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PÁGINA 12

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KRZYSZTOF T. DABROWSKI -POLONIA-

Sobre el Autor:


Libros en EE. UU.: "Escape" (2019 - Royal Hawaiian Press), "Anomaly" (2020 Royal Hawaiian Press)
Libros en España: "La Fuga" (2019 - Royal Hawaiian Press), "Anomaly" (2019 - Royal Hawaiian Press)
Libros en Alemania: "Die Anomalie" (2020 - Der Romankiosk).
Libros en Canadá: "The Prisoner Of Infinity" (2022 - Ukiyoto Publishing), "And On Earth without Changes" (2022 - Ukiyoto Publishing), "The Worries Of A Not So Dead Man" (2022 - Ukiyoto Publishing)
Libros en Polonia: "Naśmierciny" (2008 - Armoryka), "Anima vilis" (2010 - Initium), "Grobbing" (2012 - Novae Res), "Naśmierciny i inne opowiadania" (2012 - Agharta / 2017 - Armoryka / 2022 - Saga Egmont), "Z życia Dr Abble" (2013 - Agharta), "Anomalia" (2016 - Forma), "Ucieczka" (2017 - Dom Horroru), "Nie w inność" (2019 - Waspos), "Nieznośna niewyraźność bytu" (2022 - Saga Egmont) & "Obyś żył w ciekawych czasach" (2023 - Św. Macieja)
Audiolibros en Polonia: "Naśmierciny" (2008 - Armoryka), "Nie w inność" (2019 - Waspos / Saga Egmont), "Grobbing" (2022 - Empik Go), "Anima vilis" (2022 - Empik Go), "Ucieczka" (2022 - Empik Go) i "Naśmierciny i inne opowiadania" (2022 - Saga Egmont).
Publicaciones en antologías en países como: Polonia, USA, Canadá, Inglaterra, Australia, Portugal, India, Túnez, Bosnia & Herzegovina, Alemania, Rusia, Brasil y Bangladesh.
Publicaciones en revistas extranjeras en países como: Eslovaquia (PLAYBOY), EE. UU., Inglaterra, Canadá, India, República Checa, Rusia, Brasil, España, Argentina, Alemania, Italia, Israel, Hungría, Suecia, México, Albania, Nigeria, Botswana, Zimbabue, Tanzania, Uganda, Kenia, Costa Rica, Perú, Vietnam, Turquía, Ucrania, Rumania, Eslovenia, República Centroafricana, Corea del Sur, Austria y Filipinas.
 

LA VENGANZA DE FRANCISCO
 

 
     Se acostumbraba a esto, lentamente. Tenía que hacerlo. No tenía otra ocpción. Ancianita le puso el collar odiado y le abrochó la correa. Esto era tan humillante que se sentía como un esclavo. La pobre mujer estaba en sus setenta y tenía veinte kilo de más. En sus manos cubiertos de unas manchas hepatícas y temblorosas sujetaba un bozal. ¿Por qué lo hacía? ¿Núnca pensaba en lo desagradable que era? ¿Y si alguien le pusiera a ella algo así? Seguramente bajaría de tono. Dió la vuelta. ¿En qué consiste este juego? ¿Para qué sirven todos estos disfraces? A veces hay que aguantar las fanaberias de la anciana. Al fin y al cabo, si no ella, ahora estaría como los que se quedaron allí. En vez de esta grasita agradable que tenía, se le transparentaría el teclado de costillas. Sentía que la mujer se ponía nerviosa, pero así, para guardar sus principios y por pura maldad congénita, al menos, tuvo que mostrarle que pasaba todo esto muy mal.
- ¡Francisco! ¡Francisco, ¡Ahora mismo da la vuelta!- la voz temblorosa y estridente, al que le intentaba dar el tono imperioso, sonaba cómico- ¡Franciso! ¿Me oyes? ¡Ay malo que eres!
- Tienes suerte de servirme unas vituallas tan buenas- pensó- de otro modo no soportaría este chasquido de tu bocaza.
            Humildemente dió la vuelta para que no le diera un azote con la correa. Una cuantas veces, cuando se ha pasado de la raya, recibió una paliza. Dolía. Una variación desagradable de la rutina diaria.
     Se inclinó para abrocharle este aparato de tormento. La cara enrogecida de ira, estaba cubierta con una red de arrugas y gotitas del sudor.
La mujer empezó a jadear de cansancio. ¿Y si ella de verdad saca algun placer de todo esto? Sintió un olor muy desagradable: un poco de ajo, un poquito de cebolla y o peor, el hedor de la indigestión que venía directamente de sus entrañas. Exhalaba con este pestazo y yo no pude dar la vuelta. Esta vez me va a dar la paliza. Estaba seguro de esto. Pude solamente tomar aliento y resistir. todo Si no estas manos torpes, todo estaría bien. Desgraciadamente, el abrochamiento siempre duraba demasiado. Tuvo la impresión de que si todo esto andaría asi de lento más tiempo, sería un campeón mundial en retener el aliento. Lo peor es que aun un campeón mundial algun día tendrá que darse por vencido. Ya empezaba a sentirse mareado. Cuando la mujer se esforzaba inhábilmente con el broche y todavía no se veía el fin de este combate, él oía latido de su corazón.
Plena primavera. Solecito calentaba agradablemente. Los pájaros cortejeaban uno a otro con un gorjeo melódico y cantaban con alegría. En el aire se sentía un perfume sutil de la hierba recién cortada. Francisco sintió que tuvo que hacerlo. Demasiado tiempo esperaba este momento y se agachó.   
-¡Francisco! ¡No en la acera!- gritó la opresora- fuera al cesped.
-Dios mío, aun no se puede evacuar el vientre con tranquilidad como un hombre- pensó un perro irritado y se fue a buscar a otro lugar mejor (según los criterios de la vieja).   
            Y sufría tanto. Desde las seis de la mañana, durante tres horas y media rascó la puerta tratando de signalizar que ya era el tiempo. Cada día lo mismo. Un aullido humillante debajo de la puerta. Aunque tenía muchas ganas no le bastaba valentía para ensuciar demostrativamente la alfombra. Estaba consciente de que la travesura se acabará con la correa y el dolor. A veces tenía la impresión de que iba a volverse loco.    No le bastó con inventar este nombre tan terrible,    aparte de ello estas correas, collares, bozales. ¡Uh! Además, cuando se preparaba al galanteo y le faltaba un paso para coger a una hembrita sensacional, gritaba ¡A pie! Y lo llevaba a casa. Ni siquiera podía saciar sus necesidades naturales más básicas porque en seguida empezaba refunfuñar. Todo mal. Qué mala suerte
            Si no estas vituallas exquísitas, no soportaría mucho en este trajín. El precio era alto, sin embargo las delicias que le daba fueron excelentes. Cada día una carne fresquita. Unas croquetitas buenísimas. Todo para chuparse las garras.
            Cuando era un cachorro vivía en un asilo y hambreaba. Cada dos o aun tres días recibía unos desechos. Tenía que luchar por unos bocados mejores. Voluntarios para una francuchuela, había bastantes. Todo el invierno pasaba agachado sin moverse. Para un perro pasmado de frió, cada meneo fue como un horror y causaba que sentía el frió aún más penetrante. El otoño, de ningún modo mejor, ventarrones y lluvias. Un pelaje mojado, brrr.    Sí, tenía que admitirlo con toda la sinceridad, no estaba mal con la vieja.
            Cada mes los recuerdos, lentamente, se iban borrando. De un día para otro las indigencias y humillamientos que sufría le molestaban más.
 

-Francisco, han llegado tiempos duros a nuestra casa – la viejita suspiró con resignación. Estamos en una crisis. Nos falta dinero. Seguramente no vas a entenderlo pero mi pensión es demasiado pequeña para poder alimentarte tan bien como hasta ahora. Ya no puedo permitírmelo mi querido.

Más o menos entendió de que se trataba. El tono y la cara preocupada que coincidían con la hora habitual de nutrición con una carne fresquita y saturada de sangre, causaron que adivinó con que iba a relacionarse la noticia funesta. Se trataba de sus delicias. La miró con una mirada interrogante. La ancianita buscó en la nevera y echo algo estrepitoso a la escudilla de Francisco. Sin duda, la carne no produce este tipo de sonidos. Olor tampoco fue este. Puso el festín en el suelo. Miró. ¡ Qué horror!    Se burla o qué. ¡Echó un par de costillas roídas de gallina! ¿Eso es la comida? Así que decidió estrecharle el cinturón. Probablemente quiere ver hasta dónde puede moverse con su arte de humillación. ¡Sádica del diablo!
            Sabía que lo desilusiona, pero eso no podía seguir así. Hasta ahora, cada vez se privaba de más cosas solo para garantizar a su favorito bien lujosas. Muchas veces daba las vueltas por las tiendas,comparando precios para ahorrar lo más posible. Todo para Francisco. Sin embargo las últimas subidas de precios frustraron estos esfuerzos. Ahora para sobrevivir hasta el primero de mes, ambos tienen que vivir moderadamente.
            Miraba a su perrito. Perrito... un Rottweiler talludo correspondió la mirada, saltó, tumbó la ancianita al suelo y con un chasquido enérgico le desgarró el cuello. La sangre brotó de la rteria.
            La carne fresquita y calentita...