PÁGINA 10
MANUEL ALEJANDRO Q. CEBALLOS -MÉXICO-
Escritor mesoamericano (Toluca, México, 1992),
Promotor cultural y editor. Es fundador del proyecto editorial Literatelia. Director de la revista cultural Galerías del Alma. Es autor del poemario: Réquiem Colectivo (Don Juan de Amiel, Lima, Perú, 2018). En dramaturgia: Los amantes de diligencias A las puertas del convento San José (Vocalibus, 2019). En narrativa: Patios de Córdoba y otros cuentos (Vocalibus, 2020). Ha participado en diversos festivales y Ferias de libro en Latinoamérica, así como compilaciones de literatura.
Primavera,
palpitación tras el invierno.
Ruidos, pájaros
que no callan.
Sueño
y deslizas mi soledad
mientras diciembre acaba.
Hablaste.
Creas el puente entre los muros
de la bienvenida:
ciudad de primavera
y milagro,
tu mano bendita,
tu suspiro:
murmullo de flores,
jardín que mece mi felicidad.
palpitación tras el invierno.
Ruidos, pájaros
que no callan.
Sueño
y deslizas mi soledad
mientras diciembre acaba.
Hablaste.
Creas el puente entre los muros
de la bienvenida:
ciudad de primavera
y milagro,
tu mano bendita,
tu suspiro:
murmullo de flores,
jardín que mece mi felicidad.
* * *
que la luz se apaga
en la derrota
y la bestia de no encontrarnos
se vuelve sombra,
espejo y presagio:
incendiado
cruce
de las voces.
Estuve
en guardia
ante la feroz ausencia
y tictaqueba los rincones
de mi lenguaje
como para salvarme sin fe:
terrible asfixia.
Despierto.
Trago miseria
escupo el aire
las cenizas.
en la derrota
y la bestia de no encontrarnos
se vuelve sombra,
espejo y presagio:
incendiado
cruce
de las voces.
Estuve
en guardia
ante la feroz ausencia
y tictaqueba los rincones
de mi lenguaje
como para salvarme sin fe:
terrible asfixia.
Despierto.
Trago miseria
escupo el aire
las cenizas.
* * *
y clavaste el adiós imparable
en mi rostro.
Entonces me ahogué suicida
por la lluvia de mi cuerpo
y ahí
en la desesperación del presente
se adentró el rayo
sin clemencia.
El enjambre
de múltiples caídas
sobornó al suelo
para repetirme
en la derrota.
Mis manos murmuran
todavía
con la barrena en mi garganta.
Las estrellas ya no escuchan.
No se oyen mis lamentos.
en mi rostro.
Entonces me ahogué suicida
por la lluvia de mi cuerpo
y ahí
en la desesperación del presente
se adentró el rayo
sin clemencia.
El enjambre
de múltiples caídas
sobornó al suelo
para repetirme
en la derrota.
Mis manos murmuran
todavía
con la barrena en mi garganta.
Las estrellas ya no escuchan.
No se oyen mis lamentos.
