MARINA DEL VECCHIO -ARGENTINA-

<     >

PÁGINA 26

 

                   >

Nací en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, Argentina, en abril de 1962; actualmente vivo en la misma ciudad junto a mi familia y de quienes recibo su apoyo incondicional.
     Estudié la carrera de Trabajo Social, y a lo largo de los años, por diversas circunstancias, me desempeñé en otras áreas relacionadas con el comercio.
     Siempre me fascinó leer sin haberme atrevido a incursionar en la escritura hasta hace unos años y, desde ese momento, no pude detenerme. Me sumerjo en un mundo mágico entre poesías e historias descubriendo luces nuevas en mi camino y disfrutando cada momento.
     Participé en cuatro Antologías: “Todavía Contamos”, “Medio vaso lleno”, “De otros vuelos” y la Antología Mundial de poesía: “Queremos Paz y no Guerra”.
     Actualmente escribo mi primera novela, de la cual les envío el capítulo uno esperando que sea del agrado de ustedes. Es el comienzo de mi aprendizaje en ésta área y ambiciono a seguir creciendo. Agradezco a la vida por la oportunidad que me ha dado. No creo en el fracaso de un escritor, para mí, el único fracaso es dejar de escribir; sería como abandonar el mundo.

 

CORREO

Marinadelvecchio63@gmail.com
 

 

PUERTA DE ESCAPE
 
CAPÍTULO 1
 
     Despierto en el hospital con dos costillas rotas y moretones en todo el cuerpo. Hoy toqué fondo. Siento que a partir de ahora ya no voy a ser la que fui, y el mundo tampoco.
     La habitación es pequeña, sin embargo, yo no la percibo así. La soledad y el silencio me aturden entre las paredes blancas.
     Me duele todo el cuerpo, abro los ojos, el izquierdo apenas puedo, está muy inflamado. Mi pelo lacio, castaño claro cae como si pesara toneladas a ambos lados de mi cuerpo y siento en mis labios medianos un grosor desconocido. Tengo mucha sed. Desde la puerta se asoma una enfermera, me saluda con una sonrisa y pasa, se detiene a la derecha de mi cama para agregar medicación en el suero, supongo que es un calmante. Mientras se va me dice que pronto vendrá el médico.
     Estoy llorando y me pregunto cómo pudo llegar tan lejos todo. Me siento tan desvalida, tan pequeña… como un insecto. Si, esa es la sensación después de haber sido pisoteada, golpeada y humillada.
     No sé cuánto tiempo pasó desde que se fue la enfermera, tal vez fueron solo minutos, no tengo noción del tiempo, mi cabeza da vueltas. Ahora entra el médico, detrás, una mujer policía.
     Se presentan saludándome, la mujer sale de la habitación para que el doctor me revise. Aparte de las dos costillas, parece que no tengo más quebraduras. Me pregunta por algún familiar, le contesto que avisen que estoy aquí a Rita, mi mejor amiga, es la única persona con quién cuento.
     El médico se va y entra la oficial, ésta vez sola, con un anotador en la mano.
     ─Bien Marian, necesito hacerle algunas preguntas sobre lo que le pasó.
     ─En realidad no lo sé… es decir no sé cómo llegué aquí. Creo que me desmayé, mi marido debe haber llamado a la ambulancia.
     ─No, no fue su marido, una vecina llamó a la seccional, escuchó gritos seguidos de golpes. Dice que no fue la primera vez. Luego vio al señor Quiroga salir de su casa corriendo y subirse al auto… dejándola a usted en éste estado. ¿Puede explicarme qué pasó?
     ─No recuerdo bien, creo que me tropecé…
     ─Hablemos claro por favor, puedo imaginar lo que está sintiendo, pero no puede negar lo que está a la vista. Sus heridas no son causadas por una caída, sino por un ataque. Su esposo por el momento está detenido. Necesitamos que usted declare.
     ─ ¿Está preso?
     ─Por ahora. Si usted lo denuncia al menos podemos tratar de que no se le acerque por un tiempo, eso en el caso de que fuera él quien la golpeó como muestran los hechos. Todo queda en usted.
     ─Yo… necesito algo de tiempo para poner en orden mis ideas.
     ─Está bien, usted decide. Voy a volver mañana, piénselo bien, la próxima vez
quizás no tenga tanta suerte.
     La oficial, de apellido Molina creo que dijo, ahora sale de la habitación. Yo sé que tiene razón, lo sé…pero es tan difícil.
     Cuando conocí a Tomás, hace ocho años, yo tenía veinticuatro y él treinta y tres, acababa de recibirme de contadora. Nunca fui muy sociable, sin embargo ese día mis compañeros me convencieron de salir a festejar por nuestro título. Fuimos a bailar.
    Recuerdo que estábamos bebiendo alrededor de una mesa, en un momento me quedé sola con una de mis compañeras, fue en ese instante en que él se me acercó; alto, de tés blanca, ojos celestes, cabello rojizo, atractivo. Pero no fue su apariencia lo que me impresionó, aunque parezca increíble, fue su amabilidad, su aparente dulzura…
    ─ ¡Marian! ─Rita entra en la habitación y me devuelve a mí oscura realidad.
     La miro y otra vez no puedo contener el llanto, necesito llorar, desprenderme de los fantasmas. Ella se arrima a mí y me abraza.
     Rita y yo somos amigas desde la escuela primaria, mi única y verdadera amiga desde entonces. Ella es un poco más baja que yo y tiene algunos kilos de más, que pasan casi inadvertidos. Su sonrisa es amplia y franca como su corazón. Tiene unos enormes ojos negros, al igual que su cabello y al contrario de mí, es extrovertida, audaz e impulsiva. 
     ─ ¡No podés seguir con él! ¿Cuántas veces te lo dije? ¿Vino a verte? Hay que avisar que no lo dejen pasar y….
    ─ ¡Pará, pará Rita! No va a venir, lo detuvieron. La policía quiere que haga la denuncia.
     ─Tenés que hacerla. Sacate la venda de los ojos, él no va a cambiar y vos estás a tiempo de recuperar tu vida. ¿No pretenderás volver con Tomás después de esto?
     La miro con los ojos resignados de quien ya no espera nada, de quien con su última gota de sangre en el cuerpo al fin se rinde.
     ─No, no quiero que se me acerque, pero tengo miedo que con la denuncia la situación empeore. Tengo miedo a las represalias, vos lo conocés, nada lo detiene.
     ─Por eso mismo tenés que terminar con esto, la policía es la única que puede ayudarte. Aunque no lo denuncies él no se va a calmar… no va a parar hasta matarte.
    Al fin amanece. Fue una noche larga, las dudas y el dolor no me dejaron dormir, por la ventana puedo ver como se asoman las primeras gotas de lo que parece, será un día lluvioso. Pienso en Tomás, en cómo sería una vida sin él, y creo que estaría bien, si, muy bien.
     La oficial Molina llegó temprano, yo estoy tratando de terminar mi desayuno, el dolor y la falta de apetito me lo dificultan.
     ─ Buen día Marian. Espero que la noche no haya sido tan mala y que haya podido analizar lo sucedido.
     Respiro profundo para aliviar la tensión de mis músculos.
     ─Oficial, lo pensé bien, voy a hacer la denuncia.
     ─Buena elección. Es el primer paso y también el más difícil, pero es la forma correcta para terminar con su pesadilla. Ahora cuénteme como ocurrió todo.
        Traté de recordar cada detalle desde el momento en el que Tomás llegó a casa esa noche…
     ─Él cerró la puerta de entrada dando un portazo, yo estaba preparando la cena. Cuando lo oí ya sabía que algo no estaba bien y… que yo lo pagaría. Entró en la cocina, traté de estar calmada, su mal humor era cada vez más evidente. Le pregunté si había tenido problemas en la oficina y me miró con rabia. “¿Y a vos qué te parece?” (me dijo). “¡Claro, la señora está todo el tiempo en su casa descansando! ¿Qué problema podés tener vos? ¡Soy yo el que me rompo el alma trabajando! ¿Para qué? Para que mis compañeros de trabajo sean unos inservibles y el peso caiga sobre mí. Aunque a vos ¿Qué te importa? ¿No? Mientras sea yo quien pague las cuentas”. Yo le respondí que recuerde que mi trabajo lo perdí por su culpa, a causa de mis reiteradas faltas, consecuencia de sus golpizas. Ese fue el detonante. No alcancé a reaccionar, en un instante sentí que me ahogaba, sus manos estaban alrededor de mi cuello, no podía respirar hasta qué me soltó retrocediendo unos pasos, no me había recuperado aun, cuando sobrevino un empujón, intenté sostenerme de una silla, no pude, caí al piso, y siguió arremetiendo contra mí. Dijo: “Sos una mierda, ¿Te das cuenta de que no servís para nada? ¿Y me echas la culpa a mí?” Después siguieron las patadas, en mi cuerpo, en mi cabeza… hasta que me desmayé”.
     ─Esta fue una situación repetitiva por lo que cuenta ¿No?
     ─Sí, antes no con tanta saña, pero los insultos y algún golpe son casi cotidianos. A veces también arroja cosas. ¿Cómo sigue esto oficial?
     ─Por ahora podremos detenerlo solo por unos días, hasta que salga la sentencia, que va a llevar un tiempo. Él no se le podrá acercar, el juez le dará una orden de restricción.  Usted dispondrá de un botón anti pánico, si se siente en peligro no dude en usarlo. Por su seguridad, es mejor que busque otro lugar para quedarse. Y le aconsejo que pida asesoramiento psicológico, nosotros podemos proporcionarlo.
     La oficial Molina se va. Yo me sumerjo en mi incertidumbre, mi propio vacío, mis manotazos en la nada.
      Siento que mi angustia me consume, no solo por lo que pasó, tengo pena porque siento que aún lo quiero, es un amor enfermizo, lo sé, y aun así lo necesito, lo extraño, no al violento, si no al hombre que un día me enamoró. Y otra vez…lloro.
     Son las tres de la tarde, Rita está a mi lado. Se ofrece para llevar mis cosas de la casa antes de que liberen a Tomás. Acepto instalarme con ella y con su familia hasta mi recuperación. Mi amiga es “de fierro”, me pareció perfecta su idea, aunque en realidad no tengo otro sitio donde ir.
     Rita hace un gesto de interrogación con su rostro, quiere saber el alcance de mi declaración.
     ─ ¿Le dijiste todo a la oficial?
     ─ ¿Todo qué Rita? Hablé de lo que pasó ese día.
     ─Yo te hablo de lo otro. Sabemos que Tomás siempre fue controlador y temperamental, pero también cuando explotó su violencia, lo que la detonó convirtiéndolo en un monstruo.
     ─No creo que sea conveniente decir nada sobre eso.
     ─Hubiese sido un buen momento para denunciarlos, sabemos de lo que son capaces, hubo una muerte, y no sé si fue la única.
     ─ ¿Te olvidás que tienen contactos en todas partes? No lograríamos nada.
     Rita no insiste, solo levanta sus cejas en señal de disconformidad. Me gustaría tener la mitad de su valentía.
     Unos días después recibo el alta médica. Todavía no tengo novedades de Tomás. Lo único que sé es que lo dejaron libre, lo que implica el fin de mi tranquilidad.