VICTOR LUPO - BOLIVIA-
LA DIOSA MADRE
Pide auxilio y nadie la escucha,
clama por ayuda y solo hay silencio.
Su piel se va secando poco a poco
y Levanta desesperada sus manos pidiendo ayuda.
Sus hijos la abandonaron a su suerte,
sus pulmones expulsan gritos de miedo,
desesperada trata de llamar la atención
de los que nacieron de ella y la olvidaron.
La llenaron de desperdicios envenenado su cuerpo.
Nos amamanto en su regazo, desde que nacimos,
brindándonos siempre lo mejor de ella,
nos entregó los mejores frutos de su vida.
De Oro negro y polímeros la llenamos,
manchando sus pulmones y su corazón,
sin comprender que, si ella muere, muere todo.
La vida se esfuma como vapor en la nada.
Escúchenla… está pidiendo socorro,
no más plásticos, no más basura, paren la contaminación.
Nuestra Diosa madre se está muriendo ahogada
y sin darnos cuenta, nosotros moriremos con ella.
* * *
OCHENTA DÍAS
Hoy supe que lo nuestro
es casi imposible,
solo un sueño
entre la niebla temprana,
como buscar una estrella
y robarle sus colores.
Fue solo un arrebato de soledad
y esperanzas,
de desilusión y ansias.
Yo te amé hasta la medula,
dándote mi vida, mi corazón
y mis infortunios.
Tú, me diste tu juventud
revoloteando en tu frágil cuerpo.
Fueron ochenta días
rumbo al amor,
fueron ochenta gritos
de pasión absoluta,
entre libros, canciones y besos.
Entre caricias, lágrimas y peleas.
Paso un milenio de amor
en solo ochenta días.
Fueron ochenta días
de libertad para el alma.
Se mezclaron nuestros cuerpos
en medio de playas infestadas,
se movieron nuestros pasos
entre la lluvia y el sol ardiente,
se unieron nuestras manos,
nuestros labios y nuestros sueños.
Éramos el uno dentro del otro,
mi nombre lo llevabas tú,
tu nombre lo tenía yo.
Tu respirabas de mi aliento
y tu sangre era la savia de mis venas.
Fuimos los millonarios
de la pasión y del ensueño.
Fuimos los creadores
de la ilusión y de los sueños.
Hoy, llego el último acto
en el teatro de nuestra vida,
tú… te marchas, retornando tus pasos
a tu antiguo camino,
es el temor a seguir uno nuevo.
Yo… me quedo en las tinieblas
boquiabierto, sorprendido e incrédulo.
La primavera se marcha de mi vida
y llegara el otoño resecando mis sueños
y el invierno enterrara
mis ilusiones, mi juventud y mi vida,
pero eso, ya no importa.
Hoy solo me importa verte florecer
nuevamente entre los lirios,
verte retozar entre aves blancas
e ideas jóvenes, levantando tu frente
hacia la nueva vida,
verte renacer soberana
entre la risa juguetona
de tus veinte años y tu infantil
sonreír de niña triste.
Yo velare por ti en tu camino,
recorreré siempre tus pasos,
aun después de las tinieblas.
Viviré de tu sonrisa,
respirare de tus suspiros
y en un caballo de humo,
retornare a mi oscura celda
en el confín de mi alma.
Solo quedaran en mi vida,
ochenta infinidades grabadas
dentro de mis huesos calcinados,
en cada hora, en cada minuto,
ochenta días que solo fueron
ochenta sueños adormecidos.
* * *
Campesino
Tus manos van creando vida a través del sendero
Que en línea recta sube hacia la montaña,
bajo un sol que te quema hasta las entrañas
dejando tu piel oscura y adolorida.
Sudor cae de tu frente alimentando a la Pachamama,
caminas pausadamente tropezando a momentos,
tus labios ya secos y resquebrajados esbozan una leve sonrisa,
muestra de soledad desesperanza y tristeza.
Tus manos siguen derramando vida con los dedos abiertos,
tu mirada perdida hacia el cielo busca respuestas que calmen tus dudas
y te hagan comprender porque si le das vida, no eres el dueño,
si tú la cuidas, tú la alimentas, tú la riegas día a día sin descanso.
De tu esfuerzo salen los frutos que alimentan nuestros días,
los campos florecen por tu dedicación y esmero,
la tierra fecunda deja brotar a través de los surcos
la vida por tu trabajo engendrada.
¿Cuándo será tu sacrificio reconocido?
¿Cuándo será la tierra solo tuya porque tú la trabajas?
Yo te ofrezco mis manos, te presto mis brazos
Y te doy un fraternal abrazo, campesino mi hermano.
* * *
COLOMBIA
Cuanta sangre derramada
sobre la yerba inerte,
calcinada por un olor a guerra.
Cuerpos de seres violetas
derramando heridas.
Miradas hacia el cielo,
voces pobres preguntando…
¿Por que?
Si solo quise vivir en este suelo.
Dispare a mi hermano
con un fusil prestado
y caí en un abismo
al sentir mi piel rasgada.
Son cinco décadas de infortunio,
esta tierra no quiere
minas ni bombas,
quiere semilla, quiere vida,
amor regado sobre la yerba fresca,
niños corriendo sin temor
por el campo húmedo y risueño,
oír el sonido del viento
cantando al amor a través
del llano y las montañas.
Ni un muerto más, no más odio,
que se callen los fusiles
que canten los pájaros,
que baile la cumbia y el vallenato
que vuelvan los desterrados.
Colombia quiere vivir en paz.
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