EMILY CORREA DAVID -COLOMBIA-

EFERVESCER DE RESILENCIA LÍQUIDA
 
No hay mejor prueba de que un vivo lo está, si se ve como alumco
Y mejor, cuando se sigue viendo después de un cuncumen sobre el mismo charco.
Pero uno corre
Mientras la inmarcesible liberosis
Lo coge como nadie
Le vuelve sedicente empedernido a la agónica mortalidad
Y menos sujetavelas a las columnas etéreas de área, por mucho que se atisban y enrollen buscando un brazo.
Ya nos queda caminar
Con los melifluos del ramé del diario
Mermando las voces, dejando entrar
Lo inefable de las serendipias en el patio
Y esperando sentir la limerencia
Con otros que no agonicen
Ni les falte parsimonia al bailar con el sediento.
¡Que vengan! Aquí estamos contados, parados y ensimismados bohemios
Con el alba ansiosa de mostrarse epifánica
Y con el idílico cafuné en los dedos
Por el albedo del lugar. Todavía con la desidia, con el pombéro en la mente, acendrado y conspicuo 
Con la catarsis de la mano.

 

 

*   *    *
 
LA CAÍDA DEL PÁRAMO Y MI MUERTE
 
¡Que me caiga un páramo en el labio!
Que me absorba de la vida y del vómito con muchas ganas
Que me mande al muro de los muertos y que me ponga a vivir
Que me lama las pocas ganas que tengo 
De estar caminando por los senderos 
De los que tanto hacen daño
De los que tan poco me hacen reír 
Y que el páramo me adopte
Que no deje entrar el bochorno de quien me roba la dicha
Que siga frío y pálido 
Como la piel de los que están en el muro.
 
¡Que me quita la lágrima! 
Que me haga dormir aquí
Vivir con los que ya se fueron
Donde los muertos que voy a despertar 
Con la canción de la letra bullosa
Esa que dice que por fin llegué a ellos
Y que tardé una eternidad
Que me tocó nacer 
Y cumplir dieciséis 
 
Pobres moribundos del mundo eterno
Que ya casi les llega la vida
La que les canta la canción triste, la que toca el piano
La que no duerme, la que escribe a media noche
Esa que bota tinta y no plasma sus nombres en el papel
 
Pobres moribundos del mundo eterno
Que ya casi llego 
A darles más frío 
Y a pintar ese muro de un color
Que no tenga la palidez de sus pieles.

 

*    *    *


 
PROSAS DE DESPEDIDA A MI CANCIÓN

 
El mar que se tragan mis párpados
No es nada comparado a combatir con las pocas ganas de la inexistencia sucia e insaciable
Pero mudar de piel...
¡Mudar de piel arde más que un puñado de sal en la cutícula desgarrada por las paredes ofrecidas para mi rabia!
Ya no tengo herencia
Ya no tengo madre
Los párpados se me cierran
Caminar me pesa
Las teclas se mudan
Las cuerdas se burlan
El canto tirano
Las notas me escupen
Los bailes me pisan
Mis piernas intactas
Dedos sin esfuerzo
La música era mi madre
Me había recogido del río de los vagos y de las burlas, de los desamores y de las calles que ofrecían muerte
Me recogió, me acogió y me enseñó a ser ella
Cada parte de mí olía a viento y a cerda que se frota nueva colgada de un palo fino y a dedos cansados por el rechinar del error
¡El ritmo se pierde al son que no me adopta!
La inmortalidad que usted me ofrecía era tan suave como mis dedos antes de conocer a sus hijos
Esto es un reclamo, ¡sí!
Si usted me vio por ahí pobre, ahí me podía dejar
No necesitaba sus cantos que tragan y que prometen tanto
La pude haber creado y dejado para mí
Pero usted me vio primero y me desechó a los años como nunca a un hijo
¡Usted es mi desamor más grande, señora!
Creí que no me iba a doler nunca cuando se me dejara de querer
Pero usted era todo lo que yo tenía
Mis piernas tenían acción si usted tenía presencia y mi piel se rejuvenece cada que escuchaba una vieja tonada suya
Todavía me duele abrir la boca y que usted no salga
Dejar de sentirla me forma un hueco en el alma del tamaño que usted quiera
Busco entre sus hijos a ver cuál me puede llevar a sus brazos y lo único que hacen es tenerme horas ocupada y ponerme los dedos tan duros como mis nudos en la espalda
Tengo la garganta lista
Los libros y las horas para dárselas
Tengo el piano y a sus hijos de árbol
Los párpados hinchados, todavía
Pero si usted vuelve
Le prometo que vuelvo a caminar
Y a escucharla hasta al pasar la última página
A veces la pongo, por si me veo la escucho
Le he hecho caminos de horas
La he buscado entre las piernas
Entre los muros
Entre los miserables y entre las flores
Entre el mar sin cerrar los ojos
Por eso le dije ya cómo tenía los párpados
 
Pero usted no vuelve
Usted se mudó de mí y jamás había tenido tanto frío, señora.
 
 
 
 
¡EL TÉ! ¡EL TÉ YA NO SABE IGUAL, MALDITA SEA!
 

Ya no haces el té con el mismo amor, ¡Ya no sabe a amor, Amelie! ¿Qué coño fue de ti? No puedo ir a mi estúpida rutina si no la enmiendas, ya no lo haces, joder... Me ha vuelto un rollo la monotonía después de que el té no es el mismo. Me ha vuelto mierda.
¿Qué fue de ti en mí? ¿Qué fue de tus labios medio abiertos siempre al lado de la hamaca?, ¿Qué pasó con aquel vestido amarillo de viernes? Con esas ganas vivas de correr en medio de inoportunos tiempos, de tus tantas respuestas a pocas puestas preguntas (...) Ahora sólo son preguntas y unas mínimas respuestas... porque no hiciste mi té desde ayer en la tarde. No te quiero a ti, quiero mi té a las cuatro en punto de la madrugada, con ese toque de llegada sin falta y algo obsesivo por lo minimalista que llegaste a dejar como esencia en los platos, en los muebles, en la vieja lencería, en los cajones cerca del baúl de abajo, en el azúcar neutro del té y en tus horrorosos cuadros con resina en un lienzo de madera ¡Por eso me casé contigo! Amarga vieja...
A quién le miento... nada es por el té.
Y así, libre con tus vanas ganas de querer que todo esté bien pero no hacer nada para que así sea, te dejo, te dejo porque tú te fuiste. Te dejo y me dejas mientras camino por angostos pensamientos abrumantes, que derrumban hasta las almas más aferradas a una tierra en la que siempre se sintieron acogidas. 
Te dejo con rotos, sin ellos y con una mirada que se estremece al escuchar melodías como la de un frío aroma en un cálido clima, o como la cuchara que se mese en aquella copa de té olvidado. Todo tan contradictorio como tú, tan contradictorio como yo, tan mutuos en lo cuerdo y acertado; como dos. Te dejo una risa y recuerdos mil, con esencia de pasos largos que dábamos al vernos en un largo día, en cenas juntos, calles mojadas y carreteras que por acción de nuestros pies polvos levantaron, discusiones y remordimientos de malos ratos que de alguna o mil formas hicieron parte de los párrafos que formamos como historia. Ahora mismo me hecho todas las culpas por las cuales aquellas veces discutimos; ya no valen ni la pena, vieja amarga. ¡El té! ¡El té ya no sabe igual! Maldita sea, Amelie...
 
Así, con simples y muy insípidas letras, te dejo a la deriva y con ella, por ese camino egoísta tan grande que construyes, por esa arquitectura que visualizas tan perfecta de ya no estar conmigo. 
Pero te fuiste, vieja... te fuiste con mitad de amargura dejando la otra mitad acompañándome; haciéndome anhelar con fuerzas el regreso de tu completa y larga esencia, y a tu risa entre media en esos labios opacos y delgados por tu anémica apariencia. 
A tu cajón echo tu lencería favorita, tu peine pálido por el desgaste de pasar por generaciones familiares, la primera caja de dulces que te regalé, tu vestido de Margaras, tus zapatos de charol negros, mis insomnios, mis ojeras, mis emociones por la intemperie. Te llevas todo si quieres a esa caja en la que pronto ni tu cuerpo estará... Te llevas mi alma por si la tuya se sale rápido del cajón, te llevas todo de mí, vieja... El té jamás sabrá a té, el té jamás será mismo. Me llevas, Amelie, me llevas pronto, para así tener un amplio egoísmo de no estar aquí y tomarnos el atrevimiento de compartir allá, con un té que no se acabe. Te echo un par de cuadros con resina, de eso que le han echado a tu cajón para que luzca bien. 
Pero, de qué sirve... Sólo podría verse mejor si no estuvieses tú allí.
Buenas noches, Amelie. 
Quiero hacerle el relato de lo que son mis presentes y por ende ya pasadas noches desde que usted no está, desde que usted se fue sin antes dejar un poco de té, así fuese caliente... No importaba, y lo odiaba, pero era irrelevante; usted estaba y lo hubiese dejado antes de marcharse, de dejar un babel de mierda con helada y luces de navidad sin emoción. A usted, vieja, tal vez no le importó irse de esa manera y dejarme aquí, odiando con la vida sus cuadros asquerosos que intentaba llenar de brillos viejos o pintar en acuarela, ¡y qué aguados le quedaban! Sus cuadros eran insípidos y sus pinturas tan poco sólidas, llenas de grumos como sus óleos de la edad media, ¿pero tenía usted en cuenta que lo que más preciosos hacían a sus cuadros (que asqueaba a cualquiera), era el hecho de que los hiciera usted, sus delicadas manos, su deforme dedo anular, y nadie más?
Vieja, todo lo que usted tocaba se hacía irresistible a un buen aprecio (...) De haber sabido que se iría así, jamás le hubiese pedido el té frío, nada, ¡nada en su puta existencia hubiese guardado frío! ni el helado de tres pesos... siquiera. Suficiente y no con haber dejado estas paredes y cuatro puertas heladas de su ausencia y cuerpo plano, de paso a estos pasillos de mal revoque y ruidosos pisos de madera por los que nuestros hijos nunca corrieron porque no nacieron. El día de su entierro al llegar a lo que era nuestro cuarto con cama compartida, decidí conservar el vestido amarillo que había tejido su abuela Carla, y lo tuve desde la una de la tarde hasta las dos de la madrugada, no pasó ni un día y había ya tirado todo lo que había en la nevera, la ropa sucia encima del sofá la había quemado y junto al nochero que nos había dejado mi madre para el matrimonio, estaba medio puesto el pantalón que compré en la tienda de segunda de Doña Adeline, para nuestro primer encuentro en la acera de las unidades blancas que encontraba la calle doce con la diez bajando dos cuadras. Recuerdo que estaba nervioso, pero le seguiré contando luego, ya llegó la criada. 
Por cierto... he contratado una, pero te escribiré el viernes, a la hora que tomábamos siempre el té; ahí, junto a la veladora.  Te amo vieja, y hasta el próximo té.

 

*    *    *

 
CALZADO PESADO DE MIS BORRASCAS
 
Tenía sus tupidos y largos pies
A diecinueve pasos de los míos
Medio tono más oscuros que los suyos
Diagonal
Con una fémina al lado derecho
Que le llegaba milímetros más abajo
De su salido hombro burócrata
De lunar con democracia a la izquierda.
Iba yo al occidente
Y venía usted
Retumbando por la avenida que dobla
Como si también fuese suya
Al oriente
Y yo, con mirada de ojo de pez
A un giro con grado desconocido
Percaté mi vista con un cierre
Como si de una bestia bien domada se tratase
Y la detuve a ese desastre
Restando pasos
Que cuando llegaba al doce
Y nos alejábamos en la recta que la esquina desgracia nos propuso
Nos alineamos a lo extenso
Y yo le aborrecía con cuidado en el aire
Pero por dentro, por dentro tenía un laberinto de escupa
Tan preparada como lo blanco
Y lo que entierran.
Salía humo de lo que se me estaba sanando
De todo lo saturado abierto de lo que había volado
Y yo por ahí vagando
Rogando una cura
¡Una presencia y convalecer!
Para no enterrarme de ira
Cada que pase su existencia
Y me diga que tenemos un espacio compartido
Como función que no debió
Pero que fue.
 

Actualmente es estudiante de undécimo grado en la institución educativa Rafael J. Mejía (Sabaneta). Nacida el 3 de marzo de 2002 en Caldas (Antioquia).  Amante de las artes, considera que es incapaz de permanecer solo en una, muestra de ello ha sido su temprana participación en grupos de danza, comenzando a sus cuatro años en la academia “El estilo de Caldas” bajo la dirección de Diego Mesa en baile de salón, además de múltiples audiciones en diferentes academias y continúa actualmente en el grupo de baile de la casa de la cultura de Caldas. Ha tomado cursos en viola, guitarra y técnica vocal en la casa de la cultura la Barquereña (Sabaneta) y en la casa de la cultura de Caldas, su cercanía a la literatura surge de aquella cercanía a la música y al arte en donde tras múltiples intentos por escribir sus canciones, encuentra en la literatura una forma de narrar sus pensamientos, ocurrencias y vivencias diarias de una forma más libre. A partir de allí emprenderá un estrecho vínculo con la escritura que la ha llevado a formar parte del colectivo de artistas Atenea, como poetisa que encuentra en el arte una forma de escapar al tedio de la cotidianidad.

 

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