REBECA MÁRQUEZ OLAGUEZ  -MÉXICO-

ALUCINADOS 

  
Llegaste a mi vida
Floreciendo en madrigal de alegrías
Sabores, deseos colores y emociones
Besos y caricias que renuevan
Me miras, me cautivas, me seduces
Acaricias mi cara, mis cabellos 
Me envuelves en ardiente ternura
Sin censura pecho y cintura
Me susurras al oído - ¡SEÑORA BONITA!
Conoces los caminos y vas aprendiendo 
Los códigos y lenguajes de mi cuerpo
Para liberarlo de complejos y ataduras 
Los Besos robados, espontáneos,
Húmedos secos estimulan
Despojan las marañas
Fantasía fusionada
Explora el lienzo desolado  
Palmo a palmo erotizado
Cálido libertino
Caricias suaves de solaz amoroso. 
Penetran empapan
Encienden doblegan
Locura estaxis
Suspiros, jadeos 
Risas carcajadas, llanto……
Ceñidos de placer
Bajo sabanas salpicadas
Gozamos en el etéreo amanecer
Diluidos Cansados relajados
Alucinados
Delirantes morimos
Renovados encantados de luz y vida
 

*    *     *

RECICLADOS


Tentativas oxidadas en el tiempo
Son los frutos de amores reciclados
Intención sin ensayos
Un volver a lo mismo y con la misma
Un cuento de Argumentos y evasivas 
Leyendas de príncipes y princesas
Cada uno con sus cuentos de hadas  
Recogiendo las cenizas
De lo que fue y no será
¡Hey, Nadie vendrá al rescate!
Se precisa desarmar y armar la vida
Antes de salvar la historia 
Salir de la opacidad abrir las ventanas
Hay tanto aire por respirar 
Y tanta mierda por tirar
Extirpar de raíz
El trágico cuento que te cuentas
Lo que no avanza se estanca
Enmohece el alma
Vuelve a ti lumen pletórico
Escultura de retazos y mosaicos
Inmaculado Capullo
Vida en Evolución 
 

*     *     *

 
FANTASMAS


En el nefasto horizonte onírico 
Los fantasmas despiertan   
Ocultos en personajes y paisajes raros  
Son paradoja del olvido silencioso  
Del futuro incierto  
Se filtran en los días de tormenta 
En la mínima adversidad  
Cuando me ahogo  
En un vaso de agua  
Retorcida fragilidad emerge  
Son torbellino Cerebral de noche de día  
Memorias del pasado  
Hastió en el presente  
Miedo expectante      
Sabotaje y fantasía de muerte  
Un despertar a la acción  
Tomar la vida  
RESURRECCIÓN  

 

*     *     *

  
 
CAPÍTULO DEL LIBRO EXPERIENCIAS DE UNA CUIDADORA
Autor Rebeca Márquez Olaguez
Capitulo Atravesar La Línea (pp 167-172)
Ediciones Letras De Nuevo León. México Monterrey Nuevo León 2018


Que breve es la vida, que corto el tiempo a la hora de morir, que larga la espera para atravesar la estrecha línea de la vida y la muerte entre recuerdos, olvidos, besos y caricias que no se dieron y tomaron, en ellos me miro aferrándome a la línea, deseando abrazar el tiempo y tu cuerpo. R. Márquez Olaguez
EL Hospital seguía de pie, pero continuaba en remodelación, por ello la capacidad de las áreas, la disponibilidad de cuartos y camas era limitada. Salí de la capilla con fortaleza interior; al retornar a la sala de espera de urgencias me esperaban mis hijas, sus novios y Alberto. Qué maravillosa es la compañía de nuestros seres queridos en los momentos de mayor angustia y dolor y qué importante es la fuerza del apoyo; todos llevaban buenas intenciones y vibras para la abuela y para mí, además de una buena cena que me supo a gloria.
La noche se acercaba.  El médico nos llamó para informar que sería necesario dejar internada a mi madre, en el momento que hubiese una cama disponible subiría al servicio de medicina interna, ya habían pasado alrededor de seis horas desde nuestra llegada, desde mi percepción como gerontóloga un adulto mayor que permanece en una camilla de urgencias tiene un riesgo elevado de caer y sufrir ulceras por presión, por la incomodidad, la inmovilidad y el tipo de colchón. Ante esta situación acudí al departamento de admisión para rectificar si había camas disponibles; me informaron que en ese momento no había, insistí con la encargada, con el argumento del riesgo por la edad de mi mamá. El argumento valió la pena; pasaron veinte minutos: le asignaron una cama. Alberto me acompañó, mis hijas se retiraron y les pedí que avisaran al resto de la familia.
Cuando llegamos al cuarto, un médico me interrogó. Le comenté del antecedente de la instalación del marcapaso unas semanas atrás. Me informó que mi madre estaba muy grave, pero no era candidata para la sala de cuidados intensivos. En su vulnerable cuerpo se había instalado un grupo de bacterias muy agresivas y resistentes a algunos antibióticos, causando neumonía. Las bacterias ya se habían dispersado a la sangre; y tal vez ya habían complicado el funcionamiento de algunos órganos importantes. Obviamente, por el tiempo de evolución y la fecha de egreso hospitalario, esta neumonía fue una complicación y contaminación adquirida dentro del ambiente hospitalario.
Qué importaba dónde se había contaminado; daba lo mismo el lugar. Si el precio que había que pagar era el dolor y el sufrimiento de atravesar la delgada línea entre la vida y la muerte, una línea que marcaría la diferencia entre la ausencia y la presencia, el restablecimiento o empeoramiento de la salud. Un paso definitivo, para llegar a un camino sin retorno.
La habitación estaba semi iluminada.  Siempre muy cerca de mí y ofreciéndome su apoyo incondicional Alberto, me tomó en sus brazos. Lloré en su hombro casi en silencio. Qué agradable es descansar en los brazos de alguien que brinda amor, empatía y compasión. Siempre viviré eternamente agradecida con él por estar presente en lo físico, abrazando mi dolor desde el alma, asistiéndome en un momento tan difícil. Allí estábamos siendo amigos, pareja, cómplices de un acontecimiento de duelo con mi madre, acompañando su fase terminal “Su Lucha” para Atravesar La Línea hacia la muerte.
Nos negamos a creer, que el momento   ya estaba cerca, que el tiempo se acortaba en cada respirar forzado, en la lentitud de cada latido del corazón. Me hice consiente del morir inexorable y sin regreso, de los días de dolor y tristeza que vendrían sin su risa, sus refranes y travesuras, sus chistes groseros; sin toda ella. Esa es la realidad, un escenario incomprensible tan cierto como el viento que circula, que se siente, pero no se ve. Advertí un evidente deterioro; no hubo tiempo de observar cada etapa de la agonía, porque cuando miré el rostro pálido de mi madre, ya se perfilaba la muerte en toda ella. Estaba relajada, semi inconsciente, en un silencio sepulcral que envuelve el espacio, que atrae y va desconectando la función de cada órgano y célula del cuerpo, que habla sin hablar, que agita las palabras en un respirar lánguido, hasta dejar la boca seca.
Sus ojos expresivos mostrando dolor, encuentro, despedida, recuerdos, angustia, alivio, desahogo, confianza, fe y miles de historias que se pueden interpretar en un instante eterno y efímero.
Frecuentemente cruzamos esa línea en cada pérdida. Yo la he cruzado muchas veces y, sin embargo, cruzarla acompañando a quien me dio la vida, no tiene precio, desde mi humilde apreciación. Una gran oportunidad, un acto de dar, tomar y respirar el amor de una madre en el momento más crucial de la vida. Es como devolver el acompañamiento que mi madre me otorgó, junto al dolor de mi nacimiento. Acompañar a mi madre a cruzar la línea fue un encuentro con la vida; para avivar el propio renacimiento y el de ella. ¿Cómo se logra?: dejándose llevar por el momento, fluyendo amorosamente en armonía, en paz, en perdón. Algo que yo ya había elaborado y rescaté desde mi fortaleza interior, para disponerme a vivir la experiencia.
 Así que sin miedo y con todo el dolor de mi corazón, me coloqué a su lado. Me dejé sentir para sentirla. Me instalé haciendo contacto de ojos, de manos, de almas y corazones para brindarle devoción, apego, amor, dignificación, valentía y abrazar su dignidad. La sentí tibia y fría.  Toda la noche acaricié su cara, besé sus manos, su frente; humecté sus labios, entibié y calenté su cuerpo y su alma junto a la mía. 
Le hablé directo al oído. Le agradecí el deleite de ser su hija y su cuidadora. Le dije lo significativo y grandioso que fue como madre, amiga, compañera, esposa, abuela, consejera. Validé su dolor, sus temores, sus miedos.  La ayudé a transformar el miedo en seguridad, con la esperanza de que al atravesar la línea haya un mejor lugar donde el dolor, la enfermedad, el llanto y la tristeza no existen. Un lugar de luz donde la esperaban sus seres queridos.  Su cara estaba iluminada, llena de paz, tranquilidad y armonía. Su respiración se fue debilitando.
Recé pidiendo a Dios su compañía, acogimiento y luz en el camino. Es indescriptible la sensación de gozo interior cuando percibí su presencia esa su última noche de agonía, tal vez la más larga y extenuante para mi mamá. Para mí la de mayor iluminación y contacto espiritual. El amanecer me sorprendió abrazada a mi mamá. Mojada por el llanto, mi madre desfallecía. Pero seguía aferrándose a la vida, y yo a ella.
A las diez de la mañana llegaron mis hermanas y hermanos, acompañados de un pastor evangélico. Mi hermano Lalo con incredulidad y miedo se acercó a mi madre de lejecitos. Le dije que se acercara sin miedo, que la abrazará, que le hablara, que le dijera: Soy yo tu hijo Lalo; estoy aquí a tu lado (Lalo siempre fue el hijo más ausente y el más añorado de mi madre).
El acercamiento y encuentro fue muy emotivo; lleno de paz y valentía. Tal vez faltaba ese encuentro para adquirir seguridad, transformación y trascendencia.
 Con los ojos hinchados por el llanto, me fui a casa a descansar; desayuné, tomé un baño, me coloqué en la cama dispuesta a dormir… pero el sueño nunca llegó. Seguí llorando mientras miles de pensamientos y las imágenes de ese acompañamiento llenaron mi mente y mi alma recorriendo y evocando cada momento, recordándome que esa noche corta y eterna a través de un breve viaje recorrí la línea de vida y la de extinción, con un dolor desgarrador que rompió en mil pedazos mi corazón.
Este dolor solo se vence cuando nos atrevemos a vivirlo, a sentirlo, a tocarlo y atravesar la línea recogiendo cada pedazo roto. Es un proceso que lleva tiempo; requiere de soporte familiar, y en ocasiones de apoyo terapéutico de expertos en pérdidas. 
No obstante, cuando se vive la experiencia en el proceso de duelo podemos juntar cada trozo roto y formar un nuevo mosaico, un nuevo sentido de vida con una resistencia increíble.
Me di cuenta de que nada había cambiado, todo estaba igual.
Pero yo ya no era la misma, esa experiencia cambio mi vida, moviendo sutilmente mis viejas estructuras, para sintonizar en otra frecuencia.

 

Nací el 25 de noviembre bajo el signo de sagitario originaria del estado de Durango México Vivo en la ciudad de Monterrey Nuevo León desde la edad de 5 años, soy enfermera de profesión master en salud pública y gerontóloga actualmente jubilada de una carrera institucional de 30 años En 2018 publique el libro Experiencias De una Cuidadora. Ediciones Letras de Nuevo León He participado leyendo mis textos en diferentes eventos de poesía modalidad micrófono abierto en la ciudad de Monterrey Nuevo León y en otros escenarios como congresos, escuelas preparatorias donde mi mayor satisfacción ha sido la participación de los alumnos y el mensaje de amor que trasmite el libro. Así mismo el mensaje social que guardan algunos de mis textos Algunos de mis textos fueron seleccionados En Revista poética AZHAR (España) Libro digital Antología poética 100 mujeres poetas 9 editores (Colombia)
Contacto maor2017@gmail.com
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