JOFFRED LORENZO LINARES AZUAJE -VENEZUELA-

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Licenciado en Educación, Mención: Historia y Geografía de la (Universidad de los Andes, Núcleo Universitario “Rafael Rangel” Venezuela) ULA-NURR año (2010) MSc. En Administración de la Educación Básica, de la (Universidad Nacional Experimental “Rafael María Baralt” Venezuela) UNERMB año (2016) participante en el III semestre del Doctorado en Educación de la UNERMB en Venezuela, Profesor, categoría: Agregado a Tiempo Completo de la UNERMB.
Coordinador de la Unidad de Posgrado de la UNERMB sede Trujillo, Jefe del (Laboratorio de Investigación en Ciencias Sociales y Productivas de la Región Andina) LICSPRA-UNERMB Promotor del Programa Patrimonio Cultural Bolivariano adscrito a la Coordinación de Cultura de la Zona Educativa del Estado Trujillo, Investigador “A1” PEII ONCTI, investigador del Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas “Mario Briceño Iragorry, (CILL-NURR-ULA) Trujillo, miembro y Cronista Comunal de la Red Historia Memoria y Patrimonio Capítulo Trujillo.
 Miembro del Centro de Estudios Geohistoricos y Socioculturales de la UNERMB. Autor de los Libros: "Santa Ana de Trujillo Remembranzas de un Poblado" “El General Ezequiel Zamora a través de la Mirada de los Niños Trujillanos” Coautor del Libro “Una Sala Cartográfica para la Consolidación del Enfoque Geohistórico”

 

Correo: licspra@gmail.com. Lugar de residencia: Venezuela, Estado Trujillo, municipio Trujillo, parroquia Matriz, Urbanización “El Recreo” sector 3, vereda 17, casa 05. Números telefónicos 0272 2365021, 0426 3941427. Redes sociales: Facebook Joffred L Linares A. Instagram: joflinares, Twitter: @joffred69
 

 

LA GRUTA DEL SALVAJE

 
Era el día siete del séptimo mes del año 1937, era un día muy frío y gris, donde todo parecía estar  fuera  de  control,  las  aves  de  corral,  las  reses,  cerdos  y  otros  animales  comenzaron  a resguardarse  a  las  12:00  del  mediodía,  en  la  oficina  del  correo  había  montones  de correspondencia, esperando a ser entregadas y solo un cartero dispuesto a salir con el tiempo tan frío y nublado por la cordillera andina, llena de peligros, inmensos riscos, terrenos que en algún momento pueden ceder debido a los movimientos telúricos frecuentes. Dentro de la modesta oficina postal se hallaba Lorenzo, un joven de espíritu fuerte, gran lector, fanático de las aventuras y novelas de caballería, soñaba siempre con vivir alguna aventura, desenterrar alguna botija y sacar de la pobreza a su familia.
El Jefe de Lorenzo era  el Señor Ángelo, siempre inspiraba a Lorenzo para que leyera e hiciera bien su trabajo, pero en este día en particular él le advertía, que se quedara en el pueblo y no saliera a entregar la correspondencia, pero ya era algo tarde y Lorenzo quería aventurarse hacia la cordillera, ya había ensillado al caballo de la oficina, Jubiote era  su nombre y estaba montado en él, cuando el Señor Ángelo le dijo  –Lorenzo mira como está el tiempo, no deberías salir así, mucha gente se desaparece en estas cordilleras y más con este tiempo tan raro y loco. –tranquilo Jefe el deber llama y muchas personas esperan su correspondencia, responde Lorenzo.
–Bueno muchacho que Dios te lleve y te traiga con bien, recuerda que en esos páramos es donde se dice se consigue el díctamo real verdadero, muchos afirman que aparecen Mojanes, grandes venados blancos y otras criaturas muy extrañas, esas fueron las palabras del Señor Ángelo.
Es así como Lorenzo parte hacia las afueras del pueblo con ese espíritu de trabajo que lo caracterizaba,  va  entregando  la  correspondencia  en  las  humildes  casas  de  bahareque  que encontraba en el camino, cuando repentinamente aparece a su paso el indio Chemaro, apodado de esa manera, afectivamente por la gente del poblado, venia algo preocupado, atemorizado y le dice a Lorenzo,  -no te adentres más allá de los límites cartero, mira que pu  allí están pasando cosas muy feas. - ¿Cómo así Chemaro, explícate? Responde Lorenzo, -pues no sé si supo qué hace días en el pueblo cercano, la pelona se llevó a Don Nacho, al parecer era muy fea la bicha esa, me  dijo  el  sacerdote  que  parecía  una  culebra  enorme  con  alas  que  se  levantó  por  los  aires llevándose al patrón, por esa razón me devuelvo, quede sin trabajo, además,  hace días disque vieron al Salvaje llevarse  a  Pancha y la pobre estaba por parir ya, era una bestia muy grande y fea, sus pisadas, estremecían el piso.
–Que interesante Chemaro, con más razón me debo apresurar hacia la aventura, recuerda que me gusta leer y estoy pensando en escribir un libro de todas las criaturas que existen en la cordillera, asimismo,  de sus mitos y leyendas, tu estarás como un personaje representativo, debido a esos grandes relatos que siempre me cuentas. –que va Lorenzo, esto no es para juego, lo que le digo es muy serio y ya se está haciendo de noche, yo mejor me voy Lorenzo y consté que le advertí-. El cartero hizo caso omiso de las advertencias del indio, dirigiéndose con más aplomo hacia las afueras del pueblo, la imponente figura del Cóndor de los Andes abatía sus alas con gran ímpetu y majestuosidad,  que cuando paso cerca, movió al cartero y su corcel hacia a un  lado, jamás lo había visto tan de cerca, era un ave impresionantemente grande, Lorenzo se detuvo un momento y bajó de su caballo.
Nada emocionaba más al cartero que describir todo lo que observaba en su camino, pero había olvidado su pluma para escribir, entonces visualizó alrededor y observó cómo caía una pluma  del  Gran  Cóndor,  que  parecía  posar  para  el  momento  en  un  risco  arriba  del  cartero, entonces  sacó  su  tintero  y  procedió  a  dibujar  al  ave  en  su  bitácora  de  viaje.  –que  sabía  e impresionante es nuestra  naturaleza ¿verdad Jubiote?  le preguntó Lorenzo a su caballo como si este fuera capaz de responderle.
El joven cartero estaba muy inspirado y no se percataba que estaba oscureciendo, soñaba despierto al dibujar, solo se percató cuando el canto del Borococo se agudizaba más al caer la noche,  -sabes  Jubiote,  en  esta  parte  de  los  Andes  el  canto  del  Borococo  lo  relacionan  como presagio de muerte de algún vecino o con que en el pueblo hay alguna mujer embarazada, eso me recordó lo que dijo el indio sobre la pobre Pancha, ojalá no se haya perdido buscando agua al río o algo.
Fue entonces cuando Lorenzo se percató de lo tarde que era, además, estaba perdido, tal vez  por  seguir  al  Cóndor  para  “retratarlo”,  pero  no  sabía  exactamente  donde  estaba.  En  ese instante le pareció que la noche era la más oscura y helada que se había vivido hace siglos, el viento implacable abatía los grandes y antiguos árboles a su paso. Las criaturas se refugiaban en donde podían sentirse más seguros.
No era una noche para salir de sus moradas, las fieras salvajes pasarían otra jornada sin probar alimento alguno, pero a la distancia se vislumbran las figuras de unas personas que al parecer luchaban contra las ventiscas, buscaban un lugar seguro donde refugiarse y se desvanecen de su mirada; Lorenzo decide ir hacia esa dirección, repentinamente el cartero observa una inmensa gruta donde decide resguardarse del tiempo tan inclemente, una pequeña anciana salió a su encuentro y le advirtió –no entres en esa gruta muchacho por favor-.
Pero cuando el cartero intentó responderle a la anciana ya no estaba, quedó algo turbado, pero no le dio tiempo de analizar la situación, debido a que siete Borococos entraron rápidamente a la gruta y por poco chocan con él. –¿Qué te parece Jubiote? Esta gruta debe ser un refugio de Borococos, ojalá tengamos algún tipo de luz adentro para poder dibujarlos y aprender un poco más de la conducta de estas aves, pero entremos rápido ya que este tiempo está inclemente, es mejor resguardarnos Jubiote-. Al llegar al interior de la gruta todo estaba en penumbras, no se alcanzaba a visualizar nada, solo los sonidos emitidos por las aves que habían entrado antes, por lo que decide no internarse a explorar, sino permanecer en el sitio con la compañía de su corcel.
Un  olor  nauseabundo  como  a  huevos  podridos  y  a  muerte  recorría  la  gruta,  un  frío descomunal de esos que hielan la sangre invadió el cuerpo del cartero, entonces de la montura de Jubiote extrae una ruana tejida para abrigarse y hacer un espacio con el caballo para sentir  el calor del fiel corcel; fue así como transcurrieron las horas, solo se escuchaba la respiración de Jubiote,  Lorenzo,  los  ruidos  de  los  Borococos  y  en  una  u  otra  ocasión  parecían  escucharse murmullos, el hombre asustado e inseguro no lograba emitir sonido para preguntar quién estaba en la gruta con él; pero la tercera vez que el cartero escuchó gemidos, se armó de valor y preguntó -¿alguien me acompaña?-  Fue entonces cuando sintió un fuerte golpe en el pecho que lo arrojó hacia un extremo, originando que se golpeara la cabeza con una roca, dejándolo inconsciente.
Luego de un par de horas, la luz del sol se proyectó en la entrada de la gruta, el canto de los pájaros comenzaba a resonar en la cabeza del hombre, es cuando él abre sus ojos y los frota con sus manos para tratar de observar el lugar donde había pernoctado, toca su cabeza ensangrentada aún por el impacto, cuando nota a su alrededor una cantidad de osamentas tanto de animales, como de personas; en ese momento el hombre se pone de pie horrorizado y en guardia con un pequeño abre cartas de plata que era lo que tenía a la disposición, debido a su condición laboral de cartero, al parecer eran tiempos difíciles, de guerras, la única vía de comunicación entre las familias y amistades eran las cartas.
Es así como se percata que está solo en la gruta, ni su caballo estaba allí, pero ve un enorme rastro de sangre en el suelo, como si hubieran arrastrado un enorme cadáver, hasta el interior de la gruta, pero antes decide estudiar la situación y buscar a su alrededor para ver que podría serle de utilidad, es entonces cuando el cartero se da cuenta de una lámpara de queroseno en una mano cadavérica que aun la sostenía, al parecer la persona no quería desprenderse de ella, entonces el cartero que había crecido  escuchando cuentos de espantos y apariciones decide pedirle permiso al antiguo dueño de la lámpara para usarla, al parecer su petición fue escuchada porque la mano que la sostenía, después de escuchar al cartero, la suelta, es entonces cuando decide encenderla iluminando totalmente la gruta, dejando ver más cadáveres a su alrededor, así como también, un sable y un diario al lado de un esqueleto de seguro era de un militar, por su uniforme desgarrado.
Después de tomar ambos, de igual manera que lo hizo con la lámpara de querosene, decide internarse  más  en  la  gruta  siguiendo  el  rastro  de  sangre.  Pero  al  parecer  esta  gruta era interminable,  había  conexiones  y  recámaras  por  todos  lados,  especies  de  cuevas  como habitaciones,  igualmente,  tenía  grandes  caídas, precipicios,  todo  era  una  trampa  mortal  si  no había buena visibilidad, así como cuidado al pisar, algunas rocas estaban talladas con figuras de animales, como osos frontinos, cóndores, murciélagos, lagartijas, borococos, entre muchos otros, otras con dibujos de símbolos, pequeñas estatuillas de barro al parecer de personas con grandes sombreros, en una de las cuevas se reflejaba una especie de luz azul y en la entrada, por el suelo habían algunas monedas, al parecer de plata, pero no hizo empeño de recoger ninguna, tampoco de entrar allí.
Lo  que  más  preocupaba  al  cartero  era  que  a  Jubiote  le  hubiese  sucedido  algo,  además, estaba  toda  la  correspondencia  que  debía  entregar,  sigue  caminando  en  su  búsqueda  cuando observa más imágenes perturbadoras, cadáveres de mujeres (lo supo por las vestimentas),  estas se encontraban amarradas de rocas en posición de parir, es cuando comienza a temblar de miedo, un miedo que paraliza el cuerpo y derrumba el espíritu, pero más petrificado se queda cuando tropieza con toda su correspondencia, es donde repentinamente le arrojan a los pies la cabeza de su caballo y escucha un terrible rugido de alguna bestia que no supo reconocer.
Pero  como el cartero  tenía  la  cualidad  de  ser  un  lector  voraz,  recordó  que,  al  encontrarse  ante  animales salvajes, lo mejor era permanecer en calma, sin emitir ruido alguno. Los latidos de su corazón parecían acelerarse, sus sentidos agudizarse, una explosión de temor y adrenalina recorrían su cuerpo, sudaba frío, totalmente paralizado, con la lámpara en una  mano y el sable en la otra, armado de valor, pero inmutable, escucha unas fuertes pisadas aproximándose a la distancia y una figura descomunal apareciendo chocando torpemente con todo a su alrededor, era una figura humanoide, con abundante pelaje, grandes garras, a medida que se acercaba se iba proyectando un rostro parecido al de un simio, pero con mucha similitud al de un hombre, y más que intentaba torpemente parecerse a uno, pero sin éxito, debido a sus casi tres metros de altura, portaba en su gran cabeza un sombrero campesino y una especie de ruana que apenas cubría un poco su pecho y tenía muchos orificios, su mirada era aterradora.
El  cartero entendió de inmediato que pelear seria en vano contra algo  así; debido a la cantidad de cicatrices que el cuerpo de la criatura tenía, aunado a la cantidad de cadáveres alrededor, de soldados inclusive entrenados para matar, entonces como luchar contra un ser así. Fue donde pensó inteligentemente, lo único capaz de ahuyentar y acorralar a cualquier bestia es el fuego, entonces deja que su agresor se acerque más a él, hasta que estuviera cerca de la correspondencia, fue allí en ese instante cuando arrojo la lámpara encendida de queroseno a los pies de la criatura y las cartas, ocasionando que el pelaje de dicha criatura y la cueva comenzaran arder, en ese momento corrió velozmente hasta la entrada de la gruta, dejando a la criatura atrás dando gritos de dolor y dando vueltas sobre su cuerpo en el suelo de la gruta.
Al salir del lugar se dio cuenta de que ese escaso fuego no iba a matar a esa criatura, así que, siguió corriendo buscando otro refugio, entonces creyó escuchar agua, eso quería decir que había un río cerca y a lo mejor si lo seguía podía encontrar el camino hacia un pueblo, corrió y corrió incansablemente por medio de una densa vegetación, hasta que llego al río, donde decidió descansar y leer el diario del cadáver que encontró en la gruta, “15 de  junio de 1863, me encuentro prisionero con mis hombres en esta terrorífica gruta, donde observamos los crímenes más atroces en contra de la humanidad, ni en la guerra se han vivido episodios más crueles, esa bestia al parecer secuestra mujeres embarazadas, luego  lame las plantas de sus pies hasta desollarlas, para que no puedan caminar, acto seguido, espera que paran y se come vivos a los recién nacidos.”
“16 de junio de 1863, la criatura acabó con todos en la gruta, posee una increíble fuerza, es descomunal, arranca las extremidades de mis compañeros como si lo hiciera con ramas secas, lo hace parecer sencillo y fácil, sus lamentos y gritos no desaparecen de mi cabeza, creo que ya es mi turno, hora de ser libre por fin, eres bienvenida apreciada muerte, espero que sea rápido…” Que  horrible,  piensa  Lorenzo,  no  pensé  que  la  naturaleza  engendrara  algo  tan  inhumano  y violento, pobres hombres y mujeres, ¿qué culpa tenían los recién nacidos? Este diario lo daré a conocer, así como todo lo que he vivido hoy, solo espero que esa bestia esté muerta.
Después de haber leído todo el diario, un pequeño hombrecillo como de la estatura de un niño de cinco años, de piel oscura, cejas muy pobladas, ojos enfurecidos, amarillos como llamas de fuego, cuerpo robusto, manos grandes, con un gran sombrero y una inmensa barba salió a su paso diciéndole que se alejara de su territorio sino tenía nada a cambio que ofrecer, el cartero le dijo -ayúdame por favor, me persigue una enorme bestia, que puede matarnos a los dos de un solo golpe, por favor ayúdame, -jajajajaja se reía del cartero el hombrecillo, ninguna bestia nos ataca a los de mi especie, ya que somos sus guardianes, representamos a una deidad mayor, el Encanto de las Aguas, y si no tienes nada que ofrecerme vete de aquí, los de tú especie solo depredan y destruyen la naturaleza, arrojan sus desperdicios a nuestras aguas, no respetan la tierra de donde vienen, por eso me asegurare de que este territorio esté libre de su presencia-.
-Está bien, respondió el cartero, dime por donde llego hacia un pueblo y te dejo este sable que encontré en una gruta aledaña, -mmm ¿en una gruta dices? Responde el hombrecillo, una pregunta humano insensato ¿Cómo fue que escapaste del Salvaje?  -¿el salvaje? Responde el cartero, -si la bestia de la gruta dice el hombrecillo, bueno incendié la gruta y salí corriendo, ya veo dice la personita, en ese caso no podré dejarte ir, ya que el salvaje es una de nuestras más valiosas creaciones y ahora va a necesitar cuidados, atenciones y alimentos, que mejor que tú que se atrevió a herirlo. -¿Cómo le dice el cartero? -Lo que escuchaste dice el hombrecillo y una luz intensa golpea el rostro del cartero dejándolo inconsciente…
Al despertar, se dio cuenta que estaba amarrado, pero no en la gruta, sino en una especie de campamento militar, con diez soldados que lo rodeaban y que comenzaron a interrogarlo, -ahora eres nuestro prisionero, dígame señor ¿porque un simple civil tiene armamento de un militar de alto rango del ejercito? ¿Es usted un espía? -Soy solo un cartero y narrare mi historia… luego de un par de horas y viendo lo atormentado que estaba el hombre, los soldados le dijeron como lo habían  encontrado,  -después  de  escuchar  unas voces y ver una luz cerca de aquí decidimos disparar al aire y correr a ver que sucedía, fue cuando lo encontramos tendido en el suelo señor.
-De verdad me salvaron la vida muchachos, les estoy muy agradecido… -no se confunda caballero comprobaremos su historia cuando nos lleve a la gruta, de seguro hay provisiones y más armas, así como esa que le confiscamos. -Soldados,  armen  filas,  señor  “cartero” para  nosotros  es  usted  un  mensajero, si es tan amable siga en frente y nos conduce a la gruta, de no hacerlo nos veremos en la obligación de fusilarlo,  -¿qué dice? Usted no imagina a que se van a enfrentar, él no pertenece a este mundo, está muy por encima de nuestra fuerza, ni todos juntos seremos capaces de herirlo de gravedad. –jajajaja, no me haga reír señor, está usted en frente de la mejor tropa élite del ejército. 
–No se hable más y síganos le dijo el Sargento a cargo de la tropa, propinándole una bofetada al cartero, -está bien insensato los acompañare siempre y cuanto me libere de estas amarras, para poder correr cuando esa bestia se los esté devorando. –usted no está en posición de exigir, ni negociar nada con nosotros caballero, guíenos y listo, solo soltaremos los amarres de las piernas-.
Entonces el cartero y los diez soldados salieron en búsqueda de la gruta, avanzaron como tres horas, hasta llegar a la entrada, y nuevamente la anciana que se le apareció a Lorenzo la última vez cerca de la gruta volvió a advertirle a Lorenzo que no entrara en la gruta, -¿vieron a la anciana? Les pregunta el cartero a los soldados, - ¿pero de que anciana hablas? le pregunta el sargento al cartero, esto a lo mejor es un engaño de tú parte, ¿acaso intentas confundirnos señor espía? -Qué no soy ningún espía señor, responde Lorenzo.
Ya  era  de  noche  nuevamente,  una  fuerte  tormenta  cayó  repentinamente  sobre  ellos, obligándolos a entrar de golpe a la gruta, -tropa dos de ustedes enciendan unas antorchas, suelten al  prisionero  y  le  dan  otra  antorcha;  pero  que  vaya  en  medio  de  nosotros. Así lo hicieron, e inspeccionaron  la primera  parte de la gruta donde  había  todo  tipo  de  cadáveres  y  siguieron avanzando,  cuando repentinamente dos grandes  bestias  se  abalanzan hacia ellos matando instantáneamente a dos de los hombres, el primero cayó al suelo con su lámpara, muriendo con un zarpazo en el cuello y el otro cayó a un abismo profundo de la gruta, los soldados restantes dispararon contra los animales dándoles muerte y se dieron cuenta que eran dos osos frontinos.
-Lo ve señor, dijo el Sargento, su bestia no era más que uno de estos osos frontinos, ya no hay que temer, -pero que insensible es usted señor le responde el cartero, de esos osos ninguno se asemeja un poquito al monstruo que vi, y ¿cómo puede estar así de tranquilo y confiado después de haber perdido a dos de sus hombres? –silencio, a callar cartero, ellos murieron porque fueron débiles, en mis tropas la debilidad no se perdona.  Avancen, usted irá adelante cartero, así que ilumine el camino. El cartero tomó fuertemente la antorcha como si de ello dependiera su vida y siguió su camino hacia delante, llegando al lugar del incendio, vio la cabeza de su corcel y todo lo demás como lo recordaba, a excepción  del  Salvaje, fue allí donde el miedo lo invadió nuevamente, enfocando la antorcha hacia todos los lugares de la gruta.
-Señor, señor,  dijo uno de los soldados, fíjese  en  aquellos  baúles  del  rincón, a  lo  mejor contengan oro, armamento y quien sabe que otras cosas de utilidad. –muy bien  soldado, muchachos violenten los candados y revisen que hay dentro, dijo el Sargento. Eran siete baúles enormes, por lo que el Sargento cuidaba de que el cartero no escapara, mientras los soldados restantes abrían los baúles, siete disparos resonaron en la gruta y los siete candados cayeron, al abrirse, de su interior broto una densa niebla color rojizo que se les metió a las fosas nasales a los soldados, provocándoles una especie de ceguera y una parálisis en todo su cuerpo, -¿Qué sucede  soldados? Preguntó el Sargento, pero  ninguno  de sus subordinados era capaz de responder.
Un silencio aterrador invadió la escena, fue en ese momento cuando la abominable criatura que el cartero vio, hizo su aparición nuevamente, esta vez tenia graves quemaduras por todo el cuerpo, ya no llevaba el sombrero, ni la ruana puestos, pero aún se movía y  gritaba enfurecidamente y el enano barbudo estaba montado en uno de sus hombros indicándole a donde debía de atacar, -allí hay  uno, acá está el otro, extermina esta plaga de una vez por todas hijo mío, Jajajaja, reía vilmente el hombrecillo observando la masacre.
El Salvaje cogió a los soldados de uno por uno, como si fueran muñecos de trapos, al primero lo agarró con una mano y  con la otra arranco su cabeza de un solo tirón, al segundo le arrancó el corazón de su pecho al enterrar su garra dentro, al tercero lo seccionó en dos, al cuarto y al quinto los golpeó con sus mismos cuerpos como si fueran un martillo y un clavo, al sexto  y séptimo se los arrojó brutalmente al cartero y al Sargento en cuestión de segundos, fue entonces, cuando el Sargento comenzó a llorar e implorarle al cartero que lo salvara, entonces el cartero arrojó la antorcha hacia los hombros de aquella bestia con fuerza esperando que el enano se desorientara y el Salvaje recordara el incidente anterior y retrocediera, eso les daría tiempo de correr.
Así lo hicieron, al llegar a la entrada el Sargento le agradece al cartero su ayuda y valentía, pero el cartero lo abofetea diciéndole  –por tú avaricia perdiste a tus mejores hombres, el que merecía ese destino eras tú, el débil de esa tropa no era ninguno de tus hombres si no tú, pedazo de mamarracho. En ese instante el cartero observa que el Sargento se orina los pantalones y sale corriendo  cuesta  abajo,  era  porque  el  Salvaje  ya  estaba  en  la  entrada  de  la  gruta  y  rugía enfurecido, al cartero no le tocó otra cosa que también correr por su vida, él sabía que el Salvaje era lento y más en ese estado con quemaduras, así que fue por la dirección donde el Sargento huía, corrió y corrió, pero no encontró al Sargento solo su sable y el fusil a un lado del río.
Entonces, más adelante, vio como el hombrecillo de gran sombrero y barba arrastraba a una persona, en ese momento el cartero recordó que a él lo rescataron disparando al aire y así lo hizo, pero su inexperiencia en armas hizo que, del impacto, rodara al suelo y se propinara un gran golpe, pero eso no lo detuvo, se levantó, volvió a tomar el fusil y corrió decididamente hacia el hombrecillo pequeño, hasta que el hombrecillo soltó a la persona. El cartero se acercó y observó que la persona era el Sargento, así que se lo llevó a rastras al  campamento militar, cuando llegaron al lugar se aseguró de encender una gran fogata y dejar a la mano algunos barriles de pólvora, por si acaso eran atacados nuevamente, el cartero estuvo de guardia, fusil en mano hasta que amaneció.
En ese instante, se vuelve a elevar la figura del majestuoso cóndor de los Andes, encima del campamento, es donde despierta el Sargento y pide disculpas al cartero, proponiéndole desayunar, algunos trozos de pan y pescado que tenían resguardados en el campamento, al parecer el río cercano les proveía de buena pesca a los soldados, fue allí donde el cartero comparte las lecturas del misterioso diario que encontró en la gruta del Salvaje, -pero que coincidencia amigo cartero, es igual a mi diario, es mi letra la que está plasmada allí, ¿cómo se explica esto?
-No puede ser, Lorenzo tampoco puede creer lo que pasa,  pues verídicamente, los dos diarios eran idénticos,  -¿Cómo es posible? Responde Lorenzo, ¿sabe qué fecha es hoy Sargento?  -claro mi amigo hoy es 15 de junio de 1863, esa fecha es incorrecta señor, según mi bitácora hoy es 09 de julio de 1937, ¿pero ¿cómo es esto posible?, además, la fecha que usted dice señor es la que se menciona en el diario como el día de su captura. -No logro asimilarlo, amigo cartero, por favor, huyamos rápidamente de este endemoniado lugar partamos hacia la población más cercana,  para aprovechar que es de día, el cartero se hacía cruces, no podía saber que sucedía en aquel momento, perturbado, nervioso, pero, con ganas de sobrevivir, hizo caso al Sargento y partieron, siguieron el río, pero el camino se hacía muy largo, nunca llegaban a un destino en concreto, hasta que el Sargento dijo  –un momento señor cartero, aquí ocurre algo raro, me parece que ya hemos recorrido este lugar unas diez veces, fíjese usted, voy a marcar aquel árbol con mi sable y retomaremos la marcha, ya vera lo que pasa.
Efectivamente, siguieron caminando como media hora más y llegaron al mismo lugar donde el Sargento marcó el árbol, entonces escucharon una risa que el cartero supo reconocer enseguida, -Jajajaja, les dije que soy el protector de esta cordillera,  las montañas, las grutas, los bosques y las aguas son nuestros dominios y estamos aquí desde que mucho antes que los primeros humanos existieran, así que ustedes no saldrán hoy de aquí con vida. -Negociemos dijo el cartero, en ese instante apareció el hombrecillo detrás de ellos, - ¿qué me ofrecen por dejarlos ir? Entonces el Sargento dijo –aquí lo  que tengo son dos botellas  de aguardiente y unos trozos de pan.  –mmm está bien dijo el hombrecillo, pero por esa tarifa solo puedo dejar ir a uno de ustedes, debido a los grandes problemas que han ocasionado, de todas maneras, uno de ustedes ya no existe en este tiempo, elijan sabiamente entre ustedes y me dicen. –está bien, dijo el Sargento, yo soy el encargado de esta expedición, ya yo lo decidí, debido a que yo pagué ese tributo. 
– ¿Cómo es la cosa? Le responde el cartero, no has cambiado para nada sigues siendo un cobarde oportunista. –cállate cartero ya lo he decidido, el que se va de aquí eres tú… - ¿Qué has dicho? – lo que escuchaste cartero, es hora de devolverte el favor y la lección que me enseñaste. –No lo hagas Sargento, ofrezcamos otra cosa, a lo mejor existe una mejor solución. -Por supuesto que no amigo cartero, el enano ya lo dijo, “uno de nosotros no pertenece a este tiempo” y por desgracia creo ser yo, según lo que conversamos antes de partir,  -Ya está decidido, dijo el hombrecillo, y como de la nada apareció una luz que fue convirtiendo al Sargento en un esqueleto, igual al cadáver de la gruta, al que le extrajo el diario. Lorenzo no puede creer lo que ven sus ojos, entonces el cartero siente la mano de la anciana pequeña que apareció dos veces cerca de la entrada de la gruta y le dice –no me suelte joven, sígame por favor…
-Pero ¿qué sucede Señora?  -Solo camine joven, aproveche esta segunda oportunidad y tome conciencia, no desoiga los consejos, recuerde que aún tiene una misión importante que realizar…Una gran luz destella de la anciana y luego Lorenzo despierta montado en su caballo, como si nada pasara, frente a la oficina del correo, con toda  la correspondencia para ser entregada y su jefe aconsejándolo  –Lorenzo mira como está el tiempo, no deberías salir así, mucha gente se desaparece en estas cordilleras y más con este tiempo tan raro y loco. El cartero impresionado, extrae de su ropa la bitácora y el diario del soldado, comprendiendo que tenía la misión de difundir lo que le había sucedido, salta de su caballo y abraza a su jefe,  -tiene usted toda la razón Señor Ángelo,  me  movilizaré  mañana  por  la  mañana,  he  tenido  una  especie  de  sueño  premonitorio, recuerdo que en el sueño no le hice caso y pase por muchos problemas, que le contaré al entrar a la tienda, compartiendo un café…