No. 16

ENERO 2018

No. 16 ENERO DE 2018

PÁGINA 13

Monterrey, N.L. 1965. Lic. en Diseño Gráfico.
Escritora con una percepción muy suspicaz de la vida por la vida misma pues recoge los eventos cotidianos y los describe con su peculiar forma de escribir, es un deleite escuchar su narrativa y su espontanea manera de adentrarnos en sus historias
Procaz en el buen sentido de la palabra ya que plasma realidades de una sociedad que muchas veces las esconde, con un sentido del humor ácido y sustancioso que te lleva de manera agradable a la reflexión
Talleres tomados con los escritores: Patricia Laurent Kullick, Lorena Sanmillan, Oscar David López, Nervinson Machado, Dr. Carlos Pineda (Poesía Visual). Participación de lecturas: Ferias del libro Monterrey, Quinto encuentro de Escritores Sanmillanos, Encuentro de Escritores Marcianos, La Fama ConBoca, Escritores en su Tinta / Pájaros en el alambre, Letras y performance, Noches Rojas del Kùndul, Colectivo de Carne y verso, Maratón Literario Casa de la Cultura de N.L. Publicación: Memorias del Cuarto Encuentro de Escritores Marcianos, Poetazo: Entre dichos y hechos y en la antología del 7° encuentro de marcianos que se realiza en la ciudad de Santa Catarina Nuevo León

 
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Hecha la ley, hecha la trampa


Mi madre, fue muy recalcitrante con su cuento de la niña decente, desde que era yo muy pequeña. Esa es una palabra muy fuerte dado su significado. Todos somos decentes a nuestro modo.
Me educo para ser una mujer buena, obediente con mis mayores y del hogar. Por supuesto que crecí siéndolo, su única explicación sobre sexo que tuvo para mí fue una advertencia de que me tenía que portar bien y una burda aclaración sobre como una muchacha fue descubierta por su madre, metiéndose un lápiz por “allá”. Nunca la escuche decir vagina o vulva, creo que no conoció esas palabras. Recuerdo muy bien ese día, se me quedo muy grabado. Más que la causa que la motivo a decirme semejante disparate, fue la expresión en su rostro al estarlo contando. Tendría como trece años. Jamás volvió hablar del asunto.
Aprendí, gracias a platicas de la tía Alma María Rico. Y a las buenas personas, que se cruzaron en mi vida, con ellas podía hablar abiertamente del asunto.
Nunca fui muy curiosa por el sexo. Siempre dudé que perdería mi virginidad. Y a mis veintiocho años a la tía Alma y a mi abuela les apuraba más que a mí.
-Con esa masa hay que hacer tamales, me decía la tía mientras me daba una nalgada al llegar de visita a la casa. Ella era prima lejana de mi padre, el la amaba, por ser brava y sincerota, aunque no tuviera tan buena reputación entre la familia.
 - “No le tengo miedo al chile, aunque lo vea colorado” Solía responder la tía ante cualquier eventualidad o comentario en su contra. A sus cincuenta y tres años, aun gozaba de buen ver, será porque nunca se casó y vivió plácidamente como le dio la gana.
Ella sí que supo sacarle partido a su sensualidad, no se quedó con ganas de nada. De repente clasificaba a sus amantes de acuerdo con su desenvolvimiento amoroso. Hubo un anestesiólogo, pero no porque esa fuera su profesión, sino porque decía que no sentía nada de nada. Hubo otro al que le llamaba el director, porque el daba las órdenes y ella hacia todo el trabajo. Había uno que recuerdo muy bien, pues me causaba mucha hilaridad cada vez que lo contaba. Ese si fue un médico, ella le apodaba el residente, porque se la pasaba preguntando ¿todo va bien? ¿lo estoy haciendo bien? ¿así es como se hace?
Muchas tardes de alegre jolgorio pase a su lado y ni aun así me animaba. A veces la virginidad no es un don, sino falta de ocasión, me repetía la tía. Pasaron varios años y a mí no se me antojaba mucho tener mi primera experiencia sexual. Mi pedacito de himen seguía unido a mí, y yo sin mucho apuro por sepárame de él.
Bendito Jesucristo de los desamparados, grito mi abuela el enterarse que por fin había caído un valiente. Ella y mi tía casi arman un festín ante semejante acontecimiento. Hasta que un día la abuela me vio llorando. Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza, me dijo al tomar mi rostro acongojado - ¿Qué te hizo ese cabrón mija?, me preguntó con su voz aguardentosa.
-Ese es el problema abuela, Nada. No me hace nada, ni cosquillas. ¿Será que soy frígida? Lo dije a boca de jarro cuando solo se supone era un pensamiento, la abuela me ve con ojos saltones y morí de pena. Le tengo confianza y la amo, pero no soy de tener platicas tan intimas con ella.
Me observa un rato sin decir nada, mientras yo respiro profundo y trato de calmar mi frustración, ante la imposibilidad de no tener un sexo seductor como imaginé que sería
-Tenemos poco tiempo de estar intimando. Pero por más lucha que le hago, no dura más de cinco minutos, entre un poco de agasajo y lo que dura su hombría no llego ni a la segunda caída, cuando a él ya le contaron los tres tiempos.
¿Te gusta que te soben, que te rocen, que te hagan sudar, adoptar nuevas posturas, llegar al fondo, subir, bajar? Me dijo la abuela mientras encendía su cigarro
-Siii abuela, eso quiero! Eso mero quiero.
- Pues súbete a un camión!  Me dijo, al momento que salía una sonora carcajada de su ronco pecho, después de reírse de mi por un buen rato, ya más seria me dice:
- Haces un velorio hasta de una fiesta hija.
Recuerda que ni lo bueno mata ni lo malo engorda, así que no te frustres por algo que es casi normal que suceda, ya verás que encontraras a alguien mucho mejor, son tus primeras experiencias y queda tanto por andar.  Y así fue, llego a mi vida un hombre hermoso. Bueno, que hombre no lo es cuando se está enamorada. Con él, la milpa era rancho y el atole champurrado.
 Mi desvalida vagina y yo cobramos vida, me instruyo y aprendí a dar cuenta del placer. A descubrir infinitas posibilidades de gozo sin remordimiento. Hábil, me enseñó a leer su cuerpo, a descubrirlo dejando grabada su esencia en mí. Pero como todos, más vale que digan, aquí corrió una gallina y no aquí murió un gallo, y se fue.
Y lo peor no fue eso, sino que me dejó el gusto. Así que el carbón que ha sido brasa fácilmente vuelve a arder. Y me convertí en una versión mejorada de la tía Alma.
No dejé títere con cabeza, solo que adquirí un gusto muy peculiar. Gracias a varios malos encuentros carnales, por poseer una vagina estrecha. Aspecto que para muchas mujeres podría ser una fortuna, pero, la poca habilidad de muchos, hacen que no sea tan favorecedor. Así que errando errando, se va acertando y descubrí en mí, una buena habilidad.
No se corre tanto riesgo y me divertía mucho, sobre todo que no implicaba tanto desgaste físico y de tiempo, los coches fueron mis grandes cómplices, ¡Ah! Cuantas maravillas se pueden hacer en un pequeño espacio.
Tuve un pobre amor, que me costó tres mil cuatrocientos cincuenta pesos, con sesenta y nueve centavos.  Fue el pago de una multa por colisión con un BMW estacionado frente a un parque.
Esa noche mi amor y yo paseábamos tranquilamente por el lugar y en una esquina obscura el diablo se apoderó de nuestros instintos.  Y al cuerpo lo que pida. Nos dirigimos al coche y comenzó la acción, pero había niños jugando, optamos por darle vueltas al parque en el carro, buscando el lugar perfecto.
 
 
Así que no le estés dando vuelta al malacate, porque se te enredan las pitas.  Y comencé con mi fabuloso juego de manos, ataqué su hombría sin piedad, mientras él, trataba de controlar el cochecito que zigzagueaba al compás del ritmo de mis hábiles dedos. Hasta que el pobre no pudo más y nos estampamos en el fastuoso carro. En ese momento cúspide, descubrí otra destreza desconocida por mí. Mis manos adquirieron la pericia de un mago, pues lo que traía entre ellas de repente desapareció.
Pase tardes y orgasmos geniales con él. Pero todo camino tiene su charco. Y después de varios años de noviazgo, ya no me parecía tan guapo, me empezaba a molestar ser su prestamista, ya no me sabían igual sus labios carnosos.
Mis habilidades fueron cediendo paso al síndrome del túnel carpiano, mi apatía por el erotismo volvió, me veo al espejo y mi reloj biológico también se agota. Yo, a diferencia de la tía Alama, si he querido casarme, pero la vida no me lo ha permitido.
A mis treinta y ocho años aún espero, ser como deseaba mi madre. Una mujer casada, buena y de su hogar. Así que mientras llega ese día, traigo la idea entre ceja y oreja casarme con un arqueólogo, porque entre más vieja me haga, más encantadora me encontrará.

                                                                    Antónima R. Tinez

 

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El mal querido
 
¡Pero qué le ves a ese cabrón!  dijo mi padre al ver una foto de mi novio. reconozco, que no fue la mejor imagen para mostrarle. Era de un juego de futbol, se veía sudoroso y cansado. con unos pantalones cortos que le hacen lucir mucho sus piernas flacas y medias sambas, tan velludas, que no se distingue bien el color de su piel. Él es Delgado como una campamocha, de brazos delgados, parece que en cualquier momento se desbarataran, pero son engañosos, pues dan apretones muy ricos, y su escuálido pecho se ajusta muy bien con mi cuerpo.
-No puedo negar que tiene buena pierna, dice mi padre, sarcástico
- ¡No te burles! Le recrimino
-No me burlo. Le salieron buenas porque no se le han quebrado de lo raquíticas que las tiene.
Le arrebato la fotografía, antes que se dé cuenta que se está quedando pelón.
¡Ah, el amor! Es cierto que la vuelve a una media ciega, pero en recompensa de su cuerpo poco atlético, tiene un rostro bello, de profundos ojos negros y cejas pobladas. Tiene unos cuantos pelitos más largos que otros, pero bien peinadas no se nota. Su nariz aguileña le da un aire a Aventino, hijo de Hércules. Sus labios pequeños saben dar cuenta de besos profundos que me atarantan. Mi padre me sorprende embelesada observando la foto, se rasca la cabeza, al tiempo que la mueve de un lado a otro. Tratando de entender mi amor por él.
Me incomoda la negatividad de mi padre. Constantemente me reclama no haber tenido buen gusto como mi madre.
Días después del incidente de la foto, cumplí años, me trajo serenata y casi me lo corre al escuchar su Bel canto. Mi mamá, se retorcía de la risa al escucharlo detrás de la puerta. Por la tarde llegó de nuevo, lo invité a comer ante la insistencia de mi madre. Mientras pasábamos al comedor, yo rezaba a todos los santos, para que mi padre fuera recatado con sus comentarios. Al fin se llegó el momento de presentarlos, sus bellos ojos se toparon con la mirada penetrante del alto mando. Vi cómo se le crispaban los bigotes a mi papá al reconocer en la mirada de mi amado, un ligero estrabismo, que mi cariño ha pasado por alto.
Para el postre, mi mamá preparó unas sabrosas rocas de chocolate. Él tomó una grande y para acabarla de joder, al morderla le trono un diente.  Mi papá, casi se atraganta de la risa con el café y fingiendo preocupación se disculpa y le pregunta si no se había hecho daño. Él, valiente como ninguno, dice que no, mientras nos muestra su diente. Eso no le impidió terminar con mucho más cuidado su piedrota de chocolate.
  Por fin, terminó el bullying por parte de mis padres, y sucedió el día del cumpleaños del tío Agripino.  Al término del festín mi novio se ofreció a manejar, ya que mi padre iba un poco pasado de copas. Llegamos, y mientras cruzábamos el jardín, mi padre comenzó a caminar más rápido y tambaleándose pedía a gritos un bote.
Mi amado, más veloz que el correcaminos va echo la madre hacia el carro y trae una Tecate y se lo da a mi papá. Como pudo, mi padre le gritó:
- ¡Ese no pendejo! Un bote grande, una cubeta buuuuuuuack
Reaccionamos demasiado tarde, mi padre no llegó al baño. Mi madre se lo quería tragar con los ojos, mientras mi héroe atento le daba un pañuelo a mi papá.
Al día siguiente mi amado le trajo un litro de michelada para la cruda. Desde entonces mi papá lo ve con otros ojos, pero siempre que puede, censura mi falta de buen gusto y se pregunta si con el tiempo mejorara como los buenos vinos.
Antónima R.Tinez
 

 

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A la mujer bailar y al asno rebuznar, el diablo se lo ha de mostrar
 
¡No me tientes, satanás! Esa era mi frase favorita cuando estaba dispuesta o tentada a cometer una pendejada. Siempre acusando al diablo de los hechos cometidos o no llegados a cometer. Hasta que un día, mi madre se hartó de volver a escucharme, y con sus cuatro sentidos, pues el quinto ya estaba en estado etílico me dijo:
¡Mira, vástaga insensata! el diablo fue el arcángel más hermoso y glorioso que tuvo Dios, solo que un día no obedeció a su Señor que en ocasiones era muy obstinado y dado a que se hiciera siempre lo que él decía, igual que tu chingado padre. El Ángel ya cansado de hacer o tener que pensar igual que su Dios, lo mandó al chorizo y se reveló. Este se unió a más angelitos y juntos armaron un zafarrancho. Ahí fue cuando Dios que estaba pisteando, pues era el séptimo día, y ya pedo no entendió las razones del por qué Luzbel estaba amachado en darles quehaceres a Eva, ya que la pereza abundaba en ese lugar, y Adán por su parte, solo se la pasaba tragando de cuanto fruto se daba en esas tierras y su codicia rayaba en los límites, pues no quería que Eva comiera más que de dos frutos, la papaya y la guayaba. Y pues como es normal ya estaba hasta la madre. Luego comenzaron a bronquearse, y la ira se fue apoderando de ellos y ya no les era tan grato vivir juntos.  Por esas razones salieron de pleito Dios y Luz Bel. Miguel, un arcángel medio mamón y barbero, no soportaba mucho al hermoso Luzbel, vio la oportunidad y más rápido que un rayo lo chispó del lugar. Quedando como el consentido, Miguel siempre lo envidió por sus bellas alas blancas, por su hermoso bronceado, ya que a él lo más que le tocó fue una pinche espada y una báscula, que nunca supo para que se la dieron. Al quedar como el jefe de jefes de los ángeles, entendió al fin lo de la báscula y se puso a jalar como aduanal en vísperas de navidad. Ya que su chamba consiste en sopesar a las almas en la dichosa bascula, y se encarga de empinarnos o mandarnos a la gloria.
Luz se fue echando madres y juro que se vengaría por toda la eternidad, Y lo cumplió, no se iba a quedar con sus alas cruzadas y regresó en forma de víbora, igualita que tu abuela Agripina. Vio que todo estaba igual, que Eva y Adán andaban cada uno por su lado, así como tu padre y yo, no quieras ver otra cosa. Vio a Eva más delgada que una campamocha, y se molestó todavía más con Dios, pues no había necesidad de llegar a ese punto. Y para darle en la madre, fue con ella y le ofreció otra variedad de dieta y claro que no se iba a negar, así que probo la deliciosa y jugosa manzana. Quedo encantada y luego la llevo a la vid, le dio a probar las más exquisitas uvas del lugar, comió tantas que se le fermentaron en el estómago y se puso una guarapeta de antología. Como era de esperarse se puso cachonda y se le olvidó que ya ni pelaba a Adán, fue a buscarlo, lo encontró piscando unas naranjas, llegó y le dio una nalgada y le beso el cuello. Adán estaba todo sacado de onda, no sabía que le pasaba a Eva, vio a Agripina, digo a la víbora, a los pies de ella, la miró fijamente, pues nunca había visto una especie igual en el paraíso, luego volvió su mirada hacia Eva, que, aunque estaba ebria, pendeja no era. Le dio una mordida a la jugosa manzana dejando que escurriera su jugo por sus grandes y hermosos pechos. En ese momento Adán la descubrió en todo su esplendor, fragante y hermosa. La lujuria se apodero del paraíso, no quedó naranja ni limonero donde no hicieran el amor desenfrenadamente bajo su sombra. El arcángel Shamuel los descubrió y no dijo nada, solo los observaba, era medio fisgón el wey. Su misión era la de preservar el amor, pero no contaron con la mala leche de Gabriel, que se dio cuenta y largo se le hizo el camino, para ir de volada a avisarle a Dios.
Al llegar todo encabronado por los informes que le habían dado, al primero que vio fue a Lucifer, que lo veía orgulloso y soberbio, como diciéndole: No que no, y Dios furioso expulsó a Eva y Adán y los obligó a trabajar y a parir hijos con dolor como si fueran chayotes. A Shamuel lo paso a joder, lo hizo un ángel chaparrito y lo puso a disparar flechas a diestra y siniestra y le cambió el nombre a cupido. Él, frustrado y en venganza dispara a lo pendejo y por eso estamos aquí, tu padre, tú y yo.
Así que déjate de fregaderas y deja al diablo en paz, a mí me cae re bien, nos da libre albedrío y no nos prohíbe, ya es bajo nuestra responsabilidad las consecuencias de nuestras acciones.  A mí me ha dado mucho que ganar en la lotería y hasta lo tengo doble en las cartas, al cabrón.
 

Ma. Antonia Martínez Rivas -México-