NADIA CHÍPULI -MÉXICO-

Parte 2
El retorno de lo reprimido
 
 
 
 
 
 
  
“Somos lo que sabemos que somos
y lo que no sabemos que somos”.
                                    Michel Foucault

Soy muchas, fui tantas.
He dado la vuelta al mundo en 80 vidas.
Todas mías, todas tan distintas y todas yo
misma. Soy esa que mira al cielo preguntando
cuándo acabará, o si tal vez no empezó nunca
y esto es todo lo que habrá.
Soy ese adulto que alterna entre la vejez y la
adolescencia; tan agotador como la rutina misma.
Soy esa contención tan anhelada, esa paz
buscada y pocas veces o ninguna encontrada.
Adonde llegan los secretos que no quieren serlo,
que gritan por ser solo un cuento y mueren
siendo tragedia. He sido tantas.
 
 
2
Fui la niña desbordante de ilusiones,
la adolescente llena de expectativas,
pero sobre todo de inseguridades.
La que empezó tantas cosas
que nunca pudo continuar,
dejando espacios en blanco que
arrastraban todo a su paso
envenenándome con la culpa, esa
culpa religiosa que martiriza hasta
destruir a la más inocente de
las flores silvestres.
Pero también fui perdición,
vulnerable hasta la asfixia, que
fue carcomiendo lo más
profundo de mis afectos.
He sido el centauro,
pero también fui la quimera.
 
 
3
Soy esa…
que un día tocó el fondo de sus temores.
La que se hundió en un abismo
de años de soledad y llanto a gritos.
Escondidas y temerosas, mis frustraciones se
fueron aglutinando en una bola de nieve devastadora.
Fui tan diminuta, tan incapaz y tan despreciada,
indigna de pisar un templo.
Mirando el piso, limpiando el
polvo de las botas de un gigante
sin poder ver el camino.
Siempre hermana, siempre hija,
esposa o madre,
siempre, pilar de…
 
 
4
-No hay noche que no piense en ti;
no sé si está bien que te lo diga.
Dijiste.
 
5
Fui una niñita que en tu piel
de arena y seda encontró un
camino y en tus besos
fortaleza para guiar el
imperio perdido de mi
propia existencia.
 
6
Uno solo de tus besos; aquel que fue el
primero, esa sensación que en mis labios
dejaron los tuyos. Eso fue el principio de todo.
Llenaste cada centímetro de mi piel y cada uno
de mis pensamientos. Horas de conversaciones
sin sentido, pero llenas de tus ojos… tus ojos.
Eso que me hiciste sentir y pensar de mí
le dio un rumbo a esta vida tan rota y muerta.
Nunca lo supiste, pero cada vez que a tus horas
me buscabas más me acercabas a mí misma.
Me veías tal vez como un escape no lo sé,
a veces desaparecías… para después volver.
Yo también me fui y también volví.
Eres parte de una vida que nunca empezó
y tampoco pudo terminar.
 
7
En silencio… tratando de sonreír.
Ocultando un poco los nervios;
con mucha curiosidad y un toque de vergüenza,
me hacías preguntas existenciales.
Muchas historias vivieron y sobrevivieron
en aquellos años que parecían esconderse
detrás de la puerta.
En tono de burla y con mucho
miedo, te confesé que sin importar
el tiempo aún me inquietabas.
Trato de relajarme, pero empieza
a tomar forma esa risa nerviosa
que precede la unión de dos cuerpos
intentando ocupar un mismo espacio.
 
8
Se me estremece el pecho, hermosa ansiedad que recorre
mi cuerpo, fascinante y enloquecedora la espera.
Al encuentro: entre risas, historias y tanto pasado.
Recordando graciosas aventuras de tantos ayeres.
Inocentes y temerosas confesiones nos conmovían.
El tiempo viajaba a través de nuestras miradas.
Cuántos años de temores por fin expuestos.
Cuánto amor en tu mano sosteniendo la mía.
Cuánta ternura en tu piel ahora desnuda, la blanca y luminosa
tez de tus piernas, de tu espalda, y tus besos…
Haciéndote dueño de todos mis suspiros hasta quedarte sin aliento.
Agotado duermes plácidamente entre mis brazos, entre mis piernas.
 
9
Cuánto tiempo pasó, cuánta piel
en estas dos manos… en este pecho.
Cuánta pasión encerrada sólo en tus besos.
Cuán fácil es recorrerte por completo.
Aún guardo tu imagen desabrochándote
los botones de las mangas de la camisa.
Me detuve un momento a contemplarte y continué.
Manos tan hermosas aferradas a mi cintura… a mis caderas.
Fácil te dejabas llevar.
Sin soltarte, rozo con mi boca el hoyuelo en tu mejilla.
Ahora estás ahí, oculto en mi memoria.
 
10
El insoportable ruido ensordecedor
de tu silencio.
-Me estás destrozando.
Dijiste.
 

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Nadia Chípuli es poeta, amante de los cuentos de Julio Cortázar y las poesías de Gabriela Mistral y Fernando Pessoa. Nutricionista con posgrado en alimentación y deporte por la UCES en Buenos Aires. Traductora por el ITESM en Monterrey y Correctora por el Instituto Mallea en Buenos Aires. Radicada en Buenos Aires de 2005 a 2016, actualmente vive en Monterrey donde se dedica a las Letras y a su Escuela de Idiomas.