CARLOS JOSÉ BLANDÓN RUIZ -NICARAGUA-
PÁGINA 30
En mi silencio, monstruos...
Yo no sabía que,
por cada silencio en el que sumía mi alma,
estaba alimentando monstruos
del abismo profundo.
Y los sacié con ira, y bufaron.
Luego vi mi paz derruirse
en la oscuridad diabólica
de sus fauces agresivas.
Les di mis miedos, pero aquellos
se tornaron cada vez más grandes,
y cada vez más fuertes, y se rieron;
se rieron porque se sintieron muchos,
mas yo estaba desnudo.
Les entregué mis sueños,
y los vi desvanecerse
como espuma entre sus garras,
mientras me culpaba a mí mismo
sin saber por qué,
y me sentí monstruo de repente.
Pero yo no sabía que,
por cada silencio en el que sumía mi alma,
habría un mil monstruos sueltos
prestos a morderme, hasta que un día
decidí gritar...,
y los maté de hambre.
* * *
Síndrome de Noé
En la diacronía de la historia,
se nos ha dicho que todos llevamos un niño dentro,
mas yo os digo, que todos llevamos un animal dentro,
alter ego de quien verdaderamente somos
o de lo que queremos e intentamos ser.
¿Le quitaremos de su diestra el Lobo de Gubbia
al mínimo y dulce Francisco Asís,
cuya reverencia del rudo y torvo animal
fue el blasón de su virtud y santidad?
¿O dejaremos escapar del corazón de Bukowski
al índigo plumífero y anónimo que desde adentro
grita su olor a alcohol y a sudor, a birras y a hipódromo,
a tugurios y colillas, a bares y rameras?
¿Acaso podremos liquidar de la «Filosofía» de Darío
a la araña, al sapo, al cangrejo, al grillo o al oso,
que lo bautizan como el liróforo disidente?
¿Haremos huir del saloncito aquel al mirlo
que canta al arte y la belleza?
¿Echaremos a perder el inefable primer instante de amor
que le dieran a su alma, luz inmortal,
palomas blancas y garzas morenas?
¿O dejaremos abierta la puerta de la jaula al pobre pájaro azul
que le inspire soñadores versos desconocidos?
¿Abriremos la ventana invernal al cuervo fúnebre y adusto
para que en negras tempestades
envuelva de misterio y agonía a Edgar A. Poe?
¿O sepultaremos al diabólico gato negro
para que su corazón delator no entregue a su amo
al verdugo de la culpa y el terror?
¿O despertaremos del marasmo eterno al animal cansado
que todo rompe en Alfonsina Storni quien, amante,
anhela un amor feroz de garra y diente,
que bien pudieran refractarse en el iris
de los ojos de perro azul de García Márquez
o en los ojos de oro del gato blanco y célibe
del gran Jorge Luis Borges?
¿Liquidaremos de la diestra de Cortázar, Jaramillo o Eliot
al felino que los hizo inmensamente felices
y de cuyos poros brotan maúllos y ronroneos
que espiran luego en versos de delicada tesitura?
¿O heriremos de bala cruenta a las blancas corzas
y oscuras golondrinas que saltando de roca en roca
emiten silbos apacibles que se tornan rimas y leyendas
en la pluma de Adolfo Bécquer?
No.
Dejad que ese animal en ellos viva
con intensidad y con espanto,
que viva y muera diariamente
en un vaivén de incontrolados versos
que en funestas horas autumnales,
evoquen a Artemisa, Aranyani o Neith.
Animal salvaje.
Animal enamorado.
Animal cansado.
Eso somos.
Pájaros poetas en un azul Darío
Pájaros libres en un azul cielo.
Pájaros inquietos en un azul cantábrico.
Pájaro azul…pero un azul salvaje
…como el animal, que llevamos dentro!
* * *
Ni tan cerca, ni tan lejos
Si la utopía sirve para caminar:
¿Para qué me sirve la espera
de un abrazo imposible?
¿Para qué me sirven tus besos,
si en ellos ya no habrá incendio?
¿Para qué me sirve el recuerdo,
si ya no alquilas mis pensamientos?
¿Para qué me sirve tu hostia,
si tu misa ya se ha terminado?
¿Para qué me sirve el sollozo de tu silencio,
los anhelos y los sueños juntos,
si puedo caminar?
Aunque, no tan lejos que me vayas amar,
ni tan cerca que me llegues a odiar.
* * *
Reminiscencias
Hay perfumes que no huelen,
nombran.
Los hay, que acortan distancias
para sentirnos vivos.
Hay perfumes
que abraz/san.
Los hay, que destapan el alma,
y pintan tu rostro frente al mío;
perfumes con aroma a recuerdo,
de esos que se pegan en la piel,
y por tanto, inolvidables,
incomprensivos
incrédulos,
inconquistables,
inconfesos,
insondables,
y otros tan crueles,
que llegan a ser
inconfundibles,
el justo momento, en donde
los perfumes ya no huelen...
duelen.