EDUARDO HONEY -MÉXICO-

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PÁGINA 40

(México, 1969) Ing. en sistemas. Ha ganado primer lugar (Mendiola 2022 categoría poesía, Teresa Magazine 2020, Nyctelios 6ª. Ed.), segundo lugar (bokker Awards 2021), tercer lugar (Del gusto al susto, 2022) o finalistas (Ápeiron Ediciones 2022 categoría libro de cuentos, Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2021 y 2020, 1er. Concurso de Cuento Breve Plétora Editorial 2020, Mención de Honor del Jurado, Quequén 2020, Supraversum 2021, Novum 2021, VIII Concurso Internacional de Microrrelatos "Jorge Juan" 2021, Madrid Sky 2021 y II Concurso Literario "Relatos legendarios" 2021). Publica constantemente en Revista Retentiva, Cósmica Fanzine, Revista Rito, Casa del Tiempo, Hipérbole Frontera, Entropía, Phantasma, Penumbria, Teresa Magazine, Nocturnario, Trinando, Polisemia, Irradiación, Katábasis, Nudo Gordiano, Poetómanos,Teoría Ómicron, Periódico Poético, Efecto Antabús, Nocturnario, delatripa, La revista inexistente, Palabrerías, Hispanic Review Culture, Pérgola de Humo, MEUI, Celdas Literarias, Patíbulo Magazine, Revista Literaria Monolito, Doble Voz, Caracola Magazine, Página Salmón, Espejo Humeante, etc. Participa en diversas antologías como Antología de Ciencia Ficción (Vocho Amarillo, 2022), Cuentos sobre el Necronomicón (El Gato Descalzo, 2022), XV Antología del Premio Orola 2021 y 2022,  Deathward, (Speed Wagon, 2021), Un grito que nos libera (Taika Editorial, 2021), Detrás del velo: sobre los sueños y la muerte (Editor J.R. Spinoza, 2021), Brevestiario (Brevilla, 2021), Antología Hispanoamericana de microficción “En pequeño formato” (EOS, 2021), Antología de Vampiras (El Gato Descalzo, 2021), Cuentos y Relatos (de este mundo y de otros) (Editorial Hoja en Blanco, 2021), Antología Crímenes menores (minificción.com, 2021), Fictología digital (Plétora Editorial, 2021), Un San Valentín Sangriento (La Corte Bizarra, 2021), Antología del cuento hispanoamericano sobre mundos distópicos "Y se hizo el caos” (2020), Todos somos Teresa (Teresa Magazine, 2020), Antología de Viajes en el Tiempo (El Gato Descalzo, 2020), Pandemia de Palabras (Mendieta Libros, 2020), etc. Imparte talleres de escritura. Pertenece a la generación 2020-2022 de Soconusco Emergente. Prepara libros de cuento y su primera novela.
 
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Eslabones del fénix Gilgamesh
 
 

Porque esas cenizas
Yo las tiro al viento
Para que no quede

De ti ni el recuerdo
José Alejandro Morales
 

A veces, en un universo caótico, se encadenan sucesos que llevan a situaciones únicas. O, dirían algunos, se dan milagros.
En un país llamado Asiria, un rey, Ashurbanipal, decidió en el siglo VII a. C. ampliar la biblioteca real en Nínive. No era una como las que conocemos, llena de libros de papel. Este es el segundo eslabón: en esa época la escritura se hacía sobre tabillas de arcilla, madera encerada y papiro.
A una o varias personas en esa biblioteca, dado el número de ejemplares (se han hallado 22000 tablillas), clasificaron su contenido donde separaron composiciones literarias de documentos legales y luego volvieron a separar el material en los diversos salones. Dado que la arcilla es muy suave, aún seca, acomodaron las tablillas en estantes de madera.
El tercer suceso fue el incendio de la biblioteca en el 612 a. C. Un acto de destrucción fue capaz de engendrar un fénix de preservación en lo que ya era un fénix recursivo de la memoria. Ese material tan delicado, la arcilla, se coció en los estantes y se volvió cerámica, algo que puede perdurar por decenas de miles de años.
La biblioteca como el palacio se derrumbaron y cubrieron los restos ardientes. Por esa zona del mundo, llamada ahora Irak, fueron y vinieron pueblos, conquistadores, civilizaciones. En cierta forma se olvidó a ese rey, a los asirios, a los babilonios quienes los conquistaron. Por igual la lengua hablada como la escrita.
En cierto momento del siglo XIX d. C. la curiosidad tan natural a la humanidad hizo que se escarbaran esos restos. Y se hallaron decenas, cientos, miles de pedazos de barro cocido con marcas de un punzón en patrones bien definidos. Por su disposición era claro que esas tablillas y trozos estuvieron ordenados.
De la necesidad de entender ese lenguaje escrito nació la asirología. El primer fénix en esta recursividad, esta matrioshka de la memoria puso un huevo: descubrimos que no solo había una lengua sino varias (asirio, acadio, neobabilonio, etc.) y documentos legales o contables.
Encontramos un poema que cantaba creación del mundo. Y otro, repartido en doce tablillas incompletas, sobre un personaje que conocemos como Gilgamesh. El material, aún con partes omisas, canta-narraba su epopeya.
Así nos enteramos de un rey de un estado-nación llamado Uruk que busca hacerse un lugar en la memoria del mundo. Un acto de trascendencia que dioses, inmortales, héroes y simples humanos aspiramos al menos una vez en la existencia. Su acto de reconstrucción de las murallas destruidas por el diluvio era un principio. No suficiente y, en propio actuar, es un déspota y lujurioso tal que su pueblo solicita un golpe de estado divino.
Un suceso lleva a otro en los caminos de lo inesperado. La súplica es tomada en cuenta y una diosa, Aruru, con arcilla crea a Enkidu, un rival que quizás pueda vencer al rey en combate. Este es el momento en que el huevo que un fénix dejó en el paraíso cristiano rueda para esconderse detrás del árbol de bien y del mal: arcilla y una diosa no comulgan con el guion oficial que se empolló a posteriori.
Enkidu, es el reflejo de una visión del campo, de lo rural afuera de la ciudad, de la civilización. Es primitivo, incivilizado, quizás el Adán primigenio de lo que los griegos llamarían “bárbaro” siglos después.
Pasional, es seducido por una ramera, Shamahat, la seducción del orden al natural caos, a una supuesta “animalidad”. Quizás metáfora de cómo las ciudades y la civilización doma la naturaleza. Quizás la historia de una rivalidad inicial entre dos mundos. Lo único certero es el sexo como vaso comunicante.
Ambos se enfrentan. En una era donde la guerra era sinónimo del ser, de donde surgían héroes, donde se derrotaba al oponente la epopeya canta sobre enemigos vueltos amigos. Sobre amistades de personas dispares y cómo llegan a influenciar. Aunque la otredad, Enkidu, se adapta, se amansa no deja de ser alguien en quien un rey cuasidivino, de proporciones sobrehumanas, se vuelve el amigo (o amiga) al que siempre aspiramos. Los nidos de las épicas empollan también amistades que trascienden tiempos y lugares.
Enkidu, ante el deseo de Gilgamesh de mayor gloria, aconseja y previene. Aún así deciden ir al bosque de los cedros, resguardado por Humbaba. Este los ataca cuando un árbol es cortado además de señalar a Enkidu como traidor. Gilgamesh lo vence con algo de ayuda celestial y lo vuelve su prisionero quien suplica clemencia. Ambos lo matan, uno buscando que se haga rápido, el otro lo ejecuta mientras ambos son maldecidos. La cadena de sucesos cierra un eslabón más y el huevo que hacer resurgir bosques muere con ellos.
El ser un héroe tiene implicaciones y una de ellas en las películas de estos tiempos es la condena de ser galán. Igual le sucede a Gilgamesh que provoca el deseo de la diosa Ishtar. El rey engreído, el sátrapa tiene conciencia y la manda a la friendzone. Educado, no le hace ghosting y le explica el porqué. Tal como dice el refrán, el corazón (y/o el deseo) de Ishtar no entiende de (sin)razones.
Despechada, va y lo acusa con su padre. Los dioses sumerios no van en pos del ofensor a hacerle bolita. Prefieren métodos mágicos como enviar una constelación completa, el Toro del Cielo. Gilgamesh y Enkidu, como dueto lo vencen y lo matan. Dos puntos a favor del dúo dinámico, cero para el orden-natural-del-mundo. Quizás aquí fue cuando el huevo del fénix pandoriano se incubó. El camino al infierno está lleno buenas intenciones épicas.
La vida es sueño diría un Segismundo, un post-rey de otro momento y lugar. El soñar es morir añadiría alguien más. Enkidu sueña cómo se le decreta morir, delira algo que no cumplió y Enlil se lo anda cobrando. Como esa creencia popular, su breve vida pasa ante sus ojos, así como las culpas. Un Ángel (no como ahora lo entendemos) de la Muerte se lo lleva de tour al Mundo Inferior. Se sabe mortal y enferma. Le cuenta a su amigo los sueños y maldice el morir como casi todos lo hacemos, lejos del heroísmo, lejos de una épica. El fénix pandoriano emerge del huevo.
Enkidu, sin darse cuenta, hizo a Gilgamesh. Cada uno es su propia epopeya que se combina con la de los demás, famosos o no, que levanta la epopeya del mundo. Parafraseando a Sagan, fuimos y seremos sombras de nuestros antepasados. El huevo del fénix también llora la muerte: ying yang.
Cuando empezamos a enterrar a nuestros muertos quizás empezamos a contarnos cómo empezó y terminará el cosmos, de donde venimos y a dónde vamos. De pequeños entierros rodeados de flores, en posición decúbito dorsal (¿como bebés?) crecimos tumbas y ajuares. Gilgamesh no podía quedarse atrás y buscó lo mejor de lo mejor que le podía ofrecer a Enkidu para su estancia en el Mundo Inferior. Tal como te ven te tratan pareciera decirnos. El huevo del fénix infernal viste de negro con olanes de sangre volcánica.
La muerte a nadie deja indiferente, ni siquiera a héroes como Gilgamesh. Él ya lo presentía desde la primera tablilla en la búsqueda de trascendencia. Solo que la respuesta real se asomará solo si la pregunta se formula de forma correcta:
 
¿Podemos curarnos/sobrevivir/engañar/esquivar el morir?
 
Pregunta universal y, fuera del fénix simbólico, inmortal. Todos buscamos una salida, una posibilidad. Gilgamesh, ya tan humano como Enkidu en ese despertar, sale en pos de los únicos que han sido bendecidos (¿maldecidos?) con un sí: Uta-napishti y su conyugue. El Gilgamesh héroe emerge de nuevo del cascarón y continúa su epopeya en pretendidas armonías en tono mayor, el canto de guerra del Fénix armado. Incluso le gana la carrera al Sol puesto que él no renacerá si es abrasado.
Siempre es advertido de lo inútil de su empresa, de lo riesgoso de continuar. No se detiene y enfrenta al barquero de Uta-napishti mientras fuera del foro del mundo Plutón/Hades le dice a Caronte que copie la tarea y este lo hace mal. Gilgamesh le cae el veinte que no todo se logra por la fuerza bruta y pide ayuda al barquero. En el pecado de vencer a Los de Piedra viene la penitencia de trabajos adicionales. A veces el cuco del karma deja sus huevos en el nido del Fénix.
Al encontrarse con Uta-Napishti y pareja, Gilgamesh le cuenta sus avatares y cuitas. Como buen anciano, aquel le enmienda la plana al recodarle sus deberes como rey a aquel que ya aparenta ser un salvaje como alguna vez lo fue Enkidu. Luego, como puntilla, le recuera que la vida es efímera y finita. El huevo del karma ríe a carcajadas abrazado del huevo del fénix pandémico.
Gilgamesh se niega a aceptar un “no” como respuesta. Cualquier resquicio puede ser un escape a lo inevitable. Uta-napishti cuenta su historia que se la fusila el huevo detrás del árbol del bien y del mal que guarda dentro de sí ese libro que se llama Biblia porque es un libro de libros. Gilgamesh, retomando su naturaleza de rey y de héroe, insiste. Así que lo retan a no dormir durante una semana y Gigalmesh no lo logra. Muy al fondo del escenario un dios anónimo le manda un SMS al rey Euristeo para que le ponga tareas más fáciles al Hércules futuro porque no siempre hay que hacer melodramas de épicas y epopeyas. El huevo del fénix hibris levanta una protesta formal ante la eternidad.
Al despedirlo, la esposa de Uta-napishti (poetas, bardos y escribas nos deben su nombre) solicita el presente de despedida. Le cuenta que hay una planta al fondo del mar que puede rejuvenecer. Gilgamesh la consigue y se devuelve a Uruk. En el camino decide bañarse y la serpiente que iba camino al Edén se la come. El rey-héroe-hombre cae en cuenta del costo de una distracción y lo vano de su odisea (Ulises le hace un guiño desde las sombras del tiempo distante). Los huevos del Karma y lo pandórico chocan entre sí, se parten y esparcen su contenido al universo. Los fénix cantan réquiems.
Gilgamesh, al igual que Enkidu, no se da cuenta que ha logrado una trascendencia más allá de lo que cualquier héroe o dios puede soñar o desear. Hubo un Gilgamesh histórico al interior de la matrioshka fénica que tuvo también sus altas y sus bajas, sus dudas y sus creencias. Un colectivo cantó su existencia a viva voz y luego por escrito en el huevo sumerio. Luego fue envuelto por la cáscara acadia, la asiria y quedó sepultado por otras que surgieron del fuego.
Entonces se desenterró el nido y fénix tras fénix emergieron para cantar al mundo donde lo escrito ya era un commodity de Gilgamesh y su mundo, heroico y humano, separado por milenios de nuestra actualidad. Su epopeya refleja nuestras inquietudes, aunque estemos a un paso de ser cien por ciento digitales, la épica mutua nos recuerda amistades, balances, eventos, consecuencias despedidas y las preguntas fundamentales del existir.
            Así descubrimos que hay inmortalidades cuando comprendemos la multidimensionanlidad del fénix simbólico y cómo el transcender sigue senderos y eslabones fortuitos, casi milagrosos.