JAVIER DE JESÚS EGUÍA ZAPATA -MÉXICO-
PÁGINA 8
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De niño a mí me gustaba
que los maestros escribieran
con gises de colores.
Cada palabra así trazada
en el pizarrón
cobraba vida y se desbarataba
en un fragmento iridiscente:
relámpago volátil
capaz de iluminar el mundo
en su propia nitidez.
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Nocturno del Hospital Universitario.
Que dura estaba la almohada de cemento en la vieja sala de espera aquel verano. Como una resina, una mezcla olor a vómito y desinfectante impregnaba los pasillos que ahora recorres desvelada estetoscopio al cuello: murmullos de coágulos y tejidos muertos te llaman doctor con una súplica en los ojos, ¿Acaso no ven que solo eres una niña?
- A Joselyn Michelle.
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Soneto dedicado a Luzbel y amigos que lo acompañan
Camina por paramos desolados
guerrero mutilado, ángel caído
dictador con uniforme raído
espíritu y belleza destrozados.
Luzbel y sus huestes aglomerados,
el más bello entre inmundicias hundido
con furia reclama el violento olvido
al cual Yavé los tiene condenados.
Atrapado en las fauces del averno,
risas y hedores de rojo vapor
sangran los muros de su hostil infierno.
Con lamentos busca el perdido amor;
Caín, condenado a castigo eterno,
despliega sus alas, sordo clamor.
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Acorralada la Sustancia
en la superficie quieta,
observo desde los márgenes
el poema
que se desparrama líquido
hacia el núcleo blanquecino
de la hoja;
¿Quién canta en las orillas
del papel?
Silencioso ribosoma
suspendido en las rugosidades
retículo-endoplásmicas
de la mitocondria.
* * *
Haikus
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Lluvia vendrá
con olor a naranjos,
suave fragancia.
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Entre las grietas
de la podrida roca,
la vida estalla.
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Flamea el astro
en su milenaria órbita:
atardece.
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Alegre el niño
juega sobre la acera.
Cae la lluvia.
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La ingrávida hoja
navega en espiral:
caída libre.
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Era mi Madre
cálida dulzura,
cicatriz viva.
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En el ocaso,
solo el canto del grillo
rompe el silencio.
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Arde el cigarro,
diminuto relámpago
en la tiniebla.