FERNANDO MOISÉS ESQUIVEL GÓMEZ -MÉXICO-
PÁGINA 14
La olla mágica
En un pintoresco pueblecito se localiza una fuente, en esta las mujeres rellenan sus cantaros para llevar agua a su casa.
A este sitio de la localidad llego un día un forastero con dos burritos, en uno él iba montado y en otro cargado con un poco de leña y una olla grande de barro.
El hombre se apeó muy cerca de la fuente, posteriormente le quita la carga al otro burrito.
Con la leña la prepara para hacer una fogata, enseguida llena la olla de agua y la coloca sobre el fuego, para coser algo.
Al pasar una mujer por ese lugar le llamo la atención y acercándose se asomó a ver qué es lo que cocina ese forastero. Le pregunto intrigada sobre lo que se estaba cociendo.
El hombre le dijo que puso a cocer café.
-¿Café?
Ella veía que solo había pura agua y nada de café, como le aseguro ese hombre.
La mujer se retiró a su casa, para que en unos minutos regresara con una bolsa que contenía una libra de café.
Este estaba tostado y molido, se lo dio al hombre.
Tenga buen hombre para su café.
El forastero le agradeció, eh inmediatamente se lo agrego a la olla que tenía en la lumbre.
El invita a la mujer para que se quede a probarlo, la mujer acepta y se sienta a un lado de la lumbre en una piedra.
La olla se sigue cocinando ese café.
Al momento pasa una mujer de edad y al asomarse a la olla, le sugiere al hombre colocar un trozo de canela para darle mejor sabor.
El forastero asegura que efectivamente este mejoraría su sabor.
La mujer de edad se fue a su casa y en un rato regreso con una vara grande de canela.
El hombre le agradeció y partiéndola en unos cinco pedazos se la agrego al cocimiento.
Este forastero invito también a la mujer de edad a tomar ese café. Ella se colocó a un lado de la primera mujer en el suelo.
Ahora se percibía un olor muy agradable, por lo que un abarrotero cercano fue asomarse también, le dijo al forastero que su café tenía muy agradable olor, pero seguro estará más sabroso endulzándolo con panela.
Es como el comerciante le trajo unas cinco piezas de piloncillo, el hombre se los agrego a la olla que ya empezaba a hervir.
Invito también al tendero a tomar café, este acepto.
Pero le dijo que tiene dos ayudantes, el forastero le dijo que puede traerlos también.
El abarrotero fue a traer a sus ayudantes y por ahí cerro la tienda.
Mientras esto sucedía.
Paso Erasmo el vaquero con una vaca que llevaba la ubre, muy llena de leche.
También se asomó a la olla y se dio cuenta que ese café estaba muy sabroso, pero a su opinión, sabría mejor con leche.
Por lo que se puso a ordeñar a la vaca.
Mientras el vaquero terminaba, paso una mujer viuda con sus tres hijos, ellos se acercaron a la olla y vieron que el café prácticamente ya estaba listo.
Pero no había donde servirlo, a lo que ella le dijo al forastero que iría a su casa por unos jarros para tomar el café.
En lo que la viuda regresaba, el olor del café ya había llenado de este todo el pueblo.
Por lo que Anacleto el panadero salió a ver de dónde venía ese delicioso olor.
El vio que ese café de la olla estaba muy sabroso.
Y con la leche estaría superior, por lo que sugirió acompañarlo con una buena pieza de pan.
Se regresó a su negocio y trajo un canasto con una gran variedad de biscochos.
Cuando Anacleto iba llegando, también llego la viuda con sus hijos.
Llevaron dos canastas llenas de jarritos de barro y un gran cucharon para servir.
Se le fue repartiendo a todos los concurrentes y ya cuando todos tenían su café en la mano, llegaron algunas mujeres con unos taquitos caseros, que fueron repartiendo a todos los asistentes.
Todos los pobladores estaban muy a gusto desayunando lo que ese forastero les invito.
Por último, bajaron de un camión un grupo de músicos que regresaban de trabajar y acercándose a convivir con sus vecinos, les correspondieron al entonarles bellas melodías.
Todos muy contentos por lo que esa olla les dio.
Mas tarde el forastero siguió su camino, tal vez en otro pueblo esa olla mágica vuelva a preparar un café tan especial, como el que en este pueblo se sirvió………
* * *
Opinión
Un día un famoso escritor que tenía varias obras publicadas con gran éxito, escucho a una persona acotaciones descalificativas sobre su actual libro. Esto no le agrado nada por lo que decidió consultar a un editor muy reconocido en su ciudad.
Le comento el hecho y le pidió ayuda para que con su experiencia lo asesorara para poder tener un BEST SELLER.
Este hombre muy laureado y con mucho conocimiento colaboro con él durante un tiempo, por lo que el escritor procedió a crear su obra maestra.
A cada página que terminaba acudía con el editor y este le sugería cambios que consideraba apropiados.
Así paso el tiempo y la obra al fin fue finalizada.
El escritor repasaba y repasaba su libro por varias veces y no se veía reflejado en el texto. Sin embargo, el editor quedo ampliamente complacido pues a su criterio era una obra genial.
El escritor acepto que se publicara, aunque dentro siempre existía el no haberle gustado.
Se inició el proceso de impresión y mientras ocurría el escritor dispuso dar un paseo.
Al transitar por el parque encontró un bolero que normalmente le asea su calzado, con él ha platicado sobre los temas en que se basan sus libros.
Este hombre conoce como le gusta que asee sus zapatos y procede a realizar su labor.
Como es su costumbre este humilde lustrador de zapatos interactúa con el escritor dándole su apreciación, pues piensa que su cliente está contrariado por algo que no lo tiene alegre.
Ambos platican como siempre lo hacen, cuando el bolero término su labor le dijo al escritor lo siguiente.
Pues mire, cuando aseo el calzado a una persona por primera vez se los dejo como a mí me gusta y veo que ellos se van satisfechos, con eso me doy cuenta que el regresara por que le gusto mi trabajo.
En cambio, cuando una persona me pide que lustre su calzado de una manera o de otra y al final a mí no me gustan como quedaron, sé que esa persona se retira molesto, seguramente al final dirá que no hice lo que me pidió.
Así que mejor aplico de complacerme y vea que soy muy exigente, a complacer algunos pues al final no les va gustar lo que ellos mismos pidieron.
Al terminar el escritor llego a la imprenta, su libro ya estaba terminado y encuadernado.
Pronto fue colocado en las librerías, donde con el prestigio que tiene el autor su venta fue rápida.
Pero tan pronto los primeros lectores lo tuvieron en sus manos se encontraron un texto distinto a lo que los tenía acostumbrados, por lo que se dejó de vender.
Aquel leedor que critico al escritor por obras antepuestas, tampoco lo adquiero, pues ya tenía un juicio previo y no le intereso leerlo más…….
* * *
PROFESIONALES
Desde este punto donde me encuentro puedo distinguir como un pequeño grupo de niños juegan en este parque público.
Me llamo la atención en lo que juegan ellos, si juegan a ser grandes.
Uno de ellos sentado en un bote colocado atrás de una caja de huevo que le sirve de escritorio.
Práctica con los otros chiquillos a ser un gran médico.
Un pedazo de cable es usado como un estetoscopio, con la bata de cama de su mama (seguramente) se la coloco para parecerse más a un verdadero galeno.
Seguramente el abuelo estará desesperado buscando sus lentes, que son los que nuestro medico porta en este momento.
Una niña güerita aparenta ser la enfermera y coloca al próximo paciente sobre una caja de zapatos, que le sirve como esas básculas que existen en cualquier consultorio.
Al ver realmente como estos chicos se divierten con tanto profesionalismo me permiten pensar.
Si esto a lo que juegan fuera una realidad estaríamos en buenas manos los enfermos de ese entonces.
Segurísimo lo van a estar.
Camine unos pasos y encontré a una pequeñita llorando, me acerque y al interpelarla sobre la razón de su llanto.
Ella lo que me contestó.
Me dijo.
Que el médico le receto un algodón de azúcar, pero por ser pobre no le alcanza para comprarlo.
Este problema de falta de economía para la compra de medicinas pensé que solo existía en la vida real.
Pero creí que en esta clínica del parque no podría existir.
Le dije a la niña que ya no llorara que le compraría ese algodón de azúcar para su tratamiento.
Descolgué uno del bastón donde son exhibidos y se lo di a la pequeña.
Pague e inicie retirarme del lugar.
Al momento escucho que la niña aumenta el llanto, por lo que volví a preguntarle cual es la causa.
Ella me dijo que el doctor que es su hermano mayor le receto un algodón de azúcar cada ocho días.
Pues sí que su tratamiento va hacer muy largo………. no lo creen…ja, ja, ja…
* * *