EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA

DISEÑO, HOSTING Y ADMINISTRACIÓN OFIMÁTICA PC-BERMAR MÓVIL 312 5809363 BOGOTÁ -COLOMBIA-

TRINANDO

TRINANDO

DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORES: PATRICIA LARA P. (COLOMBIA)  - CARLOS AYALA (MÉXICO)

JULIO DE 2015

NÚMERO

4

PUBLICACIONES DE ESTE NÚMERO

Las Chivas. JesúsAntonio Báez Anaya (Colombia)

Réplicas de Madera

Oscar Rubén Bermúdez

PÁGINA 3

 

Ausente

 

    Abel dicta las palabras a Colette con aparente calma. Ella mantiene la vista hacia el frente en un punto fijo de la pared, sin expresión alguna. Su mano se mueve por instinto ante la voz de él. Cuando termina la nota deja la pluma sobre la mesa y aguarda la siguiente indicación.

    Revisa la nota para asegurarse de la caligrafía. Lleva guantes para no ser ligado a los hechos. Acaricia los hombros desnudos de Colette, se siente satisfecho pues las cosas marchan a la perfección.

    Le devuelve a ella su pase de seguridad del laboratorio donde ambos trabajaban juntos hace algunos meses y termina de darle las instrucciones para la próxima fase.

    “Al terminar vuelves aquí”.

     Abel conduce un par de cuadras y la deja en el límite del estacionamiento, no quiere arriesgarse a las cámaras de seguridad de la farmacéutica o a ser reconocido por alguno de los ex compañeros de trabajo. La mira alejarse con paso firme y acartonado, como un chiquillo que está aprendiendo a marchar por primera vez. No pudo darse la oportunidad de probar el compuesto con otra víctima, ahora solo desea terminar antes que la familia ella reporte su desaparición.

    Pasa frente a la recepción y el guardia en turno la saluda pero no le devuelve la cortesía, simplemente sigue su curso. Es muy temprano para encontrar al resto de los empleados aun en el laboratorio.

    Sube las escaleras hasta el segundo nivel. Un lector de huellas y un escáner de tarjetas es la única seguridad en ese punto. Coloca la mano en el lector y desliza su plástico para acceder al área restringida. Todo se encuentra en calma. Las luces automáticas se encienden conforme camina por los pasillos. Llega hasta una computadora y saca de su bolsillo una memoria usb. La máquina detecta la memoria y abre el único archivo existente.

    El daño ya está hecho. La investigación iniciada por Abel cuatro años atrás queda reducida a unos y ceros en completo desorden, imposible de recuperar. Él sabe el protocolo para la información  y no existe otra copia para respaldar el trabajo hecho por ellos. La substancia aún no se sintetiza en físico, y las pruebas con animales están programadas para el próximo mes.

    Colette dirige sus pasos a la salida del edificio, otra vez deja sin respuesta al guardia del vestíbulo cuando le pregunta a dónde va. En el estacionamiento aún no lucen vehículos pero ella no pone atención en estos detalles, debe terminar su encomienda.

    En veinte minutos llega al edificio abandonado donde la aguarda Abel. Él esboza una sonrisa. Su mirada también luce ausente, su mente no se encuentra en el ahora, sino en el futuro, al menos hacia los dos pasos restantes de su plan de venganza. La escogió a ella porque ella fue su mentora al entrar a la compañía farmacéutica, en algún momento de su vida también fue su confidente y su amante, pero al momento de dejarlo fuera de la empresa, ella no metió las manos, ni siquiera volvió a ponerse en contacto con él.

    Le dicta la siguiente orden y vuelven a subirse en su auto para ir al domicilio de Caín García, Gerente Desarrollador de Proyectos en la farmacéutica. Caín fue el encargado de convencer a los inversionistas que dejar a Abel dentro de la investigación era comprometer el trabajo de muchos años. El avance en el suero de vigorización de las células era prometedor, se encontraban frente a la fuente de la juventud de la ciencia moderna, ésta, en vez de rejuvenecerte potencializa el correcto orden del organismo en cualquier etapa de la vida. Mientras alguien tenga dinero para comprar el medicamento podrá retrasar su muerte infinidad de años, además de restaurar las células dañinas que traen de cabeza a todos en estos días.

    El siguiente paso en la ciencia de la salud era una realidad gracias al genio de Abel. Pero eso ya no importa, los datos se perdieron en aquella computadora del laboratorio, ahora la información necesaria para realizar el suero solo está dentro de su cabeza.

    Después de ser desplazado del mundo farmacéutico, Abel montó un laboratorio en casa. Así logró sintetizar un compuesto muy parecido al cual trabajó con Colette. Los ingredientes que tenía a la mano sin embargo, eran diferentes. Uno de ellos resultó ser, en parte, un poderoso supresor de la voluntad humana. Su ex compañera-amante es la primera prueba en seres humanos de esta sustancia.

    Ella toca la puerta. Lo bueno de Caín es su rutina, esta no se altera. Aun le quedan algunos minutos para terminar de cambiarse. Le abre aun con la camisa a medio fajar. Desconcertado le pregunta el motivo de su visita pero ella no responde. De su bolso saca un revolver calibre veintinueve, el mismo que compró al empezar a ser acosada por Abel. Aunque lo llevaba con ella la noche anterior, no pudo hacer nada contra su atacante, la sorprendió en el asiento trasero de su camioneta y la dejó inconsciente con cloroformo.

    Caín no alcanza a reaccionar. Sin mediar palabras recibe tres detonaciones en su pecho y abdomen, además de un tiro de gracia ya en el suelo. El olor a sangre y pólvora se apoderan de la casa. Ella regresa por la calle y se pierde un par de cuadras después. Abel la recoge y la lleva de vuelta al edificio abandonado.

    Está satisfecho. Arruinó la investigación para la farmacéutica. Le arrebató la vida a quien lo sacó del proyecto más importante de su carrera. Ya solo queda terminar su plan desasiéndose del único cabo suelto.

    Ya adentro del edificio coloca la nota de suicidio que le dictó a Colette en uno de sus bolsillos. La mira una última vez, cómo la hacía cuando estaba perdidamente enamorado de ella, le planta un beso en los labios, pero no le corresponde, es como estar besando a un fantasma. “Toma el arma y disparate en la cabeza”. Ella, sin pizca de voluntad ejecuta la orden.

    En el abandono de aquel viejo edificio resuena el estallido del disparo. Un charco de sangre se extiende por debajo del cuerpo ya sin vida de Colette. Parte de su cráneo se encuentra expuesta. Abel observa el espectáculo a una distancia prudente. Ya terminó. Todo salió conforme a su plan. Ahora solo tiene deseos de almorzar, con todo el alboroto de su plan se le olvidó alimentarse bien durante las últimas horas.

    Está a punto de retirarse cuando nota algo extraño. Parece haber visto movimiento en uno de los dedos del cuerpo de Colette. No es para tanto, piensa, puede tratarse de un movimiento reflejo propio del cadáver antes de entrar en el rigor mortis. Se acerca con cautela, no quiere dejar huellas que lo involucren con la muerte.

   Observa por un minuto el cuerpo. Todo parece normal. Poco antes de darse la vuelta, Colette se incorpora nuevamente, ella abre sus ojos y se clavan fríamente en los de Abel.

 

Óscar Rubén Bermúdez, de Monterrey, Nuevo León, México. Realizó sus estudios como Licenciado en Lingüística Aplicada en Traducción en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Autor del cuento “La historia de un plátano que no quería terminar en un plato de cereal” publicado en la serie Poetazos 2015 de la editorial Onomatopeya Producchons. El autor nos dice que: “La fantasía reboza de vida en la realidad de cada ser imaginante”