MARIO BERMÚDEZ -COLOMBIA-

Soy eterno aprendiz de escritor y poeta, de rancia estirpe rola, nacido a mediados del siglo XX en la fría Bogotá, Colombia, en donde puedo compartir esa simbiosis producto de las épocas parroquiales, el mundo en transición con el abrumador modernismo de la computación y la informática. Desde casi niño incursioné en el mundo en las letras, más como un hábito imperioso, fatigante e ingrato, cosas que también lo pueden hacer a uno feliz. He escrito algunas novelas, muchos relatos, y en los momentos de la súbita inspiración, ya en el recuerdo, ya en la pasión y ya en la imaginación, algo poesía.


Por autoedición, destaco mis títulos: El Mito Humano, una visión psicosocial de la historia de las religiones ariosemíticas. Suicidio al atardecer, Breve historia de la guerra de los Mil días en Colombia, La huella perpetua, entre otros. En poesía suelo utilizar títulos tan insólitos con palabras de un mal invento, como Tríptico Pléctrico, Pristinaciones Numénicas y Pentagrafía Estróica. Seguimos en la briega de la pluma hasta que el camino termine.

 

Pueden ver y adquirir mis libros publicados en autoedición en: MARIO BERMUDEZ EN AUTORES EDITORES>>

 

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Desde marzo de 2015 comencé la ilusión de hacer felices a los autores de las redes al publicarles sus sueños literarios, sin más retribución que, algunas veces, el agradecimiento o el mudo silencio de que se cumplió con un propósito con seres ajenos cuyo único objetivo de distante unión es la literatura. Con este objetivo creé la Revista Literaria Trinando.

 

Por otro lado, he vuelto a tener mi primer dominio con el fin de compartir descaros e ilusiones: http://www.alcorquid.com/. Les invito a visitarme en este rinconcito virtual de la palabra.
 

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PÁGINA 20

 

 LEGADO 43

 
Como si nunca le ocurriera nada, habían visto al profesor Eneario deambular meditabundo y solitario por las calles de la ciudad, y hasta alguna vez, en una actitud incomprendida, se había liado a físicos bofetones con otra de las eminencias ocultas que, capa en mano, solían sentarse en uno de los bancos del que fuera el Parque de Nariño, hoy convertido en las multimillonarias e informarles Galerías de San Victorino. Aquella vez, con una actitud metódica, resultaron revolcándose en el piso y profiriendo insultos risueños que hacían emitir sonoras carcajadas a los transeúntes, quienes no atinaban a separarlos, sino que, por el contrario, se divertían como los rapazuelos de los suburbios cuando jugaban a los perseguidos por entre los tupidos bosques del sur que la civilización tranquilamente exterminó o depauperó. Aquella vez se levantaron, como impulsados por un magnetismo solar, se quedaron mirando sorprendidos, como cuando se descubre un mundo nuevo e ilusorio, y, movidos por un impulso ignoto, terminaron dándose la mano y luego un acerado abrazo que casi los vuelve a lanzar al piso. Se hicieron amigos inseparables, pero lo importante de aquel encuentro lejano, radica en que se convirtieron en mejores colaboradores.


Parecían los relojes que miden el tiempo, las virtudes y las desgracias, pues por lustros soñolientos, los ciudadanos que se dejaban abatir por los prístinos impulsos de la civilización, los tuvieron como punto de referencia para tomarle el pulso a los acontecimientos de la ciudad. Ellos se sumaron a los héroes sin nombre de pila como Pomponio, El Bobo del Tranvía, La Loca Margarita, entre otros, personajes que terminaron sucumbiendo en el horripilante delirio de la miseria y la violencia que impulsaba hacia la ciudad hordas incontenibles de inmigrantes esperanzados en construir una vida digna y opípara delante de los cerros tutelares, pero que terminaron por remover sus faldas con ranchos destructores y caminos de sentina, y por lanzar a los párvulos a corretear por el Centro a procurarse el sobrevivir diario con raponazos de carteras y atracos de esquina.


Pero ellos estaban ahí, o allá, y aun cuando nadie los veía durante los últimos tiempos del Apocalipsis, sabíamos de su existencia, y el maestro Eupino ya había publicado unos cuadernillos, ni él mismo se atrevía a llamarlos libros, en donde relataba la inverosímil historia de que Bochica todavía existía  y que no solamente se había limitado a construir, en una impresionante obra de ingeniería, el Salto de Tequendama, después salto de la muerte y ahora de la contaminación, sino que había barruntado la llegada de los malsanos conquistadores con sus epidemias de avaricia y destrucción, por lo que en medio de un sueño premonitorio decidió seleccionar a los mejores hombres y mujeres de la comunidad chibcha y se internó con ellos detrás de un cerro en donde, después, construyeron un santuario al nuevo dios, que ahora veían caído y aporreado, mientras las divinidades indígenas aún se pasean dignas, altivas e incólumes por los cielos aunque no sigan llamándose Chía y Xué. Lo cierto es que muchos aseguran haber visto estrellas perdidas que buscan su ruta merodeando detrás de los cerros de Monserrate y de Guadalupe, pero los sensatos aseguran que son fenómenos naturales inexplicables, o espejos que la atmósfera forma al condensar pequeñas masas de aire con temperaturas más elevadas que las del ambiente circundante, y que, por tanto, son capaces de reflejar la luz  y de desplazarse a velocidades, en apariencia, muy rápidas.


Ciertamente que ninguno se ha atrevido a darle credibilidad alguna a los cuadernillos del maestro Eupino, y sólo consideran que él apenas es un escritor de pacotilla, deschavetado por su encierro al lado del profesor Eneario, que por cierto no dejaba de suscitar comentarios y burlas torcidas a sus espaldas, pero que de frente sale a relucir la hipocresía cachaca para decirles con toda solemnidad y respeto: “Profesor Eneario. Maestro Eupino”. Ahora, para la mayoría es mucho más fácil imaginar, o creer, que detrás de los cerros orientales hay un ovniódromo o una estación espacial de extraterrestres venidos de donde la Teoría de la Relatividad no les permite salir. En la teoría, fantástica o no, del maestro Eupino, se aduce que Bochica y su nueva cultura chibcha no desean dar muestra alguna de su existencia, no por atrasados, sino por prudentes, ya que no quieren contaminarse de la herencia carnavalesca y violenta de los hombres que un día llegaron de Hispania, y que en un acto de pervertida ignorancia terminaron llamando indios a los americanos. Además, Bochica no está interesado en convertirse en el Mesías  atómico para redimir a lo que se hunden irremediablemente en los abismos pestilentes de la desgracia y la autodestrucción, pues para él lo importante es su propio destino, puesto que ha logrado forjar una especie nueva, digna y veloz, vestigio de la cultura chibcha, pero en donde se ha conseguido transformar las pasiones propias del hombre que constituyen  el polo inverso que lo conduce a su desgracia. El maestro Eupino en sus tratados de “El Misterio de las Montañas Sagradas”, asegura que la teoría de Bochica no es en ningún momento mística, porque lo místico, según él, hace al ser humano inmoral, hipócrita y cruel, pero nunca faltan los que piensan que el maestro Eupino es un eón, o algo así, de las creencias cósmicas, gnósticas o universales, y se empecinan en inducirle a que funde una religión, así como lo hizo antaño Maniqueo, quien sí, verdaderamente, fundó una.


Al profesor Eneario y al maestro Eupino fueron de los pocos que el urbanismo cúbico no los pudo desterrar de las hermosas casas coloniales de La Candelaria, y, aunque tuvieron que luchar denodadamente para no permitir su destierro, lograron ver la llegada de la restauración y de los mimos, poetas, cronistas, teatreros, cinéfilos, y hasta de los gomelos de las universidades aledañas, que más se preocupan por vestir bien, andar en automóvil, hacer gala de sus teléfonos celulares y sentarse en los andenes a consumir licor, mientras apenas conocen las aulas y las materias de nombre. La casona de los sabios, como dicen con terco eufemismo, ha permanecido altiva por varias centurias, pero ellos no han permitido que nadie cruce más allá del vestíbulo principal. Atrás queda un hermoso patio con arbustos y plantas silvestres, que antes llamaban solar, y una puerta con un arco griego importado directamente de las ruinas de Atenas por un oscuro devastador cuyo nombre permanece en silencio. Se sabe que es la entrada al estudio y laboratorio de los sabios, y que son muy pocos los privilegiados que han logrado penetrar allí, aunque no faltan las malas lenguas esotéricas que dicen que los visitantes de los doctos han muerto víctimas de la maldición de Bochica, sin entender que lo que verdaderamente los ha matado es la senectud, la inseguridad y la contaminación. Sucede que a los sabios la vida los convierte en legendarios y, por consiguiente, en seres ácronos incapaces de padecer los efectos  del tiempo y hasta del amor. Por eso mismo, el profesor Eneario y el maestro Eupino han vivido en el tiempo imaginario todo lo que han querido, y seguramente, pasarán incontables generaciones de magnates y desarrapados, y ellos estarán metidos entre el cronos inmodificable, entre un tiempo circular que no los aleja del centro, al contrario de nosotros que vivimos en un tiempo lineal que nos retira del punto de partida hasta matarnos sin remedio alguno. Verdaderamente, aquella envidiable condición los hace fantásticos y eternos, y por eso el profesor Eneario asegura que, contraria a la Teoría de la Relatividad, en donde el tiempo y espacio conforman una sola dimensión, existe la Teoría del Tiempo Circular, en donde el tiempo y el espacio son, también, una dimensión pero que no se sustenta en un espacio curvo sino en una existencia cúbica, total que recurre a magañas para hacer comprender la realidad virtual a sus seres. Bueno, eso leí en los cuadernos del maestro Eupino, en donde se explica la teoría del profesor Eneario. Y, más adelante, explican que la existencia es como un lago cuya superficie es plana, por supuesto, pero que sobre ella genera ondas que al expandirse gestan la sensación del tiempo, pero que en su interior el lago permanece inmodificable, aunque las ondas se expanden, sin salirse del límite porque físicamente no pueden. “Todo está ahí, sin tiempo y sin espacio”, dicen, “Sólo que nosotros necesitamos de esa sensación que se hace real y física para dar un sentido a nuestra existencia, por eso cada ente posee su propio tiempo”. Basado en la Teoría del Tiempo Circular, el profesor Eneario se ha atrevido a decir que es posible el viaje al interior de un átomo.


Como podrán ver, realmente estamos enfrente de un par de genios, que aunque nos parezcan tremendos orates, sus razones de peso deben tener en todo lo que aseguran, pies nadie duda que metidos entre ese tiempo circular que exponen, y que la comunidad bochiquiana ya conquistó cuando los invasores quemaron el Templo Sagrado de Sugamuxi,  porque se ha hablando de ellos durante tiempos sin memoria, y han terminado por confundirnos, como antaño confundieron los antiguos sabios con sus teorías y descubrimientos. Realmente, siempre andamos imaginando que la ciencia es una magia irrevocable y que su práctica se convierte en religión, y no dejamos la fea costumbre de dogmatizar todo, como si el universo no tuviera su dinámica todavía incomprensible. Pero lo más triste es que si el ser humano mata hasta sus propios dioses, es capaz de matar infinitas veces a sus semejantes cuando éstos se salen de la red que la sociedad nos ha tendido. Así que la ficción es una manera de explicar algo, de acuerdo al entendimiento del momento, y lo fantástico es el vuelo de la imaginación hacia una futura realidad. Ícaro se chamuscó las llamas cerca del sol para que los transbordadores espaciales, hoy día, se paseen como aves circundantes por el espacio.


De vez en cuando bajan por la calle empinada hasta la Plaza de Bolívar, sin que en realidad nadie sea capaz de escudriñar todo el caudal de riqueza y estudio que se esconde allí, y al que nadie ha querido atender, porque, de lo contrario, serían premios Nobel de algo. Pero no, ellos han preferido sus tareas solitarias a cambio de los cócteles, las conferencias, las visitas a palacio o al parlamento, y han rechazado los horrendos y opulentos ropajes de la hipocresía envuelta en paño inglés, y por eso no tienen un galardón, mientras la prensa apenas los muestra en una fotografía en donde le echan de comer a las palomas enfrente del Capitolio Nacional, comparándolos con los personajes que fueron símbolos de la ciudad en el pasado. Ellos permanecen impasibles al lado de las palomas, sin siquiera ojear hacia el Capitolio, porque saben que allá adentro todos se llenan de condecoraciones, hacen discursos ya desgastados y se revuelcan entre el cieno de sus amargas vicisitudes para fortificar la coyunda de los intereses prohibidos. Ellos continúan entre el tiempo circular, mientras el resto nadamos entre la teoría de la relatividad que impera en la configuración de nuestro universo.
Nadie los vio morir, pero muchos aseguran que desapreciaron, aunque los más entusiastas creyeron que el profesor Eneario y el maestro Eupino se fueron con Bochica, el señor que habita el mundo subterráneo detrás de los cerros de Monserrate y Guadalupe. El Tiempo apenas tituló en un lugar recóndito que los sabios habían muerto, y hasta les inventaron unas honras funerarias tristes y desoladas a donde ninguno había asistido porque ellos no tenían a nadie en este mundo. Verdaderamente, la historia del profesor Eneario y del maestro Eupino parece sucumbir en un laberinto de contradicciones y oscuridad en donde la verdad siempre se pierde para los ignorantes. Si no hay peor ciego que el que no quiere ver, no hay peor ignorante que el que no quiere saber. Por eso mismo, movido por ese impulso sempiterno  e inmodificable de la curiosidad, decidí saltar la tapia de la casona de los sabios e internarme por el maravilloso dédalo de lo insospechado.


Confieso que tuve miedo, pero en un acto en donde mis deseos de conocimiento se sobrepusieron, comencé a escudriñar en medio de una noche fría en donde la llovizna fingía un silencio que atormentaba los oídos y la propia existencia  Ya estaba adentro de la casona y hasta sentía que los fantasmas del profesor Eneario y del maestro Eupino me espiaban compasivos. Deambulé por la primera planta, y un olor profundo a un guardado dulce invadía el lugar. Comenzaba a defraudarme porque no encontraba nada extraordinario, fuera de un lugar bien cuidado con unos muebles antiquísimos que parecían pertenencias de un lejano rey europeo, cuyos descendientes sucumben entre la podredumbre de las realezas sobrevivientes deambulando en el erial de un destierro perenne. “¡El solar!”, me dije. Sí, el solar del que tanto se rumoraba y en donde debía estar el laboratorio y el estudio de los sabios desaparecidos. Abrí una puerta, crucé un zaguán y alcancé el patio trasero, en donde la noche estaba más próxima y mojada. Atrás, entre los arbustos y las plantas silvestres, vi la puerta, y de inmediato sentí la picazón del entender y la ilusión. “Allá está”, pensé. Caminé, embarrándome los zapatos y salpicándome el pantalón, hasta que empujé la puerta. Adentro estaba oscuro, y un olor penetrante escapaba como el halo imperceptible de un espectro. No encontraba el interruptor y por eso tropecé contra algunos objetos que no pude identificar plenamente. Encendí la linterna, única herramienta y arma que había llevado consigo en aquella descabezada e insólita aventura. Por fin, en medio de una agitación  que me perturbaba, vi el interruptor a medio adherir en la pared descascarada por el tiempo y la humedad. Corrí presuroso y prendí la luz. Una bombilla amarillenta destiló un haz frágil pero suficiente para iluminar aquel extraordinario mundo.


Realmente sufrí aquella vez mi primera decepción. El recinto apenas tenía unas cuantas mesas destartaladas, con algunas pipetas, mecheros y un vetusto microscopio que era víctima de la herrumbre. A un lado estaba un estante con algunos cuadernos y libros empolvados. Sentí que los gigantes se desmoronaban ante mis pies sin convertirse en ave fénix. “Todo es una apariencia”, me dije. Ellos habían muerto como humanos comunes, y su vida no había sido más que la de dos hombres extraños y pintorescos, cuya única contribución a la ciudad era pertenecer al prontuario de los personajes que hicieron las historias cotidianas de distracción y mofa a sus conciudadanos. Sin embargo, esperanzado en encontrar algo, esculqué entre los pocos libros y cuadernos de la estantería, pero no encontré más que apuntes  en su mayoría indescifrables, como si estuvieran escritos en jeroglíficos egipcios o en la escritura cuneiforme de Sumeria. Lo único que me llamó la atención fue que en varias partes vi que estaba escrito en castellano y de una forma muy clara: “Legado 43”. ¿Qué sería? ¿Una clave o dos destinos?... Vaya a saberlo quién. Empero, no me resignaba a encontrar el mundo deslumbrante en el primer intento y a primera vista, pues el conocimiento se nos presenta cabalístico, y por eso lo hacen magia, se nos muestra oscuro e indescifrable, y, por tanto, debemos aportar nuestro ingenio para  descifrarlo y nuestro entendimiento para darle luz. Yo mismo era el primer iluso que llegaba a imaginar que el profesor Eneario y el maestro Eupino, como dos vulgares mortales, se habían atrevido a dejar todos sus tratados y descubrimientos en el mundo normal de un laboratorio terrestre ubicado en La Candelaria. Legado 43. La palabra y el número comenzaron a dar vueltas vertiginosas entre mi cerebro demarcado por los lindes de la duda, la esperanza y la certeza.


Volteé a mirar más atrás, y, entonces, vi otro estante, pero vacío. Me acerqué precipitado, arrastrando conmigo dos enormes frascos que cayeron al piso envueltos entre el fragor de su propia destrucción. Detrás del estante, en la pared, se veía un cuadro bastante curioso. Era una pintura de Bochica al lado del Salto Tequendama, y debajo de la misma estaba signada una inscripción borrosa en donde se leía “Legado 43”. Comenzaba a inquietarme por el tal Legado 43 ese. ¿Qué podía ser? Metí las manos por un entrepaño del estante y retiré el cuadro y, entonces, pude ver como una especie de llave en la pared. De inmediato recurrí a los recuerdos de las novelas en donde detrás de las pinturas siempre se escondía un secreto, y por eso moví la llave. El estante chirrió y la pared comenzó a moverse lentamente: era una puerta escondida. ¡Tal como en las películas! No había duda, detrás del anaquel existía un pasadizo, y llegaba a temer que era el camino por donde los sabios han debido desaparecer, entonces, en medio de una plomiza excitación, corrí definitivamente el estante que impedía el paso, y me introduje por la puerta secreta. Era un pasadizo  oscuro, construido con paredes pulidas, asunto que divisé al enfocar la linterna hacia el interior. Entre el temor y la felicidad terrena comencé a devorar el túnel, mientras la travesía a un mundo definitivo y nuevo se me hacía extenuante y nueva. Quise olvidarme del tiempo y del espacio, por eso anduve sin tiempo ni  espacio, con el corazón acelerado entre unas manos temblorosas e inundadas de un sudor diáfano y salubre. No sé cuánto tiempo anduve, hasta cuando divisé, por fin, una luz que explotaba a borbollones desde un portón de metal. Me estrellé en aquel precipitado lugar contra el sello infranqueable que se oponía iracundo ante mi paso. No había ningún accesorio secreto que me permitiera abrir el portón.


Después de que casi me sentí derrotado y dispuesto a retornar, sin que yo insistiera más, el portón se abrió repentinamente, y su luz se mostró más disimulada. Entré. Estaba en medio de un recito circular y subterráneo debajo del Chorro de Padilla. Su luz era potente, pero no emanaba de ningún foco visible, sino que todo el ábside del aposento tenía una iluminación propia y total, como si el acrílico opaco del techo estuviese en contacto directo con el exterior sin fluctuaciones de intensidad lumínica. El piso estaba construido en piedra hermosamente pulida, y el recinto semejaba un teatro griego pero sin ruinas. Había unas esculturas preciosas de diferentes tamaños en forma  de ruedas anchas y esferas de piedra y obsidiana. Allí sentí la soledad más intensa y confusa, pero comenzaba a corroborar las teorías de los sabios, ya que todo me hacía presumir que estaba en los umbrales al mundo de Bochica, que  ellos habían mencionado en sus tratados. Fue allí, en ese apócrifo y maravilloso lugar, en donde tuve la mágica revelación en el preciso momento en que el profesor Eneario y el maestro Eupino se presentaron delante de mí con la apariencia de dos seres extraterrestres.


Supe, entonces, que ellos habían viajado a la ciudad subterránea de Bochica, a donde ningún mortal común podía entrar. Me contaron que ellos se habían convertido en el enlace entre nuestro mundo capitalino y el mundo maravilloso y desconocido en donde lo importante no era la extraordinaria ciencia y tecnología, sino las consciencias que las generaban. Me relataron que Bochiquenia era un mundo subterráneo, en principio ubicado dentro de una oquedad prehistórica e inmensa que había quedado debajo de los cerros, mucho más allá de aquel recinto, cuando allí estaba el venero que formó el inmenso lago de Teusacá, el mismo que, luego, Bochica desecó al construir el Salto de Tequendama, con el fin de formar las hermosas tierras de la sabana, y entregar a los chibchas el primer cimiento de su civilización. Del mundo de Bochica los habían llamado para aprovechar las investigaciones que los sabios realizaban sobre el Tiempo Circular, teoría que, según ellos, hacía posible viajar directamente al átomo, por ejemplo, sin necesidad de recurrir a los microscopios de campo ionizado. Desde hacía mucho tiempo venían esbozando una serie de posibilidades hipotéticas  que eran virtualmente imposibles de realizar en el viejo laboratorio de los sabios. Tiempo atrás, ellos habían tenido los primeros contactos con los habitantes chibchas de aquel reino subterráneo a través de prístinas apariciones que los sabios confundieron con los fantasmas descabezados que deambulaban por las noches en la Candelaria, y que otros confundían con los extraterrestres en persona. Había que preparar el camino porque, a pesar de todo, ellos eran sabios, pero igualmente humanos, como el resto de los pobladores de la superficie, y aún no tenían el dominio pleno sobre las pasiones que en el mito gnóstico el Demiurgo había introducido a los hombres para hacerle contrapeso al intelecto y no permitir el desarrollo pleno de la humanidad. Debido a esas maléficas pasiones, los hombres apenas han podido avanzar unos cuantos años en el tiempo cósmico, mientras los seguidores de Bochica se transforman en la raza del intelecto puro, capaz de comprender, amar, tolerar y recrear, mientras nosotros vamos camino a la destrucción. Sin embargo, me comentaron los sabios, algún día el legado de nuestro intelecto se fundirá con los nuevos seres que darán origen a una especie nueva y cibernética, infinitamente mejor.  Pues toda la ciencia del hombre, me aseguraron, está encaminada a nuestro reemplazo por hombres nuevos que poseerán un intelecto puro y que tendrán un organismo cibernético capaz de sobrevivir en contra de los avatares cotidianos del tiempo y del destino. Es el ínterin entre el Homus Bellis y el Homus Intellectis.  Por eso la razón de las investigaciones genéticas para crear cuerpos más resistentes y duraderos, de ahí los avances en el campo de la informática para erradicar todas las limitaciones del cerebro humano, y reemplazar la energía obtenida de los alimentos por un consumo mínimo, pero poderoso, de otras fuentes energéticas. Por eso el hombre actual  profundiza sobre el estudio y las técnicas de los trasplantes de órganos o su correspondiente reemplazo por aditamentos electrónicos.  Las palabras de los sabios luchaban contra mi instinto de humano pero se afincaban con esperanza en la parte noble de mi intelecto. Por eso lo importante no es la ciencia, sino la consciencia que la genera, me repitió aquella vez el profesor Eneario.


Asombrado supe que la civilización maya en Centroamérica también había desaparecido cuando descubrieron, en su tiempo circular, que el continente estaba próximo a ser conquistado por los europeos. En muchos aspectos, la cultura maya era más adelantada que la del Viejo Mundo, aunque no se habían consagrado a la fabricación de las armas porque no intentaban someter  ni descubrir a nadie. Los elegidos huyeron hacia el mar para convertirse en la primera civilización subacuática, y como la biología es extremadamente lenta para adaptar genéticamente a los seres a nuevas condiciones de su entorno, los mayas desarrollaron una impresionante tecnología de burbujas capaces de extraer el oxígeno puro del agua marina. De la misma manera, aprendieron que las algas poseen la mayoría de los nutrientes necesarios para procurarse una vida sana y longeva, aparte de que aprovechan el resto de animales marinos para complementar su alimentación. La energía la obtienen de las potentes corrientes marinas que no necesitan embalses, y de reactores a base del hidrógeno que queda libre al separar los elementos del agua. Pero lo fundamental de los mayas actuales es el cultivo del intelecto puro que a través del tiempo ha sido cernido de las pasiones humanas, y, al igual que los muiscas subterráneos, no están interesados, por ahora, en tratar con los seres externos que los pueden contaminar con el virus del odio, el poder, la avaricia, la envidia y la guerra. Por último, los sabios me contaron que las dos culturas mantienen vínculos importantes, como antaño, lo que los fortifica en cuanto a la realización de sus metas, y por eso muchos han visto ovnis  sobre el  Triángulo de las Bermudas y sobre los cerros orientales de Bogotá. Estas naves poseen un diseño que atrapa la luz y no la deja escapar, por lo que la mayoría de las veces se hacen invisibles para los ojos humanos. Muchos recordarán que hace algunos años un hombre relató que había viajado con los muiscas, a quienes confundió con extraterrestres, por la sabana. Sorprendentemente, algunos delegados de las dos civilizaciones se mimetizan tranquilamente, con documentos auténticos y todo, en los aviones comerciales, tal como si fuesen humanos belicosos. De la misma manera, trazas de comunidades incaicas y aztecas se han unido a las culturas de avanzada, pues, como se sabe, estas dos culturas fueron arrasadas de la faz de la tierra por la cruz y la espada de los conquistadores. Las últimas investigaciones de los pueblos  ocultos están en vías de lograr vehículos ínter espaciales capaces de funcionar con la súper energía del neutrino, aparte de la nuclear, mientras la Nasa apenas ha colocado un vehículo en Marte recientemente, con la esperanza de allanar un ámbito remoto que lo libere de la destrucción que el hombre le está causando a la Tierra, si  antes no toma consciencia de que él tan sólo es un legado entre el baldón y la luz, o si no rescata el ancestro indígena de equilibrio entre ciencia y entorno.
Igualmente, me explicaron algo sobre su Teoría del Tiempo Circular, que, según ellos, es total, mientras la de la relatividad es de configuración, es decir, apenas aplicable al universo conocido, partiendo desde las partículas subatómicas hasta los bordes de las meta galaxias. También me explicaron que el universo es físico, que está constituido por materia o energía, según Einstein, pero que la totalidad de la existencia  que se asimila al gran lago cúbico en donde no hay tiempo ni espacio, sino las ondas de infinitos corpúsculos que configuran los universos, el componente absoluto es la nada, nitrvnâ, y por eso todo lo conocido tiende hacia ésta, es decir, hacia su fuste. No dejaba de sorprenderme y de enmarañar mi cabeza como en una terrible pesadilla. Partiendo de este supuesto, vemos que hay espacios cuasi infinitos entre el núcleo y los electrones, por ejemplo, me aseguró el maestro Eupino. ¿Qué componen estos espacios? ¡Me sorprendí enormemente!  ¡Nada!, respondió el sabio. Cada objeto que conocemos está constituido por partes, y entre esas partes hay nada... ¿Ve?  Todo tiende hacia la nada aunque parezcamos que somos algo. Así que como el sueño de la piedra filosofal de los alquimistas se hizo realidad en los aceleradores de partículas, estamos intentando arrumar las partículas subatómicas para hacerlas infinitamente más diminutas y cercanas entre sí, cosa tal que un hombre montado en un vehículo espacial podría ser mucho más pequeño que un átomo normal. De esta manera viajaría por un sistema solar semejante al nuestro, y las nociones de tiempo y espacio serían diferentes para nuestra realidad pero iguales para los supuestos viajeros. Ellos verían el núcleo como el Sol, a los electrones como los planetas y a las otras partículas como mesones, verbigracia, como satélites y a los neutrinos como cometas que atraviesan el sistema, y todo dentro de un tiempo normal para ellos. Pero si nosotros pudiéramos verlos a través del microscopio, los observaríamos a velocidades inmensas en tiempos infinitesimalmente pequeños. Veríamos partículas subatómicas, los cometas de nuestros viajeros, desintegrarse raudamente, aunque actualmente las identificamos por las huellas que dejan, ya que observarlas  directamente  es un imposible. Los viajeros al átomo ya pertenecen a otra  subconfiguración y por eso interpretan su realidad de acuerdo a las leyes de ésta, en donde, obviamente, existe su propio tiempo y su propio espacio, aunque estoy hablando de un ejemplo, porque el átomo es el primer pilar de la configuración de nuestro universo conocido y sus cánones deben estar todavía sujetos  a las leyes generales de nuestro mundo. En general, cada parte y subparte de la existencia es una configuración del único gran lago cúbico, que como es nada, no tiene límites y, por tanto, carece de espacio, y que como no tiene tiempo, no puede ser finito ni infinito, pues simplemente es.


Hoy día no hago sino meditar sobre las revelaciones del profesor Eneario y del maestro Eupino que oscuramente habían sido esbozadas en sus tratados que jamás quisieron llevar a los congresos internacionales, primero porque por allá siempre imaginan que nuestras tierras suramericanas no son capaces de dar  sabios, y porque su interés se enrumbaba hacia otros destinos, mientras que era mejor que los siguieran comparando con los locos pintorescos de la ciudad. Prolíficamente no queda más que asombrarme por la revelación que habla sobre lo que antes para mí era un simple mito: El mundo subterráneo de Bochica que muchos confunden todavía con una base interplanetaria en donde despiadados seres orejones y verdes, al igual que los conquistadores, nos acechan para caer sobre nuestra civilización  a someternos y robarnos los tesoros que bajo el signo de la sangre hemos robado y ocultado en los lugares del despecho y el infortunio. Como las usamos, las imaginamos. Allá atrás están, pero debajo, pienso ahora que miro a través de la montaña hacia los cerros de Monserrate y Guadalupe, su mundo, aunque técnico, no es como personalmente lo concebimos, sino que el cambio comenzó en el preciso momento en que Bochica previó la llegada de los conquistadores, seleccionó a los chibchas, y aprovechando su sabiduría fueron a ocultarse del oprobio allá detrás en donde hoy día su civilización subiste en medio del progreso y la paz , y a donde fue a parar el profesor Eneario en compañía del maestro Eupino. Verdaderamente debe ser un mundo maravilloso en donde la tecnología les procura un ecosistema propio y sano, pues inventaron una  técnica para que el oxígeno de los árboles del  bosque de atrás de los cerros pueda ser aprovechado por la Bogotá subterránea. Aprovechan la energía cinética ya que cada movimiento o contacto la genera, y crearon un reactor capaz de aprovechar las interacciones atómicas y moleculares de la corteza terrestre, y que convierte las corrientes de agua subterránea en el vapor que mueve las poderosas dinamos, logrando así un cuasi perpetuo movile, ya que el vapor empleado se recicla por medio de la condensación para su ulterior aprovechamiento. Para los usos más especializados, se está investigando la energía neutrínica,  que resulta viable puesto que estas partículas presentan un grado débil de interacción en las profundidades terrestres y, por consiguiente, susceptible de ser atrapadas. La alimentación se la procuran de los cultivos microbióticos y mutágenos de plántulas, gusanos y lombrices  ricos en proteínas, vitaminas, fibra y carbohidratos, y cuya generación es veloz, prolífica e imperecedera, aunque para los organismos cibernéticos se utiliza la energía electrónica, lo que reduce la necesidad del alimento biológico y, por ende, la contaminación de los desechos que, sin embargo son aprovechados en el ciclo de los micro cultivos. Por ejemplo, existe una variedad importante de hongos que, como se sabe, no requieren para su desarrollo de la luz, y que son cultivados en los depósitos de reciclaje semisólido, en donde el agua se separa por medio de filtros naturales y, posteriormente, por filtros artificiales en donde se obtienen excelentes resultados con descargas eléctricas controladas. De esta manera su ecosistema interno aprovecha con equilibrio la doble vía casi en un cien por cien. Pensé que todo aquello se transformaba repentinamente en un sueño imposible de donde no podía despertar, y  entonces, casi asustado, les pregunté aquella vez: ¿Y la materia prima, como los metales, por ejemplo, de dónde la obtienen? Sencillo, me contestó el profesor Eneario, muchos han visto a los ovnis merodeando cerca de las minas de los hombres. Quedé mudo y fascinado.


 Pero no se trata de hacer una exposición de la revelación de los sabios sobre el mundo de Bochica, sino de alcanzar el progreso y la destrucción de las pasiones humanas en el mundo del intelecto para continuar construyendo los cimientos del hombre nuevo. Cuando esté realmente preparado, seguramente que obtendré la llave para conocer la ciudad subterránea y recibir de parte de los sabios la clave del Legado 43.


 

 

Deseo compartir con los lectores de Trinando, el reconocimiento con VALORACIÓN ESPECIAL, de mi novela LOS DOCE APÓSTOLES, en el XIV CONCURSO LITERARIO 2020 DE EDICIONES OBLICUAS -ESPAÑA-

 

En ella retrato, basado de lo específico a lo genérico, el problema de los mal llamados Grupos de Autodefensa, y se presenta una radiografía de la violencia colombiana con el surgimiento del paramilitarismo, desde un componente psicológico y sociológico. La inspiración surgió a raíz de un sonado caso judicial, en donde en una población, como sucedió en muchas otras, surgio un grupo de autodefensas patrocinado por los terratenientes y comerciantes, con la complicidad de la Fuerza Pública.

 

Pronto les daré noticias sobre la publicación de la novela, puesto que estamos en conversaciones para hacerlo posible.

 

(Portada provisional, diseñada por mí)