ANTONIO REYES CARRASCO -MÉXICO-

PÁGINA 16

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Antonio Reyes Carrasco (Tapachula, Chiapas, 1978) escritor y editor independiente. Creador de Editorial Sophia y responsable del proyecto de promoción lectora Letras con alas. 5 libros de poesía publicados: Un ejercicio de lo absurdo (La Tortillería Editorial- CDMX, 2005) Tribulaciones Efímeras (Editorial Sophia-Chiapas, 2011) Hacia una praxis del error (Editorial Sophia-2014) La muerte nos toma una fotografía (Pinos Alados Ediciones-Baja California, 2017) y Lxs Perrxs del Soconusco (Editorial Sophia-2019) y 3 libros de narrativa: Hiato (Editorial Sophia-Noveleta, 2004) Lo creo porque es absurdo (Cohuiná Cartonera-Cuentos, 2015) y Narraberrraciones Infraordinarias (Editorial Sophia-Cuentos, 2017). Parte de su obra también se ha publicado en revistas electrónicas y en ediciones de plaquettes en Argentina y Colombia.
 
Su primer noveleta Hiato, fue traducida al francés y publicada por Editorial La Marge, en Francia, en 2016.
 
Parte de su obra ha sido publicada en diferentes revistas y medios electrónicos de todo el país y en el extranjero. Tales como la Revista (impresa y electrónica) –Literatura visceral- (Buenos Aires, Argentina) Revista Extrañas Noches (Colombia, Colombia) y Revista Literaria Trinando (Monterrey, Nuevo León) La Piraña (CDMX) y Ek chapat, Revista Transfronteriza (Chiapas/Honduras/Nicaragua) entre otras.
 
Actualmente se traduce al italiano su poemario La muerte nos toma una fotografía y próximamente se publicará en Pinos Alados Ediciones (Baja California) su nuevo libro Absurda noveleta negra.
 
Es corrector de estilo en la revista electrónica Estrépito. Actualmente es agente literario en Chiapas.
 
Melancolía
 
Es el vaho de los cristales en las ventanas de las casas cuando se empañan. Es una hoja cayendo del árbol y vuelve a elevarse por una ráfaga del viento. Es el aullar de la sirena de una ambulancia a lo lejos, en las orilladas de la ciudad. Es las paredes grafiteadas, llenas de tagas y dibujos abstractos. Las paredes con corazones atravesados por flechas y tu nombre y el mío, cuando éramos niños. Es la leyenda de puto el que lo lea y yo siempre la leía, una y otra vez, sin importar qué pensaran de mí. Tú te reías cuando lo hacía, con todos tus dientes de fuera con frenos de ligas amarillas. Luego yo escupiendo también mi carcajada.
 
    Es la nefasta propaganda política intervenida por nosotros, niños perdidos y rebeldes, la pandilla pintando bigotes al candidato del poster, eterno mentiroso del cartel publicitario, eterno farsante, eterno fantoche, con anteojos de aerosol negro. Es los gritos del afilador, de la señora de los tamales, es el ropavejero y el borracho de la esquina. Es el latido del barrio. Tu barrio. Mi barrio. Nuestro barrio: Melancolía.
 
    Es el timbre que se toca y sales corriendo y delante ella, tú, Jessica, fleco de lado y cola de caballo, uniforme de la secundaria aun puesto, carcajadas de emoción y temor inundan la tarde que se va, cuando éramos felices, eternos, o eso creíamos, sólo eso bastaba para serlo. Corriendo por las calles del barrio, inundando los lugares, los espacios, las mismas calles donde ya no estarán los personajes de este cuento, tú, yo, cualquiera, él, ella, nosotros, ellos, ellas, ya no estarán porque tiempo después habrán cambiado de escenario, de caretas, habremos cambiado de roles, de vida. La vida no es un parpadeo, como lo dijo algún poeta canonizado por el sistema. La vida es la bofetada, el puñetazo, el vergazo que te hace dar ese parpadeo.
 
    Sin más preámbulos: el barrio se llama Melancolía. ¿A quién chingados se le ocurrió ponerle Melancolía, a qué pinche irónico, a qué ridículo? Acá acontece la historia, mi historia, la tuya, la de nadie, la de hombres y mujeres como zombis enajenados, como robots con códigos de barras. Pero antes de eso fue la infancia, fuimos superhéroes, invencibles e inmortales. ¿Lo recuerdas Jessica? Acá los ecos, los destellos, el barrio zumbando, me zumba en las venas, pulula en mi cuerpo. Estos son los edificios, las casas observando con sus ojos fríos el andar de todos. Los árboles agitan sus ramas mientras se escucha el crujido de la bestia latente: Melancolía. La noche ya viene y el barrio es un yonqui. Es un yonqui más. Melancolía tiene venas también. Respira día a día, segundo a segundo, noche a noche. ¿Recuerdas las noches en el barrio, Jessica, nuestras noches, nuestro barrio, jugando a las escondidas, besándonos en cada escondite? Y allá, en aquella azotea, un gato se eriza por el relámpago anunciando lluvia, el barullo de la ropa interior colgada en los tendederos, el viento agitándola, las aves surcando el cielo. Allá, en un callejón oscuro, encontraron a un bebé en los botes de la basura, su llanto aterrador y hermoso, dando chingadazos a la muerte, su llanto exigiendo vida, delatando su orfandad. Más allá, un par cruza sus vidas en la cola de las tortillas. ¿Recuerdas la cola de las tortillas, Jessica, cuando te hablé de lo que sentía por ti y por accidente hice que tiraras los huevos del mandado? En otro lado del barrio, un padre empuja a su hijo en el columpio del parque con juegos oxidados y todo está bien, el tiempo se detiene, sólo los dos, no importa nada más, son siluetas barridas en una fotografía.
 
    Este es el barrio y se llama Melancolía. ¡A quién demonios se le ocurrió ponerle así, Jessica! Esta historia es este lugar y su estertor. Sin tiempos, sin pasado, sin presente ni futuro. Bella distopía típica como todas las que suceden en cualquier barrio, en cualquier colonia, en cualquier unidad habitacional. Qué acartonado suena eso, ¿no Jessica?, se lee y suena acartonado: u ni dad ha bi ta cio nal.
 
    Esta historia es la del barrio, sus cables eléctricos, sus postes de luz, sus drenajes llenos de porquería y las personas “civilizadas” que lo habitan. Cielos nublados, atardeceres naranja fuego, lugares comunes, hermosos clichés rompiendo la rutina con su escondido brillo. Porque al fin de cuentas es nuestro barrio, Jessica, era nuestro barrio, fue nuestro barrio. ¿Cuándo nos fuimos, cuándo te fuiste, quién se fue primero?
 
    Amábamos el barrio, pero admítelo, recuérdalo, queríamos salir huyendo, pendejo, pendeja, quien se vaya al último, dijimos, después de haber hecho por primera vez el amor en la toma de agua abandonada, la misma noche de la clausura de la secundaria, a un lado de la caseta de vigilancia. Hacer el amor… ¿te acuerdas que nos reíamos de esa expresión tan pinche, como si el amor necesitara de alguien que lo haga?
 
    [Ahora un respiro un hueco un glitch en la narración porque algo ha sucedido se difumina el barrio los recuerdos se estiran como cuando estirábamos las tardes desnudos en mi cama nunca nos prometimos estar juntos para siempre porque ambos sabíamos de esa falacia amábamos el barrio que nos vio crecer nos vio reír y llorar pero algún día íbamos a escapar teníamos que abrir las alas rotas cada quien por su lado tú serás ese gran escritor que sueñas ser me dijiste y yo seré doctora porque ya me harté de que mi madre viuda lave ajeno que mi tío llegue borracho por las noches e intente meterse en mi cama con ese olor a aguardiente de caña llorabas Jessica llorabas yo te abrasaba te abrasaba fuerte el tiempo se detenía una imagen difuminada tu vestido lleno de sangre tus ojos desorbitados diciéndome mañana me voy acabo de matar a mi tío porque él mi hermanita porque él le hizo a mi hermanita mamá ni nadie me cree que él por eso lo maté y tuviste que huir tú te fuiste primero pinche Jessica te dije que yo lo iba a matar si se atrevía a hacerte algo me hubieras dicho que a tu hermanita ay corazón ya no estamos en los tiempos en los que debemos esperar a que a las mujeres las defienda un príncipe azul dijiste y te fuiste y a los pocos meses me fui yo y dejamos a Melancolía atrás y la verdad no sé si eres doctora y yo no sé si cumplo los requisitos para ser un gran escritor pero este es el hueco en la sintaxis el hoyo negro el agujero de gusano en la narración porque ahora lo recuerdo todo Jessica cierro ahora los ojos Jessica y te recuerdo una vez más con tu cola de caballo tus dientes llenos de ligas y fierros y tú alzándote de puntitas aquella noche bajo la luz de las farolas de la calle de la entrada a Melancolía los perros ladrando empapados por la lluvia torrencial empapados como nosotros empapados como nuestros cuerpos cachondos y nuestras almas puras y nuestro espíritu brillando y las chismosas de los departamentos de arriba riendo y cuchicheando quién sabe qué y tú parándote de puntitas para ese primer beso nuestro primer beso nuestro eterno beso en nuestro barrio]
 
    En fin, este barrio es el escenario, míralo bien, Jessica, míralo bien porque ya no estaremos ahí: ya no estamos ahí. Ya no estamos aquí.
 
    Esta historia es este barrio y su grito. Lugar No Lugar No Tiempo. Y todos los lugares y todos los tiempos a la vez.
 
    Este barrio es como cualquier otro, lo sé. No conté nada nuevo, lo sé
 
    Sólo a un escritorsete como yo se le pudo haber ocurrido ponerle de nombre Melancolía al barrio, a este cuento.
 
    Punto y final.