FERNANDO ARRANZ PLATÓN -ESPAÑA-
Nacido en Valladolid el 27 de mayo de 1941 (82 años)
Diplomado en Marketing y Publicidad, Estudios de Dirección de Empresa, Derecho y Relaciones Públicas. Técnico en Accidentes, durante cerca de 40 años trabajando en Multinacional del Seguro, suiza.
Bibliografía: *¿Qué nos dice la Biblia? *Álbum de historias * Déjame que te cuente. * Cerca del corazón * Relatos para una tarde de lluvia * Cuaderno de Religión, Historia y política. * Cuentos para ti * y más…
Novelas: Regreso al paraíso/ En el jardín olvidado /Mientras la sangre baña la tierra
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REGRESO AL PASADO (continuación Capítulo IV)
Hacía treinta y tres años, que Teresa había viajado a São Paulo, para encontrarse con su marido Sebastián, en cuyas tierras estaba su finca. Las propiedades, que este poseía en la región de Campinas a 90 Km de la capital, habían crecido como los ríos Paraiba y Tieté en plena tempestad.
Pero para ello, dado el gran número de asalariados y hectáreas que tenía, dedicaba muchas horas al trabajo y pocas a estar en el hogar.
Esteban, al regresar de uno de los viajes que durante aquellos años había hecho a España, reunió a todos los trabajadores y les informó, que tenía previsto casarse y que tan pronto las circunstancias lo permitieran, su mujer iría a vivir allí.
Pero las cosas no salían como él quería, puesto que las tierras no estaban todavía aseguradas y tenía que viajar de continuo. Así fueron transcurriendo los meses, hasta que un primer domingo del mes de mayo, anunció a todos que se casaba.
Una vez celebrada la boda por poderes en Valladolid y São Paulo, la vida siguió su curso. La mujer no recibía el permiso para viajar y Sebastián continuaba luchando por sus tierras.
Cerca de dos años después, el hombre pudo hacer efectivo el anuncio, de que Teresa iniciaba su viaje para reunirse con él. Pero días antes de su llegada, hubo unas intensas inundaciones y parte de las cosechas se fueron al traste.
Sebastián, ya dispuesto para la marcha a los campos, encargó a Belinda, su joven ama de llaves, que recogiese a la señora en la estación marítima de São Paulo. Esta se encontraba a tres horas por carretera de la localidad de Cerros Rojos.
El encargo de su patrón satisfizo a la joven nativa, que manifestó su alegría por tener alguien más en aquella casa tan grande, transmitiendo su felicidad a todos los que trabajaban allí.
Llegado el día, se dirigieron en la camioneta de la finca, hacia la capital, en busca de Teresa. En el vehículo, además de Belinda, viajaba Jerónimo, el hermano pequeño de esta.
El barco, a causa del mal tiempo, llegaba con cierto retraso. Poco habituados a viajar a la capital, notaron como el cansancio comenzaba a hacer mella en ellos, así que decidieron sentarse en unos espigones. Aunque no por ello, apartaron sus ojos de la línea del horizonte.
Horas más tarde, vieron aparecer en la lejanía un inmenso navío, que pronto comenzó a enfocar hacia la bocana del puerto. Desde el muelle observaron, como dos embarcaciones más pequeñas se dirigían a su encuentro.
En uno de ellos viajaba el práctico del puerto. Una vez este en el puente del Virgen del Rocío, comenzó a controlar la maniobra de atraque, mientras que la otra pequeña embarcación, les servía de apoyo para conducir la nave hasta su varadero. Una vez atracada esta, en el muelle, comenzaron a descender los viajeros.
Sebastián, quiso facilitar a Belinda la identificación de Teresa. Así que le señaló algunas peculiaridades de la mujer.
Sin embargo, era tanta la acumulación de gente en el lugaradoelle, templaban, que resultaba difícil distinguir nada. Los pasajeros se fueron encontrando con los allegados que les esperaban, quedando al pie de la escalerilla solo dos mujeres.
Belinda observó a ambas, aunque no hizo intención de moverse al ver que estas dirigían su mirada hacia un carruaje.
Una de ellas besó efusivamente al caballero que lo conducía, mientras que la otra esperó a ser presentada. Luego, tras el intercambio de saludos, las mujeres se besaron en señal de despedida y una de ellas se quedó sola.
Era la única que esperaba, así que Belinda dio por sentado, de que aquella era la mujer del amo y a ella se dirigió.
—Señora, ¿sois, Teresa?
—Sí. ¿Qué no ha venido Sebastián?
—Su esposo no ha podido. Han surgido algunos problemas en los cultivos cercanos al río y ha sido necesario que se desplazara hasta el lugar. Nosotros la acompañaremos.
Hizo una señal al muchacho y una vez este cogió el equipaje más pesado, se dirigieron a la furgoneta. Teresa ofrecía el color de una persona enferma y el ama de llaves se quedó preocupada.
Una vez en la camioneta tomaron el camino de regreso a la finca. Durante el viaje, Belinda y su hermano Jerónimo se esforzaron por explicarle cosas de aquellas tierras, para que se le hiciese más llevadero el camino.
Cuando llegaron a Villa Rosario, nombre por el que era conocida la finca, ya había anochecido. Mientras Jerónimo subía el equipaje a la habitación de los señores, Belinda le mostró la casa y le presentó el personal que aún estaba en ella.
Desde aquel momento nació una amistad entre ambas, más allá de la relación de ama de llaves y señora de la casa.
La luz solar ya penetraba en la habitación, cuando Teresa despertó e intentó levantarse. Notó que se encontraba mareada y lo achacó a tantos días de navegación.
Como quiera que Sebastián, según le dijo Belinda, tardaría un par de jornadas más en llegar, decidió que aprovecharía aquel espacio de tiempo, para descansar lo máximo posible. Volvió a la cama y un sueño reparador se apoderó de ella.
Belinda entró en la habitación hacia el mediodía, para avisarla de que la comida ya estaba preparada. Se vistió con una blusa y un pantalón corto, ya que notaba la temperatura algo elevada, y bajó al comedor. Se sorprendió al ver que solo había un cubierto en la mesa. Cuando preguntó por este hecho le indicaron que el personal comía en la cocina.
Al día siguiente, bien entrada la mañana, se levantó y bajó al comedor a desayunar. El extraño mareo volvió a repetirse, provocándola insistentes arcadas que le hicieron desistir de salir al exterior.
De regreso a la habitación, se cruzó en el pasillo con Belinda. La joven, al ver el rostro de Teresa y los esfuerzos que hacía para evitar el vómito, se percató de que algo no iba bien.
—Señora deberíais acudir al médico
—No creo que sea nada, todo parece deberse al exceso de cansancio por causa del viaje.
Teresa sabía, que con aquella contestación no disminuiría la preocupación de la joven por su estado. Para cualquier mujer, aquel extraño mareo y aquellos vómitos matinales no eran otra cosa que síntomas de estar embarazada. ¿Pero cómo? Supuso que debía pensar Belinda, ya que su patrón y ella llevaban más de veinticuatro meses sin verse.
Sin embargo, a diferencia de los días anteriores, la joven se quedó más tranquila, cuando vio a su señora que, después de desayunar, se dirigía a las cuadras con la intención de dar un paseo a caballo.
Teresa, vio como esta la observaba a través de la ventana, mientras Jerónimo la acompañaba en su salida por los campos.
La llegada días más tarde de Sebastián a la casa, alteró todos sus planes de reposo. Este se encontraba cansado y Teresa, asumiendo su papel de esposa, le preparó un güisqui solo tal como sabía que le gustaba. Después comenzó a masajearle el cuello. Al hombre, aquella disposición de su esposa le satisfizo y se fue relajando.
Sebastián pidió a Belinda, que les sirviera la comida en la habitación. Teresa temía aquel momento. Sin embargo, deseaba pasarlo lo más rápidamente posible.
El hombre, debido al tiempo de estancia en los campos, no había estado con mujer alguna, así que tan pronto Teresa se deshizo de la ropa, él sin miramientos se colocó sobre ella.
En un intento de convencer al esposo de que este la satisfacía, la mujer gemía por un placer que no experimentaba, mientras que de sus ojos se desprendían las primeras lágrimas de frustración.
Luego, un día tras otro, se vería obligada a fingir un amor que no sentía, mientras notaba que su alma se desgarraba y hundía en la tristeza.
Contento con la llegada de Teresa, Sebastián quiso festejar el acontecimiento por todo lo alto. Para ello decidió celebrar una fiesta de bienvenida en la finca, a la que procedió a invitar a los vecinos con los que mejor se llevaba, y a sus capataces.
A Teresa la idea también le ilusionó y dedicó todas sus capacidades, para ejercer como anfitriona. Entre los vecinos que acudieron a la celebración, estaba Estrella, su compañera de viaje.
Lo que resultó una sorpresa para ella fue ver que los maridos de ambas eran tan amigos. Y aquello al principio la puso un poco nerviosa, pero Estrella la recordó, que lo ocurrido en Barcelona había quedado allí.
Teresa se puso a llorar. Por suerte estaban alejadas de los hombres y nadie lo observó.
—Estrella, creo que estoy embarazada —su voz había bajado tanto el tono, que esta se lo hizo repetir.
—Le has mencionado algo a Sebastián.
—No, todavía no he tenido fuerzas para hacerlo.
—Yo ya estoy casi al final del embarazo. La semana que viene he de desplazarme a la ciudad, ya que tengo visita con la comadrona —miró hacia donde estaban los maridos y viéndolos enfrascados en sus cosas la dijo:
—Como los hombres tienen trabajo, te propongo que me acompañes y así podrás hablar con ella.
Estrella, tan pronto vio que los maridos de ambas se les aproximaban, les dijo:
—Álvaro, pienso que no tendrás que acompañarme a la comadrona. Teresa dice que lo puede hacer ella, y ya que estamos en la ciudad, aprovecharemos para ir de compras. Supongo Sebastián, que no te importará.
Ambos asintieron y ellas se cruzaron una mirada de complicidad. Días más tarde, tal como habían quedado, acudieron al consultorio de la comadrona.
Esta, después del reconocimiento a Estrella, le manifestó que todo iba muy bien y que saldría fuera de cuentas en unos quince días. Luego, le comentaron la situación de Teresa.
Ella fue tomando nota de lo que le decían, e intercalaba preguntas sobre el tiempo de la última regla y los vómitos matinales. Después procedió a la de la mujer. Finalizado este, su diagnóstico fue que estaba embarazada de mes y medio. Teresa se puso a llorar.
Estrella y la comadrona intentaron consolarla. Pero su amiga fue un poco más allá y le dijo a la matrona, que debían buscar una excusa que cubriese ese mes de diferencia.
La respuesta de esta fue, que no había ningún problema. De ahora en adelante, las posibilidades de que se produjese el nacimiento antes de hora por dificultades de la criatura, sería su cobertura. Eso sí, Teresa, tan pronto volviese a casa, debía explicárselo a Sebastián, y ser muy convincente al decírselo.
Para ello tendría que poner toda la ilusión de una madre primeriza. Ambas amigas abandonaron el consultorio y regresaron a sus casas.
Teresa, como le aconsejara la comadrona, le dio toda clase de explicaciones a Sebastián sobre su estado y la posibilidad de un nacimiento antes de hora del bebé.
Esa época fue la más maravillosa de su matrimonio. El hombre contento con la noticia de un crío en la finca, atendía con asiduidad a su mujer y no la dejaba que cargase cosa alguna.
Ocho meses más tarde llegaba a Villa Rosario, Irene, el ángel que debía ser la alegría de la casa y cariño a sus habitantes. Sebastián, que no era muy ducho en mujeres, salvo para sus fiestas, celebró la llegada de aquella muñeca, que era su hija querida.
Teresa, sin embargo, miraba el rostro angelical de la niña y en él veía su gran amor.