NATALIA RODRÍGUEZ -ESPAÑA-

 

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Me llamo Natalia Rodríguez, y soy de León (España). Tengo 48 años, mi profesión es indumentarista regional de trajes del siglo XIII y Costurera. Cursé taller de literatura de Andrea Pereira año 2021/2022. Mi primera publicación en el séptimo concurso internacional en Versos compartidos 2021 para Antología con un cuento titulado Ni tan loca ni tan cuerda y una carta titulada Una prometedora ilusión, en Uruguay.  Mis siguientes publicaciones con cuentos y poesías han sido en varias revistas literarias, como Perro Negro de la calle de México, Horizonte gris de Colombia, El buen cruel, Revista Trinando y Laberinto de estrellas.  También he conseguido Mención de honor en el 79 Concurso Internacional de Poesía y narrativa Cumbre de las letras de Argentina, con un cuento titulado Mi amado guía.  Y segunda Mención de honor en el Octavo Concurso Internacional de Versos compartidos de México, con una carta titulada Huida forzada. Participación directa en la Antología Guerreras 2023 de Aleteo de una mariposa en México, con un cuento titulado Mi guerrera. Formo parte junto a más escritores en Escritores y letras de la página WordPress.com, en el que realizo un escrito semanal, publicando mis obras. Y participo en Radio Consciencia online top new, en distintos programas literarios como, Escucha lo que escribo, Convocatorias y Acordes con sentido.  Mis redes sociales son:  Instagram, @nataliarodriguez4856
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BAHIR                                                    
 
Bahir baja de su coche junto a su mujer y sus hijos, llega diez minutos antes de la hora acordada. Mira hacia la puerta de la entrada y sonríe, agarra la mano a su esposa mientras le señala la puerta para que vea quienes están allí. Los dos ponen cara de felicidad, no lo pueden evitar y los niños salen corriendo hacia la entrada, mientras van gritando, "¡abuelo, abuelo Luis!".
Bahir y Alma su esposa, alcanzan a los niños y se ponen a abrazar a toda la familia allí reunida, Bahir al abrazar a su madre le dice.
-Mama gracias por estar aquí, para mí es muy importante que estéis y me apoyéis en esto-.
Su madre le acaricia la cara y le contesta.
-Siempre te hemos apoyado y siempre lo haremos, eres nuestro pequeño y te amamos con locura mi Bahir-.
-¿Qué pasa, que para mí no hay un abrazo?-, le reprocha su padre con los ojos llenos de lágrimas.
Los dos se funden en un abrazo y se unen a ellos sus hermanos que también se sienten muy emocionados.
Bahir y su familia hablan un rato e incluso bromean y planean unas vacaciones en familia por Italia, para el verano ya que apenas faltaban dos meses. Alma mira el reloj y avisa a su esposo que ya es la hora. Le coloca bien la corbata y su Blazer y todos unidos entran.
En la recepción les está esperando el director de la fundación, junto a su editor, que se saludan con gran cariño.
-¿Bahir cómo estás, cómo te sientes, preparado para presentar tu libro?-, le pregunta su editor con gran sonrisa y orgullo.
Su editor se llama Miguel, desde el minuto uno ha apoyado a Bahir para que escribiera sobré su vida, es pareja de su hermana Mónica, y desde que fue conocedor de toda la historia, le animó para que diera el paso y escribiera sobre su vida.
Al principio Bahir no quería, tenía miedo, aunque ya era un hombre y habían pasado muchos años de aquello, su temor convive con él no puede evitarlo y se negó, pero su familia le animó, le aconsejaron que diera el paso que además sería una forma de superarlo, dejar todo atrás y lo más importante ayudar a todos que como él se puedan sentir en la misma situación. Bahir al final aceptó a hacerlo, pero las ganancias del libro serán para la asociación, jamás se beneficiaría de todo lo que tuvo que pasar y sufrir. Aún en el fondo seguía siendo aquel niño de corazón noble con ojos inocentes.
-Estoy muy nervioso, no sé si podré articular palabra, Miguel-. Responde mientras agarra una botella de agua.
-Lo vas a hacer muy bien, solo tienes que ser tú, ¡Contar tu verdad con la cabeza alta!-, le dice su hermana Mónica mientras le pasa la mano por la espalda, y continúa hablando,
-Ahí dentro hay niños saharauis como tú, personas adultas. Para todo vas a ser de gran ayuda, no lo olvides hermano. Y estamos aquí para que no flaquees, de vez en cuando respira, bebe agua y continuas-.
Bahir le dio un abrazo a su hermana y le agradeció sus palabras y apoyo. Pasaron a la sala, que es bastante grande y con gran iluminación. Miguel ha sabido encontrar el lugar perfecto para la presentación del libro.
Una mesa preside la tarima en ella hay cuatro sillas, una para él, otra para su cuñado Miguel, otra para el director de la Fundación y la última para el embajador que llega en el último momento y con cierta rapidez saluda a su paisano Bahir. Todos toman asiento en el lugar que les corresponde. Bahir echa un vistazo a la sala, sin duda está repleta, en la primera fila está toda su familia, sus suegros, amigos y compañeros y colegas de profesión. Levanta la mano y les saluda con una sonrisa nerviosa. Pensando un rato decide que mejor se va a levantar y apoyarse sobre la mesa. Se coloca bien el micro y comienza a hablar.
-Hola buenas tardes, antes de nada, quiero dar un saludo, al embajador de mi país natal que muy amablemente ha aceptado estar aquí, también al director de la Fundación, a mí familia, amigos y compañeros, y por supuesto a todos los demás presentes, estoy muy agradecido a todos por estar aquí-.
Un aplauso hace silenciar a Bahir y sonrojarse, poco después continúa hablando.
-Voy a presentaros mi libro que tiene por título, Sentimiento de acogida. Y trata sobre mi vida, espero que os guste y que sobre todo mi experiencia sea útil para todos-. Bahir toma agua, respira como le aconsejó Mónica y prosigue.
-Me llamo Bahir, soy saharaui tengo cuarenta años y soy neucirujano en el Hospital Residencial, llevo conmigo un equipo de cirujanos y enfermeras que operamos no solo aquí en España también por varios países de Europa. Estoy casado con una mujer maravillosa y tenemos tres hijos, dos niñas y un niño de tres, cinco y ocho años respectivamente. Tengo una casa preciosa y un gran coche-.
 Bahir que se encuentra sentado sobre una mesa situada en la tarima del salón de actos, se levanta y camina hacia el centro y prosigue su charla mientras todos escuchan con atención y expectación.
-Podria decir que todo lo que soy y todo lo que tengo es gracias a mí, a mí esfuerzo y empeño, pero no estaría diciendo toda la verdad. Porque si yo estoy aquí y soy tan feliz es gracias a mí familia de acogida, mis padres Luis y Paula y mis hermanos José, Miguel y Mónica, los amo y adoro a partes iguales. Son mi verdadera familia, los que aman de forma incondicional y los que han luchado con garras y dientes por mí y para que hoy por hoy yo sea el hombre que soy. Mi vida no ha sido fácil, sobre todo mi infancia.
Nací en el norte de África en el Sáhara Marroquí, en un pueblo pequeño de la costa llamado El Marsa provincia de Aaiun que es la ciudad más importante del Sáhara y se encuentra a unos ochocientos kilómetros de Rabat.
Mi familia es muy humilde, somos doce hermanos, ocho chicos y cuatro chicas, yo soy el penúltimo. Mi padre se dedicaba a ayudar en el puerto cuando llegaban los barcos con la pesca del día, él descargaba la mercancía y después limpiaba el barco, pero apenas ganaba dinero porque el sueldo no era fijo, solo si iba a trabajar, cosa que no solía hacer mucho era bastante vago y prefería dormir que arrimar el hombro.
Mi pobre madre nos cuidaba a todos, llevaba la pequeña casa donde vivíamos y luego iba pidiendo ayuda o hacía labores de hogar a cambio de un saco de harina para que pudiéramos comer. Bueno comer era mucho decir porque lo hacía el que llegaba a tiempo porque quién se descuidaba un poco ya no lo hacía.
Nuestras ropas pasaban de un hermano a otro, así que los más pequeños como podéis imaginar nos llegaban bastante desgastadas.
Recuerdo que había días que igual llevábamos cuarenta y ocho horas sin probar bocado, corríamos hacia el puerto y buscábamos a ver si encontrábamos algún pescado, no era habitual ya que las gaviotas eran mucho más listas que nosotros, pero de vez en cuando nos tocaba la lotería y veíamos uno, ese día éramos felices.
Cuando yo tenía siete años, llegó una mañana una prima de mi madre de Rabat, y les contó a mis padres que sabía cómo podía "deshacerse" de tanto hijo por unos meses. Mi padre al oír eso puso los ojos como platos y corrió a sentarse junto a ella para que le explicara cómo era posible eso.
Les contó que había familias de acogida en España y que era una forma muy interesante de que se hicieran cargo de los hijos de otros, que los criaban y además se podía conseguir dinero y que ella podía ayudar para lograrlo.
Mi padre enseguida nos miró a todos y dijo que las chicas no, que los chicos ya eran más bien mayores, menos yo y mi hermano pequeño que era un bebé. En ese caso lo mejor les aconsejo la prima, era yo.
Así que a la mañana siguiente me despedí de mis hermanos y mi madre llorando y me fui con la prima a Rabat, me preparó todos los papeles y en un mes, estaba en el aeropuerto Hassan I y me envió a España a la capital, Madrid.
Me pase el viaje con el corazón llorando y aterrado. No entendía nada porque mis padres me mandaban tan lejos porque no me querían, ¿acaso era un estorbo? 
¿Y a donde iba a ir a parar, quienes me acogían?  La prima de mi madre me había dicho que no fuera un llorón,  que iba con una muy buena familia, pero yo no le creía.
Llegué a Madrid una tarde muy calurosa del mes de junio, una azafata me acompañó hacia una señora que tenía un cartel que ponía mi nombre en mayúsculas, BAHIR. Yo le miré asustado y me preguntaba si sería la señora que me llevaría a su casa. Resultó ser de la Fundación, se presentó se llamaba Claudia, me explicó que al día siguiente iba a conocer a mí familia de acogida, que eran unas personas maravillosas, lo cual no se equivocaron para suerte mía. Ella también iba a estar al pendiente de mí y de mis necesidades en estos meses. Que sonriera que era muy afortunado y venían días felices.
En el libro cuento, mi primera impresión al conocer a mí familia de acogida, la primera vez que mi mamá Paula me abrazó y como mis tres hermanos jugaban conmigo, pero también reflejo en él,  el terror de mis primeras noches en una gran casa, con una cama, que digo cama, ¡Una habitación para mí solo!. No me faltaba de nada, tenía todos los lujos, y aún así mi miedo no cesaba y no había día que despertara llorando y con la cama mojada.
El segundo mes todo cambió, me sentía uno más de la familia, íbamos de excursiones, a la piscina e incluso me llevaron al parque de atracciones. Era tan feliz que los meses pasaron volando y llegó mi regresó al Sáhara.
Mi familia saharaui al verme llegar no daba crédito, había ganado algo de peso, con ropas nuevas, zapatos y deportivas y con una cadena de oro que me regalaron con un colgante que decía, "Te llevamos en nuestro corazón". Poco me duró colgado en mi cuello, mi padre días después la agarró y la vendió, Dios sabe por cuánto.
 La ropa y todo lo demás me lo quitaron se lo dieron a mis hermanos, mi padre decía que yo no necesitaba nada y regresé a mis cosas viejas.
Durante los meses siguientes soñaba con volver a Madrid a los brazos de mis papás Luis y Paula, allí sentía que me querían, que me protegían, que nada malo me podía suceder y allí nunca me hablaba el hambre.
Por suerte el año pasó rápido y yo ya estaba por regresar, me sentía tan feliz, no veía el momento. Dos días antes una mañana que mi madre salió con mis hermanos, en casa quedó mi padre, mi hermano Mustafá y yo, me agarraron los dos y me dijeron que este año cuando regresara tenía que traer mucho dinero, que no pensara que iba a volver a hacer el vago y que cada día a esa familia estúpida les robara y lo fuera guardando en la mochila.
Yo no podía creer lo que me estaban diciendo, no les dije nada, pero no iba a  hacer tal cosa a mis papás Españoles. Pasó el verano a mí regreso, mi padre y mi hermano me pidieron el dinero, les dije que no tenía nada, que yo no pensaba robar a unas personas que me querían tanto, no era capaz y no era justo ni estaba bien hacerles eso. Esa misma noche me dieron una paliza y me avisaron que para el próximo año si no les traía dinero me matarían.
Pasé el invierno muy angustiado, ¿Cómo iba a hacer semejante cosa?, no les podría mirar a la cara. Por un lado no quería ni que llegara el verano, pero muy a mi pesar llegó más rápido de lo habitual.
Llegué a Madrid y allí estaban todos para recibirme, me llenaron de besos y abrazos y hasta una fiesta sorpresa prepararon con el resto de la familia y amigos. En el libro hablo de mis abuelos, tienen un papel muy importante también en mi vida, y en él veréis por qué.
Aún siendo los días más felices que nunca. En mi cabeza estaba sin moverse de la amenaza de mi padre y hermano. Así que ideé un plan, una mañana que fuimos de excursión, cuando pasamos por el túnel de Guadarrama vi que allí era un lugar perfecto para esconderme, así que decidí escapar la madrugada del día que regresaba a mí país. Me preparé con disimulo y fui guardando cada bocadillo, galletas y alguna manzana que me daban para merendar, zumos y botellas de agua pequeñas en mi mochila, mis deportivas y una sudadera. Sin que se dieran cuenta me fui despidiendo de cada uno de ellos. De verdad pensaba que no volvería a verles, mi corazón volvía a llorar otra vez después de mucho tiempo.
Llegó la madrugada, me acosté vestido y cuando llegó la hora muy despacio caminando de puntillas salí de casa y corrí y corrí hasta llegar al lugar. Nada era como había pensado todo estaba oscuro, hacía mucho frío con mi sudadera no bastaba  y se escuchaban unos ruidos muy feos que me llegaban de temor-.
Bahir paró un momento de hablar y volvió a beber agua, respiró se sentía más nervioso, se sentó en la mesa y miró a todos asombrado viendo cómo todos estaban expectantes, segundos después prosiguió.
-Un mes estuve allí, todos me buscaron, mi familia, amigos y los cuerpos de seguridad del estado por tierra, mar y aire. Una noche dieron conmigo ya llevaba tres días sin comida ni agua, estaba deshidratado con mucho frío, lleno de picaduras y raspados de ramas, pero lo peor era que estaba desorientado y aterrado, ya no tenía lágrimas y os juro que creí que la muerte me llevaría con ella y en ese momento era lo único que quería.
Recuerdo a mí mamá Paula abrazarme llorando y preguntando que me había llevado a hacerlo, tenía miedo a hablar y no les decía nada, hasta que un sicólogo me hizo ver que tenía que decirlo, que callar no solucionaba nada.
Todo lo que sucedió después, fue encontrarme con más ayuda y amor de lo que podía imaginar, pero también sucedieron más cosas, mi padre y mi hermano al enterarse de mi huida, vinieron para España en una patera a buscarme. Y no imagináis todo lo que tuve que pasar hasta que Luis y Paula me adoptaron legalmente.
Gracias a ellos he podido estudiar una carrera y tener la vida que tengo, y puedo decir que soy muy feliz, ya superé todo. El niño que habita en mi, ya no tiene miedo, es un niño risueño y gracias a Dios con el corazón igual de noble y limpio-.
Bahir se volvió a levantar y con gran sonrisa siguió hablando,
-No es porque sea yo y tampoco porque se hable de mi vida, pero de verdad podéis creerme que cuando leáis este libro os va a encantar y os va a hacer ver la vida de otro modo y daros cuenta que un poco más allá de vuestra zona de confort hay niños que llevan una vida, que más bien que vivir lo que hacen es sobrevivir y aún con todo eso siempre tienen una sonrisa y un corazón puro.
Y sobre todo por favor que toméis conciencia de que muchos niños necesitan familias de acogida y que por un tiempo sea mucho o poco, se les puede hacer muy felices, dándoles cariño y protección-.
Bahir cede la palabra al presidente de la Fundación, que explica que las familias de acogida reciben un apoyo económico  que depende de la edad del menor. Y qué pasos hay que seguir para poder acoger. Para muchos menores es evitar que pasen por un centro de acogida que aunque no son malos, si son más fríos y distantes y muchos con futuros dudosos. Una vez explicado todo reparte folletos con toda  la información a cada adulto allí presente.
Ya terminada la presentación del libro, Bahir recibe a todo aquel que quiere saludarle, todos le felicitan y les dan las gracias. Firma ejemplares y posa para fotos hasta de  importantes revistas y periódicos del país, sin duda ha sido un éxito.
Dos meses después Bahir se encuentra con toda su familia en la costa de Italia, en una playa preciosa, mira como sus hijos se divierten dando saltos a las olas, como sus papás pasean por la orilla agarrados de la mano y a su esposa que prepara la mesa junto a sus hermanos  y cuñados para comer.
 Suspira y se dice para él "Sin duda la  vida merece la pena vivirla, por todo lo bonito que hay en ella".