FRAN NORE  -COLOMBIA-

INSOMNIO PANDÉMICO

 
  No hay manera de alejar el insomnio.
  Intenté varias fórmulas y recetas, sin ningún resultado.
  Después los noticieros nacionales pregonan que la cuarentena puede durar meses. 
  Desde entonces duermo con los ojos abiertos, pero con la mente neurotizada.
  La mayor parte del tiempo, mientras pasa la crisis de la pandemia, miro hacia el techo blanco de la habitación. Las pupilas de mis ojos están blancas. Mas, sin embargo, me siento que estoy verde, encerrado como una momia egipcia en su ataúd, vegetativo como un árbol. En ocasiones, abotargado, recuento los objetos con somnolencia, tratando de memorizar los nombres de cada uno para no perder la costumbre de la memoria, en caso de que el mundo acabe, y no perder así los contenidos y los significados.
  Leo novelas y cuentos, resuelvo ecuaciones, imagino enaltecedores paisajes. Lo más triste es recordar nombres y rostros de personas que no volverás a ver, a las que les importas; algunas a las que nunca le importaste demasiado y que tampoco te importaron mucho y dejaste pasar libremente sin afectación.
  Al pasar los días todo sigue igual, menos las despensas.
  Descubro que el tiempo se ha fugado, y no lo necesito. No sé qué día es hoy, y la noche ignora si estoy vivo o muerto.
  A veces creo que necesito crear un nuevo planeta con árboles, en los confines del Universo. Ya no sé cuánto tiempo seguiré recreando galaxias y constelaciones girando en el techo blanco de mi habitación.
   Al menos mi cerebro está alerta.
  Y si duermo, y el mundo no está con sus pobladores, entenderé que me salvé solo, y que debo buscar una vacuna que me proteja de mis miedos.
   Pero el ojo está en la tumba.
  Seré feliz construyendo pirámides y obeliscos en mi deteriorada realidad.
  Me siento inundado de un sentimiento expedicionario, sediento de querer salir y violar la contingencia.
  A veces creo que debería salir a salvar el planeta, pero el planeta tal vez se salve solo, y no me necesita. De igual manera, continúo asombrado. Ya de nada me serviría acumular oro, si lo que necesito es comida.
  Mi casa es un lugar ignoto, en estas condiciones.
  Remo a la fabulación de los instantes.
  Estoy escondido en los túneles de mis temores: salir o no salir de la casa.
  Estaré más fuerte sino salgo a perturbar más el asunto de la epidemia. Tal vez el contagio me arremete y no me perdona.  
  Creo que Dios estará conmigo fuerte como el huracán bravío y que acabará con esta pesadilla. Aunque no soy creyente, puedo aducir a la fe, mientras que todo se resuelve.
   Retornarán las noches con todas las luciérnagas, con todos los cuervos y los pajarracos, con todos los reptiles y anfibios, con todos los simios, los oseznos y los hombres condenados a la extinción.
   Sempiterno es el universo curvado donde eres masa, y giras.
   Ahora me reclama la costra del tiempo.
  No puedo dormir. Es insoportable esta inquietud de no saber qué está pasando verdaderamente afuera.

 

 

*       *       *

 

LA PESTE DEL TIEMPO

 
 

La muerte, siendo un hecho universal, es a la vez tan personal, que de ella puede decirse que es el momento en que espiritualmente se condensa la vida humana.
 
Ganivet



 
  Repentinamente asomé a los baturros céspedes del misterioso Valle de las Brujas, provenientes del más allá, aparecieron frente a mí las gimientes huestes de mi parentela espuria y fantasmal invadiendo los alrededores.
   Leviafar, El Primer Padre; la extraña madre de Leonardo, Jaranda; la madrastra Dilva, la bella Milagros y las gemelas Eli y Beli, Nisca y sus hijos deformes; además de los servidores de Leviafar, indios, negros esclavos y mulatos de caras execrables.
  Los difuntos del valle ístmico interpretaban una fúnebre música que heló mi sangre en las venas. Y aunque no los conocía, excepto por las historias que de ellos contaban mis abuelos y mis padres, supe que eran ellos mis ancestrales familiares dueños del valle en medio de cordilleras infranqueables, ahora se levantaban de sus tumbas tenebrosas a reclamar los territorios maldecidos por los viajeros continentales.
  Creí que deliraba por los efectos de La Peste del Tiempo avecinada súbitamente sobre la faz de la tierra. Pero los muertos venidos de ultratumba, nunca habían sido tan vistosos y reales; unos danzaban entre enredaderas pantanosas y otros más allá cantaban loas lastimeras e interpretaban enigmáticos instrumentos musicales que nunca en mi vida había visto, formando así un tumultuoso cotillón de ondinas y barbianes difuntos.
  Cuando me descubrieron en ese estado pasmoso se me acercaron lentamente tratando de retenerme entre ellos, intentaban tocarme con sus dedos de viento, yo estaba visiblemente asustado y desesperado corrí fuera de su alcance, buscando refugio.
   Las azogadas y difuntas ancianas, envueltas en sus blancas bataholas, en sus telas de seda y ceniza, y los moribundos zaratanes en danza simoniaca, desesperados por encontrar sus pateras cinerarias, querían darme alcance, y de ser posible llevarme con ellos a sus tétricos carcamales y barruntados nichos, acaso sin darme oportunidad de pedir misericordia y clemencia.
 Guardaba la frágil esperanza de llegar a la fronteriza Ciudad Central. Pero esta esperanza era difuminada por el aspecto de la fantasmagórica realidad, truncando el curso normal de mis días, la habitualidad de mis pensamientos.
 Temía que La Peste del Tiempo también hubiera alcanzado a los habitantes de Ciudad Central. Pues para mí, la fantástica Ciudad Central, era un fortín inabarcable de murallas alineadas entre cuchillas de cordilleras, una gigantesca fortaleza de torreones y edificios cuadriculados donde podía aguantar los embates del desaforado destino.
  Y para dilucidar mi penosa y delirante situación, concluía para mis adentros, con alivio protector: “Nada malo puede ocurrirle a un hombre desprotegido en una ciudad así”.
  Al arribar a la maravillosa Ciudad Central, huyendo de mi parentela fantasmal, para mí sería fácil acostumbrarme a la vida citadina de sus alegres habitantes.
  Como soy un hombre joven, guapo y de gran resistencia física, logré rápidamente restablecerme de mi inmisericorde travesía por el valle maldecido, nido de mi atea y terrorífica familia.
  En Ciudad Central pude por fin instalarme en un misérrimo y económico hotel al lado de una concurrida avenida, donde anidaban en sus alrededores seres marginales.
  Allí conseguí trabajo de aseador. Fregaba los pisos y limpiaba las escaleras y las vidrieras del ennegrecido hotel. Trabajaba muchas horas, más de las debidas, y muy duro, porque era un trabajo agotador; y así pude recoger dinero para suplir todos mis gastos, pues quería sentir más necesidades.
  Con lo que recaudaba pagaba la renta del mísero cuartucho en el hostal, la mala alimentación, y hasta lograba ahorrar para comprar una que otra baratija.
  Todos los domingos descansaba y solía salir a pasear por la ciudad donde sólo era un desconocido.
  Empecé a escribir un diario personal, donde recreaba mis experiencias en la ciudad y de vez en vez escribía anécdotas sobre mis insomnes parientes del valle apocalíptico; sobre todo, para conservar en mi memoria, algo de ellos, de sus escabrosas existencias. Mi diario personal era como un tratado, donde también explicaba y daba pautas sobre: “Cómo curarse del Fin de los Días y no desintegrarse en el intento”.
  Aun así, en las noches más frías y solitarias de Ciudad Central, me invadían los recuerdos de las huestes de mis ancestros fantasmales, parecía ver sus rostros deshechos atisbando por entre los empañados cristales de las ventanas del hotel. Entonces no evitaba llorar desaforadamente.
  Una noche de relámpagos estrepitosos sobre los rascacielos de Ciudad Central, tuve una escalofriante pesadilla: estaban mis difuntos ancestros caminando por las apagadas calles de la ciudad. Las apariciones venían del oscuro valle y habían encontrado el camino hacia la ciudad. Soñaba que me encontraba con esos espectros en medio de una plaza pública, y ellos me sonreían desencajados.
 Pero luego descubría aterrado que ya no era el mismo hombre de antes, sino un fantasma del pasado desfigurado.
 La procesión mortuoria se presentaba ante mí, sin manos y sin pies, con las cabezas enraizadas. Y me sonreían sin afectación por lo que me sucedía, no parecían amoscados.
  Me sobresalté y desperté de esa infortunada pesadilla, hasta llegar a elucubrar formidables lágrimas.
  Como un destello cruzando por mi cerebro, concluía que definitivamente yo también estaba muerto, un muerto habitando en esta ciudad fronteriza, donde nadie quería hablarme. No sentía latir mi corazón dentro de mi pecho y la lucecita de mi alma la sentía tenue, apagándose y convirtiéndose en una nébula donde todo era undívago e impreciso.
  En un comienzo creí que era un desvarío provocado por la ausencia de mis seres queridos. Y esto de igual forma me sobrecogió terriblemente.
  Esa noche relampagueante sentí que de veras mi mundo se había derrumbado ante mis narices. Y rogué a Dios que me permitiera vivir en esta ciudad extranjera. Y que me fuera permitida la senilidad de mi tiempo terreno, pidiendo convertirme en una persona respetable, adorable y adorado por todos, para mí esto representaba el ideario de mi existencia, pero no dejaba de atormentarme los recuerdos. A cada instante volvían a aparecer los rostros de esos espantos ancestrales entre las ventanas del hotel. Lo único que quería era borrar esas alucinaciones de mi mente.
  La espera de resurgir de mis extintas cenizas era tan poderosa que eximió todas mis últimas fuerzas hasta el desperdicio de las horas, quizás porque ya estaba cansado de ese ajetreo cotidiano que me desgastaba, entonces me enfermé hasta languidecer y quedar exiguo como una estatua demolida, en un doliente estertor abandoné el mundo que siempre me condenaba a la huida.
 

*       *         *

 

 

NAVEGACIÓN AMOROSA

 

El dulce mal
La mujer de sal

Andrés Eloy Blanco

 
Viaja sola por el mundo mientras en la distancia
brilla un velo azul flotante
y el amanecer la baña con su claridad más nítida
y sus lágrimas de cristal
 
Me siento un náufrago sin realidad 
Es mi vida un laberíntico mapa de trochas secretas
y de extrañas interjecciones en mi memoria
que me retiene con su aliento hecho de tiempo
 
Al instante apareces como una luna loca
en la alteridad del recuerdo que dibujan mis palabras
mientras ausente contemplo el libro de tu vida
Y tú quién sabe dónde andarás robando miradas y sonrisas
 
Mis emociones me persiguen mustias y calladas
dejando huellas en la arena efímera 
Y en la lejanía las olas del mar se acarician solitarias
Melancólico canto onomatopeyas de amor furtivo
 
Sólo hasta hoy entendí los ayeres que ya no están
Y las palabras ambiguas de las noches felices
Sólo hasta hoy siento el viento de mis ilusiones vagas
revoloteando con las esfinges de mis sueños rotos
 
Y tú viajando sola por el mundo
mientras tu silueta bella pero inverosímil
se alimenta de viejas alegrías
de cantos y de odas tu libélula ninfómana de deseos
 
Caleidoscópica filigrana de ortografía inocente
Epígrafe de mi travieso niño hecho en la arena
La mariposa de la ausencia se deposita en mis ojos
me cautiva cuando me cuesta mirar el tiritar de los días


 


 

 

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FRANCISCO JAVIER ANGEL NOREÑA-FRAN NORE Caldas – Antioquia. COLOMBIA 29 de diciembre de 1969. Escritor, poeta, actor y diseñador gráfico, escenógrafo y director artístico, cantante y pintor.
En 1989 Finalista Concurso de poesía ASDOAS Bogotá, Colombia.
En 1991 publicó “Génesis en los Montes” (1989) y “Memorial del Sur” (1991).
En 1994 Premio en el II Concurso Departamental de Cuento Caldas.
En 2003 Premio en el Concurso Nacional de Poesía Ciro Mendía con su obra “Memorial del Norte, Memorial del Sur”.
El 19 de noviembre de 2009 El Ministerio de Educación Nacional le expidió la tarjeta profesional de artista en el área de Artes Plásticas y Visuales.
El 4 de agosto de 2010 El CIPA, Circulo de Periodistas de Antioquia, en la entrega de los XX premios CIPA, A La Excelencia Periodística, le concedió mención de honor en la categoría “periodista-escritor”, por sus aportes al arte, a la literatura y a la cultura.
Mención de honor en la categoría crónica en el I Concurso Nacional de Literatura Fahrenheit 451. 2012. Finalista en el concurso de relatos La Cesta de las Palabras y en el I Concurso de Microrrelatos “Pluma, Tinta y Papel”. 2012.
Finalista en el I concurso Internacional de cuento breve “Cada Loco Con Su Tema”, grupo editorial Benma, México, D.F. 2013.
Finalista en el I concurso de poesía Equinoxio y Premio internacional Ana María Agüero Melnyczuk A La Investigación Periodística en 2013. Ese mismo año, Jurado del XVII Premio nacional de Poesía por concurso “Ciro Mendía”.
Segundo puesto en el certamen anual de literatura internacional L.A.I.A El Molino 2014.


Libros Publicados:
Poesía:
Poemas Mediterráneos (1989)
Génesis en los Montes (1989-1991) Editorial Lealon
Memorial del Sur (1991) Editorial Lealon
Memorial del Norte, Memorial del Sur (1999-2005) Editorial Metrópoli
Amapolas Acústicas (1985-3005) Editorial Metrópoli
Telarañas de Ciudad Errante (2005) Editorial Metrópoli
Fran Nore de selección (2005) Editorial As de Bastos
Los Espejismos Míticos (Ensayos - 2005) Editorial As de Bastos
Fuga Frontal (2007) Editorial As de Bastos
Regresiones A Bordo (2007) Editorial As de Bastos
Profanaciones (2007) Editorial As de Bastos
Obertura insistente (2010) Editorial As de Bastos
Periferias (Dibujos y poesía - 2011) Editorial As de Bastos
Camino al éxito (2011) Editorial As de Bastos
 
Novelas:
El Camino de las Dos Cruces (2009) Editorial As de Bastos
América en ruinas –entrega por folletos- (2010) Editorial As de Bastos
La Guerra Nacional (2010) Editorial As de Bastos
América en ruinas EdItorial Freeditorial 2017-2018
 
Teatro:
Teatro de cámara para piezas dramáticas inconclusas (2010) Editorial As de Bastos
  Entre otros poemarios, cancioneros, novelas cortas y obras de teatro.
  Como cantante, arreglista y compositor, participó en los grupos de rock: “Complot”, “Órbita”, “Klítoris”, “Vitalmanía”, y “Los Hongos”, con éste último grupo grabó los trabajos discográficos: “Sintonía Muscaria Rock” (2005), la película musical  “Ebullición Elemental” (2005), “Recuerdo Alterado” (2006), “Marchando a la guerra” (2007), en 2009 prensó una  antología de éxitos denominada “Antropofagia hits”, en 2012-2013 el trabajo discográfico: “Sustancias Raras”. En 2012 difundió su trabajo como solista: “Mi Historia es tu Vida”; Siguieron en 2013 “Plegarias Muertas” e “Instinto Animal” Perteneció a los grupos de rock “LA CIA” Y “Bitácora”. Actuó en los documentales de Oscar Mario Estrada: “La Familia Vieco”, “El Cruce”, “Antioquia para verte mejor”, “El ingenio de don Efe”; entre otras incursiones al teatro: (El Desalojo, La Difunta Boda, Nacimiento y Extinción, etc.), al performance: (“Réquiem por una Mariposa Desencadenada”, “Fantasmales”, “La Muñeca de Tania”, etc.), la plástica, la televisión (Nada es Mucho) y el video.  2015 su cuarto trabajo discográfico c: “Desintegrador de ojos”. 5 puesto de fotografía en el concurso Fotopoetry en http://blipoint.es/blog/ 2015. En 2016 el trabajo musical “Símbolos”, y publica gran parte de su obra literaria, fotográfica y visual. Y ese mismo año Mención de honor en el I Concurso “Historias del Trabajo” de Fuentetaja, Finalista en el concurso Internacional de Microrrelatos de viaje Moleskin 2016.
Premio Internacional XI Certamen autobiográfico “Un Fragmento de mi vida” Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía A.C. 2016. México. Premio de novela Freeditorial, 2017.
Premio internacional de novela Freeditorial. 2017.
Finalista II Concurso Internacional de Cuento Breve TODOS SOMOS INMIGRANTES Benma editores, 2018.
 

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