NÚMERO 8  - MAYO DE 2016  - DIRECTOR: MARIO BERMÚDEZ - EDITORA COLOMBIA: PATRICIA LARA - EDITOR MÉXICO: ABRAHAM MÉNDEZ

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SOMBRILLAS AL VUELO

Portada de Sebastián Romero Cuevas

SUICIDIO AL ATARDECER  Mario Bermúdez -Colombia-

PÁGINA 7

Una historia basada en la realidad y matizada abruptamente con la ficción, sobre el problema del suicidio, que es más recurrente de lo que parece. El juego del tiempo de manera sesgada que rompe con el tiempo lineal, pero que, de todas formas, concatena la historia de la soledad, del abandono y del sufrimiento psicológico de alguien que llega a la vejez, relatada sintéticamente desde la Bogotá del general Rojas Pinilla, hasta finales del Siglo XIX, con la presunción de llegar hasta nuestros días. 

El núcleo de la historia se desarrolla en una vieja casona colonial del Barrio la Candelaria, más exactamente en el Palomar del Príncipe, en donde la familia de la alta sociedad bogotana de Eugenio Pombo le costea completamente la subsistencia. Creyéndolo idiota, decidieron deshacerse de él, sin eximirse de las responsabilidades para que el hombre pudiese procurarse una vida digna en el inquilinato de La Candelaria. Empero, al sentirse que posee una personalidad «desdoblada», una con el ser limitado cognitivamente, lo que lo convirtió en la vergüenza la familia, y otra, como el hombre perfectamente lúcido y cuerdo, que se obstina permanentemente con la idea del suicidio, preparándolo cotidiana y metódicamente en medio de absurdas fantasías. El relato discurre, también, entre insólitos casos reales de suicidio que se aúnan en una historia de fantasía, en donde se muestran las crueles paradojas de la vida. Simplemente, se puede uno preguntar: ¿nuestro personaje termina suicidándose? Solamente se podrá obtener la respuesta al leer el libro.

La novela se constituye en una introspección psicológica, mostrada de manera descarnada en la vida real, de lo que es el problema del suicidio, en donde una existencia de abandono, desesperación, limitaciones, pero, ante todo, de desamor, se convierten en el disparador del suicidio o, al menos, en una intención crónica, a la vez, alterando la salud mental con diversas patologías.

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RESEÑA POR ABRAHAM MÉNDEZ

 

Al hablar de “Suicidio al Atardecer” es conocer y visualizar como película de cinemascope  a Bogotá con dos caras, la de los cachacos; elegantes de sombrero, camisa almidonada, pantalón planchado y zapatos lustrados, de familia refinada y de opulencia rancia que se establecía en esos tiempos con sus usos y costumbres arraigados y guardando siempre la apariencia. La otra era la de la gente común la que transita en la vida y que pareciera que no tiene una expectativa, que solo esta para el rellano de una simple historia pero tan importante en toda su vida para “Eugenio”, personaje central de la historia, que se vuelve universal, ya que se le puede ubicar en cualquier entorno, ciudad, país o continente pues plasma la vida de un anciano que no supo realmente que era el amor en toda su expresión, y solo se obcecó en encontrar un reminiscente en su tía, aquella que para él se transformó en mariposa.

Historia que te lleva de la desesperación a la locura y de nuevo a la cordura y en la que se guardan pequeñas historias que la hacen aún más interesante, irónico saber que su historia se refleja en una época sin tiempo ni espacio, que igual la imaginación te lleva a la Bogotá antigua; aquella amarilla por la producción de ladrillo en las orillas de la periferia, y en un momento ya estás con la moderna de hormigón y con todos las vericuetos de la tecnología, aquella que se volvió cosmopolita y modernista aprisionada por la oligarquía.

Y que alguien me niegue que, al igual que Eugenio, no vivimos en un marasmo de inquietudes y nos sentimos tarados ante situaciones que nos aquejan y de las que no encontramos respuesta, y solo por ser diferentes se recrimina y se etiqueta en una sociedad que vive de las apariencias.

Para cerrar mi comentario de este texto lleno de imágenes que te transportan a un espacio de realidades que vivimos a diario; solo me resta decirles que “La vida es la mejor escuela que ha existido” y de ella se aprende lo que más nos hará falta para sobrevivir en las entidades de Bogotá donde se juntan la opulencia y la miseria y se vuelven una.

Cierro con esta paráfrasis: “pueblo que olvida o desconoce su historia está condenado a vivirla una vez más”

No me resta más que felicitar al autor de tan digerible novela corta, Mario Bermúdez, por su acertada y asertiva escritura que hace muy ligera y agradable su lectura

 

 

Abraham Eduardo Méndez Yáñez

Escritor y Poeta mexicano

Editor de la Revista Literaria Trinando

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