UN REMEDIO PARA DORMIR

 
Le dijeron que en el mercado podía encontrar el remedio que necesitaba. Luego de varios meses sufriendo de insomnio, iba a lo que le dijeran. Ya había intentado todo, desde medicamentos alópatas y homeopáticos hasta acupuntura y masajes.
 Apenas cruzó la puerta del lugar se sintió inmersa en otro mundo, los aromas de almizcles y hiervas penetraban la nariz. Un letrero enlistaba los antídotos: perfume de rosas serenado en luna, para atraer amor, o el Júpiter, que le sirve para encontrar un buen trabajo, para la buena suerte lavanda, lo que necesite usted, endulzamientos, amarres, ven a mí.
Por el local colgaban amuletos, santos y listones con herraduras y ajos. Al ver todo aquello pensó en salir de inmediato, pues no tenía mucha esperanza de encontrar una solución a su problema. Tiempo atrás los médicos la canalizaron al psiquiatra, pero a ella no le agradó la idea, así que la alternativa de buscar un remedio natural le parecía viable: “la herbolaria es una ciencia” se repetía constantemente. No soportaba más, le temblaban las piernas y su corazón latía fuerte. Se dio la vuelta y al llegar a la salida escuchó una voz suave.
-         ¿En qué te puedo ayudar hermosa? ¿necesitas un filtro de amor?”
dijo la encargada.
-         ¡No!, gracias, no necesito eso – contestó la mujer, cortante, pero cortes.
-         Préstame tu mano derecha y te diré tu futuro – insistió la pitonisa.
La mujer se encogió de hombros:
-         La verdad yo no creo en eso -
-         ¿Entonces? ¿qué te trae por aquí? ¿Qué te aflige? – preguntó con ternura.
La curandera era transgénero, su complexión grande y fuerte contrastaba con sus apacibles ojos y su cálida voz que de inmediato la hicieron sentir protegida. La atormentada joven abrió su corazón como un torrente y le expresó su necesidad.
-         Hace seis meses que no puedo dormir, llega la noche, estoy cansada, mis ojos se cierran, pero al meterme en la cama, así de la nada, el sueño se va y toda la noche doy vueltas, pero apenas sale el sol, mis parpados pesan horriblemente y todo el día lucho para mantenerme despierta, llego a dormir por minutos, en el trayecto del transporte y en coacciones me he quedado dormida en mi escritorio, pero, nuevamente al llegar la noche me pasa igual. No puedo más, me vuelve loca no poder dormir.
Con un profundo suspiro dio cierre a su desahogo.
“Mira preciosa, tengo lo que necesitas”- dijo la yerbera y sacó de una caja de cartón un molote de hiervas secas que puso en sus manos dándole las siguientes instrucciones. “Llegando a tu casa pones esto en un litro de agua bien caliente, la sacas al patio donde le dé el sol y a la noche lo cuelas con un paño blanco. Te desnudas y lo viertes sobre tu cabeza en tres partes, no te enjuagues, te secas con una toalla, luego te acuestas”
La mujer se asombró enormemente, pues esperaba que un remedio para el insomnio debía, por fuerza, ser un bebedizo, pero ese halo maternal que había en la patrona la convenció de llevarlo a cabo.
Llegando a casa realizo paso por paso todo lo que se le pidió. Y algo sorprendente sucedió. Esa noche, durmió. Lo hizo tan profundamente, que al siguiente día se sentía fabulosa. A la hora de la comida salió rumbo al mercado. Primero dio las gracias a la mujer, acto seguido preguntó ansiosa, la hoy conversa:
-         ¿Qué más hay que hacer? -
-El tratamiento completo son tres baños, uno cada noche, sin interrupción- dijo la chamana. Pero dime ¿cómo dormiste?
¡Muy bien! Además, tuve un sueño, tan vívido y real y lo recuerdo con todo detalle, cosa rara en mí.
La yerbera pareció preocuparse por un momento luego sonriente le dijo:
-         Cuéntame tu sueño.
Sin reparar en la hora y que tenía que regresar a la oficina, la mujer empezó el relato:
-Caminaba por un parque grande. Era de noche. Por un costado seguí cuesta arriba hasta llegar a una casa, en la que entré, pero se encontraba vacía, simplemente salí y volviendo sobre mis pasos. En ese momento me di cuenta de que estaba totalmente desnuda y el parque se encontraba lleno de gente: familias completas que disfrutaban de los juegos infantiles, entonces me percaté que nadie ponía atención a mi desnudez, antes bien parecía natural que yo estuviera en tal condición; entones subí a un columpio y su pendular alegría con cada vaivén me llenó de una energía inmensa. Luego de un rato seguí caminando entre niños y mascotas, hasta llegar a una avenida que se extendía hacia el sur. Sus dos carriles asfaltados brillaban en azul negruzco, como cuando acaba de llover, la fila de arbotantes de luz se perdía a lo lejos en una perspectiva a escala que terminaba en un punto brillante. No había nada más.
La yerbera escuchó con atención la narración y aun con los ojos cerrados pregunto:
-         ¿Qué sentías en tu sueño?
Con sus hombros relajados y una sonrisa amplia, respondió.
-         Bienestar, cuando nadie juzgó mi desnudes, me sentí libre, y cuando jugué en el columpio era tan feliz, fue como renacer, y aún ahora tengo esa sensación.
La chamana asintió con la cabeza mientras sacaba un nuevo atado de hiervas que puso en sus manos. La mujer le dio las gracias y contenta se marchó.
La segunda noche, después de hacer todo el ritual, durmió plácidamente y tuvo otro sueño. Tal como el día anterior fue hasta el mercado y se lo contó detalladamente a la curandera.
-Estaba en una enorme casa, era blanca y tenía cortinas largas y vaporosas, sus ventanales tenían persianas de madera abiertas de par en par. No tenía muebles, sólo unas cuantas mesas y sillas. De sus altos techos colgaban enormes arañas de cristal que iluminaban hasta el más mínimo rincón. La brisa circulaba cálida, dejando un aroma de romero. Yo estaba sola y de pronto un enorme lagarto rojo entró por uno de los ventanales, corría hacia mí con las fauces abiertas, me asustó, pero rápidamente me alejé de él y no pudo hacerme daño. En el sueño transcurrió un día, y otro lagarto de similar tamaño entró por otro de los ventanales, pero esta vez era de color negro. La historia se repitió, el amenazante animal trataba de atacarme sin lograrlo. Así ocurrió una y otra vez, al punto que desfilaron lagartos de todos colores, incluso uno rosado y uno púrpura. De todos salí bien librada, corriendo, saltando, descolgándome por las cortinas y atravesando puertas y ventanas.
-         ¿Cómo te hizo sentir este sueño? – preguntó la yerbera.
La mujer dio un suspiro enérgico y echando los hombros atrás respondió:
-         ¡Fuerte! Me sentía más poderosa con cada lagarto que vencía. Cuando desperté, estaba descansada, feliz y con la potencia necesaria para enfrentar cualquier desafío.
La chamana, pensativa sacó la caja de cartón otro hatillo, e igual que el día anterior, entregó la dosis del remedio.
La mujer tomó su paquete, lo apretó contra su pecho, como un tesoro y se marchó. Al llegar a casa religiosamente ejecutó el ceremonial del baño.
Era la tercera noche, la tercera sanación y se dio el tercer sueño.
Como en los días anteriores la mujer llegó al mercado y contó el sueño a la chamana:
 
-Me encontraba en una gran fiesta, había música alegre, comida en grandes cantidades y una legión de gente invitada, todos sonrientes. Algunos bailaban, otros conversaban y soltaban sonoras carcajadas que invitaban a unírseles, aunque no supieras de qué reían. Todo era tan bello, había una armonía en las edades de los asistentes, cada cual se encontraba en su mejor época. No había enfermedad ni vejez. Entre la gente vi a mis padres, estaban estupendos, rondaban los cuarenta años, llenos de salud bailaban enamorados y felices, también encontré a mis abuelos radiantes de juventud, varias tías, y mi mejor amiga, quien pudo ser mi compañera de vida. Me sentía feliz de ver a mi gente querida. Poder abrazarlos y escuchar sus voces era un hermoso regalo, sobre todo porque esas personas me fueron arrebatadas hace tiempo por la muerte y las extraño tanto.
-         ¿Cómo te sentiste en este sueño? – volvió a preguntar la yerbera.
La mujer con los hombros caídos bajó la mirada:
 -  La verdad, en el sueño estaba muy feliz, tanto que no quería que terminara, y sí, me sentí muy triste al despertar, porque quería seguir durmiendo para estar con aquellos que tanto amo.
La curandera compasivamente acarició su cabeza, sentía la necesidad de abrazarla y de algún modo franquear las barreras que la mujer había levantado a su alrededor. Luego de un breve silencio la paciente preguntó si había que realizar algún ritual más.
La curandera, en silencio, movió la cabeza negativamente.
Alejándose del mostrador, la mujer hizo otra pregunta.
- ¿Seguiré teniendo sueños?
- Será como tú quieras – dijo la yerbera, sin voltear a verla.
Llegó la noche y la mujer se dispuso para ir a descansar. Luego de dejar en orden la cocina, fue al baño para lavarse los dientes y ponerse crema en el rostro. Ya en la cama leyó unas cuantas páginas de su libro de cabecera; luego, con un profundo suspiro, acomodó su almohada y se quedó dormida. De inmediato entró a su refugio, el sueño. -Caminaba por una senda que la condujo a un enorme domo azul salpicado de diamantes que destellaban como guiños. Miró sus manos que brillaban con la luz de la luna. La envolvió una brisa fresca y empezó a escuchar “El año del Gato”, su canción favorita. Abrazó sus hombros dejándose llevar por la música, tarareando la melodía cerró los ojos…Para no despertar jamás.
Yolanda Montemayor.
 
EN DEFENSA (LA PATY)
 
Lo que más me dolió fue ver el niño dios quebrado en la basura. Lo hubiera tirado entero, yo lo hubiera recogido, pero no, lo dejo hecho pedacitos la desdichada. Y todo el desmadre empezó cuando se convirtió a la religión, más antes sería muy puta, pero era buena madre y buena vecina, palabra.
Yo le digo señor Juez lo que a mí me consta, nada más. Ella se quedó sola cuando sus hijos estaban chiquitos, su marido traía pacas de ropa, de allá del otro lado y la vendían rebien en el mercadito, hasta traían su carrito y todo. Un día lo pescaron allá por Reynosa, disque llevaba droga y la quería pasar pa’l otro lado, quién sabe si sería cierto, pero lo entambaron.  Los primeros meses la Paty lo iba a visitar cada quince días, luego le fue mermando la lana y ya nomás lo veía una vez por mes, hasta que ya de a tiro no lo visitó. Entre lo que pagaba de abogado y de pasajes se le acabó lo guardadito, entonces fue que le tuvo que entrar al talón, no fue de lleno pero una cosa la llevó a otra. En el bar “La Valija” siempre estaban contratando, meseras y ficheras. Paty buscaba de mesera, pero don Paco la convenció que fichando sacaba más, al principio nomás bailaba, luego se tendió con todo. Salía a trabajar por ahí de las nueve de la noche, pero dejaba a sus hijitos bien cenados y ya dormidos, los encerraba en el departamento y le tupía a la chamba, si había chance les echaba una vuelta, a la una o dos de la mañana, ya para las cinco estaba de regreso. Preparaba todo, llevaba a sus hijitos la escuela bien bañados y almorzados. Se dormía hasta el mediodía y luego recogía a los chamacos, les daba de comer, les arreaba las tareas, hay como Dios le daba a entender, limpiaba la casa, ponía la lavadora, en chinga todo el día, y de vuelta, a dar de cenar, acostar a los chiquillos y a jalar. Poco a poco se fue alivianando de fondos, pero el amor le dio un revés. Un día le quiso dar la sorpresa al marido que seguía en el bote, y nada, el pelado ya tenía quien lo visitara y hasta dos veces por semana. Eso le rompió todito el corazón. A la Paty no le quedó de otra y siguió adelante, por sus hijos y como le digo, era buena mujer, siempre se condolía de los más jodidos, ahí en el edificio seguido le daba un taco a doña Mica y hasta le traía las pastillas pa’la azúcar. La cosa se desbarató cuando conoció al pinche Goyito. Hay si se regó la manteca. Un viernes que tocó quincena el pelado estaba tomando en el bar desde muy temprano, ya por eso de las doce andaba bailando con Patty, y de repente se soltó llorando, le aventó un choro de que el diablo lo había tentado y lo había llevado a ese lugar de perdición y que el pecado los estaba abrasando y no sé qué tantas pendejadas más. Se fueron a una mesa y le siguió con el rollo de la salvación y cosas desas y terminaron llorando los dos y al día siguiente la llevó al templo, le rezaron y le cantaron y que le pusieron las manos en la cabeza ¿y que nació de nuevo tu? Qué sintió muy bonito, bueno eso me platicó. La muy pendeja le llevó todas sus joyitas al pastor, que se las iba a entregar al templo. A ella la sacaban de apuros cuando las empeñaba, pero ya ves, con eso que fueron compradas con dinero de pecado… Quemó todas las estampitas de santos que tenía y quebró al señor san José y la santa María…  y al niñito dios, tan chulo que estaba el pobrecito.
Nunca volvió a La Valija, ni por su último sueldo, por eso del pecado. El pinche Gregorio le prometió matrimonio, le dijo que la iba a ayudar con sus criaturas mientras ella encontraba un trabajo decente, que no se preocupara de nada, ora sí que le bajó el cielo y las estrellas. Y a la ora de ora, nanai, se le cuartió como jarro mal cocido. Todo se le fue para abajo, se metió a trabajar a la maquila, se aventaba hasta doce horas por turno y no sacaba ni para la renta, sus chamaquitos pasaban los días solitos, mal comidos y batallando. Por eso yo no la culpo. Los culpables son el pelado que la sonsacó y los aleluyos, que no fueron pa tirarle un cinco en su necesidad. Ella se sintió acorralada. Y sí, se metió al templo y robó, y sí le puso su madrazo al pastor, pero no era pa matarlo, es que el hombre no quiso devolverle sus joyitas y de pilón quería entregarla a la policía. Cómo cree señor Juez, ella no puede caer a la cárcel, imagínese, quién va a cuidar a sus hijitos si ella no está.
Yolanda Montemayor
 
PSICÓPATA   
 
Una investigación ardua nos llevó al asesino. El primer oficial abrió la puerta con el ariete. Dos más entraron apuntando sus armas asegurando el lugar. En el comedor la escena era dantesca. El hombre, emulando al Dr. Lecter, paladeaba un bocado de carne mientras acariciaba la mano cercenada de su novia que aún llevaba el anillo de compromiso. No opuso resistencia, sólo limpió su boca y parsimoniosamente colocó la servilleta en la mesa.
Los agentes que registraban la cocina salieron conmocionados. Dando arcadas y sonidos nauseabundos abandonaron el lugar. Mientras yo, perito forense, entro con mi cámara fotográfica para levantar el registro de lo encontrado; 1.- Refrigerador pequeño repleto con partes humanas, “clic, clic” 2.- Sobre la barra una botella de vino y un descorchador, “clic, clic” 3.- En la estufa un sartén con tres trozos de carne cocinados, seguramente de ella, “clic, clic”  
¿Qué mierda hay que tener en la cabeza para matar a tu prometida y comértela? ¿En qué se convierte un hombre cuándo pasa esos límites?
¡Sale!, aún está tibio el sartén y la verdad esto no se ve nada mal ... de hecho huele muy bien.
Mejor sigo mi chamba, luego se me hace tarde.
 3.- En la estufa un sartén con dos trozos de carne, “clic, clic”

 

 

Yolanda Montemayor
 

 

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Originaria de Monterrey, Nuevo León, México. Labora como Terapeuta Familiar. Es miembro del Taller Literario El Nudo y pertenece al selecto grupo de Escritoras del Norte de México.
Ha participado en:
Certamen Internacional de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), publicando los poemas; Luna y Cielo de Infancia en la Antología Letras Vivas 2013.
Primer Encuentro de Escritoras Nudistas (mayo 2013)
Letras y Performance II (noviembre 2013)
Ciclo de Escritores Emergentes (febrero 2014)
Ciclo Escritores en su Tinta (junio 2014)
Segundo Encuentro de Escritores Nudistas (agosto 2014)
Letras y Performance III en el Marco de la Feria Internacional del Libro (octubre 2014)
Ciclo La Fama Conboca. (octubre 2014)
Ciclo Días Feriados FIL (Feria Internacional del Libro) (octubre 2014)
Sopa de Letras Femeninas (marzo 2015)
Jornadas Literarias “Las Palabras Estallan” (marzo 2015)
Ciclo Escritores Emergente Capitulo II (abril 2015)
 
 
 

 

HILDA YOLANDA MONTEMAYOR G. -MÉXICO-