ALEJANDRA M. BOERO SERRA -ARGENTINA-

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PÁGINA 25

 

Alejandra M. Boero Serra (1968, Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina). Viajera, lectora hedónica y escritora por elección (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre). De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Colaboradora, de a ratos, de las revistas «Cine y Literatura» (Santiago de Chile, Chile), «eXtramuros» (Montevideo, Uruguay), de los Ciclos de Poesía y del Festival de Literatura de Rafaela (2018/2019) organizado por E.R.A (Escritores Rafaelinos Agrupados). Coeditora, junto al profesor y poeta Alejandro Michel, de la página «Gilgamesh: poesía y poéticas». Alumna golondrina en los talleres de historia de la poesía que dicta el poeta Javier Galarza.
Contacto y redes sociales:
Mail: jandraboero@gmail.com.ar
Facebook: https://www.facebook.com/alejandra.boero.56/
Gilgamesh: https://www.facebook.com/gilgameshpoesia
 

 

Ícaro volando 

                                                               A Alejandro Michel

 
¡Qué peso el de la ingravidez! Sucede que, por un momento -no importa cómo lo midamos-, quedamos suspendidos. Lo que sorprende, un poco después -no importa cuándo suceda, ¡pero sucede!- es que la altura quema. Caemos.
 
Arriba la presión corrompe las coordenadas -las que no fueron previstas, las que enfocan la mirada: huellas en desorden - que permite el resplandor fugaz..
 
Los ojos van cayendo. El cuerpo se relaja y deja que las pupilas se contraigan y dilaten la revelación:
Que los párpados amortigüen la pendiente. Que las pestañas filtren el tránsito.
Que el rostro se haga cargo.
 
Una sonrisa se precipita: la desobediencia.
 
Se derrite la cera. La sombra del padre se aleja. Ícaro ya no es Ícaro.
 
Se liberan tus alas. ¡Ícaro! ¡Vuelas!
 
Hay ruidos profundos. Crujen los cartílagos. Los músculos duelen. Hay extensiones de arterias que se abren. Y se desangran.
 
En el centro un abismo se prolonga. Y salta. Y juega. Y nos destruye. Se abren los sentidos. Un soplo. Un respiro.
 
Llegamos. (Llegamos).
 
 

*     *      *

 
Troyana
 
Casandra habla.
Deambula su voz fantasma
sobre las calles amuralladas.
 
Troya, su ciudad,
la ignora.
 
Hay ecos sin resonancia.
Galopes nocturnos de madera letal.
 
El sol se pone extramuros.
La luna no detiene la emboscada.
 
Yo, Casandra, corro
descalza, desnuda.
 
Yo, Casandra, dejo mi boca
entre estas piedras.

 

*    *     *

 
 
Espejismos
 
El agua abre círculos
bajo el rostro de Narciso.
El reflejo sostiene su mirada
y la recorre.
Muestra un cementerio,
un orden de lo ancestral.
 
Rostro y reflejo se funden
como el hierro en la fragua.
 
Narciso no se reconoce
en esa alquimia.
Una geografía de espasmos
describe su lucha.
 
El recuerdo de pútridos naranjos
y retorcidas herrumbres
desarma su belleza.
 
En sus ojos, la muerte.
Negadora.
Familiar.

 

 

*      *       *

 
 
El grito
 
 
Hoy mira el círculo fatal en el que los hombres la inscribieron.
Pálido terror de los dioses,
mirada de indescifrables reflejos.
¿Puede una mujer intuir el universo?
¿Cómo encontrar el centro, donde todo es lo mismo y lo otro, desde la fatua mirada del deseo?
Sus días en el templo traían voces de odio y de impotencia.
Pudo ver un escudo, un trofeo,
la inevitable cercanía de la traición,
un rostro desfigurado y un puñal.
Una sola mujer ha muerto en manos de Perseo.
Una sola mujer sigue muriendo, aterrada, aterradora.
¿Puede la sangre volverse destino? 
Cree recordar, en el bruñido metal, el grito de su verdugo.
Medusa, la mortal, la protectora, ignora la venganza, pero no a su descendencia.

 

 

*     *      *


 
Ceremonias
 
¿Alguien sabe lo que esconde esa hebra
tomada en la ladera más lejana
del país de la seda?
¿El sopor de las tazas
precipita en Oriente
ceremonias que se vengan
del sabor del tiempo?
Tampoco eso será revelado.
 
Cuando una gota toque la lengua
y la garganta abra paso a lo desconocido
otro ritual escandirá las borras,
otra taza compartirá el desconcierto,
otra lengua probará los vestigios:
la restauración de lo inacabado,
las palabras en suspensión permanente.
 
MINIATURAS
 
 
 
Piso la línea
divisoria
y acerco, con mi pie,
ese vacío
que aparece infranqueable.

 


 

*    *    *

 
Me acerco al arroyo
y dibujo,
en su orilla,
la opacidad
de la sed.
 

*    *   *

 
Inscribo en los bordes
mi voz pausada.
Recorro,
en el abismo,
la palabra
que me nombra.
 

*    *   *

 
El trazo de mi escritura
tambalea.
Mi mano arrastra
la letra
que se quiebra.
 

*    *    *

 
Una pluma se posa
y mis dedos toman
una piedra.
Vuelo sobre una palabra
que se cae.

 
*   *   *

 
Escribo 
en el desierto,
con precisión de calígrafa,
el grano de arena
que precipita
la tempestad.
 

*   *   *


Tenso el hilo del discurso.
Colapsa lo armado en las frases.
Una historia que viene de lejos,
tal vez familiar,
se cuela en la trama.
 

*  *  *

 
Mis caderas se dislocan.
Algo anuncian estos huesos que,
al romperse,
enturbian el equilibrio
de las mareas.

 

 

*   *   *

 
Este otoño es una conspiración
de hojas sueltas y lejanías.
Como el olor y el álgebra
de ese verano.
Un torbellino que amanece.
Y no cesa.

 

*    *    *

 
Entre el hibisco,
dos colibríes desafían
al invierno.
También al viento que
intenta debilitar sus alas.


 

*   *   *

 
 
La gata mira, desde su atalaya,
cómo todo sucumbe.
Su cuerpo toma las formas
del presente.
Y acomoda, en los escombros,
la huella de la reconstrucción.


 

*   *   *

 
La amenaza de un cortocircuito
alerta la resistencia de la casa.
Sus moradores,
por pasadizos secretos,
seguirán encendiendo
las lámparas.

 

 

*   *   *

 
Unto mermeladas en la tarde.
Siento cómo los pasos
se dulcifican.
Cómo una voz que sacia
unta mi lengua.

 
*   *    *

 
Las manecillas del reloj
caen en rotación inversa.
El tiempo no coagula.
Las cuerdas no resisten
una vuelta más.
 

 

*    *    *

 
Fijo en los picaportes
un señuelo.
Vendrán, lo sé, las manos
inquisidoras.
Cederán a la ley que dice:
“caerás”.
 

*    *   *

 
Tiendo redes en la costa.
Huelo el mar restregándose
en la trama.
Bordo peces en los nudos.
Suelto hilos en la marejada.
 

*    *    *

 

Poso las yemas sobre esos líquenes.
Absorbo, en su humedad,
las memorias del suelo.
La fiebre aparecerá después.
Y, nuevamente, la viscosidad del tiempo.


 

*    *    *

 
El río concentra su mirada oscura.
Un lago suelta, en sus aguas, sal.
Un plano secuencia cancela las orillas.
El pez, ya sin anzuelo, boquea su desmoronamiento.
 

*   *   *

 
Ayer nomás, contaba los intentos.
Calibraba el fiel entre tropiezo y contusión.
Tiró de su caja de herramientas.
Lo retaba la inminencia del viaje,
el colapso de llaves desvencijadas.
Cruzó el muro al atardecer.
 

*    *    *

 
Quiere volver a ese primer día.
Sentir el nudo en las tripas, el sudor,
el frío del pupitre y la prolijidad del renglón.
Escucha y tacha.
La vida está en otra parte.
 

*    *   *

 
Oye pasos, adelanta un pie.
Se acomoda el cabello.
Muestra las orejas desnudas,
la mirada sin maquillar.
Se afirma sobre el espejo roto.
 

*    *     *

 
Olvida la mesa tendida,
la cama deshecha,
el billete ganador.
No recuerda el gesto.
Se lleva la última palabra.
 

*    *   *

 
«Alejarse de la línea amarilla».
¿Moriría pasajero en tránsito?
Sentado en el vagón, sonríe.
Viaja sobre la metáfora de las señales.
 

*     *     *

 
Esperó que las luces se apagaran.
El patio era caja de resonancias.
Su cuerpo envidiaba el temporal.
La lluvia sabía cosas que ella no.
 

*    *    *

 
Intentaron romper el lápiz en su boca.
Interpuso un espejo y pensó.
En la buhardilla, cotejó los ángulos,
sometió las miradas a su voz.
En el principio no fue la palabra.

 
*     *     *

 
Sabe que el edén es un mito y el futuro, otra fantasía.
El universo, más sabio, desbarata su imperio.
La soledad es una ciudad que asecha al soñador.
El hombre no olvida que el tiempo es finito.
Como soñador, cuida sus flores;
cultiva, en la guerra, su apostasía.
 

*    *     *

 
Esculpen y quiebran sus alas.
Los cuerpos repiten el vuelo.
Dicen desconocer la pregunta.
¿Cómo después de?
Morder el polvo es nuestra venganza.