OMAR ROSA -CUBA-

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Omar Rosa, Ciego de Ávila, Cuba. 1956. Licenciado en Educación, ejerció  como profesor quince años. Posteriormente realizó  un Técnico medio de Contabilidad, laborando por más de quince años, como contador. Trabajó en la esfera Bancaria, ahora está jubilado y se ha dedicado a escribir sus vivencias.
 
Currículo literario:
 
  • En 2013 la editorial de su provincia (Ávila) le publicó un libro de cuentos.
  • Fragmentos, Revista Cultural Argentina le publicó un cuento en su reciente Número 1.
  • La revista literaria Alborismo de Venezuela le publicó un cuento en su reciente Número 10.
  • La revista literaria Micro ficción de Republica Dominicana le publicará un cuento en su Número 6.
  • La revista literaria Compromiso y Cultura de España le publicó un cuento.
  • Mención Honorífica del Concurso Literario el Rastro de Ellas del CENTRO DOCUMENTAL DE LITERATURA IBEROAMERICANA CARMEN BALCELLS.
  • Tercer lugar en I CONCURSO LITERARIO DE RELATOS Y POESÍA POR EL 25N UARG 2022
  • En 2024 en el Libro del proyecto “Confluencia: Ruta de 52 murales para la Región Metropolitana de Santiago de Chile” aparecerá su relato junto a la obra mural realizada inspirada dicho relato.
  • La revista española EL CAMINANTE seleccionó uno de sus cuentos para su número 11 de febrero 2023.
  • Finalista del I Premio Internacional de Relatos “Torremocha” de Ediciones Rubeo en España.

EMPODERADOS

 

El que duerme a mi lado, roncando, cayéndose de la cama, evitándome, no siempre fue así, era muy limpio, esa ya no es su preocupación, lo mismo evacúa sus gases sin ningún tipo de decoro que se rasca los pies y no se lava las manos, se ha puesto cochino.
Ha cambiado físicamente: barrigón, no tiene un pelo negro en todo su cuerpo y arrastra los pies, pero eso es lógico lo que sí es deplorable es su forma de ser, tan dulce lo conocí, si una cosa me enamoró, fue su dulzura al hablarme, ahora ladra, puro pesimismo y mala forma. Nos ve a todos como sus enemigos. No le habla al mayor, se faja con el menor y yo no puedo mirarlo.
El que ronca a mi lado quiere escribir sus memorias, pero se le olvida todo, hasta su nombre, que difícil es esta enfermedad. De vez en vez tiene pasajes de lucidez, escribe cosas, algunas incoherentes, otras no, uno nunca llega a conocer a las personas, cuando me habla me parece estar oyendo a su padre, el viejo más ingrato que he conocido, es como si su voz saliera a través de él.
―Están ponderando lo de otros y no son capaces de hacer una buena acción entre ustedes mismos, mira a tu alrededor, aquel construye un palacio y otras familias no tienen ni una letrina, sigan viendo toda esa basura de Facebook, les tiene la cabeza enferma. 
Es de otra época, le resulta difícil comprender las redes, ver a sus nietos todo el día pegado de la cajita, como él dice, fajarse con la madre y hasta faltarle el respeto porque ni la cajita es de ellos.
―Y esta tonta tuteando todo el día para ganarse el dinerito.
Lo mando a callar.
―No hables más mierda, no seas tan contradictorio ¿a ti no te gusta Con Filo? ¿Entonces? ¿No dices que es un buen programa?
Aunque nunca fue un atleta, aun me lleva a todas mis coberturas en bicicleta, para ahorrarnos el gasto de los carretones de caballo, único transporte en esta ciudad, de más de doscientos mil habitantes.
Cada vez que habla de las redes recuerda su anécdota favorita y ríe a carcajadas haciendo su cuentecito:
―Me dice ella, mira viejo, las actividades que están haciendo en esta escuela y no me avisaron, ¿serán locos? Ellos no saben que tengo que reportar sus actividades, vamos viejo, llévame allá, pero vístete rápido, y allá fuimos, ya iba presintiendo el final de esta historia, pero calladito, si alguna risita se me fue, la disimulé muy bien, llegamos ¿Es aquí? Pregunté haciéndome el equivocado, si, aquí, silencio total, allí no estaba ni el guardia de seguridad, todo era un invento en las redes”
Y vuelve a carcajearse.
Cuando está en sus cabales, se molesta cuando hablan mal de su país, no soporta las parodias que sus hijos escuchan en la cajita, eso sí, es un crítico a férrico de la programación de la televisión.
―Con razón ya no la ven, mira te voy a leer, ya sé, no tienes tiempo, le voy a leer, al aire, lo escrito sobre las costumbres y tradiciones, no precisamente por uno de los nuestros, escucha aire.
 Ya el tono que usa es insoportable, pero arremete y lee:
―Alguien dijo que un pueblo que reniega u olvida su pasado es un pueblo sin presente ni futuro, porque –y esto sí lo digo yo– el pasado no anula el presente: antes bien, lo enriquece, aviva y potencia. Ahora, cuando muchos jóvenes han descubierto eso de volver a sus «raíces», sería bueno y conveniente rescatar aquellos usos y tradiciones que fueron arrumbadas por ignorancia y poco modernas. ¿Qué te iba a contar? ¿Era algo de mis hijos? ¿Mis hijos son tus hijos?, da igual. Estoy viendo un niño de meses con hambre, llorando, le están echando empellas de puerco encima de la barriga, ¿Quién este negro grande que está a mi lado?
―Aquí estamos tú y yo, duerme un rato.
Los hijos se han convertido en sus enemigos, lo odian, quisieran que se fuera ¿pero adonde? Se ha ido quedando solo, se ha puesto egoísta, ingrato, no voy a negar que el médico le dio tres meses de vida y ya llevo cuidándolo cuatro años, ya vi a una abogada, con el nuevo código le voy a quitar todo eso que heredó su hermano, me están pasando malas ideas por la cabeza ¡Usted verá! porque yo si me muevo, hasta querían que fuera delegada, mucho que resolví para este barrio y para mí también cuando la pandemia. Por cierto, lo salvé y ellos me lo reprochan, por suerte duerme a cualquier hora, se sienta en la máquina y escribe sin rumbo fijo, me imagino que el negro grande que ve, sea uno que se murió a su lado y estuvo toda la noche, hasta el otro día ahí, porque no cabía en la bolsa en que se los llevaban.
―Yo te iba a hablar de mis hijos, recuerdas cuando el accidente, traté de cuidarlo ¿Qué recibí? Patadas y malos tratos, yo cuidándolo de que el otro no le pegara el dengue, ¿Hizo caso? No, se acostó a su lado, lo abrazaba, coño si tanto lo quieres cuídalo, entonces él se va a la otra habitación, sigo pasando a la máquina mis transcripciones, se duerme en mi cama, en mi cuarto, salgo un instante, apaga la luz, vuelvo a entrar  la enciendo, ¿Tengo que pedir permiso para encender la luz en mi cuarto?, son mayores de edad, viven en la casa de sus padres, tienen que adaptarse a nuestras reglas, no quieren ni tener su propio cuarto, quieren el nuestro, no son niños, invaden mi espacio, si reclamo soy gruñón, tengo mala forma, los maltrato, tu no lo ves así porque eres madre sobreprotectora, siempre le tiras la toalla, he visto más de un caso en que relegan a los ancianos los van rechazando, le quitan esto, aquello y cuando vienes a ver no tienes ni un cuarto ¿Te pregunto? Y sé que muchas veces ni me contesta, he oído como dices deja que pregunte cinco o seis veces, aun cuando la pregunta sea sencilla, directa e importante: ¿Entraron la bicicleta?, no es la primera vez que duerme afuera, te pregunto ¿Tu hallas bien que si uno tiene Dengue y el otro fractura en el cráneo, deban dormir juntos?, solo de un estornudo se le mueve todo en su cabeza  ¿Es correcto que no quiera ir al médico? Por más que lo adoren tú y la abuela ¿Eso es consideración? Ahora yo no me acuerdo eso que te digo sucedió contigo o es de mi anterior matrimonio.
Continué lavando y el como un radio que nadie atiende, como la lavadora está en el cuarto, no puedo evitar oír lo que dice, no le contesto y eso lo enfurece más.
―Ahora quieren que trabaje, ya lo hice durante cuarenta y cinco años, mantuve esta casa y le di tamaño a los dos por más de veinte y cinco años, cuando tu dinero no valía ¿Quieren que los siga manteniendo? Y no es que no soy útil, soy casi imprescindible, aunque de imprescindibles estén llenos los cementerios: hago todos los mandados, te llevo y te traigo en bicicleta subiendo la loma, tengo mi entradita con un trabajito extra de papeles, si cuando estoy sentado a la mesa con ese reguero de papeles no estoy escribiendo cuentos, estoy trabajando, pago la corriente, el teléfono ¿Saben ellos lo que es una factura de teléfono? Eso tu no lo ves ¿Quién es ahora el ama de casa? ¿Quién cocina? ¿Quién friega? ¿Quién barre los patios? ¿Quién atiende la turbina? ¿Quién riega las plantas?
Ya no está apto. Le digo que me friegue una olla y me gasta el detergente, si le digo algo empieza la discusión, es un estorbo, ¿Cómo neutralizarlo?
―Me dijiste que te lo dejara todo limpio y ahora no te cuadra, si quieres que las cosas salgan como tú quieres, hazla tú, esa es la única forma en que quedas complacida y me voy a dormir a otra cama, ya no te soporto.
Son las cuatro y diez de la madrugada, me está dando besos, frio huevos, no me deja dormir, en lo adelante, todo es un trasteo allá fuera, friega de nuevo, riega sus plantas, esconde la linterna del entenado para hacer el riego, se lo imaginan dando tumbo en el jardín y una cansada tratando de dormir, va con la tanqueta, entra y me da otro beso. ¡Baboso! Siento el chorro en la batea, cuando abro los ojos lo veo enjuagando la ropa que lavé anoche que ya estaba casi seca, le formo un escándalo, has lo que yo te pida, ¡Esto ya no lo resisto!
―Mi china, si lo único que quería era ayudarte, la tendí allá arriba, cuando salga el sol se seca enseguida, tu verás.
Me levanto, ahí está con el único pulóver presentable que tiene, haciendo cosas, todo lo tiene manchado y no se le puede decir nada, el chico le reclama por no entender la dirección que le está dando de la mujer que hace pudín, el trata de preguntarle, pero este chiquito es de madre, no lo deja hablar, después de una larga discusión al fin se ponen de acuerdo ¿Cuál estará más latoso?
Pero ahí va el viejo loco a buscar pudín, al regreso hace la cola para comprar el aceite, ya fue a buscarle maní al enfermo, lo están esperando con cuatro pomos grandes para que vaya a buscar agua y de paso traiga el documento que necesita el niño de veintidós años para matricular la universidad. Realmente hace cosas, muchas cosas. Ahí chica pero es insoportable, no se cambia de ropa cuando se lo digo, no le gusta que lo esté mandando tanto. Hay algo que me tiene intrigada: La carta, tengo que cambiar de estrategia, En su locura me está viendo muerta, le voy a hacer un bien a la humanidad, déjame releer la carta.

 

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CARTA


 

Te veo flaca, como tú me decías: “Se me paran las orejas cuando adelgazo” y sí. Has perdido la voz, me abrazas, siento que soy invencible. Regreso confiado, tranquilo, cocino, ordeno, te recuerdo, repito cada regaño “No pongas el sartén ahí, seca el baño, no dejes nada destapado que hay ratones, enjuaga cada cosa que uses”, voy haciendo estas cosas y las repito en voz alta, como si te trajera de vuelta con eso.
            Vendrás, llegarás con tus resabios, hablando alto, ¿Qué pensarán los vecinos? No sé,  externamente, responderé enojado, me justificaré, en lo profundo estaré emocionado, estarás aquí, hasta si te equivocas, haremos el amor. Tu pleito es música, lo puedo neutralizar con una sonrisa. ¡Si vienes!
            Esta casa vacía es un infierno, no tengo hambre, todo está fregado, no veo obligado ninguna novela turca, son las dos de la madrugada y estoy escribiendo con la luz encendida. Nunca lo vas a saber: Hoy regué tus plantas.
            Ese teléfono no deja de sonar, siempre preguntando por ti, tan enemigo de las mentiras, he cambiado. Me pidieron tu carnet de identidad, van a darte un reconocimiento “post morten”. Te dejo, mañana estaré ansioso abriendo el GMAIL.
Del amor de tu vida,
―Mira viejo no vamos a discutir más, vamos a parar esta guerra, unas veces tu otras yo, vamos a llevarnos bien. Esa carta que escribiste me conmovió. Tú mantienes la cocina así organizadita como está hoy ¿Y ese pomo de aceite porqué esta así? No puede ser que hayas gastado todo ese aceite, en lo que va de mes hemos gastado cinco litros.
Por algo no me ve entre los vivos.
Este  hombre hoy sentirá más amarga que de costumbre la medicina, no notará que yo estaré pendiente del vaso, para desaparecerlo de inmediato. Aquí no es como en otros lugares, cuando murió mi suegro, a las dos de la madrugada fui a la clínica, vi al médico de guardia, le conté una historia a mi conveniencia y me hizo el certificado de defunción, de regreso pasé por la funeraria, a la media hora estaba el carro fúnebre frente a mi casa, el chofer me ayudó a echarlo en la caja, ni le avisamos a los vecinos, a las nueve estaba enterrado. ¿Por qué ahora no puede ser igual?
―¡Ven acá mi vieja!, mira lo que me encontré, recuerdas, la primera caricatura que te hice, ¡Hasta te lleve bien! Me quedó bonita, ¿verdad? ¿Cuántos años llevara ese papel ahí? Tráeme la medicina, se me hace tarde para los ejercicios, vamos conmigo veras que te hace bien para las venas. ¿Por qué lloras? Porque se te botó la medicina, no te preocupes cuando venga lo limpio. Hasta nos pudiéramos dar una escapadita y reservar para comer en familia, el día del cumpleaños de tu hijo.