LINETTE M. -COSTA RICA-

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Linette una joven nacida en nacida en San José, Costa Rica en el año 2002, creció en los suburbios de la capital. Actualmente es estudiante en la Universidad de Costa Rica en la carrera de Bibliotecología con énfasis en Ciencias de la Información y también se encuentra cursando la carrera de Filología Clásica en la misma institución; además es activista dentro de la agrupación estudiantil ¡Ya Basta! la cual forma parte del NPS (Nuevo Partido Socialista).
Mantiene un amor inmenso no solo por la escritura, sino por el arte en sí y cada una de sus expresiones existentes; ha escrito desde su infancia, lo que la ha llevado a participar en diversas competencias hasta el día de hoy.
Como escritora ha ganado un lugar en algunos concursos cantonales, y continúa siendo participe de actividades y colaboraciones, para contactarla pueden enviar un correo a: linettem.013@gmail.com y en Instagram la pueden encontrar como Linette_m_13 y ahí encontrarán un enlace a su sitio web donde publica su contenido literario.
 

 

LIRIOS INFERNALES


 

Han dicho aquellos de ojos finos que una flor es capaz de guiar los caminos de quienes estén perdidos, que todos los ajenos serán guiados por esos pequeños y encantadores brotes rojos, sujetos a la tierra húmeda donde han nacido, su grandeza está oculta pues su poder pertenece al cambio que nadie ha de recordar, brillan para iluminar las orillas que caen hacia ríos amarillos y dan olor a las sendas que no han de ser recorridas por los vivos.
— Veo el cielo, pero brilla en él una luz roja abrazando todo lo que logro ver, que no es mucho, parecen llanuras tersas a lo lejos y arena húmeda, lo más próximo a mis pies; camino sin rumbo cual fariseo, no sé qué hago de pie y si me siento, lo haría ¿Para qué? decir que estoy perdido es poco, y no hay quién me ampare, no hay nadie además de mi consciencia y aunque esté desnudo me siento seguro, se que no habrá quien me reconozca, mi vanidad quedó atrás, no soy más carne sino espíritu.
El camino es resbaladizo y riguroso habrá que caminar despacio sobre él, además sus curvas son extrañas pues no trazan rumbo de este a oeste sino de sur a norte, como una colina muy empinada sin piedras, por la cual se baja y el risco que hay, no está sino junto a otra colina que conduce hacia centro del corazón anudado sellando en un solo tramo otros alcores que rejuvenecen su perfume porque iguales son todas.
—Lucecitas veo a lo lejos en la punta de varios inmensos y delgados tallos dulces que me rodean, que amarillas y curiosas van mezclándose con la rojiza atmósfera en la que me encuentro; han creado ya un naranja tan cálido capaz de regresarme las memorias que creía olvidadas de los atardeceres que alguna vez amé, además miro como frente a mí se aparece alguna clase de espectro inconsistente y humiento de alguna escena de la cual no logro comprender que tiene en común conmigo.
Primero han salido esas manos juguetonas y pequeñas, entre las mantas, cual gusano antes de ser cazado, —¡Qué inquieto ser ese de entre las sábanas! ha de ser algún pequeño — Ha dicho presuroso sobre el extraño espectro.
No era ningún pequeño, en aquella visión se asomaba una niña, pequeña eso sí y alegre, quién parecía jugar con su padre entre las sábanas contratacando con almohadas el fuerte construido, hecho de cobijas y edredones; entonces, observó con cuidado el espectro hasta el final, incluso notó cuando alguna que otra espuma se salía de las fundas de la almohada, mientras reconocía eso que alguna vez vivió.
— Pero por qué aparece ahora todo eso, en este lugar tan pintoresco y de esa manera, ¿Cómo es posible que no haya podido recordarlo sino hasta el final en que vi el rostro de mi niña asomarse por entre las sábanas? Dijo extrañado e irritado, pues ahora sabía quién era la niña de ojos carismáticos y coletas mal hechas; más no supo distinguir su motivo en aquel desierto colorado, que solo le provocaba dudas inconclusas.
Seguía caminando sobre aquello que no podía llamar piso pero que lo sostenía perfectamente a pesar de ser terso, suave y rojo también, pétalos eran pétalos donde dejaba sus pisadas, tendría sentido que oliera tan bien; una flor entonces, ahí estaba, aunque este dato no le fue de mucha ayuda, seguía confundido y con su espíritu estropeado, pero continuó dando pasos en los cuales reducía la velocidad cada vez un poco más hasta detenerse de nuevo, ahora se encontraba varado en uno de los botones de la flor, ya que antes había sentido la necesidad de refugiarse por la envolvente brisa mientras caminaba, por ello se metió allí resbalándose como si fuese en un trineo sobre la nieve pero en esta ocasión se resbalaba sobre el polen amarillo que caía desde los sacos situados en la cúspide de sus tallos, veía mucho de esos, talvez tres o cuatro por cada botón y eran muchos los botones ya crecidos que tenía por vecinos, esas flores suelen ser de gran volumen, formando una apariencia delicada y sublime.
Estando allí dentro del botón vio como descendía más polen del que ya caía y pudo observar cómo se unían una a una sus partículas, formándose así la imagen de una mujer alta y pochotona, de pelo rizado y cejas delgadas, ¡Ah recordado que tenía madre!, de su padre así hubiese visto una foto no lo reconocería, pues huyó cambiándolos a ambos por una vida lujuriosa cuando aún sus memorias no eran fuertes; y entonces vio construida en el polen la faz de su madre que no debió nunca olvidar si no fuera que se hubiese muerto, pero así era y por eso agradecía a la aparente flor mágica en la que se encontraba el hecho de serle tan gentil y recordarle la vida que hacía poco había dejado a un lado.
Trató de ir fuera del botón teniendo el cuidado de no caerse y balanceándose de pétalo a tallo y de los tallos a otros pétalos de margen aún más encorvado que se dejaba caer sobre otra de la misma especie, podría decirse que había un sendero lleno de ellas, todas se peleaban el poco espacio que quedaba entre cada una para seguir creciendo, parecían plantadas con el fin de marcar un camino. Sin preguntarse ya nada, continuaba por entre estas hasta donde le permitieran llegar, y así avanzó unos centímetros de flor en flor hasta que tuvo en frente otro pétalo idéntico como a cada uno sobre los que se había desplazado ya, sin embargo este se encontraba agrupado dentro de varios pétalos y era una peculiaridad haberla encontrado dentro de una pradera que parece homogénea, porque hasta entonces no había hallado una cuyos pétalos estuvieran así de amontonados, unos sobre otros, dando la impresión de ser más oscura que las demás, se apreciaba en esta un rojo intenso e iluminado, por la luz que aún sostenía el cielo; así que extendió los dedos de la mano derecha para envolver su dedo anular izquierdo pues parecía recordar el anillo color rubí que recibió de un amigo muy íntimo que alguna vez quiso.
—Mi vida entera estuvo entre tus manos y aun así te dejé como si no hubieras significado la vida entera, alguna vez, para mí. Era lo único en lo que pensaba, hoy aún se sentía cobarde.
Anonadado siguió el camino que parecía no terminar, aumentando su velocidad, había ganado práctica en ello y aunque ha recordado mucho de lo que tuvo y perdió no sentía dolor suficiente para detenerse y lamentarse, no había sido malo; en ese momento el dolor se reducía a los hechos y las intenciones.
El sendero es el camino hacia el infierno dicen, más no saben que el infierno son las peripecias que en este se deben superar y los sentimientos de los recuerdos atrapados en el campo teñido, son los que atacarán al alma con el fin de maltratarla pagando así toda aquella malicia que obró, y alargar su paso hacia el arroyo amarillo del que se dice mucho y se recuerda poco.
Parecía no llegar, cuando decidió curiosear un poco más hacia la única orilla que logró observar dentro del sendero de flores, se asomó de a poco y se sorprendió puesto que había ahí lo que podría llamarse un acantilado, eso querría decir que había estado en un risco todo este tiempo, aunque con su diminuto tamaño aquello no le preocupaba, ni siquiera caerse puesto que no pesaba; se sostuvo entonces de la punta de una de las flores que más orilladas estaban y se balanceó del péndulo que ahora formaba el pétalo del que colgaba, de un lado a otro —Estoy en la punta— se dijo —y veo eso tan largo y tan lejos que no sé qué es, ¿Será acaso otro mundo? — terminó por preguntarse, no sabía que más pensar sobre aquello que lograba ver al fondo —está hermoso, pero sería un suicida si saltara… si pudiera morir, pero si ya he muerto… ¡Cuál miedo me ata?, flotaré en él una vez caiga así no tenga carne en mi cuerpo para rebotar— continuaba exclamando, cada oración más entusiasta que la anterior —me atreveré o seré un cobarde otra vez, acaso no me bastó mi anterior vida para temer, el miedo solo sirve para perder aquello que deseo, me limita sin quererlo, no perderé más— declaró sobre sí, seguro de lo que haría y saltó para caer en el vacío, mal llamado abismo, porque en el fondo se encontraba un arroyo, aquel peculiar, del que amarillas son sus aguas, y ello no es casualidad porque te devuelven a la vida, pero no a la misma.