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CÉSAR DE JESÚS MOLINA -COSTA RICA-

 

Es un escritor, clown, cuentista y artista plástico costarricense, cuyo seudónimo es James Philliphe Morán. Ha escrito poesías, cuentos, ensayos, obras de teatro y narraciones costumbristas.
Dentro de su producción poética podemos citar: Aspiración Poética, Lamentos del Verbo y Tributo a la Mansedumbre Constructiva, Confesiones Insurrectas y Vocablos Disonantes.
Algunos de sus poemas han sido publicados en ediciones internacionales, tales como: el libro Ni Una Más, Calameo, Argentina. En la antología poética El Deseo de Cupido; así como en revistas literarias tales como: Icaro, Cisne Digital, Trinando, Hoyloleo y en cientos de páginas literarias de habla hispana. 
Entre sus libros de cuentos figuran: Fantasías Pedagógicas y Humorísticas, e Interacción Lúdico-Armónica y Sostenible.
Como obras teatrales están: El Ecoloyaso Mágico en el Reino de la Limpieza, El Vago de la Tos, Soliloquios de Las Divagaciones psicológicas, Cuenterete Chin Chin y su Amigo Firulais y El Títere Perdido en Nunca Jamás, además de varias comedias de enredos o farsescas, entre las que destaca Sin Bolas no hay Papazzis. 
Sus narraciones costumbristas se encuentran en los libros titulados: Trilogía Bucólica (escritas bajo el heterónimo Carmen Yolanda Odio Dobles) y Relatos Misteriosos de la Aldea de Pacaca (escritos bajo el heterónimo Tiquicio Bahareque).
Dentro de las temáticas prevalecientes en las obras de Molina destacan el amor, el universalismo, la exaltación de la No Violencia Activa, el ambientalismo y la crítica social en contra de cualquier tipo de discriminación.

 

BIFURCACIÓN DEL VOCABLO EN LOS IDILIOS 

 

La palabra engendrada en el romance,
es embrión que germina en páramo o floresta en mausoleo que se esfuma. 
Es alborada en playa de quimeras
o verídica bofetada en el ocaso.
Exalta la somnolencia de la marea por la mansedumbre petrificada
o nos ahoga con la virulencia del olvido en catarata. 
La palabra engendrada en el romance,
exprime zumos de néctar con piropos
o evapora las vendimias con erupciones peyorativas. 
Por credulidad hace danzar plumas en vaivén en pajareras
o el polen oculta celoso, a las abejas de Cupido. 
La palabra engendrada en el romance,
la hierba transmuta en azahares detallistas
o marchita de Babilonia los sándalos de la torpeza.
Trashuma eucaliptos con pleitesías o hiede la fetidez de las trincheras al callar.
Es ánfora de buganvilias en las estrofas
o estepa añejada por los sinsentidos de la novela bursátil. 
La palabra engendrada en el romance,
se goza risueña en la bienvenida
o solloza ante el trémulo vértigo del adiós. 
Derrota vikingos trúhanes con adverbios
o hipnotizada dormita en el teclado inactivo.
En fábulas hurta zapatillas para comprender a quien se ama
o espolvorea las cartas por rencor indómito.
La palabra engendrada en el romance,
con gorriones afina la citara del perdón
o en las heridas diluye el cítrico de las líricas grotescas.