de La Paz, Bolivia. Estudió geología en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, es licenciada en Lingüística y Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín-  y  Magister en Literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira.
Escribe poesía desde tiempos lejanos. Publicó cuatro libros de poesía de tirajes muy pequeños:
Sobre ritos imposibles y distancias, 1988
 “La Paz  Alba retorna con la niebla”  Medellín , 1990,
“De la piel del tiempo”  Berlín 1997,  “De algún lugar de algún cielo” La Paz, 2000,
“Remigia la muñeca de trapo” La Paz, 2002.
“ Las andariegas de Albalucía Ángel: una lectura sin armas ni armaduras”  tesis de maestría, Pereira, 2007
Libros prontos a salir:
Mantefante  (poesía )
Ron Ron y otros poemas (poesía para niños)
Los cuadernos de Tipuani  (pequeños relatos de la tierra del oro)
 Fue invitada a reconocidos festivales internacionales de poesía Ha sido invitada al Festival Internacional de poesía en Medellín  el 2004, Festival de poesía internacional de Bogotá, revista Ulrika, Festival de poesía de Cartagena de Indias, Festival de poesía Internacional de Riohacha, Festival de poesía Internacional de Manizales, Encuentro de mujeres poetas de Cereté.
En los últimos años no publicó ningún libro, sólo poemas sueltos en antologías y revistas literarias electrónicas e hizo algunas lecturas en  escenarios colombianos y berlineses.  Desde que salió de Bolivia vive en el triángulo ABC , es decir  Alemania, Bolivia y Colombia, actualmente vive en Berlín.
 

 

Visiones desde una casa de Canaan


Corre del baño al cuarto de los niños
de la lavandería al estudio del señor
del abismo donde cayó el juguete
a recibir las cebollas que encargó,
de la sala a la cocina
a detener al genio que intenta escapar de la olla.


II
El viento  levanta
las faldas  de las palmeras,
ríe de  sus anatomías vertebradas,
señoras peces dorados
hacen burbujas detrás de sus ventanas.


III
Giran las viviendas
en  su eje principal torcido
vuelan las sillas,
vuelan  las moscas
vuelan las plumas del tedio
vuelan los maridos
gira Canaan
como una calesita.


IV
Un olor a hierba profanada
regresa desde todos los bosques
la  ciudad amada, tan lejana, tan en otra parte.
tan lejos…


V
Una  mula hastiada de existir
arrastra en la carreta restos de una casa
puertas  ventanas, unas sobre otras
se alejan cacareando la tarde.


VI
La alarma imbécil de un auto
una bocina un citófono un teléfono un portón
otra bocina  el tablero de llaves
las manos del portero.
Muchachas de servicio
confluyen en portería, sus risas coloridas
le dan aire de fiesta de pueblo a la tarde
y van llegando los buses escolares repartiendo niños
en las colmenas de las unidades.

Buscándote
Entre las manos de la gran madre mar
en masa informe y latente
antes de tener corazón
ni dedos para pulsar un arco,
te presentí hombre añorado,
hace millones de años.
 
Cuando fui pez,
asomé a la orilla de las aguas a husmear tus huellas
mientras el universo
bobinaba astros
y la gran madre  con su rebozo azul
sentada frente al infinito
ensayaba con sus figurillas vivientes.
 
Sobre mis codos enclenques
chapoteando el lodo
de eras arcaicas,
disputándome el sendero
con engendros movientes,
te busqué hombre,
entre el humo
de abetos fantasmas,
debajo de lluvias de cenizas volcánicas,
entre un tropel de bestias aterradas,
te busqué hombre ansiado,
te busqué.
 
En montañas apenas paridas,
en la aturdida niñez de los ríos,
en los labios de voraces volcanes,
te busqué hombre.
En el cielo del desierto
corté mis alas
haciendo de mi vuelo
festones en la arena.
 
Tumbé dólmenes, ídolos exóticos,
desgarré nieblas, espanté fantasmas tullidos de los atrios,
con desesperación te busqué hombre.
De primate
brinqué de rama en rama
velando el horizonte,
cansada de esperarte
tiré mi pelaje al viento
erguí mi cuerpo
y emprendí nuevas caminatas.
 
Y seguí buscándote,
en las secreciones de cavernas frías,
en huevos y crisálidas abandonadas.
 
Con este cuerpo hombre,
destilado en los alambiques de todas las edades
te he buscado con ansias,
hombre soñado.
Con este cuerpo
convertido a veces en mariposa nocturna
hombre dibujado en el cuaderno de mi infancia
con este cuerpo achicharrado en el fuego de la gran ciudad
en mi plato, en la mirada del maestro de colegio,
en las estrellas y en las otras estrellas
y en la de tantos hombres que cruzaron mis amaneceres,
y cuando por fin te encontré,
allí, en el monte cabizbajo,
de espaldas al mundo
me dolieron todos los caminos que fueron. 
 
 

*      *        *


 
La mesa de allá, la mesa de aquí

 

(para Virginia Aristizabal)


¿Qué quieres decirme
invisible presencia amada?
Contarme de tu nueva casa,
de los muchos  cuartos en donde no duermo
de la mesa tendida llena de copas
platos, cucharitas y tazas de niebla
de donde  no puedo beber ni comer.
¿Extrañas la mesa de aquí?
Ahí el pan,
te espera abrigado en el panero
el agua de la jarra se evaporó un poco
como toda espera.
Los platos, los cubiertos, los vasos
no saben de la mesa de allá,
están listos, brillantes
para sentarnos a la mesa a comer
¡ah! La cuchara está enferma
en su cuenco se refleja
el vacío, la nada…
Invisible presencia amada
quédate  a comer
aunque no oiga el sonido de los cubiertos,
afuera llueve como siempre a la hora del almuerzo,
llueve fuerte, las gotas golpean la ventana.