EL PODER DE LA PALABRA ESCRITA DE LOS ESCRITORES Y POETAS INDEPENDIENTES

¡RETORNANDO!

PÁGINA 27

JUAN SEBASTIÁN SAMANIEGO RANONI -PARAGUAY-
 

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Nacido en el año 1984 y residiendo actualmente en Asunción, Paraguay. No posee ningún título universitario ni grandes méritos que avalen su trabajo; sus conocimientos sobre redacción y estilo literario los adquirió a fuerza de práctica, insistencia y mucha pasión por el arte de la escritura.
Dedicado generalmente a la lectura de libros y materiales sobre filosofía y letras es que fue encontrando su proceso y forma. Esta reseña no dice mucho ni dirá de más, ya que sus escritos hablan eficientemente por sí solos, siendo los verdaderos protagonistas del quehacer autodidacta literario que practica.
Pueden encontrar sus obras en la plataforma de lectura y redacción virtual Wattpad con el usuario Yojuanser.
 
Se deja el enlace a continuación:
https://www.wattpad.com/user/Yojuanser
 

A mi lado está dormida Kira, una chica de cabello negro corto, los brazos, torso y muslos con varios tatuajes. A esta hora ella no suele estar despierta y la causa es una dosis de quinientos miligramos de quetiapina media hora antes de acostarse. Inducida al sueño mon petit ami de cabello oscuro y pálida piel tatuada casi siempre era privada de ser una fiel compañía nocturna. Acompañado sí, pero sintiéndome solo, sentado, silbando melodías solitarias noctámbulas. Empinando el codo y bebiendo birras oscuras en el escritorio de formica clara. Escuchando en auriculares a los White Stripes mientras Kira yace dormida en la cama. Desmayada hace quizá una hora y algo producto del consumo de antisicóticos. La sensación sonora causa una leve mejora en mi alma cuando The Strokes irrumpe con una canción estrepitosa, honesta y exacta. No es tedio esta vez, es un descenso a emociones indeseables. Todo aquello forma un cóctel unicorniano; sacude el piso, me hunde a un lugar un poco menos que soportable siempre. En el momento en que Radiohead invade lo hace con melancolía desnuda y muy exótica. Ese tipo de belleza rara, indecible, como la curiosa admiración hipnótica hacia el final de un pozo, túnel o callejón oscuro, largo y profundo.

El cigarrillo entre mis dedos se consume mientras el humo en tornasol se agita en el aire. A estas horas escribir es el único escape hacia afuera de mí mismo. Es algo que debo hacer hasta que se me acabe la tinta o la vida. Mi alma se enciende de repente, como el pestañeo de un foco con baja tensión eléctrica, como el último fósforo en el viento otoñal. La mirada, cual ave de rapiña, se posa sobre mis letras destripadas. Cerebro en modo aleatorio, aunque siguiendo un ritmo específico, el de mi falso status de libre albedrío. Me quito los auriculares, es momento de enfrentar al sonido natural de este ambiente enrarecido, nocturno y solitario.

El lugar es un santuario, es éste de amplio ventanal, libros esparcidos en muebles, sofá y suelo, así como colillas rebasadas en ceniceros también. Bohemio y decadente estoy ahora, veo a Kira rodar hacia el otro lado de la cama, le quedan más de ocho horas de sueño ininterrumpido con el medicamento que tomó. Ya me acostumbré a no poder despertarla para poder conversar en la madrugada. Es arrojada y encerrada al calabozo de su sueño narcótico. Se queda sola con sus fantasías oníricas ahora. No la juzgo, sólo argumento lo que percibo. Su mente está atiborrada de manjares demoníacos que su imaginación devora hasta dejarla satisfecha y vomitando pesadillas por los ojos. Tiene visiones de cosas que no están ahí para nadie más que para ella. No lo creía hasta verla en una ocasión asustada y en cuclillas tapándose horrorizada el rostro, a los gritos desesperados. Muecas de espanto y agitando los brazos pidiendo auxilio. Percibía cosas muy nefastas que literalmente no estaban ahí; como la vez de aquel duende asesino, con babas rabiosas en la boca y machete en mano. En sus ojos el terror, su voz y palabras se ahogaban en gritos de pavor; honestamente no había nada ahí, sólo era un rincón vacío en la habitación.

A mí me fascina rezarle a mis demonios por ejemplo, no me gusta sentirme amenazado por ellos, pido siempre que se aparezcan para convertir los momentos en algún tipo de festival a beneficio de lo sórdido. Los fantasmas de la noche del pensamiento como policías de aduana o piratas de mar profundo. Siempre sin ley, con trampas y un poco más de avaricia que astucia. Debo cambiar de humor me dice una de las voces que se superponen en mi cabeza. Entonces si tuviese el ánimo para contarme un chiste a mí mismo lo haría sin dudarlo, pero soy pésimo recordando lo que sea. Desahogar sentimientos, ponen a reflote a la nostalgia, exprimen lágrimas o cantos melancólicos de tritones y sirenas en muchos seres humanos. No soy la excepción, siendo yo mi propio desvarío abismal que se piensa a sí mismo una y otra vez. Me pongo a redactar todo como si las letras fueran gotas y las palabras la lluvia. Los argumentos son nubarrones poderosos cargados de potentes rayos y truenos; la palabrería estética el turbulento viento. 

Debo perseguir a esta noche del pensamiento con antorcha y azada, acorralarla hasta el más allá de su propia trascendencia. Estas líneas están siendo escritas con dientes apretados y en dirección a elevarse en pendientes picudas sin peldaño. En ese instante dejo de escapar de la tormenta y me entrego a su voluntad. El temporal puede agobiar, pero por siempre no durará, tendrá que parar. Redacto como si estos versos fueran el tic y mi aliento el tac del reloj más prístino incrustado en mi lacerado estómago. 

Ya que de relojes hablo, creo que son casi las dos de la mañana, lo sé ya que el gato gris de nariz azul viene a comer del plato con comida que siempre dejo en la ventana. Se aparece el fino felino asomando su perfecta taimada cabeza hacia dentro de la habitación. Brinca al suelo con espectacularidad manteniendo la elegancia de los de su especie. Es Toyo, el gato de la dos de la madrugada que viene a decir hola en su idioma. Afila sus garras contra el tapiz del sofá, rasgándolo, se pasea entre mis piernas; ese suave pelaje se enreda con mis sensaciones de confianza y calor. Toyo es un fiel, intrépido compañero en las noches y una de sus mejores características es que se abstiene de desperdiciarse en maullidos. Es tan silencioso, práctico, elegante, seguro e independiente. Un verdadero natural born dandy; en fin, que este felino contagia una tranquilidad inusual en mi espíritu.

Mi escritura alcanzó cierto vuelo sin aleteo hace más de una docena de versos atrás. No dejé ningún espacio dentro del inevitable vacío de recuerdos o reglones. Voy a intentar velozmente expresar el pensamiento crítico, ya que luego dirán que escribo puras boberías deprimentes altisonantes o verborragias de sofá y bidet. Si es así no me disculpo. Como bien se refirió alguna vez Chéjov, que sin críticos no habrá quien pueda poner en el spotlight a tu obra ¿Para qué pintar un cuadro, componer la mejor de las sinfonías o construir el más bello templo si nadie lo va a poder apreciar? ¿Si no obtienes crítica buena o mala quien va a saber que ese pedazo de arte existe? La opinión ajena como referencia o publicidad gratuita nunca puede venir mal; es preferible ser reconocido por una mala obra que no ser reconocido por nada en absoluto. Por eso ofrezco esto que acabo de sacar del horno; crujientes y condimentadas consonantes, dulces y esponjosas las vocales. Bien puedo decir que la letra hache no habla por sí sola y he ahí su encantadora astucia silenciosa, haciendo todo sin pronunciar sonido alguno.

No puedo dormir y el gato se quedó dormido en mi lado de la cama junto a Kira. La cerveza se acabó, busco un café o me fumo ese fino, es seguro que haré las dos cosas. La tercera sería agregarle gin al café. Lo que me invade, mientras veo la noche con sus vaporosos rayos lunares, con sombras dentro de sombras más oscuras suceder a través del ventanal. Es la sensación que esta redacción no tendrá fin jamás. Hará eco en las mentes sutiles, quizás conquiste a los no tan extravagantes y llegue directo al corazón diáfano de los más austeros de moral. Como el retazo incompleto de acordes de una canción más larga y compleja. Que puede ser descubierta adivinando el rompecabezas de alguien más que lo dejó incompleto a propósito, estableciendo el principio de que el arte es y será siempre tarea colectiva.

La mente está generalmente configurada para remediar situaciones adversas o actuar constructivamente en varios momentos extremos o vacilantes. La mía está que inquieta, quiere encender fuego en todas las retinas de los lectores. La ambición apenas es anhelo; el fuego se inclina a apagarse solo mientras otra llama se enciende en medio de la noche del pensamiento, revelando cientos de detalles nunca percibidos hasta ahora.

Me doy cuenta que estoy encerrado entre cuatro paredes, varias murallas, portones, rejas, puertas y edificios. La seguridad ficticia de la sociedad moderna actual. Prefiero en cierto momento salir a buscar ideas derrotadas o incipientes al mundo exterior. La mente trabaja mejor cuando solo hay cielo arriba y suelo debajo. En cambio, la ilusión de estar seguro dentro de un cubo de hormigón es sólo eso, un mero espejismo transitorio.

Bostezando es como se destapan mis oídos, escapa la presión de mi cráneo y a su vez la noche se precipita al amanecer. Aves piando el himno del sol levantándose y yo estiro mis brazos al techo, cierro las cortinas del ventanal. Apago el velador del escritorio, antes doy un trago largo de gin puro y voy hasta la cama a dormir junto a Kira. Acomodo a Toyo a un lado para poder caber en el colchón, el gato se queda dormido en segundos otra vez y yo me cubro con una sábana. Así es cuando la noche del pensamiento se aleja por hoy, todo se torna más lento y soporífero. Me desvanezco de a poco pero mi tinta no, queda como el péndulo de una balanza en las mentes de lectores y detractores de la última hora. Madrugada que agoniza con los primeros rayos del alba, con sus sombras dentro de sombras que dicen adiós por el momento, mientras bajan indefectiblemente mis párpados dejo hoy al sol levantarse más temprano que yo.