VERONICA SCHENNEL -VENEZUELA-

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PÁGINA 24

 

Pertenece a diversos Grupos y Movimientos Internacionales de escritores y poetas
 
Obtuvo el 2do lugar en el Concurso Internacional de Poesía por la Paz (año 2022).
 
Recibió el “Premio Péndola Dorada” (año 2022)
 
Obtuvo el 3er lugar en la categoría: “Crónica breve” en el Primer Concurso Literario Internacional (México, 2023).
 
Obtuvo el tercer lugar en el Concurso Internacional de Relatos “Palabreando”. (España, 2023).
 
Ganadora en el Primer Concurso de los Derechos Humanos Internacionales  Categoría: Poesía (2023)
 
Su trabajo ha sido publicado en diversos blogs, redes sociales, revistas digitales y antologías a nivel nacional e internacional.
 
 
 

 

Treintona, soltera y bronceada.
 
Cuando pienso en el lugar perfecto me imagino el majestuoso mar: su belleza, su grandeza, su profundidad, sus olas que van y vienen estrellándose contra las rocas. La arena, el sol y la brisa fresca acariciando mi piel y moviendo mi cabello de un lado a otro. Definitivamente viajar es vivir, y como dicen por ahí : “En el mar se vive mucho más… en el mar la vida es más sabrosa”, simplemente es un lugar mágico  para relajarse, distraerse y dejar los problemas y la aburrida rutina atrás. A veces es bueno cambiar de ambiente, ver personas diferentes, recorrer, conocer, respirar otro aire, en fin, irse lejos de todo y de todos para poder renovar nuestras mentes y almas. Muchas personas se alejan para empezar de nuevo: una nueva etapa, una nueva oportunidad, una nueva vida…
Otros buscan un espacio tranquilo para poder pensar, reflexionar, cambiar aspectos de sus vidas, tomar buenas decisiones…
También hay quienes buscan aventuras y experiencias.
Yo quería una mezcla de todo lo mencionado anteriormente.
Estaba por cumplir 30 años y ya sentía la presión de mi familia, de mis amigos y de la sociedad entera por ser una mujer soltera a mi edad. Todos me preguntaban y hasta me criticaban por el hecho de no tener un esposo e hijos. Mi simple y humilde opinión es que el amor llega solo, no hay que buscarlo de manera desesperada. Además, el amor no tiene edad y llega justo en el momento y lugar correcto.
El amor y la felicidad no tienen edades comprendidas ni límites de edad, y es por eso que vivo sin prisa, sin buscar y sin esperar nada. Permitiéndole al amor que se tome su tiempo.
Ya se acercaban mis vacaciones, unas merecidas y ansiadas vacaciones después de un largo, intenso y agotador año de trabajar sin descanso. Se me vino a la mente el sonido de las olas del mar, el olor, la brisa, el paisaje maravilloso en el que el azul del cielo parece unirse y mezclarse con el azul del mar. Es como ver una pintura en relieve, una con movimiento, sonido y aroma, simplemente una obra de arte ante nuestros ojos.
Preparé mi maleta, en ella llevaba ropa muy cómoda acorde con el lugar: vestidos, shorts, faldas, lentes oscuros para el sol, gorras, sombreros playeros, largos collares, pulseras y tobilleras hechas con piedras y caracoles de diversos y hermosos colores, y por supuesto mis mejores trajes de baño. También llevé algunos de mis libros y revistas favoritas, estaba preparada para tener 2 semanas de mar, sol y arena.
En el camino observaba por la ventana, como una niña curiosa, como una mascota emocionada cuando sale de paseo.
Iba escuchando música, cantando y bailando en todo el recorrido hasta llegar a la playa.
Pensaba en el bronceado que iba a tener al volver a casa, en el olor del bronceador que aún permanecería en mi piel, en mi cabello largo y suelto aún con arena.
A pesar de mi soledad, estaba emocionada por celebrar mi cumpleaños número 30 en la playa.
Estaba acostada en la arena, con el sol en mi espalda, leyendo un libro, cuando sentí un golpe en la cabeza. Al principio pensé que un coco se había desprendido de las palmeras aterrizando sobre mi pobre cabeza, pero de haber sido así, no estaría viva contando mi historia. Luego se me acercó un hombre pidiéndome perdón e inclinándose junto a mí para recoger una pelota. No sabía si acariciar mi cabeza por el dolor que sentía, si gritarle a aquel hombre por haberme golpeado o si sonreírle y conversar con él. ¡Era tan guapo!, Pero yo estaba muy enojada. Él me miraba y me sonreía, aunque yo no sabía si era una sonrisa de seducción o una sonrisa de burla por haber golpeado mi cabeza con su pelota.
Durante días lo ví en la playa y también en el hotel en dónde me estaba hospedando, casualmente él estaba en la habitación de al lado. Yo empecé a creer que se trataba del destino que me daba señales de que aquel hombre desconocido era el indicado y que  finalmente había llegado a mi vida. Yo aún no sabía su nombre, pero seguro era hermoso como su rostro, como su cuerpo, como sus ojos, como su sonrisa, como su cabello, como todo su ser.
La playa con sus encantos era el escenario perfecto para una historia de amor que estaba por comenzar, era un paisaje mágico para el nacimiento de nuestro amor. La arena y el sol fueron  cómplices y  testigos de nuestras miradas seductoras y pícaras sonrisas. Yo estaba bronceada, lo que resulta muy sensual, sé que él me devoraba con los ojos.
Con el pasar de los días empezamos a saludarnos,  después de los saludos pasamos a conversar y pude conocer su nombre: Enrique Duarte. Luego me invitó a cenar. Fue una romántica cena en la playa, bajo la luz de la luna y el brillo de las estrellas, con una suave música de fondo, simplemente una cena perfecta. Esa noche sólo me tomó de la mano, lo cual estaba bien para ser nuestra primera cita. Si mano estaba pálida y fría, pero no le di importancia, seguro se debía al frío de la noche al aire libre.
Llegué a la habitación, estaba feliz y muy ilusionada, empezaba a extrañarlo, ya deseaba volver a verlo. Tomé una ducha y me acosté a ver películas para no pensar tanto él, ya que de seguir así no iba a aguantar la tentación de ir hasta su habitación.
A pesar de las películas que ví seguía inquieta y muy ansiosa. Me puse a leer, pero tampoco me ayudó, no podía concentrarme en lo que estaba leyendo.
Cuando me disponía a salir de mi habitación escuché el grito de una mujer. Yo me asusté mucho y no sabía que hacer, ese grito se escuchó muy cerca, parecía venir de la habitación de Enrique. Cuando me asomé lo vi parado en el pasillo, tenía sangre en sus manos y miraba de un lado a otro de manera sospechosa.
Lo lamento mucho por la mujer que gritó, pero sentí un gran alivio porque pude haber sido yo. Enrique me gustaba mucho, yo quería seguir disfrutando de su compañía, pero a pesar de mis deseos no entré a su habitación después de nuestra romántica cena, de haberlo hecho, el grito hubiese sido mío y la muerta sería yo.
En cuanto se subió al ascensor, traté de abrir la puerta de su habitación para entender lo que había pasado y para ayudar a la mujer que momentos antes había gritado . Al no poder abrir la puerta, sólo se me ocurrió pedir ayuda en la recepción del hotel.
Mi susto aumentó cuando me dijeron que esa habitación estaba clausurada por un crimen que se llevó a cabo hace 15 años. Al nombrar a Enrique Duarte me dijeron que justo ese era el nombre del hombre que asesinó a su pareja con un cuchillo y luego subió a la azotea del hotel y se arrojó. Esa trágica noche ambos murieron.
 En ese momento, no sabía si deprimirme porque ese hombre que tanto me gustaba era en realidad un fantasma o si asustarme por la misma razón: ¡Todos estos días estuve compartiendo con el  fantasma de un asesino!
Recuerdo ese viaje y siento una mezcla de pasión y miedo. Enrique era muy guapo y a pesar de ser un fantasma aún me gusta.
Regresé a casa siendo una treintona, igual de soltera pero con un bronceado espectacular. Me pongo a pensar en todas las historias que el mar guardará, en todos esos misterios que esconderá en el silencio de la noche. Me pregunto las historias y secretos que la arena contaría si pudiera hablar.
 

*      *      *

 
 ¿Víctima, culpable, testigo o cómplice?
 
No lo sé y quizás nunca lo sepa.
 
 
 
Llegué a la casa y ahí estaba él, mi esposo, irrespetando nuestro hogar, ese que antes era nuestro nido de amor. Irrespetando nuestra habitación, nuestra cama, e irrespetándome a mí como mujer y esposa.
 
Una mujer estaba desnuda sobre él, no podía ver su rostro porque estaba de espalda, ambos sudaban, gritaban y gemían. Él me miró, yo estaba parada justo frente a ellos, llorando, confundida, indignada… pero él no detuvo el acto, era como si yo no estuviera ahí…  Eso me convierte en víctima.
 
Tomé un cuchillo y empecé a clavarlo en la espalda sudada de aquella mujer. Yo le gritaba: “Esto te pasa por puta, por estar con un hombre casado”. La sangre salpicaba por todas partes, ella ya no gritaba de placer, ahora gritaba de dolor. Eso me convierte en culpable.
 
En otro recuerdo que viene a mi mente, mi esposo se levantó de la cama, me arrancó el cuchillo de la mano y me empujó con tanta fuerza que caí al suelo golpeando mi cabeza. Me sentía mareada y no podía moverme. Luego él mismo apuñaló a su amante. Eso me convierte en testigo.
 
Él reía con su rostro salpicado de sangre y el cuchillo en la mano. Había sangre en las paredes e incluso en el portarretratos en el que aparece una foto mía sonriendo junto a mi infiel y ahora asesino esposo. Él se me acercó, colocó el cuchillo en mi mano y me dijo al oído: “Eso le pasó por puta, por estar con un hombre casado”. Eso me convierte en cómplice.
 
Salió de la casa llevándose mi auto, sólo pude escuchar el motor. Empecé a correr por las calles gritando y llorando. Recuerdo que estaba temblando y los nervios no me dejaban hablar bien.
 
Entré en pánico y unas personas me ofrecieron agua. Me acompañaron hasta la puerta de la casa, pero yo no quería entrar. Les iba a contar pero sentí una mezcla de miedo y pena, así que abrí la puerta, respiré profundo y entré al lugar del crimen.
 
Caminaba lento, mirando desesperada  todo a mi alrededor Escuché música que provenía de la cocina, así que me acerqué y me asomé. Estaba mi esposo con un delantal y unos guantes cocinando. Él reía, cantaba y bailaba al ritmo de la música como si nada hubiera pasado.
 
Me dijo que la cena estaría lista en unos minutos y que me pusiera cómoda en el comedor.
 
Yo no entendía nada, no sabía qué hacer… Mi esposo estaba loco por asesinar y no recordarlo, o la loca era yo que había imaginado todo.
 
Durante la cena él hablaba y reía sin parar, yo permanecí callada. De vez en cuando sonreía y ascendía con la cabeza para que no se enojara al sentirse ignorado. Yo no quería que me asesinara como hizo con su amante en medio de un ataque de ira.
 
Subimos a la habitación, él se lanzó en la cama y se quitó los zapatos. Yo entré mirando por todas partes, buscando el cadáver, la sangre, el cuchillo, alguna cosa que me indicara que el crimen había ocurrido y que no era producto de mi imaginación.
 
¿ Cómo pudo limpiar todo tan rápido?, ¿Cómo pudo quitar las manchas de sangre de nuestras sábanas blancas?
 
Empezó a besarme y a quitarme la ropa, pero obviamente yo no me sentía nada atraída por él, así que le dije que estaba agotada y que sólo quería dormir. Me acosté en la cama, él se sentó junto a mí, tomó mis piernas y me quitó los zapatos.
 
En algún momento de la noche me quedé dormida. Desperté agitada, mi esposo no estaba en la habitación. Me asomé en el baño, bajé la escalera, lo busqué en la cocina, en la oficina, en la sala, hasta que escuché un ruido extraño que salía del sótano.
 
Entré y vi el reflejo, era la luz de la computadora. Se estaba reproduciendo un vídeo pornográfico, pero no veía a mi esposo, hasta que me adentré más al lugar y lo vi teniendo relaciones con el cadáver de su amante. Coloqué mi mano en mi boca para no gritar, no quería que él notara mi presencia.
 
Me disponía a salir del sótano, pero no pude evitar mirar la cantidad de fotos y recortes de revistas de mujeres desnudas y cadáveres, era un collage pornográfico y criminal al mismo tiempo. Lo curioso es que todas las mujeres tenían el cabello rojo, igual que su amante difunta, por suerte mi cabello es negro como la noche.
 
Tropecé con una caja de herramientas y el ruido hizo que mi esposo volteara hacía mi.
 
Él me tomó con fuerza, me amarró y me dejó en el sótano encerrada durante días.
 
La primera noche el cadáver de su amante yacía en el suelo con los ojos abiertos, sentía que me miraba. Al día siguiente él lo envolvió en sábanas y bolsas de basura, para luego llevárselo. En ningún momento me habló, de hecho no volteó a mirarme durante el tiempo que permaneció en el sótano.
 
Los días transcurrieron y él solo entraba al sótano para colocarme agua y comida. Ya no era su esposa, de un momento a otro, pasé a ser su mascota. Él seguía sin verme y sin hablarme. 
 
Por las noches escuchaba gemidos y luego gritos desgarradores. La historia se repetía una y otra vez…
 
Sus encuentros sexuales casuales terminaban convirtiéndose en tortura y muerte.
 
Yo lloraba recordando nuestra vida juntos, nuestros momentos más especiales. ¿Cómo fue que terminamos así?, ¿En qué momento dejó de ser bueno y amable? Se convirtió en un monstruo, ahora era un psicópata, depravado sexual y asesino en serie. Ahora bebía, fumaba y consumía todo tipo de drogas. Él antes no tenía vicios, o por lo menos yo nunca me di cuenta. Sus vicios formaban parte de sus oscuros secretos.
 
Una mañana desperté con mi cabello pintado de rojo, en ese momento entendí que era mi turno de morir. En medio de la desesperación logré romper las cadenas que me mantenían atada a un muro del sótano. Me escondí y cuando él entró tomé un tubo y le golpee la cabeza con todas mis fuerzas. Me aterraba saber que en cualquier momento iba a reaccionar y me iba a atacar para lograr su objetivo de asesinarme, así que aproveché que estaba inconsciente en el suelo, le quité un cuchillo que llevaba en uno de sus bolsillos y lo clavé 22 veces en su cuerpo. 
 
Me senté junto a él para poder respirar y descansar un poco, me sentía muy agitada. Solté el cuchillo e intenté limpiar la sangre que tenía en mis manos y en mi rostro. No tenía otra opción, él iba a asesinarme y yo tenía que defenderme, así que era su vida o la mía.
 
Después de asesinarlo tomé una ducha, pero eso no sirvió para limpiar mi conciencia.
 
Aún escucho sus gritos, aún veo su sangre en mis manos. 
 
Si cierro los ojos veo su rostro justo en el momento en el que su alma se desprendió de su cuerpo, dejándolo inmóvil y con la mirada perdida 
 
Pensé que acabando con su vida aliviaría más la mía, pero definitivamente no soy una asesina.
 
Creí que terminaría con él y con mi dolor, pero lo que conseguí fue terminar conmigo misma, con mi tranquilidad, con la poca inocencia que me quedaba.
 
Manché mi conciencia, me convertí en alguien como él, ya no hay vuelta atrás.
 
En esta noche lluviosa, yo lloro y el cielo llora conmigo. 
 
 

*     *      *

 
El Hada de las letras
 
Mariana, el Hada de las letras, escribía sobre las nubes, el sol, la luna y las estrellas porque sus ojos contemplaban el cielo en la claridad del día y desde la oscuridad de la noche.
A veces escribía sobre las flores y las mariposas porque ella volaba disfrutando de sus colores.
También escribía sobre el viento y el mar, porque su piel y sus alas habían sentido la brisa al volar y la humedad al jugar con las mágicas aguas.
Pero ella quería escribir sobre los sentimientos, ir más allá de los sentidos, expresando todo aquello que no se puede ver, escuchar, oler, degustar o tocar a simple tacto.
Mariana quería escribir sobre el amor, la felicidad, el miedo y la tristeza.
 
Una mañana escuchó risas que venían del jardín, eran sus amigas que bromeaban y reían a carcajadas sin parar. Mariana pensó que la felicidad está junto a los seres amados, se puede ser feliz sin esfuerzo, sin buscar desesperadamente la felicidad porque ésta se puede hallar en simples momentos, en los más simples detalles. Y podemos reir hasta de nosotros mismos. Siempre hay motivos para reír y ser felices.
Quizás Mariana se sumergía tanto en sus textos que olvidaba vivir para encontrar una mayor inspiración y experiencias que le permitieran escribir más historias, más poemas, más canciones… Transmitiendo la esencia de la vida, pero una vida real, una vida cargada de sentimientos a través de momentos y situaciones que nos dejaron experiencias, las cuales podemos narrar y compartir.
 
Mariana quiso vivir una aventura, así que voló y voló, llegando muy lejos. Era un bosque parecido a su hogar, pero ella no lo conocía, era la primera vez que se alejaba tanto de su territorio. Cuando disfrutaba del paisaje sintió una mirada profunda que la observaba, luego pudo percibir un olor extraño. Al darse la vuelta vió un pájaro enorme que la acechaba como cualquier animal que observa a su presa antes de cazarla. Ella volaba para escapar, el pájaro volaba detrás de ella.
Sus alas temblaban y eso le impedía volar rápido. Vió un hueco en un árbol y se metió para ocultarse. Por suerte, el pájaro era grande y era imposible que pudiera entrar por aquel diminuto hueco.
Su corazón latía con fuerza, su respiración estaba acelerada, su cuerpo temblaba de manera involuntaria, ella había descubierto lo que es el miedo.
 
Cuando el pájaro se fue, ella salió y escuchó una hermosa voz que entonaba una canción. Era un duende de hermosa voz que sentado en una piedra pulía sus botas. Mariana se sintió a salvo, aquel duende le inspiraba confianza aunque no lo conocía.
Empezaron a conversar, él le hizo un recorrido por aquel hermoso lugar, le enseñó cada piedra, cada flor, cada criatura que allí habitaba. También, durante el recorrido le cantó varias canciones y cortó unas flores para ella, colocando una de esas flores en su cabello.
Mariana se sentía feliz y segura, no dejaba de reír y de suspirar, ella había descubierto el amor.
 
Al final del día, ella debía volver a su hogar. El duende la acompañó y le confesó su amor, pero él tenía una esposa y 7 hijos esperándolo en casa. Le dio un beso a Mariana en la frente y se fue alejando hasta que ella dejó de verlo.
La flor que Mariana llevaba en su cabello se marchitó y cayó al suelo. Sus ojos se nublaron y las lágrimas empezaron a correr por su rostro.
Ella sentía un vacío en su pecho, algo se había derrumbado en su interior. Fue así que conoció la tristeza.
 
Un año después, Mariana, el Hada de las letras, publicó su primer libro dedicado a los sentimientos.