DAMIÁN JERÓNIMO ANDREÑUK -ARGENTINA-

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PÁGINA 15

Nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Publicó diez libros, todos a través de certámenes en diferentes editoriales: Omisiones (Raíz alternativa, 2010), Portales al vacío (De Los Cuatro Vientos, 2011), Formas concretas (Hespérides, 2013), Silencio de crisálidas (Literarte, 2015), Metástasis (Luz del alba, 2015), Vértigo insondable (Mis Escritos, 2017), Música del polen (Hespérides, 2021), Yamila (3K, 2021), Donde orinan los lobos (Fela, 2021) y Dimensiones de lo breve (Mis Escritos, 2022). Además, a nivel nacional e internacional, obtuvo distinciones en concursos y fue seleccionado para colaborar en revistas y antologías.
Contacto: odesa86@hotmail.com
 

La música de la femineidad
 
   Una mujer como un abismo esmeralda
   o la predica del sol cuando anochece
   brilla sin miedo
   sin yugo
   sin torpes amenazas
   se eleva sobre la infección
   del odio que no tiene cura.
 
   La música de la femineidad se perpetúa en el aire
               como un polvo de jazmines hechizados.
 
   Una mujer que es puro éxtasis y luz
                       del cielo prometido
   bella como el cuarzo
   genuina como las cicatrices
   sagrada como la libertad
   salvaje como pájaros de fuego
   me abraza y me despierta.                 
 

 *    *     *

 
 
    Gloria infinita
 
   Puedo advertir el desvarío, el alboroto inútil.
   La gran desgarradura que nos acompaña.
   Lo que palpita vivamente en la quietud.
   Lo fecundo del amor y del coraje.
   Las llagas luminosas, la armonía de un girasol.
   Las palabras que pronuncia una mirada.
 
   Una mujer que se desviste de la finitud
                    comiendo una manzana.
 
   Una mujer que ha pervertido su divinidad
   como un bellísimo zafiro en manos delincuentes.
 
   Una luz de colibrí.
   Una legión de serafines.
   Una presencia amada.
 
   Puedo advertir el llanto de la última orfandad.
   La gracia del aire cuando huele a mar o bosque.
   La ciega miseria de querer siempre más cosas.
   La diáfana enseñanza del dolor.
   La gloria infinita de un ser digno.
 
 

 *     *     *

 

Golpes absolutos

                                                 “Hasta en la flor hay batallas”
                                                                    Adevo Di Cianni

 
   Recibí golpes absolutos (a veces mi mirada lo refleja)
   Aprendí del sufrimiento la quietud luminosa.
 
   Conozco el bellísimo extravío
            de grappa y absenta.
   Donde soy yo potenciado.
   Donde la percepción se despeja.
   Donde algo más grande que mi vida
   me dirige con magia.
 
   Cada piedra de maldad que me arrojaron
   cada engañosa tentación que me ha vencido
   cada oscuro desamor que me ha dicho sobre la amargura
                        me dieron lo sagrado del desgarro.
 
 

 *    *    *

 
 
 Desgracias
 
   El sufrimiento que no enseña.
   Pasivos corderos violentamente ahogados en la cobardía
        (cobayos con temor en jaulas controladas)
   Deambular con somnolencia en dramas inútiles.
   Debatirse sin control en pensamientos sombríos.
   Animales degollados en ofrendas al diablo.
   Horas malgastadas volviéndose costra.
   La falsa amistad de buitres eventuales.
   La bondad llena de ulceras como un violín quebrado.
   Bestias carroñeras olisqueando la entereza
   buscando ávidamente una oportunidad
                   para dar sus zarpazos.
   Una niñez con hambre y zapatillas rotas.
   Ranchos de adobe con vinchucas.
   Confusión de ciudad a toda marcha.
   Gente sonámbula siguiendo lo superfluo.
   Evadirse en pastillas o jeringas.
   Desoír la música del propio latido.
 
 

 *    *    *

 
 
 Maravillas

 
   Una granja bajo el sol a salvo de alimañas.
   Una mujer con tempestades en la sangre
   con una magia esplendorosa desligada de la realidad.
   Una mezcla de verduras y caldo de huesos.
   Un corazón sin la metástasis de la avaricia.
   Un samurái completamente acorralado
                        que alza su espada.
 
   Un crepúsculo ambarino en primavera.
   Un cielo de un turquesa ilimitado.
   El extático perfume de las azucenas.
   La felicidad inefable de amantes a solas
   en su reino luminoso para siempre.
 
   Una voz como una brisa cargada de colores.
   El vivo milagro que se gesta en el vientre.
   Un ser que es libre a pesar de cualquier sombra.
   Mi abuela María Inés entregándome una rosa blanca
               en la clara dimensión de un sueño lúcido.
   El cariño con su tacto suavísimo
   de un ángel que atraviesa el arcoíris.
   Un prado con luciérnagas y pavos reales.
   La valentía inmortal de 300 espartanos.
   La mirada transparente de un caballo
            su santidad que impresiona.
 
 

 *    *    *

 
Tesoros vacíos
 
   Una ramera que se hunde en la desolación
   el amor que oxigena con su canto
   un hombre de ojos tristes que desmienten su sonrisa
   un frío de orfandad que llega de repente
   miedo que encarcela en su yugo siniestro
   egoísmo que empobrece lo sagrado
   coraje formidable
   de florecer entre las bestias
   de aceptar con firmeza
   las extrañas concatenaciones de la realidad
   de no cambiar lo que se es
   por tesoros vacíos.
 
   SABIDURÍA: luz poderosa
   que nunca se arrodilla.
 

 
 *    *    *

 
 
 Almas opuestas
 
   Está ahí.
   Con chillona desvergüenza exhibe las escamas
                                  de su encumbramiento.
   Su fingida cortesía como una trampa feroz.
   La oscura tiniebla de su aura.
   Sus ojos sepulcrales de reptil.
   Su corazón terrible y árido.
   Su insulsa máscara sin nadie dentro.
 
   Está ahí.
   Avivando las antorchas del amor más heroico.
   Liberando su bondad como luciérnagas o colibríes.
   Quemando lo falaz de toda apariencia.
   Abriendo dimensiones con su arte.
   Escarbando en su dolor para sacar tesoros.
   Sembrando espigas luminosas en el pecho de lo irremediable.